Me dijo Kiko Veneno (1952, Figueres) la primera vez que le conocí que no me quejase, “que si te quejas, te cansas más”: “Nunca he admirado a nadie que se queje”, comentó echándose un cigarrillo de liar en una ventana abierta al cielo. La segunda vez que le he visto viene cantando que la vida es toda drama, que la tragedia es lo que define la existencia, pero que a los seres humanos nos quedan ficciones de libertad como el sexo o las coplillas, ¡mejor juntos!, veras tú: estar desnudos en una cama inventando música o tactos.
Hace al menos quince años que le llaman “maestro” por la calle, y él agradece el cariño con cierto pudor, con cierta incomodidad, porque le aspan las jerarquías y dicen que ha vivido ya en sus carnes “el fracaso del catolicismo esplendoroso y de todas las maestrías, que ya son prefabricadas”. Lo mira todo con escepticismo, con espíritu anárquico, pero con su fondo de ternura incomparable: guarda rabia mundial ante la lógica injusta de las cosas y la aventurilla en el pecho de la revolución incipiente, reinaugurada a cada jornada.
Es más listo que un ratón, Kiko, es heterodoxo y cultísimo y espídico y flamenco y electrónico y deslenguado, moderno a rabiar aunque no quiera -lo peta con Los tontos, con C. Tangana, y se hermana con los chicos sevillanos de Vera Fauna-, no se quita las gafas en toda la charla, como una estrella del rock con resaca, y fantasea con escribir un himno patrio que hable del huevo con tomate. Ahora presenta el documental Un día Lobo López, dirigido por Alejandro G. Salgado, donde revive su disco de culto Échate un cantecito. Será que Kiko Veneno también es antídoto.
P.- ¿De qué forma es rebelde hoy Kiko Veneno?
R.- “Rebelde” siempre dicho con modestia y humildad, porque tenemos tendencia a creernos nuestras propias mentiras. El concepto “rebelde” es un concepto doble que mira, por un lado, a tu individualidad, pero mira cómo no pervertirla para que no te creas que tú eres el único y el mejor y convertirte, en resumen, en un gilipollas.
Ser rebelde es atender a esa parte tuya que es social, que es compasiva y que es empática con los demás. Este es el gran enemigo del capitalismo. Si la gente fuera buena persona, alguien empático, no pedirían el Glovo, porque un chaval se juega la vida para llevarle una pizza a su casa. Eso es lo que no queremos entender, claro, porque existe todo un sistema para que no lo entendamos. Esa es la rebeldía, la única que hay.
P.- “Ya no quiero más tener buena suerte”, cantas en una de tus canciones. ¿Existe la suerte, o sólo la mala suerte, como dicen algunos?
R.- Te puedo decir muy poco. Verás tú: la vida es un drama.
P.- ¿Un drama? Será un misterio.
R.- No, no, lo que define la vida es el drama constante, la enfermedad, la muerte, el latrocinio, el asesinato, la miseria. Y ya todo lo bueno que te pasa lo vemos desde el punto de vista de la buena suerte, ¿no? Ningún mérito es suficiente si no parece que haya un poco de suerte. Pero ahí ya nos movemos en un terreno… curioso.
P.- Vamos a él.
R.- El otro día leí una cosa de Einstein… bueno, él era judío, determinista, y le admiramos como científico porque sabemos que él desveló una parte de la realidad que estaba ciega. El valor que tiene ese hombre… en fin, él contribuyó al crecimiento de la humanidad. Pero aparte de eso, él creía que nuestro destino está marcado.
"Si la gente fuera buena persona no pediría Glovo: un chaval se juega la vida para llevarte una pizza a tu casa"
P.- Desde luego, si eres determinista, crees en una libertad muy relativa.
R.- Bueno, decía que tenemos que imaginarnos que somos libres, luchamos por la vida…
P.- Hacemos nuestra performance de la libertad.
R.- Exactamente. Nos creemos libres, pero realmente si las leyes del universo valen para algo y van como él científicamente demostró, está todo determinado. A mí me causa zozobra pensar eso. Realmente no sé si es una de las ilusiones de la humanidad el pensar que somos libres… y hasta qué punto eso está en contra de los conocimientos científicos que tenemos sobre nosotros mismos.
La libertad es uno de los grandes tabúes y uno de los grandes puntos de misterio, como tú decías antes. Es una palabra que no tendríamos que usar. Solamente la usan los sinvergüenzas para robar. “La libertad de mercado”, dicen. ¿Para qué? “Pa’ que yo me pueda comprar esto, y esto, y esto, y para arruinar a éste, a éste y a éste”. Ahí sí se entiende bien. Cuando la cogen los halcones y los buitres: ahí la entendemos. Por lo demás, la palabra “libertad” es difícil de matizar y hay que tener cuidado con ella.
P.- Aunque no seamos si somos libres, a veces nos sentimos libres, ¿cuándo lo haces tú?
R.- Para mí hay dos momentos en la vida de ilusión de libertad, uno es la música y el otro la comunicación con los demás: el amor, y estoy hablando de sexo también, te da una sensación de que realmente no se puede ser más libre. Y el sentimiento de la música es igual: estás creando, estás inventándote algo, estás expresándote. Es similar a lo que pudiera ser la libertad si existiera, sobre todo porque se disfruta mucho. La libertad se entiende en el sentido de no tener barreras. Quieres expresar algo y rompes muros y vallas de expresión de ti mismo. Esa apertura se entiende bien, es libertad.
"‘Libertad’ es una palabra que no tendríamos que usar, sólo la usan los sinvergüenzas para robar"
P.- Me llama la atención que digas que la vida es esencialmente drama siendo tú un hombre y un artista tan vitalista, de canciones tan luminosas.
R.- Quizá precisamente por eso.
P.- ¿Para salvarte?
R.- Para aferrarme. La vida es tan triste y tan dramática que conviene que haya gente que se lo tome con cierta filosofía y que pueda acentuar la parte feliz, amable y luminosa que tiene. Ya hay bastantes elementos que nos recuerdan constantemente nuestro fracaso: la política, la religión, la economía… nos recuerdan el drama.
P.- En un momento del documental dices que te enmarcabas en el movimiento hippie. ¿Te sobrevive algo de eso? ¿Cuánto guardas de esa filosofía?
R.- Yo creo que toda, lo que pasa es que claro, hoy ya los hippies… digamos que no existen. Entonces éramos como una tribu universal. Me acuerdo que yo me iba los veranos a viajar por Europa y andábamos descalzos por los parques y nos juntábamos con la mochila y con los pelos y ya te comunicabas: “Quillo, qué pasa”.
P.- Había un lenguaje común.
R.- Sí, sí. Y el lenguaje común era “no a la guerra”, era “liberación sexual”, “amistad”, “romper fronteras”, “compartir”… un lenguaje muy maravilloso, muy positivo, que yo sigo compartiendo. Pero eso se ha restringido mucho.
P.- ¿Por qué ya no quedan hippies?
R.- Yo siempre he pensado, en contra de lo que ha pensado otra gente, que el movimiento hippie fue muy poderoso y que cogió todos los años sesenta… parece que políticamente no tuvo relevancia, porque el mayo del 68 aparentemente fue más relevante en cuanto a forma política, ¿no? Pero el movimiento hippie paró la guerra de Vietnam. Fue la fuerza más desencadenante de un movimiento pacifista en todo el mundo. El movimiento hippie de los años sesenta conllevó una riqueza en la música, en las artes plásticas, en el cine…
P.- Ah, todo florecía.
R.- ¡Por dios! La edad de oro de los últimos siglos, bestial.
P.- ¿Y qué pasa, que el mundo actual apisona todo eso?
R.- Mira, es que eso fue bestial, yo creo que el sistema capitalista... la escuela de Friedman y todo eso empieza en los sesenta, setenta. La escuela liberal de Chicago, los golpes de Estado en Chile, en Argentina, en Pinochet… creo que eso no es nada casual. El capitalismo se posiciona. El capitalismo, como una máquina pensante y una máquina actuante, se da cuenta de que la juventud por ahí no puede ir, que eso es muy peligroso, tener esos ideales y esa forma de ver la vida… porque además, uno de los postulados hippies era no entrar en el consumo ni en el presumir de rico, todo eso sobraba.
"Ahora el gran éxito de los chavales es consumir y mostrar a los demás que han consumido"
P.- Pues mira ahora, que está de moda entre los jóvenes, a partir también del movimiento del trap, la idea del ascenso social, del olvido de las raíces, del presumir del coche y la pasta, etc. Instagram, espejito del mundo.
R.- Sí. Yo tengo perspectiva quizá para ver que han pasado 50 años desde entonces y que nos han devorado: esa idea era poco operativa para sus intereses y había que reconducir a la humanidad de otra forma… que al mismo tiempo diera sensación de orden, porque los hippies daban la sensación esa, de todo muy desparramao’, así que se conjuga todo: el unificar los criterios, el globalizar, el encerrar un poco las tendencias y eso conlleva una supresión de la expresión y de la realidad. Yo tengo 70 años y viví aquello como una esperanza y veo ahora a los chavales jóvenes y veo que su gran realidad y su gran éxito es consumir… y mostrar a los demás que has consumido.
P.- ¿Kiko Veneno tiene patria… o algo que se le parezca a eso? ¿Y Dios… o algo que se le parezca a eso?
R.- Mi patria es la humanidad, me considero hermano de todos mis hermanos, como John Lennon. Te voy a decir una tontería pero que la vengo diciendo de toda la vida: si fuera negro tendría los pelos rizados y los dientes muy blancos; ¿sabes lo que te quiero decir? No veo diferencias en la humanidad, hay algo que nos unifica poderosamente a todos los humanos. Y al mismo tiempo también veo que cada ser humano es un mundo y eso es algo maravilloso, un auténtico arte, el arte es conciliar ambas cosas: ser un individuo, ser tú, como muestran tus huellas digitales, y al mismo tiempo ser consciente de que eres uno más en el hormiguero y que lo mejor es comunicarte con los demás. Mi patria es esa, pero vamos, que la patria hoy es el dinero.
P.- ¿Sólo?
R.- Queda algo que yo no rechazaría, verás tú, que es el amor por el terruño, que decía Unamuno. Es bonito y es legítimo que nazcas en un sitio y le tengas cariño a ese sitio, y luego el mundo entero está a tu alcance, y si quieres ser un negro, pues puedes ser un negro, y si quieres un chino, pues te vas a China (ríe). Son fuerzas que no tienen que ser antitéticas. Es bonito tener tu terruño.
"Lo de que Dios exista o no es una pamplina: media humanidad está dejando su vida en suspenso confiando en que irán al cielo"
P.- La “patria chica”, que lo llaman.
R.- Sí, eso me gusta, porque la otra patria parece que va ligada a la industria del armamento…
P.- “Patria grande” da miedo.
R.- Yo la chica la siento.
P.- ¿Sevilla?
R.- Tengo Sevilla, tengo Cádiz y tengo Lérida, el sitio de mis abuelos por parte de mi madre. Era campo y yo iba de pequeño todos los veranos.
P.- ¿Qué hay de Dios? ¿Es ese que sacan en hombros en los pasos de Semana Santa, está en otra parte o no está en ninguna? ¿Qué relación tienes con el folclore?
R.- Lo de que Dios exista o deje de existir me parece a estas alturas de la vida una pamplina, me parece un juego de magia.
P.- ¿El gato de Schrödinger?
R.- (Ríe) Sí. ¿La bolita está aquí o no está aquí? Desde ese punto de vista me parece ridículo, pero desde el punto de vista de los sentimientos de la gente… hay que ser muy prudente. Casi la mitad de la humanidad está dejando su vida en suspenso.
Es decir, lo que les interesa de la vida es cuando se mueran: que van a ir a un cielo, que van a ir a lo otro… y es respetable en el sentido de que lo sienten así y eso no podemos ignorarlo, pero sin duda ahí se sustenta gran parte de la injusticia que hay en el mundo, porque permitirte creer que la vida te recompensa sólo al final con una justicia o con un placer (como dicen los musulmanes)… eso te deja indefenso ante la vida ésta, que es la que tenemos entre manos. Estamos aquí en esta vida para que nos puteen, eso dicen los cristianos, pon la mejilla las veces que tengas que ponerla.
P.- Que luego ya nos vamos a la fiesta del cielo.
R.- Claro (chasquea). La fiesta del cielo… por eso me parece que la religión es la aliada perfecta de la explotación en este mundo, de la injusticia, pero también es verdad que he visto ese estigma religioso disminuir. La gran patraña, entre comillas, que no quiero ofender a nadie -no a la gente que tiene un sentido espiritual de la vida, porque yo también lo tengo, pero intento llevarlo por otro lado-… la gran patraña, digo, se ve en España mismo, con sus valores supuestamente religiosos de la fe y de la patria… pero que luego la gente no va a la iglesia, ¿no?
Cada vez participan menos. Participan del folclore: bautizo, primera comunión, y boda. Esa es la religión de la gente hoy. Pero el miedo a la muerte, como dice mi amigo Jesús -Jesús Manuel Ortiz, bajista-, es sin duda el miedo a la vida, y es el desencadenante de todo eso.
"Hay una justicia y una belleza en la tierra que es nuestra, tenemos derecho a buscarla, no debemos postergarla ni vendérsela a nadie"
P.- ¿Tu posición, entonces, es que nos lo pasemos lo mejor posible aquí abajo, porque cuando nos vamos, nos vamos del todo? ¿Somos sólo materia?
R.- No, mi posición tampoco es esa, esa también me parece una idea un poco absurda. Esto no es un viaje a lo “vamos a pasarlo bien, que se acaba”. Yo no lo veo así.
P.- Lo decía por contradecir el “sufrir por sufrir” o el “sufrir como espera”.
R.- Eso es. Yo considero que hay una justicia y una belleza en la tierra, que es nuestra, y tenemos derecho a buscarla. No debemos postergarla ni vendérsela a nadie.
P.- Tú que has sido tan vanguardista, ¿qué es hoy la transgresión, qué es la modernidad? Todo parece nostalgia. Todo parece repetición.
R.- La transgresión primero tiene que ser económica: repartir, repartir, repartir la riqueza. Luchar y destrozar los centros de poder y revertirlos, que son la economía, la guerra y el miedo y la mentira. ¡Esa es la transgresión!
"La transgresión hoy es repartir la riqueza"
P.- ¿Y artísticamente?
R.- Artísticamente, eso. ¡Eso! Es lo único. ¡No hay otra cosa! Hay que mostrar eso, la gran mentira del mundo. Nos están diciendo que somos iguales ante la ley pero es mentira, estamos viendo que la ley compra abogados para que ganen siempre los mismos, y estamos viendo que no hay libertad de información, nos enteramos de lo que los cuatro medios dominantes quieren que nos enteremos, y nos enteraremos de los entresijos de la guerra de Ucrania pues dentro de 40, 50 o 50 años, esa es la espantosa verdad, pero mientras se está muriendo muchísima gente por esa espantosa verdad.
P.- Cuentas en el documental que la canción de Lobo López la escribiste bajo los efectos de un fármaco: un supositorio, en concreto, contra el vértigo. Y te salió de un tirón. ¿Qué tal con el resto de drogas? ¿Es siempre mejor la sobriedad?
R.- No, no es que sea mejor la sobriedad. Yo creo que las drogas pueden ser muy positivas: el alcohol, todos los estados que propicien salirte del pellejo, el éxtasis… pueden ser muy interesantes, pero lo que no es cierto es que las drogas te vayan a dar algo que tú no tengas, vayan a darte una visión artística o una interioridad artística. El arte que podamos tener lo tenemos.
P.- Las drogas no harán milagros por nosotros.
R.- No, pero en mi generación lo creíamos mucho, ¿no? Que el arte estaba muy vinculado a las drogas, que los porros y el tripi eran el camino adecuado para tener una visión artística del mundo más completa, y sin duda que ayudaban…
P.- Pero si eres mediocre, eres mediocre con tripi o sin tripi.
R.- Eso es. Y yo tardé mucho en darme cuenta de eso. Si tienes algo dentro, lo tienes. El problema de las drogas es que cuando se convierten en habituales ya no son drogas, son adicciones: cuando la caricia de un cura a un niño se convierte en habitual se llega a la pederastia. Qué feo ha quedado eso, ¿no? Pero real. Real como la vida misma.
P.- ¿Qué piensas de eso que dicen ahora de que el punk ha pasado a ser patrimonio de la derecha, que la izquierda se lo ha regalado con su obsesión por la corrección política…?
R.- La izquierda ya prácticamente no existe. Ahora mismo la izquierda no existe.
P.- ¿Por qué?
R.- Coño, es que si yo fuera de derechas no me gustaría que existiera la izquierda. En la época de Franco no existía la izquierda, en la época de Hitler no existía la izquierda… ¿por qué tiene que existir ahora? No es que no la vea, es que no está. Es muy minoritaria. Las grandes fuerzas que mueven estos coches que están pasando y estos ordenadores… esas fuerzas ninguna son de izquierdas. Lo que hay son fuerzas de “vámonos que nos vamos, vamos a llenar la nevera como podamos y vamos a hacerlo con la dignidad que podamos”, y eso lo piensa ya muy poca gente, porque la mayoría ni eso. “Lo siento si te hago daño, pero mi pan es mi pan”.
"La izquierda no existe: la gente piensa ‘lo siento si te hago daño, pero mi pan es mi pan’"
P.- Entonces, ¿no hay esperanzas?
R.- Sí, la esperanza es una cosa que te puedes fabricar tú cuando quieras.
P.- Tú te consideras un hombre de izquierdas.
R.- Sí, claro. Pero la tendencia del mundo de hoy es que si tengo algo es para mí, no lo voy a compartir contigo, y si tengo más que tú, es que lo merezco más que tú. Esa es la perversión del ideal humanístico.
P.- ¿Y la justicia?
R.- La justicia es el dinero. Pero no solamente en España, donde la justicia es una mascarada evidente, que sale en los periódicos y tú dices “jajá”. Nadie con sentido común va a poder defenderte que existe una Justicia en España. Pero ni en ninguna parte del mundo.
P.- ¿Estamos indefensos?
R.- Totalmente indefensos.
P.- Tú y yo, pobrecillos…
R.- (Ríe). ¿Qué podemos hacer? Pues de momento, votar a Podemos y a Yolanda Díaz. Eso de momento. Aquí en España es lo único que se sale del redil.
P.- Y a ver si van juntos, ¿no?
R.- No, es magnífico que vayan separados. No compremos el argumento de la derecha de que la izquierda van desunidos, que pobrecitos, como diciendo “son pocos y encima se pelean”. No, mira: la derecha es Hitler, y Hitler tiene a toda la gente con la mano así. La gente de izquierda es gente que siente, que piensa y que tiene diversidad, y encima nos hacen avergonzarnos de que la gente de izquierda seamos diversos. Esa es una jugada más de la derecha, pero no debemos comprarle eso. Eso lo dicen todos los periódicos, todos, hasta los de supuesta izquierda, El País y La Vanguardia también lo dicen. Encima de cabrones, apaleaos’. Eso es lo que siento yo.
P.- Hay un momento del documental donde al principio de tu carrera, teniendo ya dos hijos, decías “no sé cómo llevar dinero a la casa”, y tu mujer sale diciendo “los artistas son artistas, no se pueden dedicar al negocio tampoco”. Háblame de eso.
R.- Sí, yo creo que sí. Una cosa es que un artista tenga visión, y otra…
P.- Tú llevas viviendo de esto desde el 92.
R.- Yo empecé a vivir de la música con 40 años. Te pongo el ejemplo de Miquel Barceló, un artista revolucionario.
P.- Sí. Le hizo una portada increíble a Camarón para ‘Potro de rabia y miel’.
R.- Sí, es buenísima. Pues él se da cuenta ya con veintipocos años de que sus obras vale millones y están en los museos y los coleccionistas se las disputan.
P.- ¿Qué haces cuando ves que todo el engranaje del sistema te quiere tanto?
R.- Barceló ha seguido haciendo sublimes obras de arte durante toda su vida. Yo creo que él lo que hizo fue rodearse bien, de gente amigable y leal que le permitió traspasar su arte a la sociedad, gente inteligente y que le permitiera trabajar sin robarle, porque ese hombre lo que disfruta es trabajando, y que no se le quedara ninguna cosa sin poder hacer, y ha hecho cosas maravillosas, en la Catedral de Palma o en el Pabellón de los Derechos Humanos de Ginebra. Teniendo ese arte, podía haber sido un ‘destrozón’, haber destrozado su propia carrera, tomar malas decisiones. Pero no.
“Las drogas pueden ser muy positivas, todo lo que te ayude a salirte del pellejo es interesante, pero si eres mediocre, lo eres con tripi o sin él”
P.- ¿Del amor qué sabes, Kiko?
R.- Sé que se cría, como los hongos, que se extiende como las bacterias, que se cultiva y se hace grande. Hace familia.
P.- ¿Y del sexo? “Calditos de tu cuerpo…”.
R.- Que es uno de los pocos sitios donde se ve la libertad: cuando estás desnudo en la cama con alguien. Incluso solo (ríe). Ahí entiendes cosas. Hagas lo que hagas, está bien.
P.- ¿Cuándo le empiezan a uno a llamar “maestro” por la calle? Que me han contado mis amigos que eso en Sevilla a ti te pasa.
R.- Desde hace 15 años o por ahí… sí… bueno. Las primeras veces te duele un poquillo, por la edad, y luego por inmerecido. Pero le ves la parte cariñosa que tiene. Te voy a decir una cosa que te va a sorprender: cuando yo era pequeño, en Sevilla, a las personas mayores les decíamos “maestro”. No le decíamos a alguien “oiga, por favor”, si no, “oiga, maestro, ¿me puede usted indicar dónde está la calle ésta?”. Cualquier persona mayor era “maestro”. Eso se ha perdido del lenguaje, y eso me gusta mucho. Muchísimo. ¡Por Dios! Cualquier persona que llegue a mayor es maestro.
P.- ¿Pero tú lo usas?
R.- Yo no, porque ya he vivido en mis carnes el fracaso del cristianismo, del catolicismo este esplendoroso y de todas las maestrías que ya son prefabricadas. Yo no quiero jerarquías.