Anna Castillo es una joya patria. Y cada año que pasa reluce con más fuerza. Ya no es (o no sólo) esa chavala talentosa y pizpireta de energía y gracia popular apasionada, de naturalidad carismática y apabullante. Ahora es algo mucho mejor, aún desde su cuerpo enjuto y precozmente sabio, conocedor del dolor humano: una mujer profunda que sabe romperse y recomponerse, en escena y fuera de ella, cada vez más llena de complejidades, de profundidades dignas de océano. Una actriz que amenaza total, que no tiene miedo al salto. Es radical sin pretenderlo, porque llega a los secretos de las emociones humanas.
Es de una intución notable: es difícil sentir el mundo como lo siente Anna Castillo. Todo lo que toca queda dignificado. Desde Paquita Salas a La llamada llegando a Un cuento perfecto o Nowhere, su última película para Netflix, y, además, uno de sus papeles más radicales. Ella solita se echa el filme a los hombros: en su cara cabe una historia entera. Aquí Anna interpreta a una mujer superviviente de un régimen totalitario (que se ceba con las hembras, por su poder para dar vida) que acaba extraviada en alta mar... en un contenedor marítimo. Por si fuera poco, está embarazada. Nowhere es, más que nada, una película sobre la resistencia femenina, de sangre, pensamiento y capacidad para la esperanza. Hoy se cuenta la historia de la mujer que es más fuerte que cien hombres.
P.- Nosotras no hemos tenido que vivir una situación dictatorial, afortunadamente, como se plantea en la película. Nada tan terrorífico. Recuerdo que Sacristán me dijo que cuando pasas hambre siendo niño, interpretas diferente. ¿Cómo lo has hecho tú para conectar así con el dolor humano?
R.- Claro. Yo jamás he vivido eso, he tenido una vida normal, como mi generación, y no he pasado hambre… lo que pasa es que creo que hay sentimientos y emociones que son universales, como el pánico o el amor. Todos los hemos sentido y la cuestión es saber llevarlos al extremo del personaje, hasta donde el personaje requiera. Por ejemplo, con las escenas más complicadas a nivel emocional, me preparé con una coach, Raquel Pérez, porque quería tener herramientas. Y si un día estaba ya muy cansada o se daba una escena muy complicada al final de la jornada, quería tener recursos físicos para llegar a esas emociones. Necesitaba saber que no me iba a quedar vendida. Cada día era una lucha por mi departamento…que era yo (ríe).
"No quiero trabajar con momentos de mi vida: es una técnica poco fiable, los recuerdos no siempre duelen igual"
P.- ¿Esa desesperación la coges de momentos difíciles de tu vida y la llevas a la escena, dejándola crecer, o de dónde la sacas?
R.- No, yo no quiero trabajar con nada personal, con ningún momento de mi vida, sobre todo porque me parece una técnica poco fiable. Los recuerdos no siempre duelen igual. Me da miedo volver a eso y sentir cosas diferentes, o cada vez menores (sonríe). Por eso he intentado entrar en el agobio, en el miedo que tiene mi personaje de saber que tiene un bebé y necesita sobrevivir.
P.- Nos cuesta pensar, en la vida real, que pueda estallar un régimen tan reaccionario y misógino como el de la película, pero ahí se cuenta con mucha verosimilitud y da un poquito de miedo… ¿cómo lo ves de posible? ¿Cómo valoras nuestros peligros reaccionarios?
R.- Me daría mucho miedo, muchísimo miedo, me pasa siempre cuando veo ficciones de este tipo. Pero para mí en esta peli había algo en el dolor de la protagonista que no venía sólo del exterior. El contexto no era tan importante para mí, creo que podría haber sido éste o haber sido otro. No influyó exactamente el contexto en cómo yo quería contar la historia. Todo tenía más que ver con sobrevivir.
P.- Pero, ¿tú piensas que aún existen esas dos Españas? ¿Qué impresiones te da un partido como Vox?
R.- Pues estoy obviamente en contra de cualquier partido radical que atente contra la salud, la seguridad, el bienestar y la integración física y emocional de muchísimos colectivos, de muchísimas personas… entre las que me encuentro. Es terrible, estoy en contra. De todos modos, no veo factible que haya una amenaza totalitaria en España. No lo creo, de verdad. Creo que somos muchos más los que abogamos por el sentido común.
P.- En la película se persigue a las mujeres por el hecho de dar a luz. ¿Cuáles han sido los obstáculos machistas que te has encontrado por el camino?
R.- En mi caso el machismo ha sido más a nivel personal que a nivel laboral. Cuando empecé, el factor de ser chica y joven me lo ponía un poco complicado, sentía que todo el rato tenía que estar a la altura, currármelo el triple. A nivel actoral, a nivel de discurso y de todo, de opinión, para que se me respetara, para ser escuchada. Tenía que demostrar que era muy buena en muchas cosas para que se me valorara, cosa que mis compañeros no tenían que hacer, y mucho menos los que eran mayores que yo. Ahí sí lo noté mucho. Y a nivel personal… ya sabes: todas hemos crecido en un sistema profundamente machista. Yo hace diez años comencé mi deconstrucción.
P.- Cuéntame.
P.- Bueno, en mi concepción del amor romántico, en mi propia sexualidad, en el placer femenino. En la maternidad. La maternidad me parece un temazo en cuanto a feminismo: en la película se trata de forma más animal, pero me refiero a que se supone que las madres tienen que ser superwoman, y esto es agotador, currar, y hacerlo todo, y ser las mejores, y ¿qué pasa con su salud mental? ¿Alguien habla de su carga mental?
"Me planteo ser madre, pero respetando mi propia maternidad por encima de todo y no jugando a ser superwoman"
P.- ¿Tú te planteas ser madre?
R.- Sí, no ahora mismo, pero sí. Yo sé que va a pasar, pero me planteo ser una madre que respete su propia maternidad por encima de todo. Esto además tiene que ver también con los arquetipos creados y lo que ha construido la ficción, que luego se replica en la sociedad. Pero creo que ahora se habla de temas de los que antes no se hablaban. Por ejemplo, para mí, haber protagonizado una película de ‘survival’ es algo especial. No he visto películas de mujeres supervivientes. Solas.
P.- ¿Qué opinas del caso Rubiales? ¿Has tenido que darle un corte alguna vez a uno de esos?
R.- Mira, creo que ahora, viendo con el tiempo, debería haber dado más de un corte. Pero en el momento no tenía las herramientas ni la información para hacerlo. Ahora supongo que sí lo haría. Entonces no pude dar el paso y meterle el corte a más de uno.
P.- En la película vemos imágenes muy naturalistas que no dejan de ser radicales. Quiero decir, en un mundo donde no se tolera la menstruación, aquí la protagonista se saca ella misma la placenta. Y ojo, que hay muchos padres que dicen que no entran al parto de su hijo porque les da “cosa”.
R.- Es increíble, porque a las mujeres se nos ha exigido pulcritud hasta en el parto. Hay tanta exigencia con cómo tenemos que ser, que hemos empezado a no dar valor a una parte tremendamente poderosa que es nuestra y que tiene que ver con nuestro cuerpo y nuestra maternidad. Estoy segura de que si los tíos parieran habría estatuas por todos lados… de ellos embarazados… (ríe). Todo el mundo alabando su don. Parece que nosotras tenemos que tenerlo todo bajo control, desde lo limpio, lo pulcro, desde el “no molestéis”. Yo no siento que las imágenes de la película sean desagradables, creo que son fuertes, que son crudas, pero que son parte de la vida. A quien le moleste, que no mire y ya está.
"A los hombres les molestan nuestras tetas porque son poderosas: les dan vértigo"
P.- ¿Cómo fue el momento pecho, el momento amamantar?
R.- Esa es una de las partes técnicas más fuertes. Al final, la prótesis de la tripa y de pecho eran de silicona maciza y eso eran ocho kilos que tenía que llevar puestos cada día, a veces eran de quita y pon y otras veces era con la prótesis pegada, que era dos horas ponerla y dos horas quitarla… tú imagínate. El momento de amamantar fue guay. Me pusieron una cánula dentro de pecho de mentira que llegaba hasta el pezón, y era leche de fórmula. El bebé pudo mamar de verdad. Es curioso, ¿no? Hay algo tan técnico dentro de todo esto que para mí, como actriz, pierde magia. El juego está en dársela a nivel de interpretación, pero para mí todo esto era de mentira… pero con un bebé de verdad. Fue muy guay, fue muy bonito, porque me encanta trabajar con niños y con bebés.
P.- Al verte los pechos desnudos en la película, aunque fueran falsos, no pude evitar pensar en Amaral y la polémica de los pechos. Como diría Rigoberta, ¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas?
R.- Dan miedo porque tienen mucho poder, y eso molesta a la gente. Les da susto, les da vértigo, dicen que de qué vamos… a mí me parece súper importante que Amaral enseñe las tetas si las quiere enseñar. Yo en esta peli iba todo el rato con prótesis pero aparentemente iba completamente desnuda, o sea, con bragas, y no dejabas de sentir un poco la mirada de la gente en plan “¿qué?”. Pero yo me sentía cubierta porque no era mi cuerpo en realidad. Eso sí, la peña me miraba pasar y flipaba (ríe).
P.- En este filme tenemos una historia de amor, digamos… complicada. ¿Cómo ha cambiado para ti tu idea de entender el amor desde los 15 hasta ahora?
R.- Creo que ha tenido que ver con lo que te decía antes de la deconstrucción. Antes me dejaba llevar mucho más por la ansiedad del amor, por los nervios, por el sinvivir y tal. Y creo que cada vez más he ido entendiendo que tiene más que ver con la paz que con la ansiedad. Creo que el amor va de paz, de humor, de cariño y de respeto, de confianza. Cuando sabes lo que es que te quieran de verdad… y querer tú de verdad… pues nada se compara. He ido evolucionando. Normalmente he estado con gente que me ha querido mucho y bastante bien, he tenido suerte en el amor, pero siempre hay que trabajar tu manera de entenderlo.
P.- El otro día ponías en Instagram “chicas, cuidado con la bifobia, que es una cosa muy fea…”.
R.- Sí. La bisexualidad es algo que molesta también, no sé por qué, pero es así. Hay algo de no entendimiento, incluso desde dentro del colectivo homosexual, ¿eh? A mí un amigo mío me hizo un comentario muy bifóbico, y yo le dije “pero… ¿por qué te molesta que yo esté a gusto con esto? ¿Por qué te molesta a ti? No lo entiendo, tío”. Y él era homosexual. Y me reconoció: “No lo sé, pero hay algo que no me termina de encajar…”. Pues que alguien me lo explique.
P.- ¿No te parece que puede tener que ver justamente con la indefinición? Algo que la gente no soporta…
R.- Sí, la gente necesita etiquetas para sentirse cómoda. Esto de “estáis confundidos” o “es una fase más”. Mira, yo cuando salía con una chica me decían “tú no eres bisexual, eres lesbiana”, y ahora que me siguen gustando los chicos me dicen “es que tú eres muy curiosa”… pero… vamos a ver... gilipolleces. ¿Cómo que curiosa? ¿Por qué voy a ser yo más curiosa que tú? También entiendo que las personas necesitan referentes y que yo durante un tiempo he podido ser un referente en esto por tener un relación lésbica y tal, y ahora les molesta que de repente me baje del carro. Hay algo como de decepción.
P.- Pero Ana, eso es horrible. Sólo faltaba que tú no puedas estar con quien quieras. No te debes al activismo. Qué agobio…
R.- Sí… sobre todo porque yo el oro día le decía a mi hermana, “oye, si yo he hecho algo bueno por visibilizar, ¿he dejado de hacerlo ahora que no lo hago?”. No sé. Se necesitan referentes de todo tipo y bisexuales también.
P.- Tú eres de Barcelona, ¿cómo vives este momento de caos político, con una amnistía que ahora resulta crucial para formar un gobierno progresista?
R.- Estos temas me dan mucha pereza y además no tengo una opinión tan, tan, tan formada y clara como para sentirme a gusto dándola. Yo quiero un gobierno progresista, yo quiero que gane la izquierda, yo abogo por lo social y por los derechos humanos. Y que pase lo que tenga que pasar, pero que se hagan las cosas bien.
P.- ¿A quién harías tú ministro de Cultura?
R.- A Samantha Hudson. La escucho en entrevistas y flipo, pienso “esta tía tendría que mandar, tendría que tener aún más voz”. Es muy lista, muy rápida, muy inteligente. ¡Molestaría! Y eso sería genial.