Hace meses que Victoria Álvarez se decidió a cambiar de vida. Llevaba tiempo rumiándolo, amenazando con ello, lamentando que por ayudar a destapar el caso de corrupción más escandaloso que se recuerda en Cataluña la respuesta fue "dejarla tirada". Sufrió acoso, insultos, amenazas, el boicot de quienes habían crecido amando a un líder. Y tras más de una década de todo eso puso tierra de por medio.
Ahora vive en un lugar remoto de la geografía nacional del que prefiere no hablar para no dar pistas. Para romper de una vez con esa historia maldita. Consiguió vender la casa que tenía en propiedad en su Barcelona natal y se fue lejos. "Allí se han quedado mi madre y mi hijo, pero yo ya no reconocía mi ciudad con esta chaladura de la independencia", dice al teléfono. Aunque tenía muchas más razones para escapar.
A finales de la primera década de los 2000 mantenía una relación sentimental con Jordi Pujol Ferrusola, el hijo de Jordi Pujol y Marta Ferrusola, el gran constructor de la patria catalana y su poderosa consorte. Ella, Victoria, era una empresaria influyente del mundo de las telecomunicaciones de la que nadie tenía nada que decir cuando las cosas iban bien.
Después fue la querida, la amante, la despechada que había traicionado a Pujol, a su primogénito y al resto de catalanes, considerados para el pujolismo como la gran familia al amparo del clan. La prensa adicta la dibujó de esta forma despectiva cuando se supo lo de La Camarga.
Ocurrió en el verano de 2010 en un reservado de este restaurante frecuentado por políticos y empresarios de la zona del Eixample barcelonés. Se había citado con la entonces presidenta del Partido Popular de Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, sin saber que en el florero del centro de la mesa los detectives de la Agencia Método 3 habían colocado un micrófono.
Victoria empieza a hablar entrando en cuestiones íntimas de su relación con el mayor de los Pujol. Pero hay un momento en el que sale a relucir un sospechoso viaje a Andorra, en el que Jordi llevaba en el coche cerca de medio millón de euros en billetes.
"Ahí fue cuando yo le digo que 'hasta aquí hemos llegado'. Yo no sabía nada de eso, pero si nos hubieran pillado me hubiera visto envuelta también por cómplice. Había muchas otras cosas personales que hubiera podido denunciar, pero yo le dije que se acabó y él me respondió que no le iba a poder dejar tan fácilmente", rememora.
Todo esto, pero con más detalles, surge en la conversación con Alicia Sánchez-Camacho. Detrás estaba la mano de Villarejo, pero Victoria Álvarez tiene claro que "quien organizó todo fue Jorge Moragas", exdiputado del PP por Barcelona. "Fue mi compañero del colegio y me traicionó, acabé envuelta en una operación muy chunga", revela.
El dinero en Andorra
Lo que estaba saliendo a la luz era algo que "conocía todo el mundo, pero de lo que nadie hablaba". "No había negocio gordo en Cataluña que no pasara por la casa de los Pujol. Lo de las comisiones del 3% fue sólo el principio, pero luego vino todo lo demás", sentencia. Y todo lo demás estaba de fronteras para afuera.
Durante todos esos años, en los que los hijos se habían enriquecido haciendo negocios con la Generalitat mientras su padre ocupaba el despacho principal del Palau del Govern, varios millones habían salido a Andorra. La Policía, que estaba siguiendo estas actividades, por fin tenía un hilo del que tirar y Victoria Álvarez terminó en 2012 denunciando en un juzgado.
Esas primeras declaraciones encallaron en los tribunales. Pero fueron las que levantaron la alfombra, y con ella toda la suciedad que había permanecido oculta. "Si es que Marta Ferrusola tenía su despacho en la Generalitat. Tenía una empresa y, cuando le preguntaron en una comisión de investigación que cómo ganaba los concursos, se defendió diciendo que nunca se había presentado a ninguno. No sé si era consciente de que se estaba autoinculpando".
"Hacía y deshacía lo que le daba la gana. Él [Jordi Pujol] al menos siempre fue políticamente correcto, ella ni eso", afirma quien fue su nuera. El pasado 8 de julio Ferrusola falleció a los 89 años y en el funeral su esposo se disculpó por sus "imperfecciones e infidelidades".
Marta Ferrusola era una mujer de fuertes convicciones cristianas. La "madre superiora", como ella misma se definía en una nota dirigida a la banca andorrana, e interceptada por la Policía, en la que indicaba que había que mover unos "misales" cuando quería decir millones.
A Jordi Pujol también le movía la fe. Pero su verdadera vocación consistía en construir un legado para Cataluña.
Por eso sus palabras en el funeral sonaban a la confesión pública del 25 de julio de 2014, de la que dentro de poco se cumplirán 10 años. En ella Jordi Pujol i Soley, el guía espiritual del catalanismo, confesaba que tenía un patrimonio en Andorra, aunque justificaba que procedía de una herencia de su padre.
"No le quedó más remedio que hacer aquello porque se vio acorralado. Había salido un pantallazo con cuentas opacas en Andorra en el que salía su nombre y ya no había manera de ocultarlo. Ahí empezó toda la locura del independentismo. Artur Mas, que nunca se había manifestado así, de la noche a la mañana era el más independentista del mundo y de esta forma se embarcaron en una tomadura de pelo que ha destruido Cataluña", mantiene la mujer que empezó a demostrar que el rey estaba desnudo.
"Un lío de narices"
Aquí es donde confluyen los dos motivos por los que finalmente tuvo que huir. De un lado, esa Cataluña que ya no es suya; y de otro, la presión a la que se vio sometida. "Yo hubiera colaborado de forma voluntaria, no hubiera dudado si me lo hubieran pedido. Pero es que me tendieron una trampa con aquellas escuchas y me vi entre la espada y la pared de la ‘policía patriótica’ y la corrupción que lo inundaba todo".
"Durante un tiempo me pusieron una protección. No era una escolta las 24 horas, pero sí alguien a quien podía llamar en momentos puntuales, porque empezaron a amenazarme y a presentarse en mi casa. Pero esto se terminó cuando llegó Pedro Sánchez al Gobierno, que me dejaron sin nada. Intenté hablar con todos los partidos, desde Podemos hasta Vox y nadie me hizo caso".
Victoria Álvarez, la empresaria, la pareja del hijo adinerado del expresidente de la Generalitat, quedó fuera del circuito. De repente, los negocios ya no estaban para ella. Denuncia que los bancos no le daban créditos y que empezó a recibir prestaciones del Estado porque no tenía otros ingresos. "Me vi en la ruina. Es muy triste que en este país quien denuncia algo así se tiene que esconder".
De nuevo, salieron informaciones de que el Gobierno le pagaba con fondos reservados por actuar como "confidente" en la "guerra sucia del Estado contra Cataluña". La emisora Rac-1 puso cifras concretas: 2.500 euros mensuales, que se prolongaron incluso con el PSOE en el Ejecutivo. Ella siempre lo negó: "que digan lo que quieran. Lo único que recibí fue algunos gastos por tener que desplazarme a algún sitio, pero jamás tuve un sueldo".
"Yo era una persona normal y corriente que me vi involucrada en un lío de narices", confiesa. Alguien que quería denunciar lo que tenía en casa, aunque le hubiese gustado que fuese de otra forma. "Ahora lo único que quiero es que se juzgue a esta gente", reclama, aunque el caso de los Pujol por asociación ilícita y blanqueo de dinero continúa parado en la Audiencia Nacional, sin una fecha para que arranque el juicio.
Otro juez ya declaró que el clan familiar operaba como una "organización criminal", un calificativo que la expareja de Jordi júnior considera "absolutamente justo". Las cosas podían haber ido de otra manera, sí, pero ocurrieron de ésta. Ella cumplió con su parte y ahora pretende apartarse del foco y "pasar página" mientras la Justicia sigue sus tiempos.