Está a punto de cumplir 55 años este militante del rock que reivindica, además de a Elvis, a otros reyes del género como Little Richard o Chuck Berry: “Ellos han quedado muy por debajo por el hecho de ser negros”. Carlos Tarque montó una banda en los 90 y logró que todo un país se imaginara a una no tan dulce niña Carolina, y que sintiera el frío de despedirse de Maggie en septiembre. La M de aquel Clan la sacaron del murciélago, “nos gustaba ese bichillo nocturno, vampírico, rockero, feo… un poco como nosotros”, y como murciélagos frecuentaron las cuevas de la noche durante décadas: “Ya no tengo esa voracidad antigua de salir tanto. También te cansas. A mí lo que me gusta es ir a un festival y encontrarme con otras bandas, tomarme algo…”.
Ahora puede que Tarque sea más diurno, y de día navega a mar abierto por el impredecible Mediterráneo, pues es patrón de un velerito: “Lo conozco un poco por las islas, y puede ser terrible también si se pone”. Reconoce que el mar es seductor por ese peligro, pero él es cauto y ha sufrido al verse atrapado dos veces por una tormenta. Ahí sólo le ha quedado esperar “que todo funcione como debe funcionar”, como en la vida misma. Capear el temporal.
Está templado Carlos, en su piel, honrando con Tarque y la Asociación del Riff -la formación con la que ha sacado sus últimos discos- la música con la que se volvió “loco por la música”, que es el hard rock. Autor del himno Miedo, le da pudor hablar del mismo, pero reconoce tenerlo a que nos estemos robotizando, y aun anestesiando, ante las injusticias. Cree que las pantallas tienen que ver en ese amansamiento comunitario, por eso se toma la vida en analógico tanto como puede. Leer y tocar la guitarra, esas cosas aún manuales, le ayudan también a llevar el timón de los días.
Reflexiona que el rock ha sido machista, “porque la sociedad lo ha sido toda la vida”. Por eso él entrena la mira de su objetivo, y le duele hasta hablar del tema, se nota, después de la atrocidad sucedida en Mazan (Francia): “Es algo que pasa también todo el rato en los clubes… Cuando el dolor está tan presente, hay que tener mucho cuidado con lo que dices”.
Hijo de emigrantes, nació y vivió hasta los 5 años en Chile. Su infancia la marcó un cierto nomadismo, pues cambió varias veces de domicilio hasta que regresó a vivir a Murcia. Allí, a sus 18, no se salvó de la mili ni por pies planos: “No me acordé porque nunca había tenido problemas por eso. En la mili a lo mejor te ordena un tío que está borracho y con dos prostitutas, esa es una disciplina de mierda”.
El próximo año se lo va a tomar para afianzar asuntos pendientes, y es posible que en 2026 vuelva a girar con M-Clan, para alegría de todos aquellos que crecieron escuchando sus canciones en Madrid, Sevilla, Ibiza, Alicante o Santander. O en cualquier lugar en el que se aprecie la honestidad de su rock and roll. Charlamos con él en una tarde tranquila, sin prisas. Se sorprende de algunas preguntas, pero no esquiva ninguna. Con ustedes, Carlos Tarque a las respuestas.
PREGUNTA: Tienen una cita importante el fin de semana del 4 al 6 de octubre para reivindicar el rock. El Graceland fest.
RESPUESTA: Sí, es un concierto más dentro de la gira que llevamos haciendo desde octubre del 23, y siempre con ilusión. Por lo que he visto en el cartel es un festi que tiene un criterio con el que nos sentimos muy cómodos. Está bien lo del eclecticismo, pero hay veces que estás en festivales en los que el cartel es demasiado dispar. Aquí están Los Zigarros y Ariel, que somos amigos y tres generaciones de un mismo lenguaje, que es el rock and roll, con todas sus variantes. Ariel con Tequila fue de los pioneros del rock en España, nosotros somos la segunda generación, de los 90 hasta hoy, y Los Zigarros vinieron después, aunque ya es también un grupo veterano. Falta la última generación, de los últimos diez años, y a la espera de que salgan más bandas.
P.– Porque se sigue haciendo rock, ¿verdad?
R.– Sí, sí, sí. Yo veo muchas bandas de rock. Sí es verdad que el rock ha tenido momentos más comerciales, sobre todo lo que venía de Estados Unidos e Inglaterra, que nos llegaba de la MTV, pero nunca el rock ha sido una música de cabecera. Yo creo que es un clásico, y los clásicos no están de moda. Siempre están ahí. Supongo que en algún momento morirá, como ha muerto todo en la historia, porque es difícil que algo sea eterno: los Beatles serán eternos, AC/DC serán eternos, los Rolling también… Pero de los músicos clásicos que había en la época de Beethoven queda él y tienes que ser un erudito para conocer más. Es muy especial que algo trascienda al paso de los siglos, y más a la velocidad a la que funcionamos ahora, que algo es antiguo en sólo dos días.
P.– Por cierto, ¿ha visitado Graceland alguna vez?
R.– No. Tengo que decir que estuve un mes en Memphis grabando un disco y no fuimos a Graceland. Yo particularmente, con todo el respeto y la admiración a lo que representa, nunca fui muy fan de Elvis. No quiero decir que no me guste, pero soy más fan de otros. No tuve nunca esa devoción.
P.– Bueno, no es obligatorio tampoco.
R.– No, y es que además repasando el otro día la historia del rock and roll pensaba que Elvis se llevó unos laureles que había otros músicos negros, como Little Richard o como Chuck Berry, que han quedado muy por debajo por el hecho de ser negros. De hecho, Elvis hacía versiones suyas. No quiero que esto sea el titular, que luego todo se entiende mal, pero para mí Elvis no es el rey del rock and roll, hay muchos coetáneos y contemporáneos que pueden serlo también.
P.– Oye, hablando de lugares lejanos… ¡Que nació en Chile! No me lo podía imaginar.
R.– Sí, soy hijo de emigrantes. Mi abuelo gallego se fue en los años 50 a Sudámerica, como otros tantos españoles, del norte sobre todo, y mi padre ya creció allí, luego vino, se casó con mi madre que era gallega, se fueron para allá y mi hermana nació en Uruguay y yo en Chile. En el 74 nos volvimos.
P.– Ah, bueno, cinco años estuvo, porque nació en el 69. ¿Y tiene algún recuerdo?
R.– Sí, tengo alguna imagen. De hecho es un viaje que tengo pendiente… Y tengo algún recuerdo de esos primeros años. Cambié mucho de domicilio hasta los 9 años, hice como cuatro o cinco cambios de domicilio y ciudad y eso marcó mucho mi infancia. Fui un poco nómada, y eso se te queda grabado. Me acuerdo de Santiago, del colegio al que iba, de un par de veranos que pasamos en la playa de las Cruces…
P.– Lleva ya 30 años siendo un emblema del rock en este país. Tengo una anécdota de cuando yo tenía 17 años: era 2001 y fui con unos amigos a veros al Juan Carlos I. Tocaban Los Secretos también. Pidió un mechero al público y yo se lo lancé desde la primera fila… ¡Eso es rock and roll también!
R.– ¡Me acuerdo de ese concierto! Sí, sí… Bueno, lamento no guardarlo, el mechero.
P.– ¡Me lo devolvió!
R.– Sí, antes éramos más espontáneos en esas cosas. Ahora ya no se fuma en la sala, y no fumo en el escenario tocando porque no me apetece, pero es verdad que antes se hacía mucho más, se bebía mucho más y todo formaba un poco parte del folclore del rock, ese fumarse un cigarro como Keith Richards…
P.– ¿Tiene la sensación de que ahora es todo un poco más aséptico?
R.– Bueno, yo lo soy un poco más. Ha pasado el tiempo y hay cosas distintas. Depende del estilo, de la edad, de muchas cosas… La época más salvaje, por naturaleza, es cuando eres más joven. Yo voy a cumplir el lunes 55 años, ya no soy el de 25 o 30. Aunque hago lo mismo, hay muchas cosas que no hago de la misma manera ni quiero. Es normal que se cambie, sería antinatura no cambiar.
P.– Sí, he leído unas declaraciones suyas en las que decía que, después de 30 años en la noche, esta ya se ve como rutina. ¿Ahora Carlos Tarque está en un modo más luminoso, más diurno al menos?
R.– Mmm, pues podría ser. Hace muchos años que no vivo en ciudad, aunque voy bastante, pero no tengo esa voracidad antigua de salir tanto… Estoy en un momento un poco más diurno, sí, por así decirlo. Pero cuando tocamos con la banda, salimos y nos tomamos nuestras cervezas. Es verdad que lo que ha pasado ahora también es que con todo este rollo de las redes sociales y los móviles, la gente hace fotos y a mí me agota un poco más todo, el tema fotos por la noche… Lo he vivido mucho y también te cansas, te cansas del mogollón. A mí lo que me gusta es tocar, ir a un festival y encontrarme con otras bandas, tomarme algo… Pero ya esa locura de irnos adonde sea con un coche… ya no me gusta y no lo hago.
P.– Es patrón de barco en Denia, ¿no? ¿Le ha dado algún susto el mar o sólo satisfacciones?
R.– Sí, hace años que vivo al lado del mar, tengo un velerito y navegamos por aquí. Y el mar me ha dado algún sustillo, claro. Hay que estar muy atento porque el mar es muy imprevisible, que es lo que tiene también de seductor, esa especie de peligro. Pero yo no voy a cruzar el Atlántico, lo digo ya. No tengo ese reto. Conozco el Mediterráneo un poco por las islas, que puede ser terrible también si se pone (se formó hace poco un bacalao en Formentera que flipas, un huracán casi caribeño de 180 kilómetros por hora…). En el mar del norte hay una previsión y nadie sale, pero aquí hay cosas que no se prevén. Sobre todo en esta época. Un par de veces me ha pasado de meterme en una tormenta, y estar dos o tres horas… En ese momento sólo piensas en que todo funcione como debe funcionar, y cuando pasa dices ‘la verdad es que no me gusta tanto el mar, no debería estar aquí’. Hay gente a la que eso le pone mucho, a mí no… Si puede ser que esté todo bien, mejor.
P.– ¿Y se puede hacer algo en ese momento, o sólo esperar?
R.– No puedes hacer mucho, intentar que el motor siga funcionando, intentar capear…
P.– ¿A qué le tiene Miedo, en mayúsculas, como su canción, Carlos Tarque? Fuera del ecosistema acuático...
R.– Bueno, pues a muchas cosas, como todo el mundo. Todos tenemos nuestras inseguridades, no sé si me apetece mucho contarlo… Me da un poco de miedo cómo normalizamos algo que sucede desde siempre, las desgracias y las guerras. Hay un momento en que dejamos de mirar y no nos involucramos, porque sabemos que es difícil. Me da miedo esa robotización, me da la sensación de que antes se salía más a la calle por las cosas y ahora estamos un poco más idiotizados con las pantallas. Y lo digo en primera persona, hay algo que nos tiene más atontados. Tengo la sensación de que hemos asumido que hemos perdido la batalla contra las injusticias.
P.– ¿Se siente un poco abducido por las pantallas? Me decía Xoel López que tiene algunas estrategias para no tirar tanto del móvil… ¿Ha desarrollado alguna diligencia contra esto?
R.– No, tampoco tengo un combate. No me gusta luchar contra las cosas, sino ocupar el tiempo en cosas reales. Es verdad que yo nunca he visto la tele seis horas, pero sí he estado un día seis horas con el móvil, hay días que no tengo mucho que hacer y me doy cuenta de que llevo una hora mirando Instagram. Aunque es cierto que lo uso para muchas cosas, y que te informas con él, a pesar del algoritmo. Pero lo que hago es intentar hacer cosas manuales, analógicas: leer, tocar la guitarra, cosas que no estén ligadas a la pantalla...
P.– Tocará en Graceland con La Asociación del Riff ese rock honesto que están haciendo desde hace años ya. Lleva toda la vida al lado de Carlos Raya prácticamente, con el que ahora comparte formación también. ¿Cómo es de fácil o de difícil construir amistad con los músicos siendo el líder? Y mantenerla...
R.– En el caso de Raya es muy fácil, porque es una magnífica persona, una persona muy tranquila, y me aporta muchas cosas más allá de su sabiduría musical. Pero con otros músicos sí ha sido difícil, y muchos no estamos juntos por cuestiones personales. En general la música tiene un componente de unión, es un vínculo muy potente con otras personas y un acto muy espiritual. Eso con la gente con la que tocas te une de un modo diferente.
P.– ¿Se puede decir que han vuelto al heavy con el disco Volumen II, Raya y tú?
R.– No sé si es heavy como tal, pero sí rock duro con una base muy setentas que es de donde vienen los grupos heavys que nos gustaban. Sobre todo con Raya tengo mucha afinidad en eso, y yo antes de hacer M-Clan venía también del mundo más heavy. Y la idea cuando fundé Tarque fue esa, quería ir hacia eso, no fue una aparición. Era una especie de deuda, me apetecía llegar a hacer eso que nunca hice con M-Clan, aunque hicimos discos muy rockeros, pero quería otro color. Es algo que nos devuelve a la raíz de la música con la que nos volvimos locos por la música: fue con el hard rock. Es como volver a tu ciudad natal, creo que por eso nos sale bien, porque es muy de verdad.
P.– Sí, creo que transmiten la verdad que sienten. Dijo Nacho Vegas hace un tiempo que el rock and roll es más patriarcal que el reggaeton, más machista. También porque no hay tanta contestación por parte de las mujeres. ¿Cómo lo ve?
R.– Ufff, qué preguntas. Como no soy sociólogo, ni tengo estadísticas… Sí que percibo que el rock es machista porque la sociedad lo ha sido toda la vida. Aunque estamos haciendo esfuerzos, se pueden hacer más. Yo creo que el reggaeton, al pertenecer a una sociedad más joven, ya no tiene los cánones de hace 40 años, hay otro tipo de liberación aun con todas las mierdas que pasan y el machismo que aún hay. Pero las mujeres se sienten de otra manera y las chicas más jóvenes se sienten más empoderadas, y eso se refleja en la música. En cambio, en el rock era difícil encontrar tantas mujeres, sí ha sido una cosa un poco de hombres, la verdad.
P.– Bueno, el reggaeton tiene letras muy machistas también.
R.– Y el rock también. Y chicas de reggaeton cantan letras muy machistas. Me cuesta hablar de esto porque todo lo que se dice, sobre todo si lo dice un hombre, se pone en el punto de mira, estoy un poco incómodo. Pero es que el machismo no es sólo una cosa de hombres, es una cosa social. Es algo que tenía mi madre, por desgracia. Hay que hacer un gran esfuerzo.
P.– Coincido en que todos somos machistas. Hasta el feminismo y los y las feministas tenemos rasgos machistas.
R.– Bueno, es que no es una culpa. Es muy difícil desprenderse de los micromachismos. Lo noto en muchas cosas. El otro día salía una foto de Marianne Faithfull con Mick Jagger y Alain Delon. Y ponía “cuando eres Mick Jagger pero el de tu lado es Alain Delon”, ¿no podía ser también “cuando eres Marianne Faithfull y tienes al lado a Mick Jagger y Alain Delon? Ella no existía en la foto.
P.– Tiene la mira entrenada.
R.– Sí, lo intento. En mi adolescencia fui como todos, un chaval que le decía cosas a las tías porque éramos subnormales… Pero creo que tenemos que tender hacia una cosa que sea igual en cuanto a derechos y a todo. Y es complicado, cuando hay cosas tan dolorosas como lo que ha pasado en Francia, algo que pasa también todo el rato en clubes de prostitución, es difícil decir lo que opinas. Cuando el dolor está tan presente, hay que tener mucho cuidado con lo que dices.
P.– Conoció en la mili a Ricardo Ruipérez, con quien fundó M-Clan. ¿No se salvó de la mili ni por pies planos ni por ninguna otra justificación…?
R.– No, ¡porque además tengo los pies planos!
P.– ¿En serio?
R.– Sí, pero no sé, estaba un poco atontado… Hice la mili, la hice en Murcia y entonces estaba casi todos los días en casa, pero sí me tocó hacerla. No fui objetor de conciencia ni insumiso, no me atreví. Eso era de ser muy valiente. Y no me acordé de lo de los pies planos porque nunca había tenido problemas, los he tenido ahora más de mayor, que me duele la espalda. Pero en ese momento ni caí.
P.– Me decía Antonio Carmona que él se la mandaría a todo el mundo, tíos y tías, por lo de la disciplina. ¿Está de acuerdo después de haber pasado por ahí?
R.– Absolutamente, no. Me pareció una pérdida de tiempo. Puedo entender lo que dice Antonio Carmona, pero es una disciplina que a lo mejor te ordena un tío que está borracho y con dos prostitutas, esa es una disciplina de mierda, al menos la que yo vi en la mili. Me enseñaron a obedecer, a pasar por el aro y a callarme. Luego hay muchas cosas de convivencia que a mucha gente seguro que le vienen bien y les espabila, pero lo que yo percibí es si este tío dice esto, tenga o no tenga razón, te tienes que callar porque es un sargento. Y eso no es aprender a ser libre, eso es aprender a ser un esclavo. Y puedo entender lo que dice Antonio porque a lo mejor hay gente a la que le viene bien aprender a organizarse, o que de repente descubre el mundo porque allí hay personas de muchos lugares, pero creo que hay maneras más interesantes de crecer que disparar armas.
P.– Ya sé que le siguen preguntando quién era Carolina… ¿Qué le pasa a este país con la literalidad?
R.– Es que todo es ficción. No es una autobiografía, no hay canciones que cuenten hechos reales tal cual. Son canciones. Y Carolina es una canción de hace muchos años, la más famosa que tenemos -tiene 85 millones de visitas en Spotify-, así que ahí está.
P.– De hecho se puede estar enamorado, y componer canciones de desamor…
R.– Sí, porque creo que la versatilidad de un letrista es recrear personajes ficticios e inventar mundos, si tienes que hablar todo el rato de ti sería aburrido. Pero siempre digo que hablar de desamor es más fácil que de euforia. El drama es más fácil de transmitir que la alegría.
P.– Hace poco he hablado con Amparo Larrañaga y con Antonio Molero de cómo el paso del tiempo afecta a los actores, especialmente a las actrices. Pero tengo la sensación de que en el rock los años dan prestigio. ¿Puede ser?
R.– Supongo que a un actor le tendrán que hacer papeles de su edad, y hay mucho edadismo en su mundo, con las mujeres ya ni te cuento. Y en la música creo que sigues teniendo prestigio si las cosas que haces tienen calidad, si lo que haces es una mierda o no gusta supongo que todo lo contrario, dirán ‘uf, este está un poco…’. En mi caso yo estoy muy contento con lo que hago por mí y por cómo lo está recibiendo mucha gente. Tarque no es un proyecto masivo, ni mucho menos. Es más bien minoritario el sonido que estamos haciendo. Pero sí noto que con los años la gente te tiene cierto respeto.
P.– ¿Y está más cómodo ahora en su piel, en su oficio…?
R.– Sí, más allá de cosas físicas, como que el repertorio que tenemos con Tarque es muy exigente vocalmente y a veces me agota mucho el volumen que tenemos, que es muy cañero, pero por lo demás tienes una convicción de que lo que estás haciendo te gusta.
P.– ¿Hace deporte para estar preparado ante esos retos?
R.– Sí, hago algo para poder salir al escenario y estar bien. Con el paso de los años es importante ganar forma. A Miguel Ríos cuando le conocí hace 30 años ya hacía estiramientos y algo de deporte antes de salir a tocar. Creo que un frontman tiene que tener una base de forma. Es más fácil romperte un pie si no. A mí la verdad que no me ha pasado nunca, y no sé cómo, porque he hecho burradas. Y aunque nunca he sido un gran deportista, siempre he hecho algo, ir al gimnasio, correr, nadar… Sin obsesión, pero un mínimo.
P.– La M de M-Clan era de Murciélago, ¿os gustaba ese bichillo entonces?
R.– Sí, antes de M-Clan existía una banda que se llamaba Murciélagos. De Murcia, murciélagos. Y claro que nos gustaba ese bichillo nocturno, vampírico, rockero, feo… Un poco como nosotros. Luego entró más gente en el grupo y cambió. Ahora la M, aunque viene de ahí en su origen, ya no tiene nada que ver con aquello. M-Clan tiene otra identidad.
P.– ¿Con M-Clan hay algo pensado para pronto?
R.– La idea es que toquemos en 2026, porque el año que viene me lo he reservado un poco para afianzar otras cosas, y en el 26 saldríamos con gira con M-Clan sin disco nuevo. Por ahora no vamos a hacer canciones, estamos en el sentido artístico Ricardo y yo alejados, pero M-Clan es un grupo que funciona y nos gusta mucho tocar nuestro repertorio, que es muy extenso y hay mucha gente que lo quiere ver. Hemos hecho 14 discos, no está nada mal. Y en M-Clan notamos que el tiempo nos ha dado un estatus que no sabíamos que teníamos, porque mucha gente ha crecido con nuestras canciones. Eso nos gusta y lo mantenemos. Para hacer música nueva hay que sentirlo, no sacar un disco sólo como excusa para tocar. Yo tengo el corazón en otro lugar en el sentido de composición, pero M-Clan es un grupo con el que tocaría toda mi vida sin hacer canciones nuevas, porque hemos hecho muchas muy buenas. Y ahí están.