El miércoles pasado fue uno de los peores días de la vida de Manuel Martínez Velasco (45), cineasta, guionista y colaborador de cine en 13 TV y Onda Madrid, entre otros medios. Es también el hijo mayor de la actriz leyenda Concha Velasco (82), que, como otros 322.000 españoles de más de 65 años, reside desde hace unas semanas en una residencia; en concreto, en una situada en el barrio madrileño de Tetuán.
Este 8 de marzo, Manuel, siempre solícito con los medios, confirmaba la noticia. Pero lo que quizás no esperaba es que lo que él denomina una "inmensa minoría", casi todos protegidos por el anonimato que ofrecen las redes sociales, empezaran a criticarle salvajemente. Esas críticas siguen ahí, basta con buscarlas, aunque Manuel ni siquiera ha tenido que hacerlo: los usuarios le han escrito a sus buzones privados en las distintas redes que utiliza, entre otras cosas, para trabajar.
"Creo que hay gente que se ha portado muy mal y que se han cruzado muchísimas líneas rojas. Estamos en 2022 y no aprendemos nada. Hace sólo unos meses falleció Verónica Forqué, ¿se nos ha olvidado por qué? ¿Tenemos que recordar el linchamiento al que se le sometió en redes sociales? ¡Basta, por favor!", dice Martínez a EL ESPAÑOL | Porfolio. Y recuerda por qué decidió dejar Twitter hace poco. "Resulta que hay un juego en esa red social que llaman la Necroporra. Los jugadores, cada 31 de diciembre, hacen un listado con las personas que creen que van a morir el año entrante. Desde 2015, mi madre siempre está y lo peor es que me etiquetan para que lo vea", relata.
Las líneas rojas
Como buen experto en cine, Manuel recomienda tres películas sobre estas líneas rojas a la hora de opinar sobre la vida privada de alguien: El gran carnaval (Billy Wilder), Mad City (Costa Gavras) y Network (Sidney Lumet). Son filmes pre-redes sociales, pero perfectamente aplicables a la situación actual. La diferencia es que ahora el que opina públicamente sobre la vida de otros no es sólo el periodista, sino cualquiera con una cuenta en Twitter, Facebook o Instagram.
"Desde que nací me pusieron en la portada de una revista; no digo que esté mal, pero no lo elegí. Esto no quiere decir que no lleve con orgullo ser hijo de la mejor actriz española y de la mejor persona del mundo, que es Concha Velasco, pero soy algo más que eso. Yo no soy el hijo de la chica ye ye ni de la de la Cruz Roja, ni mi hermano tampoco. Somos dos hijos que nos desvivimos por nuestra madre", explica a esta revista.
Y por enésima vez, desgrana las condiciones que han llevado a la actriz a vivir en una residencia. Antes, un aviso de la crueldad involuntaria del lenguaje. "Leo que la hemos metido en una residencia... No sé a ti, pero a mí meter me suena a hacer algo en contra de la voluntad de alguien", reflexiona.
No es la primera vez que Manuel sufre este tipo de linchamiento. También hubo una masa anónima que consideró erróneo que los hijos de Concha la animaran a dejar de trabajar. "Hubo gente que me empezó a insultar porque les estábamos privando de su chica ye ye, de su chica de la Cruz Roja. Yo no estoy privando a nadie de nada, esos papeles están para siempre en el imaginario colectivo de la historia audiovisual de este país. Yo estaba pidiéndole a nuestra madre que dejara de trabajar porque su salud se estaba resintiendo mucho, porque mi madre tiene muchísimos problemas de salud", comenta.
"Para mí, es mamá"
Y es que, para Manuel, su madre no es Conchita Velasco. "Para mí es mamá, que está muy mala y en casa hemos intentado cuidarla cuatro meses, que han sido muy complicados, porque de puertas para adentro nadie sabe lo que pasa en las casas", desgrana, como lleva haciendo desde que la noticia se hizo pública, a petición de la prensa.
Reconoce que su discurso puede sonar a justificación, pero lo achaca sólo a los ataques que está recibiendo. "Yo doy explicaciones, pero todo tiene un límite", dice. Y aunque reconoce que no le gusta estar enfadado, lo está. Normal. Hay quien le ha llegado a sugerir que haga obras en su piso para atender a su madre o que contrate a cuidadores tengan o no sitio para vivir allí.
Mucha gente parece olvidar algo que Manuel ha repetido hasta la saciedad: que si Concha Velasco está en una residencia es porque ella quiere. Y que vivir allí le está haciendo bien. Como muestra este dato: la actriz, que se mueve en silla de ruedas, ha podido "volver a caminar un poco". "Mi madre está maravillosamente bien atendida por fin las 24 horas del día, porque tiene un botón que si lo pulsa sube Charo, la cuidadora de las noches, o Johny o Lorena o su fisioterapeuta. Está en una suite con ventanas enormes, con todas sus cosas, yo voy a comer con ella todos los días y por las tardes viene todo el mundo", relata.
Desde este medio, se insiste en la pregunta: "¿Eligió la Santa Teresa más famosa de la televisión española vivir en una residencia con nombre de otra santa? Y vuelve a aclararlo Manuel. El tema se trató en familia. A ella no le parecía mal que la gente estuviera en residencias, también lo habían estado algunos tíos de Manuel. Así que ella misma lo planteó y sus hijos lo aceptaron. Le pidieron, eso sí, que ella aceptara una serie de condiciones, como que estuviera en algún punto de la línea 1 de metro, la que coge Manuel para ir a su trabajo en 13 TV todos los días.
El caso de Concha Velasco recuerda al de otra gran actriz, Carmen Sevilla (91), que lleva años ingresada en una residencia de Aravaca aquejada de alzhéimer. También su hijo, Augusto Algueró, recibió críticas por esta razón. "Sé que le dieron mucha caña", comenta Manuel, que recuerda que su madre debutó en el cine gracias a Carmen y que el primer marido de ésta fue el compositor de grandes canciones que cantó Velasco, como la famosísima Chica ye ye. "A él no le dejaron explicarse, no pudo decir que su madre estaba enferma", comenta Manuel, quien sin embargo lamenta que las explicaciones que él ha dado tampoco han servido para todo el mundo. "Me han llegado a llamar desalmado".
La vida como hijo de
Frente a otros hijos de celebrities, Manuel Martínez Velasco no se ha aprovechado de su condición. Tan sólo trabajó con su madre una vez −la dirigió en una de sus últimas obras de teatro, El funeral− y su carrera, si bien centrada en el mundo del cine, ha sido totalmente ajena a la de su progenitora.
Sin embargo, sí ha tenido que vivir las peores consecuencias de esa fama no buscada. Cuenta, por ejemplo, cómo cuando murió el marido de Concha Velasco, Paco Marsó, de un derrame cerebral con tan sólo 63 años, alguien se coló en el hospital disfrazado de enfermero y le hizo fotos con los cables. "Alguien me mandó esas fotos y me pidió 3.000 euros", recuerda. "La conversación sobre qué órganos íbamos a donar con el cirujano que los iba a extirpar fue desde una comisaría de Málaga mientras denunciaba a un señor que se había colado en el hospital para sacar unas fotos de mi padre agonizando. Y yo le contesté desde la comisaría: "Vente y me lo dices aquí delante de este policía".
Relata también cómo siempre ha tenido que vivir soportando los comentarios sobre la identidad de su padre biológico, que la familia había decidido ocultar para mantenerlo fuera del foco mediático. "De pequeño, en el cole me cantaban Mi carro me lo robaron, porque a los niños les decían en sus casas que mi padre tenía que ser Manolo Escobar", cuenta.
Mucho más recientemente, la presión aumentó en un momento dramático para Manuel: precisamente cuando falleció ese hombre, al que califica de "maravilloso" personal y profesionalmente. "La gente me llamaba para decirme que ahora sí tenía que hacer público el nombre. Digo yo, ¿no tendría que empezar la conversación con un 'Manuel, siento lo de tu padre'?".
Martínez Velasco, que a lo largo de esta conversación repite varias veces lo orgulloso que está de su madre y lo mucho que la quiere, ha tenido también que soportar un escrutinio a su trabajo más allá de lo admisible. Explica, por ejemplo, lo que le sucedió hace pocos años, cuando dirigió un episodio de la película coral Vampus Horror Tales. La actriz que escogió para protagonizarlo −"una pedazo de actriz y buena amiga"− fue Elena Furiase. "Había gente que se obnubilaba con el hecho de que el hijo de Concha Velasco estuviera dirigiendo a la nieta de Lola Flores y no salían de ahí. Y Elena y yo, que nos entendemos, nos mirábamos con cara de "esto es alucinante". Da igual lo que hagamos tú y yo. Y nos preguntaban cosas como "¿Y a vuestras madres les gusta esto? ¿Cómo haces una película de sangre pensando en Lolita y en Concha Velasco? Esto no es normal", relata Manuel a esta revista.
Manuel irá a ver a su madre este fin de semana. De hecho, tienen previsto ir al teatro, a ver la obra de Jorge Javier Vázquez. Se ha prometido −aunque no está seguro de que lo vaya a cumplir− dejar de hablar de su ingreso en la residencia a partir del próximo lunes, pero no cree que las críticas vayan a cesar. "Apuesto a que si mi madre vive 137 años −¡y ojalá lo hiciera−, cuando muera, se me echará la culpa. Ahora será compartida, eso sí, y culparán también a la residencia", concluye.
Concha Velasco, una vida de música, teatro y cine
Vallisoletana de pro, Concha Velasco −a quien sus allegados llaman Chiti− ha dedicado toda su vida a las artes escénicas. Estudió Danza Clásica y Española y se estrenó como bailarina en el cuerpo de baile de la Ópera de La Coruña y en la compañía de Manolo Caracol como bailaora flamenca.
Su carrera en el cine comenzó en 1954 con La reina mora y entre sus películas más conocidas destacan Las chicas de la Cruz Roja, El día de los enamorados, Tormento, La colmena y París-Tombuctú.
En teatro, sus obras más destacadas son Don Juan Tenorio, Las manzanas del viernes o Juana la Loca, uno de sus últimos papeles, además del famoso musical Mamá, quiero ser artista. La habitación de María, escrita por su hijo Manuel, fue su última representación sobre las tablas antes de anunciar su retirada.
En televisión destacó como actriz en las series Teresa de Jesús y Gran Hotel, entre otras. También presentó Sorpresa, sorpresa y Cine de Barrio.
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