La brisa del mar que sopla sobre las costas de San Fernando, Cádiz, se siente como un leve suspiro cuando llega a las puertas del Real Observatorio de la Armada. El calor es asfixiante, atípico en abril. Eso no impide al capitán de navío Antonio Pazos García, director de esta institución científica y militar, llevar impoluto el uniforme de la Marina. Ni una sola gota de sudor. Ni un solo amago de descerrar su traje. La cicatriz que hiende su labio superior le concede a su fisonomía un cariz de dureza, de veteranía, esa sobriedad e inteligencia naturales propias de quien ha surcado miles de leguas a bordo de un barco y estudiado los secretos más íntimos de la naturaleza.
La severidad es pura fachada, porque Pazos, doctor en Física y oficial de la Armada al igual que su padre, se deshace en una amigable sonrisa cuando se queda a solas en su despacho y se sienta en una pequeña butaca color crema que hay frente a una cálida dedicatoria de Felipe VI y una fotografía de Alfonso XIII. No se desliga del rictus militar, pero sí de la parquedad de palabra. Este gallego nacido en Ferrol, cuyo acento ha sido neutralizado por el contraste norte-sur, es el responsable, desde 2018, de velar por los secretos del ROA, el observatorio más antiguo de España y uno de los impulsores, desde su fundación en 1751, de la ciencia moderna en Europa.
Casi tres siglos después de su creación, el Observatorio puede vanagloriarse de colaborar activamente con la NASA, con la Agencia Espacial Europea, con el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial, con la Unión Astronómica Internacional. En sus instalaciones se estudia la mecánica celeste mediante el uso de potentes telescopios como el 'SAURON'; se da seguimiento a la basura espacial que danza alrededor del globo terráqueo; se vigilan los satélites en órbita; se elaboran efemérides náuticas de forma ininterrumpida desde hace 200 años; se instruye al escuadrón de científicos de la Armada a través de su Real Instituto. Sin embargo, su mayor especialidad tiene que ver con su estudio del tiempo. Porque en las entrañas del ROA se esconden los dispositivos y servidores que hacen que España esté en hora. No en vano, al capitán de navío Pazos también lo conocen como el 'guardián del tiempo'.
Él mismo reconoce el pintoresco –y futurista– cargo mientras camina frente a los cuatro gigantescos pilares blancos que sustentan la fachada del ROA. El Observatorio, que se divide en numerosas secciones según su área de especialización –efemérides, astronomía de posición, hora y cronometría naval, geomagnetismo y sismología–, cuenta con 90 personas, entre civiles y militares de la Armada, y una impresionante biblioteca con más de 30.000 ejemplares de libros antiguos, entre ellos varios incunables, aquellas impresiones de la era Gutenberg que no tienen sello ni dueño conocido.
"¿Han visto que han llegado a mi despacho con la lengua fuera?", pregunta el capitán de navío, que lustra su espíritu anecdótico. "Dicen que las escaleras se hicieron así para que cuando un oficial subiera a protestarle al director llegase asfixiado y tuviese la batalla perdida de entrada". Suelta una risotada para romper el hielo. De su chaqueta, en cuyas mangas puede apreciarse el grado de capitán de navío, destacan varias medallas, entre ellas la Orden de San Hermenegildo y dos al mérito al mar. Suma otras tres, que indican que es profesor, que ha superado el curso de Ciencias Físicas y Matemáticas y el Máster en Astronomía, Geofísica y Hora.
"El Observatorio nació con un espíritu científico y ha sido la puerta de entrada de muchas ciencias", explica mientras camina junto a EL ESPAÑOL | Porfolio ahora por una sala de museo presidida por una vieja reliquia de otro tiempo, un astrógrafo Gautier que, durante casi una centuria, fue uno de los telescopios más importantes del mundo, aquel con el que se cartografiaban las estrellas. "Fuimos el primer observatorio astronómico de España. En 1798 nos movimos de Cádiz a este lugar, y lo primero que hicimos fue establecer el meridiano de San Fernando, que fue la referencia cartográfica de navegación en los siglos XVIII y XIX".
El Real Observatorio de la Armada también hizo público el primer almanaque náutico. Tuvo la primera estación magnética del país. Hizo los primeros trabajos espaciales del país junto a la Smithsonian Institution antes de que existiera la NASA. Incluso desarrolló el primer antecedente de lo que hoy es la AEMET, el Servicio Meteorológico Costero. "Hemos sido pioneros en casi todo. De hecho, aún en tiempos de la Inquisición, fuimos la primera institución española en introducir la ciencia moderna, a Newton".
Los servidores del tiempo
"Sin embargo, más allá de todo eso, en el Observatorio nos conocen como los 'guardianes del tiempo'. Nos lo suelen llamar porque calculamos la hora oficial de España. Somos la institución que se la suministra a toda la administración del Estado". Dos máseres (amplificadores de microondas) de hidrógeno activo, cinco relojes atómicos con haces de cesio y sintetizadores de frecuencia dan cuenta de ello. Son los ingredientes secretos con los que se calcula y cocina la hora oficial de España, desde donde se difunde el patrón horario nacional. Se insertan en un pequeño búnker protegido por varias puertas de seguridad llamado 'Sección de Hora'.
En el interior de este edificio hay una habitación blanca a la que llaman sala de patrones atómicos a la que sólo se puede acceder mediante el uso de una tarjeta de seguridad. La presencia humana puede desestabilizar la temperatura del interior y alterar las frecuencias y, por tanto, afectar a la sincronización horaria. "Esto es una jaula de Faraday, las ondas electromagnéticas no entran ni salen", señala el militar y científico. "Mejor lo vemos desde fuera, ¿eh?". A través de una cristalera se vislumbra el interior, cuyas máquinas recuerdan a aquellas salitas repletas de viejos ordenadores de ¿Teléfono rojo?
"Al ser la referencia, los demás deben calibrar con nosotros. Hablamos de que ofrecemos una precisión milimétrica de picosegundos, no sólo de segundos o microsegundos". Efectivamente, en otra habitación llamada 'servidores de tiempo', a la que sí se puede acceder, hay unos grandes ordenadores con pegatinas que indican a qué tipo de administración le suministra la hora el ROA mediante un protocolo NTP. Ministerio de Defensa. Ministerio de Hacienda y Agricultura. La Fábrica Nacional de Moneda y Timbre. Colegio de Registradores. Todas están conectadas a sus servidores directamente.
"Desde aquí sacamos una señal física UTC –el tiempo universal coordinado– fabricada por nosotros, por lo que lleva la coletilla de UTC ROA. Es una señal física. Tenemos dos servidores cuya escala está en el orden de picosegundos. Gozamos de un protocolo NTP –aquel protocolo de Internet que permite sincronizar los relojes de los sistemas informáticos– con dos servidores a los que cualquiera puede conectarse". Entre ellos se encuentra la Red SARA, que es el conjunto de infraestructuras de comunicaciones y servicios básicos que conecta las redes de las Administraciones Públicas de España y las instituciones europeas. Esta red se sincroniza desde aquí, así como la de fibra óptica de España.
El Observatorio también colabora con EURAMET, la alianza de organizaciones metrológicas de los estados miembro de la Unión Europea, y trabaja en el desarrollo de los patrones atómicos del proyecto Galileo, el conocido como 'GPS europeo', un programa de desarrollo de geolocalización y servicios de navegación por satélite (GNSS) financiado por la UE, la Agencia Espacial Europea y la Agencia de la Unión Europea para el Programa Espacial (EUSPA). "Pensar en posición es pensar en tiempo", aduce el capitán de navío. "Cuanta mayor precisión tengamos a la hora de analizar la hora, más rápidas podrán ser las tecnologías a la hora de dar una respuesta".
Eso se puede aplicar a la conectividad red. De hecho, el Real Observatorio de la Armada se encuentra inmerso en el desarrollo de un revolucionario proyecto propio bautizado como CIROES. Este consiste en desarrollar un reloj con un patrón de red óptica de estroncio, el cual mejorará la medición del tiempo de forma exponencial, con un margen de error de un segundo cada diez millones de años (la tecnología utilizada actualmente da un margen de error cada 1 segundo cada millón y medio de años).
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Es la primera vez que España se embarca en tal gesta tecnológica. "Es una apuesta de la Armada, financiada por Defensa, de cara al futuro", asegura Pazos. "Es un salto de gigante que se inspira en las investigaciones de los premios Nobel más recientes. Permite medir las frecuencias ópticas con precisión, por lo que, de salir adelante, vamos a mejorar hasta 1.000 veces la manifestación del tiempo".
Y pone un ejemplo de posible aplicación práctica: "Mejorar la sincronización puede suponer una auténtica revolución. Imaginémonos los coches autónomos por GPS. Al tener una mejor medición del tiempo, podemos mejorar la precisión de un coche que va por un carril, no sólo en una gran ciudad, sino a nivel global, hasta en el Polo Norte. Lo mismo pasa con Internet: permitirá una mayor velocidad de línea. O con los acelerómetros de partículas: el sincronismo necesario es cada vez mayor. No nos damos cuenta de la implicación del tiempo, pero es fundamental".
"Somos un basurero espacial"
Otro de los grandes retos del Real Observatorio de la Armada consiste en analizar y dar seguimiento a la cantidad de basura que hay en el espacio. Actualmente hay casi 11.000 satélites en órbita. A más aparatos, más posibilidades de colisión y de desprendimiento de materiales potencialmente peligrosos para la estabilidad satelital. "Dentro de la cúpula del observatorio tenemos un telescopio láser con el que hacemos seguimiento de la basura espacial. Esto es, cualquier objeto que no esté activo ni en funcionamiento, lo que implica desde lascas de pintura a tornillos o aparatos con el tamaño de un camión, por ejemplo, el TOPEX/Poseidon de la NASA y el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES) francés".
"Puede haber entre 30.000 y 40.000 elementos con más de 10 centímetros. De más de un centímetro, alrededor de un millón. Es importante tenerlos localizados, ya que una simple lasca que va a 30.000 kilómetros por hora puede reventar un panel solar o hacer un agujero en un satélite. Hay tantas cosas orbitando en torno a la Tierra que nos hemos convertido en un basurero espacial. Cada vez es más difícil mandar satélites al espacio y maniobrar. Hasta ha habido colisiones".
Pazos advierte de que dentro de unos años el cielo estará copado de aparatos espaciales, lo cual supone un grave problema para el oficio astronómico. La propuesta megalómana de Elon Musk de poner en órbita 30.000 satélites de la red Starlink, que ya ha escandalizado a la NASA por las posibles consecuencias que podría tener para la observación nocturna y hasta cambiar la ciencia astronómica tal y como la conocemos para siempre. "El problema es que si Musk lanza sus satélites, va a acabar saturando la órbita baja del planeta. Ya no se va a poder hacer astronomía desde la Tierra. El reflejo de los paneles es tan intenso que muchos objetos ni siquiera se van a poder observar".
No es el único cambio experimentado por esta disciplina desde la carrera espacial. Desde los años ochenta, con el lanzamiento del satélite astrométrico Hipparcos (1989) y su sucesor, el telescopio espacial GAIA (2013), apenas tiene sentido mirar al espacio desde Tierra. Estos potentes aparatos de observación espacial, que analizan la profundidad del cosmos mientras orbitan en torno a la Tierra, no se ven afectados por la contaminación lumínica de las ciudades, por lo que la calidad de las imágenes tomadas desde el espacio es infinitamente superior que desde una ciudad. "Poco a poco, la astronomía está abocada a morir, y cuantas más cosas lancemos, menos estrellas se van a ver".
Sin embargo, la última esperanza del Observatorio para mantenerse en la carrera de la observación espacial lleva el nombre de un personaje de la ficción literaria: Sauron (Sensor Array for Unattended Robotic Observation Network). El ojo que todo lo ve. El gran telescopio de seis pupilas mecánicas –seis cámaras Canon de altísima precisión– que abrirá sus párpados todas las noches para otear las profundidades del universo y que hará, de nuevo, vigilancia y seguimiento de los movimientos que se producen en el espacio y hasta tratará de descubrir nuevos exoplanetas. "Cuanto más grande es un telescopio, más pequeño es su campo visual. La filosofía de Sauron es la contraria", explica el ingeniero y funcionario de la Armada José Luis Gutiérrez.
"Puede hacer un barrido sistemático de zonas de interés. Puede identificar satélites y cuerpos que se aproximan a otros, tanto de forma natural como intencionada, como cuando hablamos de satélites rusos que desean ponerse en el haz ultra estrecho en el que se transmiten las comunicaciones de ciertos satélites". No es el único proyecto espacial que el ROA tiene en marcha. Hace tan sólo una semana, en el marco del proyecto Minotauro, la Armada y el INTA recrearon la superficie de Marte y de la Luna en un cráter en Argentina para analizar el estudio magnético de su corteza de cara a futuras misiones estelares.
La biblioteca de los secretos
Concluye la visita por el Real Observatorio de la Armada en su magistral biblioteca, una de las más impresionantes y valiosas de España, en parte por la cantidad de ejemplares de libros antiguos, ya inencontrables, que recoge en sus estanterías. Al menos 30.000, de los cuales más de un 90% son puramente científicos. En sus paredes cuelgan los rostros, pintados al óleo, de los anteriores directores de la institución, desde su fundador, Luis Godin, director de la Academia de Guardias Marinas (1753-1760) o Vicente Tofiño (1768-1789) hasta el anterior capitán de navío al frente del ROA, Francisco Galindo Mendoza (2018-2021).
En el espacio se respira el olor añejo de las páginas de las primeras ediciones de las obras de Newton, del Astronomicum Caesareum del humanista Petrus Apianus, del Observaciones astronomicas y phisicas hechas de orden de S. M. en los Reynos del Peru del fundador del ROA, Jorge Juan y Santacilla, conocido como 'el sabio español', cuyo busto yace en la fachada del edificio. Sin embargo, destaca en la estancia un gigantesco cronómetro gris al que Pazos se refiere como "el Fórmula 1", un regalo de José Rodríguez Losada –el artífice del reloj de la Puerta del Sol– a la Armada. Lo entregó de motu proprio para que los militares pudiesen investigar el funcionamiento interno del cronómetro para poder desarrollar nuevos y poder llevarlos a bordo de sus buques.
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Cae la tarde y las ocho ventanas que abrazan la cúpula del Observatorio son acariciadas por un tenue velo anaranjado. El cálido reflejo evoca al poema del profesor José Adolfo que preside el cercano parque astronómico del Barrero, y que a su vez honra a una adolescente, Klara, asesinada a puñaladas en estas lindes hace décadas. "Cuando el sol ilumine mi despertar temprano, cuando sienta en el aire el aroma de una flor, cuando me sienta vivo, tu rostro soñado se cruzará, una vez más, en mi camino... y sabré entonces con certeza que permaneces viva".
El titilante manto de luciérnagas de la noche comienza a deslumbrar, tímido, en el firmamento, y la pálida luna llena ilumina como un foco místico la placa de la Osa Mayor que yace frente al ROA. A lo lejos, las sobrias columnas blancas del edificio recuerdan a la sabiduría antigua que reposa en las páginas ya intangibles, resguardadas en vitrinas, de su hermética biblioteca. El suave tictac del cronómetro de Losada aún resuena en el silencio de la noche. Más allá de la costa, en alta mar, retumba una bocina de niebla. ¿Quién estará mirando al infinito a través de los telescopios esta noche?