El café se le debió de atragantar a la bioquímica María África Madariaga de las Heras a finales de enero de 2019. En esa fecha, todos los periódicos -empezó el que lo adelantó, The Evening Standard y le siguió el resto- daban la noticia del fallecimiento en su casa de Nottingham (Reino Unido) del farmacéutico Stewart Adams. Hasta ahí, nada reseñable, pero lo que sí llamó la atención de la científica y profesora durante muchos años en la Universidad de Barcelona eran las palabras que acompañaban el nombre de Stewart Adams, al que definían como el "inventor del ibuprofeno". Para ella, ese epíteto tendría que haber sido, como mínimo, compartido con su marido, Antonio Ribera Blancafort, fallecido en 1986.
La historia oficial, la que copaba los periódicos aquel frío invierno de 2019, era francamente atractiva desde el punto de vista informativo. Adams no sólo había inventado uno de los fármacos más habituales en los botiquines de todo el mundo; además, su biografía era particularmente llamativa.
Adams descubrió el ibuprofeno cuando trabajaba en la empresa farmacéutica Boots que, además de tener una amplísima cadena de farmacias, también desarrollaba medicamentos, función para la que contaba con los científicos más prestigiosos y más prometedores del momento.
Pero cuando Adams comenzó su relación laboral con Boots no era ni prestigioso ni prometedor ni científico. Con apenas 15 años, en 1938, entró en una de las farmacias locales para formarse como lo que entonces se conocía como mancebo, o aprendiz en este tipo de establecimientos.
Lo que vio le gustó y el aprendiz Adams acabó estudiando Farmacia en la Universidad de Nottingham, a lo que le siguió el doctorado en la Universidad de Leeds. Y en 1952 volvió a Boots Pure Drug Company -la división de desarrollo de medicamentos- por la puerta grande: ahora ya sí era científico, prestigioso y prometedor, como se encargó de demostrar a lo largo de toda su carrera profesional, que desarrolló íntegra en la compañía.
La cura para la artritis reumatoide
Como contó su hijo David, lo que Adams y el equipo que seleccionó buscaban era una cura para la artritis reumatoide y, para ello comenzaron a buscar moléculas con esa capacidad, algo parecido a intentar localizar una aguja en un pajar y una tarea que, desde luego, no es rápida.
Los años iban pasando y la ansiada cura no aparecía, pero Boots seguía en expansión e incorporando a científicos prometedores a su equipo. Uno de ellos fue Antonio Ribera Blancafort (Barcelona, 1935), que llegó como becario en julio de 1961 y estuvo en la sede de la empresa en Nottingham hasta 1965. Primero de becario: después, como investigador.
En 1966, la Oficina de Patentes de EEUU registra una patente de un compuesto que trata al mismo tiempo la inflamación, el dolor y la fiebre: el ibuprofeno. La firman dos científicos británicos -Adams y John Nicholson- en nombre de Boots Pure Drug Company.
David Adams declaró a Smithsonian Magazine que ni su padre ni Nicholson recibieron ningún tipo de regalías por el descubrimiento de uno de los fármacos más importantes del mundo. Es más, pusieron de su bolsillo el dolar que costaba rellenar la patente y nunca recordó pasar la nota de gastos para que se lo reembolsaran en su empresa.
Ocho años después, en 1974, se rellena otra nueva patente del ibuprofeno en EEUU. De nuevo, figura el nombre de Boots pero hay una diferencia con la anterior: en lugar de dos científicos, esta vez son cuatro los que firman en nombre de la empresa: Adams, Armitage, Nicholson y Ribera Blancafort.
En ese momento, Ribera llevaba ya unos años de vuelta en España, donde había regresado a trabajar en el metabolismo de las grasas en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Lo había hecho tras una exitosa carrera en Reino Unido, donde estuvo acompañado de su mujer y donde nació la primera de sus dos hijas. Fue precisamente la necesidad de contar con apoyo familiar lo que les hizo volver a España.
Los años pasaron y Ribera siguió triunfando en el mundo académico y de la investigación. Tras su paso por el CSIC, en1978 accedió a la cátedra de Técnicas Instrumentales Biológicas en la Universidad de Palma de Mallorca y en 1981 fue elegido primer rector de la Universidad de las Islas Baleares. En 1982 renunció al cargo para trasladarse a la Universidad de Barcelona donde se ocupo de la cátedra de Técnicas Instrumentales Biológicas en la Facultad de Química. Murió prematuramente el 17 de junio de 1986.
Durante esos años, no hubo ninguna mención a su papel como firmante de al menos una de las patentes del ibuprofeno, que ya se había convertido en uno de los medicamentos más exitosos del mundo, ya que conseguía aliviar el dolor sin provocar los problemas gastrointestinales que tenía el más utilizado hasta la fecha, la aspirina.
Mientras tanto, Stewart Adams sí recibió reconocimientos por su descubrimiento en su país natal, donde entre otras condecoraciones la reina Isabel II le concedió la Orden del Imperio Británico en 1987, por lo que recibió el título de sir. Su nombre fue incluso incluido en la lista que el periódico The Guardian publicó en 2007 de los 50 hombres que realmente entienden a las mujeres. La razón: el ibuprofeno ha sido muy utilizado desde su descubrimiento para aliviar el dolor menstrual.
Adams y, en menor medida, Nicholson eran así para el mundo los descubridores del ibuprofeno. Pero entonces, ¿qué hacía el nombre de Ribera Blancafort en la patente de 1974 y en otras parecidas?
Volvamos a enero de 2019 y a la muerte a los 95 años de Adams. Lo de que a María África Madariaga se le atragantó el café no deja de ser una suposición, pero que le molestó -y mucho- ver que Adams era reconocido como "el inventor del ibuprofeno" está documentado.
A la bioquímica y viuda de Ribera, África de Madariaga, le molestó leer que Adams era reconocido como el único inventor del ibuprofeno
La bioquímica y viuda de Ribera apareció en un programa de Cuatro dedicado al inventor olvidado del ibuprofeno y también habló con el diario ABC en el mismo sentido. "Me indigné porque, claro, que dijeran ha muerto uno de los participantes en esto, pues muy bien, es correcto, pero que fue él el que tuvo la idea pues no, ese fue mi marido. Que le quitaran a mi marido el mérito de haber tenido la idea, haberlo hecho y haber firmado la patente, pues decidí que esto tenía que denunciarlo", declaraba Madariaga en televisión.
En realidad, no son sólo los medios británicos los que ignoraron el papel de Ribera en este descubrimiento; lo hace, en general, toda la biografía publicada en inglés al respecto. EL ESPAÑOL | Porfolio ha contactado con el catedrático de la Sheffield Hallam University Kim Rainsford, autor del que probablemente sea el libro más importante publicado nunca sobre el medicamento, Ibuprofeno: farmacología, terapéutica y efectos adversos.
"Ni yo ni ningún contacto de los que tengo en Boots conocemos el nombre de Antonio Ribera. Ha habido muchos cambios, incluyendo la muerte de los dueños, desde 1974", zanja. Esta revista se ha puesto en contacto con la empresa sin éxito.
En los medios españoles y en la información online publicada en castellano, sin embargo, sí se ha hecho caso a la denuncia de Madariaga. Así, se ven divergencias tan surrealistas como que en la entrada de Wikipedia de Steward Adams en castellano se lea que "fue el director del equipo de investigación que mientras investigaba un nuevo tratamiento para la artritis reumatoide donde el español Antonio Ribera Blancafort se dio cuenta de que había descubierto un potente analgésico que posteriormente Stewart Adams, John Nicholson, Jeff Bruce Wilson, Andrew RM Dunlop y Colin Burrows lograron sintetizarlo, y fue patentado en 1961".
Por supuesto, en la versión inglesa no se nombra al español.
Madariaga es tajante en el papel decisivo de su marido en el descubrimiento del ibuprofeno, hasta el punto de que apenas menciona a Adams en la pieza informativa emitida hace dos años. "Trabajó al lado de Adams y Nicholson, considerados los creadores del ibuprofeno", sostiene.
En una carta que conserva la viuda y que fue mostrada en el programa de Cuatro, Boots pide un poder a Ribera para solicitar la patente en EEUU. Está fechada en 1972 y en ella se dice claramente que contribuyó a su invención cuando estaba en Boots. No le nombra descubridor del ibuprofeno, pero sin duda reconoce su papel relevante.
El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Antonio González Bueno explica a esta revista que la explicación más plausible a este galimatías es mucho más sencilla de lo que parece. Ribera fue, cree, el que identificó la molécula, la estructura química en la que se basa la pastilla multiusos de la disputa.
Ribera fue el que diseñó la molécula, la estructura química de la que luego saldría el ibuprofeno
Sin embargo, señala este experto, después hay que hacer que se convierta en un medicamento, lo que implica probarlo en animales, seres humanos... un trabajo que sin duda no puede hacer una persona sola.
"Sin ellos no tendríamos el ibuprofeno, pero tampoco sin mucha otra gente", resalta. De hecho, este catedrático de la Facultad de Farmacia señala que todo cambió "cuando la industria empezó a cobrar protagonismo" y ya era casi imposible atribuir a una sola persona el papel de descubridor de ningún medicamento.
De hecho, el especialista insiste en que en las patentes se ve que la propietaria es la empresa, lo que coincide con lo que explicó el hijo de Adams a la revista Smithsonian Magazine.
Aun así, la realidad es que el reconocimiento mundial hacia Adams está mucho más extendido que el que pueda haber hacia Ribera. La catedrática de Química Inórganica de la Universidad de Sevilla Adela Muñoz Páez explica EL ESPAÑOL | Porfolio que todo parece indicar que el papel de Ribera fue importante. "Probablemente trabajaría sobre una serie de compuestos preidentificados, pero fue él el que lo sintetizó", comenta.
Esta información coincide con la versión oficial de Boots que omite el nombre de Ribera y que sostiene que sus científicos, tras fracasar en 1961 los ensayos clínicos con cuatro moléculas, volvieron a estudiar una serie de moléculas derivadas del ácido fenilpropiónico. Entre ellas, se seleccionó al ibuprofeno, que se empezó a ensayar en humanos en 1965. Ese periodo (1961-1965) coincide justamente con la época en la que Ribera fue empleado de Boots.
Se sabe también que en los más de 20 años que transcurrieron desde que Ribera regresó a España hasta su fallecimiento, él nunca presumió de su trabajo en Reino Unido. De hecho, en la pieza audiovisual de Cuatro salen científicos que trabajaron estrechamente con él y a quienes nunca desveló su papel en el descubrimiento del ibuprofeno.
Su mujer, sin embargo, cuenta que le habló de ello un par de veces. "Bueno, yo, en cierto modo, estoy contento porque he hecho una aportación a la humanidad con este medicamento", cuenta orgullosa que él le dijo.
La catedrática Muñoz Páez da otra explicación al ninguneo de Ribera, que tiene que ver con la idiosincrasia de cada país. "Los ingleses históricamente le han dado mucha relevancia a la ciencia; hay un reconocimiento social y hacen bandera de ella. Es algo que en España no pasa y que, desde luego, no sucedía en esa época", subraya.
En cualquier cosa, la también divulgadora subraya que hay muchos más casos como el de Ribera. Como paradigma señala el de la penicilina, un descubrimiento que todo el mundo asocia a Alexander Fleming y que, sin embargo, no habría llegado donde llegó sin Dorothy Hodgkin, una química que descubrió la estructura en 3D del compuesto y permitió optimizar su fabricación y mejorarlo.
Auge y caída del ibuprofeno
Nadie pone en duda el papel que ha jugado el ibuprofeno en el manejo del dolor y la inflamación. Considerado medicamento esencial por la Organización Mundial de la Salud, fue el primero que pasó de venderse con prescripción médica a comercializarse sin receta en casi todo el mundo. Más de 60 empresas comercializan el principio activo ibuprofeno en España y en 2018 se vendieron más de 44,4 millones de cajas, según datos de IQVIA, lo que significa un mercado de 6,76 millones de euros al mes. Sin embargo, en años recientes se ha empezado a detectar problemas, asociados sobre todo al consumo de dosis elevadas. En España, en 2015 la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) advirtió de la necesidad de evaluar la salud cardiovascular antes de comenzar tratamientos de ibuprofeno a largo plazo. En 2019, la agencia francesa advirtió sobre el riesgo de uso prolongado en infecciones. El Ministerio de Sanidad deja claro que "hay que utilizar la dosis más baja que le permita controlar los síntomas durante el menor tiempo posible y siga las instrucciones del prospecto" y las farmacias ya no tienen permitido suministrar sin receta dosis mayores de 400 miligramos.