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Cuando uno observa el mapa de Chile, acorralado entre la cordillera de los Andes y el océano Pacífico, con cerca de 6.000 km de longitud de norte a sur, adquiere conciencia visual de su singularidad física. Pero si conoce su historia, recorre su territorio, contagia con su gente y, sobre todo, siente sus temblores (telúricos y sociales) se da cuenta de que, además de su geografía única (otro ejemplo, sus más de 2.900 volcanes, 80 de ellos en actividad), sus 20 millones de habitantes conforman un pueblo, por encima de cualquier otra circunstancia, forjado en sentimientos diferenciados, leyendas contradictorias, sufrimientos no compartidos y convicciones enfrentadas, quizá, demasiado arraigadas.
Para explicar tanta rareza, esta tierra tuvo que parir (y no cesa) un cúmulo infinito de literatos: novelistas, ensayistas y poetas. Así lo dejó escrito Neftalí Reyes (más conocido como Pablo Neruda) en su libro póstumo de memorias Confieso que he vivido (1974) al describir el Temuco mapuche de su infancia (hoy víctima del terrorismo en la Araucanía): "Quien no conoce el bosque chileno, no conoce este planeta. De aquellas tierras, de aquel barro, de aquel silencio, he salido yo a andar, a cantar por el mundo".
Y, al igual que Neruda, Gabriela Mistral (en realidad Lucila Godoy) denunció las injusticias: "Piececitos de niño/ azulosos de frío, / ¡cómo os ven y no os cubren, / Dios mío!". Chile es el único país que puede presumir de haber tenido dos cónsules generales en Madrid premios Nobel de Literatura: Neruda y Mistral. Junto a ellos, los Vicente Huidobro, la familia Parra (Violeta, Nicanor...) y novelistas como Jorge Bolaño, Luis Sepúlveda, José Donoso, Jorge Edwards, Isabel Allende, Roberto Ampuero (actual embajador en Madrid)... Una relación de literatos que se haría interminable.
Quizá por ello, el mapa de Chile se asemeje a una pluma estilográfica: para relatar y contar tantas historias. Una realidad mágica que inunda toda la América hispana, pero que en este país desborda no solo el pasado, también el presente y, cómo no, el futuro inmediato de su política.
La política
No creo que exista un país tan político como Chile. Yo, al menos, no lo conozco. Político que no politizado. Más de la mitad de la población no vota en las elecciones (en la primera vuelta del pasado 21 de noviembre la participación no llegó al 48%). Los debates en las radios y en las televisiones son continuos. Y el nivel intelectual es, por lo general, muy alto. En Chile, cualquier persona con una mínima formación realiza un análisis de la situación coherente. Y si te cruzas con un político profesional, profesor o periodista especializado, te retrata.
En la actualidad el país andino se encuentra en un proceso histórico, donde se enfrentan dos modelos opuestos de sociedad, de organización institucional y de estructura económica incompatibles. Una derecha muy conservadora en lo social y liberal en lo económico por un lado y, enfrente, una izquierda bautizada con todos los honores como bolivariana representante fiel del comunismo del siglo XXI. Este duelo, reinventado hoy con nuevos actores, no es nuevo y tampoco va a acabar, ocurra lo que ocurra, con las elecciones presidenciales de este mes.
Roberto Bolaño retrató este encarado bucle en su novela Nocturno de Chile (1999) "metáfora de un país infernal", como él la definió. Una sucesión de personajes ficticios y reales donde todos acaban siendo víctimas de los fantasmas del pasado. Con una conclusión final: melancolía infinita al darse cuenta que el duelo en este país es inacabable.
Porque, a pesar del inmenso progreso económico y la reducción de la pobreza de las últimas décadas, el marco político que existía hasta hoy, el modelo de la transición chilena surgido tras el fin de la dictadura del general Pinochet en 1989, saltó definitivamente por los aires tras los resultados de la primera vuelta presidencial del pasado 21 de noviembre.
Ninguno de los bloques tradicionales de izquierda y derecha consiguió colocar a sus candidatos en segunda vuelta. Y, en cambio, sí lo hicieron los dos sectores más extremos: el ala más derechista con José Antonio Kast (27,91%), y la izquierda más radical con Gabriel Boric (25,83%). Líderes ambos que, día tras día, suman más partidarios.
Durante los últimos 30 años, la política chilena estuvo protagonizada (salvo los dos mandatos continuistas de Sebastián Piñera) por la izquierda. La conocida como Concertación (coalición de partidos que incluía a la Democracia Cristiana, Partido Radical, Partido Socialista y los socialdemócratas del Partido por la Democracia) que, juntos, derrotaron en el plebiscito a Pinochet en 1988. De este pacto salieron sus presidentes más conocidos: Patricio Aylwin, Eduardo Frei (hijo), Ricardo Lagos, Michelle Bachelet (con dos mandatos). También, con esta coalición se realizó la reforma de la Constitución de Pinochet en 2005 bajo la firma de Ricardo Lagos.
Fue precisamente durante la segunda presidencia de Bachelet (2014-2018) cuando la coalición se amplió, cambiando de nombre por Nueva Mayoría, dejando entrar en el Gobierno al Partido Comunista de Chile.
¿Qué había pasado? Pues que a la izquierda chilena le había salido un competidor más extremo: el conocido ahora como Frente Amplio. El Frente Amplio es el resultado final de las demandas políticas que surgieron tras las revueltas estudiantiles, la Revolución Pingüina (por el tipo de uniforme de los alumnos de secundaria), de la primera década de este siglo y las llamadas tomas universitarias que tuvieron lugar a partir de 2011. Ahí ya estaba Gabriel Boric como presidente de la Federación de Estudiantes de Chile. Él y sus camaradas dieron el salto directo desde las barricadas al Congreso de Diputados en las elecciones de 2014.
Boric, personalidad compleja
Gabriel Boric Font (35 años) es hijo de una familia acomodada de Punta Arenas, en Magallanes (el extremo más al sur del país), descendientes de segunda y tercera generación de emigrantes croatas y catalanes. Alumno que fue del elitista British School en su ciudad natal y que se trasladó a Santiago para estudiar Derecho, carrera que nunca llegó a finalizar.
Boric no se ha dedicado en su vida a otra cosa que a la protesta y la política. Tanto es así que criticó con dureza las políticas de la Concertación y a sus representantes (Lagos, Bachelet, la Democracia Cristina…). Personas y formaciones que ahora, sorprendentemente, se han plegado a sus aspiraciones y piden el voto sin condiciones para el que ha sido su destructor.
El ahora candidato presidencial también venció, el pasado mes de junio, en unas primarias del sector de izquierdas en las que no dejaron participar al Partido Socialista, a Daniel Jadue, candidato del Partido Comunista. Sus vínculos con las dictaduras de Venezuela y Cuba, aunque ahora intente ocultarlos, no están únicamente en su historial de Twitter, sino que forman parte del origen y desarrollo de su formación política.
Ninguno de los bloques tradicionales consiguió colocar a sus candidatos en segunda vuelta. Pero los extremos, sí
Tras el segundo triunfo de Sebastián Piñera en las presidenciales de 2017, la izquierda no superó el resultado de las urnas y apoyó sin miramientos el llamado estallido social del 18 de octubre de 2019. Una ola de atentados contra bienes públicos sin precedentes (donde se asaltaron y quemaron más de 47 estaciones de metro en Santiago). Se destruyó la propiedad privada de miles de empresarios en todo Chile. Se ultrajaron iglesias y, lo más grave, se introdujo nuevamente el fantasma del miedo y la violencia política en el corazón de los chilenos que veían en directo cómo se destrozaba su país y nadie (tampoco el Gobierno de Piñera) hacía nada por impedirlo. Boric y los suyos apoyaron los desmanes e incluso han solicitado reiteradamente el indulto para los autores encarcelados por estos delitos.
A todo lo anterior hay que añadir el surgimiento de un terrorismo autodenominado mapuche en la Araucanía, con quema de empresas madereras, camiones, autobuses y fundos desde hace ya más de 10 años. Violencia criminal donde los terroristas llegaron hasta el extremo de quemar vivos en 2013 al matrimonio Luchsinger (Werner y Vivianne de 75 y 69 años respectivamente) mientras dormían en su casa. Las acciones armadas y proclamas en vídeos hicieron finalmente que el Gobierno de Piñera actuara hace un mes y declarara el Estado de Excepción con intervención del ejército en toda la región.
Sebastián Piñera entregó el país a la izquierda y firmó con la oposición, el 15 de noviembre de 2019, el llamado Acuerdo por la paz y la nueva Constitución. La paz nunca llegó, pero la nueva Carta Magna se puso en marcha: funciona desde junio una Convención Constitucional con mayoría absoluta de izquierdas que, hasta el día de hoy, no ha redactado un solo artículo y que tiene un periodo de caducidad de un año para presentar un proyecto que debe ser aprobado en referéndum.
La personalidad de Boric es compleja. Él ha reconocido que sufre un TOC (Trastorno Obsesivo Compulsivo) desde niño por el que sigue en tratamiento y que le obligó a ingresar en 2018 una temporada en el Hospital Psiquiátrico de la Universidad de Chile. En concreto, según él mismo ha confesado, su obsesión consiste en que "cada vez que entro en una pieza (habitación) tengo que parpadear cuatro veces o tengo que girar la perilla lo mismo". Además, ha reconocido que tuvo dificultad para la lectura (su obsesión le obligaba a reanudar de manera permanente un texto o cualquier libro) lo que le hizo difícil sacar adelante sus estudios.
Por otro lado, en las últimas semanas ha tenido que salir al paso de acusaciones de corrupción en sus candidaturas y de una denuncia pública sobre un presunto acoso sexual que cometió en el año 2012 contra una compañera de Universidad y dirigente estudiantil: "Es un cerdo que me acosaba cuando trabajé con él" relató la víctima en las redes sociales, algo negado por Boric que ha contado con la complicidad del silencio de los sectores feministas de su candidatura.
Kast, el poder familiar
Muchos analistas coinciden en que "el miedo a la violencia y el colapso de los partidos tradicionales" dieron la victoria a José Antonio Kast (55 años) en la primera vuelta el pasado 21 de noviembre. Pero sí esto fuera así y no respondiera a otros múltiples factores, también debería haber sido respaldado el candidato oficialista de Piñera, Sebastián Sichel, que no superó el 13% de los votos.
La realidad —no sólo en Chile— es que muchos medios se dedican a caricaturizar a un candidato cuando no coincide con sus principios valóricos, o su modo de entender el mundo. A Kast lo han descalificado de todas las maneras posibles: pinochetista, homófobo, negacionista, machista. Él explicó su posicionamiento sobre estos temas en la entrevista que concedió a este periódico hace unas semanas. Muchos medios siguen sin darse cuenta que la fuerza de un líder en el siglo XXI no viene de su personalidad y sí de los millones de personas que apoyan, mediante su voto, sus posiciones políticas. Ya ocurrió con Donald Trump en EE.UU. O en Madrid con Isabel Díaz Ayuso. Al final las etiquetas cuentan muy poco ¿Sucederá lo mismo con Kast?
José Antonio Kast, es hijo de emigrantes alemanes de primera generación que, por motivos económicos, dejaron su país y se establecieron en Chile en 1950 después de la Segunda Guerra Mundial. Es el menor de 10 hermanos y tiene 9 hijos. Pertenece al movimiento católico Shoenstatt fundado por el sacerdote alemán Kentenich, en proceso de beatificación, que fue víctima en los campos de concentración durante el régimen nazi.
Abogado por la Universidad Católica de Chile, Kast fue líder estudiantil y discípulo del senador Jaime Guzmán, asesinado en 1991 por el Frente Patriótico Manuel Rodríguez, brazo armado del Partido Comunista de Chile. Ha sido profesor de la Universidad Católica y ha trabajado en las empresas de alimentación e inmobiliarias de su familia, aunque la mayoría de su tiempo lo ha dedicado a la política: miembro fundador del partido más importante de la derecha chilena, la UDI (Unión Demócrata Independiente), por el que fue concejal y diputado en el Congreso durante más de 16 años. A partir de 2017 fundó el Partido Republicano con el que se ha presentado a estas elecciones.
La realidad de la familia Kast quita la razón, en parte, a la tesis esgrimida por la escritora Isabel Allende en su primera novela La casa de los espíritus (1982). En ella, la magia de los espíritus influye sobre la historia familiar del protagonista, Esteban Trueba, durante cuatro generaciones en una pugna permanente que se da, tanto en la vida privada como colectiva, entre el socialismo (libertad) y los conservadores (autoritarismo). La familia Kast apenas lleva una generación a este lado de los Andes y su implicación política no ha generado tensiones de este tipo. Todo lo contrario. Por ejemplo, Miguel Kast, el hermano mayor de José Antonio, fue uno de los Chicago Boys discípulo de Milton Friedman en la Escuela de Economía de Chicago y, de regreso al país, ministro de Trabajo y Previsión Social de 1978 a 1982 bajo el régimen de Pinochet. Él fue uno de los artífices del modelo liberal chileno alabado en todo el mundo que se mantuvo durante los gobiernos de la Concertación. En la actualidad, José Antonio, candidato a la presidencia de la República, tiene dos sobrinos, Felipe senador (también fue ministro en el primer Gobierno de Sebastián Piñera) y Pablo hasta ahora diputado, que representan distintas visiones del posicionamiento plural de la derecha chilena.
Sin embargo, a Kast, se le quiere situar en una posición única de extremista. Por ejemplo, algunos medios no dejan de insistir respecto a sus vinculaciones con Vox, desconociendo que, durante su visita a España en junio de 2019, además de mantener una reunión con Santiago Abascal, José Antonio Kast mantuvo un encuentro con Esperanza Aguirre y tuvo una reunión con un consejero actual del Gobierno del Partido Popular de Isabel Díaz Ayuso en Madrid. Relaciones que, según informan, se han mantenido e incrementado durante las últimas semanas.
La economía cruje
Las protestas violentas de 2019 y 2020 se dirigieron contra los pilares de la estructura económica chilena: el sistema de capitalización de pensiones y los modelos de educación y sanidad principalmente privados. Para la izquierda mundial, Chile es la muestra de todo lo que no se debe hacer en economía. Sin embargo, sus datos macroeconómicos de las últimas décadas demuestran todo lo contrario: el crecimiento de renta per cápita ha sido espectacular llegando a ser el segundo más alto de Sudamérica, anunciando algunos analistas, que será el primero en alcanzar los 30.000 dólares por habitante.
Es la economía más dinámica de la región, teniendo la calificación de deuda exterior más favorable del continente. Y ha sido calificado por Naciones Unidas como el tercer país más desarrollado de América, sólo superado por Canadá y EE.UU. En las últimas tres décadas el intercambio comercial de Chile ha crecido una tasa promedio anual del 7,3%, pasando de operaciones de 16.115 millones de dólares en el año 1990 a los 132.711 millones de dólares del año 2020.
Sin embargo, al descender a la microeconomía los números empiezan a crujir. Debido a la crisis y a los efectos de la pandemia la pobreza ha aumentado en los últimos años desde el 8,1% al 12,2% de la población. El salario medio es de 1.038 dólares, colocándose en el quinto lugar de Sudamérica. Y el coste de la vida es altísimo, muy parecido al español, pero con los sueldos muchísimo más bajos. Como muestra, el precio de la vivienda en Santiago de Chile, el más caro de toda Iberoamérica: con un cálculo medio del metro cuadrado de 3.441 dólares. No muy diferente del existente en Madrid: 3.673 euros el metro cuadrado.
El estancamiento del crecimiento y de la productividad en la última década ha dado pie a cuestionar la sostenibilidad del sistema económico y, sobre todo, a debatir en torno a las reformas que se necesitan. Es en este aspecto donde se enfrentan con más radicalidad los dos proyectos económicos que representan tanto Kast como Boric. Mientras que, para el candidato de la derecha la clave está en realizar una bajada radical de los impuestos, Boric quiere subirlos y aumentar el tamaño del Estado.
El 44% cree que Boric será el presidente de Chile y Kast se lleva el 41%
El candidato de la izquierda promete crear un sistema de Estado de bienestar en salud, educación y pensiones semejante a los europeos, y eso requiere un aumento del gasto público. Si no hay crecimiento (algo barajado en el programa de Boric durante los primeros años), únicamente se podría conseguir aumentando la deuda del Estado. Por el contrario, para Kast el crecimiento es el principal motor que permitirá acercar a Chile al desarrollo, atraer las inversiones y generar el emprendimiento de medianas y pequeñas empresas. Eso creará más empleo y más dinero en los bolsillos de los ciudadanos. Al reactivarse la economía, el Estado tendrá más ingresos y se podrán dedicar al gasto social.
Otro problema es la huida de las inversiones extranjeras. El ambiente de inestabilidad política y social, y un futurible enfrentamiento civil, ha llevado al anuncio de la desinversión de casi un 70% de las empresas extranjeras instaladas en Chile. Y dentro de esta descapitalización, destaca por su importancia la marcha de las empresas y multinacionales españolas. Durante el periodo 2016 al 2020 España mantuvo una inversión media de 1.187 millones de dólares. Pero ya, durante el último año, la inversión española descendió a los 406 millones. Y todo apunta a que, si la situación no mejora, ésta todavía podría descender aún más. Para España, Chile era hasta hoy un socio comercial fiable: nuestro país ocupaba el séptimo lugar de los países exportadores y el décimo entre los importadores de productos chilenos. Todo lo anterior podría saltar por los aires ante un empeoramiento factible de la situación económica.
Últimas encuestas abiertas
En Chile, tradicionalmente, quien gana en primera vuelta repite victoria en la segunda. Esto ha ocurrido así siempre. Lo anterior daría una ventaja inicial a favor de Kast, pero la diferencia es tan mínima (en torno a los dos puntos) que todos los escenarios permanecen abiertos.
La última encuesta conocida esta semana muestra un alza en las preferencias para Boric y casi un 30% se manifiesta aún con dudas respecto a qué hará el próximo domingo 19 de diciembre. En concreto, el candidato de Apruebo Dignidad (Frente Amplio más Partido Comunista) Gabriel Boric encabeza las preferencias con un 39%, estableciendo una ventaja de 6 puntos sobre José Antonio Kast del Frente Social Cristiano (Partido Republicano y Partido Conservador Cristiano) que obtendría un respaldo del 33%.
En cuanto al perfil de los votantes, quienes apoyan a Boric son, en su mayoría, jóvenes entre 18 y 34 años (48%), pertenecientes al sector alto (42%) y medio (42%), que viven en Santiago (43%) y que se identifican con la izquierda (84%). Mientras que los votantes de Kast son principalmente adultos, sobre 55 años (39%), hombres (35%), de sectores altos (40%), y se identifican con la derecha (73%). En cuanto a las expectativas, un 44% cree que Boric será el presidente de Chile, frente a un 41% que opina que el vencedor final será Kast.
La subida de las expectativas a favor de Boric puede deberse a la muestra utilizada en la encuesta: 90% de núcleos urbanos (donde Boric tiene ventaja) sobre un 10% de ámbito rural o campesino (donde Kast obtuvo un buen respaldo). Pero también a los excelentes resultados que obtuvo la derecha en las elecciones al Senado y al Congreso de los Diputados, donde se ha configurado una situación de empate técnico que impide, en la práctica, la realización de reformas y cambios constitucionales (o prórrogas a la Convención Constitucional) sin contar con pactos y la participación de todos los sectores políticos.
Estos resultados pueden hacer creer a algunos votantes que el peligro comunista ha desaparecido. Sin embargo, la mayoría de analistas señalan, como explicación del sondeo, la proyección transmitida por Kast con los apoyos recibidos por parte de los partidos del Gobierno de Piñera que le sitúan como un candidato oficialista. Frente a la imagen de un Boric que agrupa a toda la oposición contra Piñera.
Como se ve, las espadas permanecen en alto. Quedan todavía dos semanas y en política, lo anterior es muchísimo tiempo. Además, se tienen que realizar dos debates televisados que pueden ser determinantes.
En la novela El último tango de Salvador Allende (2012) del actual embajador de Chile en España, Roberto Ampuero, se narran los últimos días del que fuera presidente socialista de Chile desde dos puntos de vista dispares: un amigo del presidente y otro que lucha por su derrocamiento. Dos Chiles diferentes y distantes, desde el punto de vista personal e ideológico. Incompatibles el uno con el otro. Sin embargo, al final de la obra se descubre que los dos protagonistas tienen más puntos en común de los que ellos mismos podían imaginar.
Al contrario de lo que ocurre con la imaginación, la realidad suele ser mucho más cruel. La historia bicentenaria de Chile nos muestra un país marcado permanentemente por los conflictos bélicos externos y los enfrentamientos civiles internos. Los últimos 60 años han sido los más desgarrados: con una dictadura que violó sistemáticamente los derechos humanos, una democracia que no ha sabido conciliar los posicionamientos políticos extremos (muy arraigados desde siempre en este país), y una izquierda radical que en los últimos años ha querido sacar rédito político (y lo ha conseguido) de la violencia callejera y el terrorismo.
El resultado del próximo 19 de diciembre, gane quien gane, con toda seguridad agudizará los enfrentamientos. Como ocurre con los movimientos sísmicos que regularmente sacuden el país, el terremoto está asegurado. Lo único que queda por determinar es el grado e intensidad de esta confrontación. Puede variar, desde un pequeño temblor sin mayores consecuencias (al margen del susto), a provocar la máxima destrucción que pasaría, desgraciadamente, por un enfrentamiento civil con intervención final de grupos armados. Los espíritus de la violencia política vuelan de nuevo sobre los Andes.