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Jane Roe es el seudónimo con que se protegió la identidad de Norma McCorvey (1947-2017), una camarera de Dallas embarazada que en 1970 demandó al fiscal de distrito Henry Wade para reclamar su derecho a abortar en Texas. El 22 de enero de 1973 se dictó sentencia a su favor, y fue una de las grandes victorias del feminismo del siglo XX, pero para entonces hacía mucho que Norma McCorvey había traído una niña al mundo.
El aborto por el que peleaba nunca tuvo lugar. Y tres años después, cuando llegó la sentencia, su hija, dada en adopción a los dos días de nacida, crecía feliz en otro hogar, ignorante de que con casi 50 años todo el país la reconocería como Baby Roe.
Después de años de mantener su identidad en secreto, Baby Roe, cuyo nombre real es Shelley Lynn Thornton (51 años), decidió en 2012 contar su versión de la historia, pero sin dar la cara. El exreportero del Wall Street Journal Joshua Prager fue uno de los primeros en hablar con ella; el resultado de aquellas conversaciones fue el libro The Family Roe: an American Story, y su primera impresión, según contó en un amplio reportaje publicado en 2021 por The Atlantic, fue que Shelley llevaba su silencio como una carga demasiado pesada. "Los secretos y las mentiras son las dos peores cosas del mundo. Estoy guardando un secreto, pero odio tener que hacerlo", le dijo.
Baby Roe era la tercera hija biológica de Norma McCorvey. Nació el 2 de junio de 1970 en el Dallas Osteopathic Hospital. Sus dos hermanas habían sido dadas en adopción a una pareja que no quiso quedarse con la nueva niña, que fue entregada a una pareja de Dallas, Ruth Schmidt y Bill Thornton, que la llamó Shelley Lynn.
Solo había una persona que conocía la identidad real del bebé: el abogado Henry McCluskey, encargado de gestionar todas las adopciones de los hijos de Norma. McCluskey informó a los nuevos padres de que el bebé tenía dos hermanas, pero no dijo quiénes eran, tampoco mencionó a Norma, y mucho menos la demanda que la madre biológica había presentado meses antes contra el fiscal Waden. Cuando llegó la sentencia Roe v. Waiden en 1973, la pequeña tenía dos años y medio, le gustaban los espaguetis, las chuletas de cerdo y el queso Cheez Whiz. Sus padres adoptivos nunca sospecharon que tenían en casa a un símbolo de la historia de América.
Una feliz familia adoptiva
La madre adoptiva de Baby Roe se llamaba Ruth, era la novena hija de una familia luterana de Minnesota. A los 17 se casó con un militar de la Fuerza Aérea y rápidamente supo que no podía tener descendencia. Luego conoció al hermano de una vecina, Billy Thornton, y acabó huyendo con él a Dallas. Fue él quien trajo a Baby Roe a la casa. Billy recordaba así aquel día en un diario estadounidense: "Ruth estaba extasiada. Nunca había visto a una mujer tan feliz". No le ocultaron a la niña que había sido adoptada, al contrario, para ellos era importante que la pequeña supiera que había sido elegida. Según cuenta Prager, a los cinco años Shelley empezó a fantasear con la idea de que sus padres biológicos eran Elvis Presley y la actriz Ann-Margret.
Por lo que se cuenta de aquellos años, Baby Roe creció en una familia feliz. Ruth estaba encantada con su rol de madre, se disfrazaba, y disfrutaba comprando vestidos a la niña y haciéndole sofisticados peinados. La pareja se dedicó en cuerpo y alma a su paternidad elegida y le dieron a Shelley amor y toda la estabilidad que permitían los tropiezos laborales de Billy, que obligaban a la familia a mudarse con demasiada frecuencia.
Esos continuos cambios de residencia, con la consiguiente adaptación a los nuevos amigos y espacios, parecían exacerbar en la niña su deseo de arraigo, su conciencia de ser adoptada y el deseo de conocer sus orígenes. Quería saber de quién había heredado los ojos azules, la timidez y los ataques de ansiedad que sufría cuando empezaban las discusiones, cada vez más frecuentes, en casa.
En 1980, cuando Shelley tenía 10 años, sus padres adoptivos se separaron y ella se quedó con su madre. Se mudaban cada vez más lejos huyendo de Billy y así llegaron a Burien, en las afueras de Seattle, una pequeña ciudad donde Shelley pasó el noveno grado, dejó atrás el acento tejano y se echó novio… también hijo adoptado.
Probablemente se retroalimentaban entre ellos, y Shelley, además de con sus padres biológicos, se obsesionó con sus hermanas. Quería encontrarlas, compartir con ellas su odio por las matemáticas y el deporte. Quería comparar con ellas el azul de sus ojos. Quería contarles su vida. Empezó a escrutar los rostros de las chicas en los parques y hasta se planteó llamar a todos los ayuntamientos. Pero era feliz a pesar de esa inquietud. Le gustaba vivir en una ciudad donde llovía, tener amigos y acaparar toda la atención de su chico.
Shelley quería encontrar a sus hermanas, además de a sus padres biológicos
A los 15 años todo se dio la vuelta. Le empezaron a temblar las manos. Sufría ansiedad, y si no, depresión. Comía para calmarse. En sus conversaciones con Prager confesó que nunca había contado a nadie los altibajos de su estado de ánimo. Simplemente siguió adelante. Solo quería dos cosas en la vida, además de encontrar a su familia biológica, una pareja que se quedara con ella para siempre y ser secretaria, le parecía una profesión que le daría una vida estable. En 1988 se graduó de bachillerato y se matriculó en la Escuela de secretariado. Faltaría un año para que Norma o Jane Roe, su madre biológica, empezara por fin a buscarla.
En 1989 Norma McCorvey, que había revelado su identidad después de ganar el juicio en 1973, asistió a una marcha por el derecho al aborto en Washington D.C. Nadie la recordaba. Habían pasado casi dos décadas de su minuto de gloria, y no se le había vuelto a ver por los movimientos activistas. Curiosamente, poco antes de empezar la marcha tres balas atravesaron su casa y su coche; ella aseguró que se trataba de un ataque a su postura feminista. Sin embargo, al parecer se trataba de un ajuste de cuentas por una estafa en una venta de marihuana. Norma volvió a la portada de los periódicos y a los platós de televisión. La abogada Gloria Allred se la llevó a Los Ángeles a dar una serie de charlas para recaudar fondos para la causa.
En un plató de televisión de Manhattan durante una entrevista con la presentadora Jane Pauley, Norma anunció que estaba buscando a su tercera hija. Ni a la primera ni a la segunda, solo quería recuperar a Baby Roe. Norma, una mujer de trayectoria irregular que fue proaborto, pero que luego también fue provida, era sospechosa de casi todo. El hecho de que en 20 años nunca hubiera buscado a sus hijos, y de que ahora lo hiciera solo con una de ellas y pocos días después de contratar a un abogado estrella, hizo creer a sus biógrafos que Norma realmente buscaba publicidad y dinero.
En 1989, 'The National Enquirer' logró localizar a Baby Roe tras los datos aportados por su madre biológica
The National Enquirer se implicó en la búsqueda de Baby Roe desde el principio. El tabloide encargó la tarea a Toby Hanft, una investigadora de ideas antiabortistas que se tomó el trabajo como una misión evangélica. La propia Norma le dio toda la información para empezar: el género del bebé, la fecha y lugar de nacimiento. El 2 de junio de 1970 nacieron en Dallas 37 bebés y solo uno de ellos había sido dado en adopción. ¡Eureka! Después de todo no había sido tan difícil teniendo a la informante correcta. A partir de ese momento Hanft siguió el rastro de Shelley hasta que dio con ella en un pueblo de Washington D.C. cercano a Seattle.
Cuenta Prager en su libro que Hanf se apostó en un parking cercano a donde sabía que vivía Shelley y esperó a que pasara. Cuando la vio se presentó como una investigadora de adopciones enviada por su madre biológica. Shelley sintió la alegría del abandonado a quien le devuelven todo el amor que un día le negaron. La mujer que no la había querido en su vida ahora quería encontrarla. Hanf le dijo que su madre biológica era famosa, "no una estrella de cine ni una persona rica", pero sí alguien "conectado a un caso nacional que había cambiado el curso de las leyes en Estados Unidos". Shelley quedó en llamarla. A los dos días volvieron a verse. Esta vez Shelly vino acompañada de Ruth, su madre adoptiva, y Toby Hanft apareció con Reggie Fitz, el periodista que estaba a punto de firmar en The National Enquirer uno de los grandes scoop de su carrera.
Ahora Shelley tenía al alcance de su mano las respuestas que había estado buscando toda su vida. Hanft le contó que su madre biológica vivía en Texas, que estaba en contacto con Melissa, la mayor de sus hermanas, y que su nombre era Norma McCorvey. Eso no les dijo nada, ni a Shelley ni a Ruth que era una gran lectora de tabloides pero que justo se había perdido el reportaje que la semana anterior había publicado la revista Star sobre Norma, "la madre que todavía añoraba al bebé que quiso abortar en 1970".
Hanft comenzó a rodear el tema hablando de embarazos no deseados y abortos, pero Ruth la cortó: "Nosotros no estamos a favor del aborto". Entonces, siempre según la versión de Prager, Hanft se volvió hacia Shelley y le dijo: "Desafortunadamente, tu madre biológica es Jane Roe". Ese nombre sí le sonaba. Recientemente había visto una película en la televisión donde Holly Hunter interpretaba a Jane Roe y se había quedado con la idea de que era una mujer "indecente". "Lo único que sabía sobre ser provida o proaborto, o incluso sobre Roe v. Wade era que esta persona había despenalizado el hecho de salir y ser promiscuo", recordaría años después Shelley sobre este primer encontronazo con la identidad de su madre biológica. A pesar de todas las evidencias -Shelley había nacido el 2 de junio de 1970 en el Dallas Osteopathic Hospital donde Norma había dado a luz y el abogado Henry McCluskey la había dado en adopción- quería más pruebas. Y se hizo las pruebas de ADN.
De aquellos días Shelley recordaría la insistencia del equipo de The National Enquirer para que ella tomara partido. ¿Era provida o era proaborto? ¿En qué bando estaba Baby Roe? "Yo solo quería salir con mis amigos, conocer chicos guapos y comprar zapatos. Ahora, de repente, a diez días de cumplir 19 años, era Baby Roe, y todo lo que dijera tenía demasiadas implicaciones". Shelley se resistía a responder. Finalmente dijo que no conseguía verse abortando. The National Enquirer retorcería sus palabras para afirmar que Shelley era provida.
Un encuentro frustrado
Norma arregló una llamada por teléfono para hablar con Shelley, y enfureció a los grupos provida que se preguntaban qué podría decirle a su hija: "¿Quiero abrazarte y darte mi amor, aunque hubiera preferido abortar y que no estuvieras en este mundo", por ejemplo? Pero según cuenta Shelley en esa llamada nunca se habló de aborto. Norma le dijo con su voz grave de fumadora irredenta que la había abandonado porque no podía cuidar de ella. Shelley le preguntó por su padre y sus hermanas, pero Norma solo parecía estar interesada en hablar de los que estaban conectados con el caso Roe. Le ofreció a Shelley un encuentro en persona, pero sus intereses eran antagónicos. Norma quería una salida triunfal en un diario de gran tirada; Shelley, seguir con su vida discreta y olvidar la conexión de su pasado con la historia de Estados Unidos. Nunca llegaron a un acuerdo.
El 20 de junio de1989 The National Enquirer publicó la exclusiva protegiendo la identidad de Shelley: Roe vs. Wade Abortion Shocker—After 19 Years Enquirer Finds Jane Roe’s Baby. Se daban muchos detalles del bebé, pero no se le identificaba; sí se decía que era provida y vivía en el estado de Washington. Se citaba a Norma diciendo que nunca obligaría a su hija a conocerla, pero que estaba dispuesta a esperar los años que fueran necesarios para ser su amiga. Una cita de una Shelley sin identificar dejaba claro que eso nunca iba a pasar: "Me alegra saber que mi madre biológica está viva (…), pero realmente no estoy lista para verla. Y no sé si alguna vez lo estaré. De alguna manera no puedo perdonarla… ahora que sé que intentó que nunca naciera".
El artículo de Enquirer tuvo poco recorrido y solo fue replicado por los diarios Gannet y The Washington Times, pero a Shelley le dejó el miedo permanente a ser descubierta. A principios de 1991 quedó embarazada en un mal momento, no tenía ninguna intención de convertirse en madre. Su pareja le insinuó la posibilidad de abortar. Shelley había pensado mucho en el asunto después de saber su conexión con el caso Roe v. Waden. Ahora pensaba que el aborto debía estar libre de las influencias de la religión y la política, le molestaba que Enquirer la hubiese etiquetado como provida, un término que ella asociaba con "un grupo de fanáticos religiosos", pero tampoco se consideraba proaborto porque no le apetecía parecerse a Norma. Decidió tener al bebé.
De aquellos tiempos el libro de Prager registra una discusión telefónica. Norma llamó a Shelley para informar de que ella y Connie, su pareja, deseaban visitarla. Shelley le pidió que fueran discretas delante del niño porque no sabría cómo explicarle al pequeño de tres años por qué su abuela se besaba con una mujer. Norma se enfadó y le gritó: "Debías ser más agradecida". Shelley preguntó por qué. Norma respondió: "Por no haberte abortado". "¡¿Ah se supone que debo estar agradecida porque te quedaste embarazada y luego me regalaste?! ¡No tengo nada que agradecer!", le respondió Sheley. Ambas colgaron el teléfono con violencia.
Pero Shelley nunca consiguió enterrar a su madre biológica. Si en una época cambiaba de canal cuando se mencionaba a Roe, ahora la googleaba. "Prefiero saber lo que está haciendo", decía. Amigos de ambos lados del espectro político la invitaban a marchas provida o proaborto, según fuera el caso. Ella siempre declinó todas las ofertas.
En marzo de 2013 Shelley conoció a sus hermanas. Recuerda que se abrazaron, se sentaron en el sofá -ninguna llegaba con los pies al suelo- y empezaron a comparar sus barbillas, sus ojos y sus manos para buscar los rasgos de la madre en común y las diferencias aportadas por tres padres desconocidos. Solo Melissa, la mayor, había conocido a Norma. Jennifer se disponía a hacerlo, y Shelley no sabía si algún día podría. En 2017 cuando le avisaron de que su madre biológica estaba intubada, muriéndose en un hospital de Texas, Shelley aun no estaba segura de querer conocerla y dejó pasar las horas hasta que fue demasiado tarde.
En 2021 la revista The Atlantic reveló la identidad de Baby Roe, una mujer a punto de cumplir 52 años. Ese año también dio su primera entrevista en televisión y mostró su rostro. En 2022, cuando finalmente sus fantasmas parecían enterrados, todo vuelve a empezar. Con la filtración de Politico todo el mundo quiere saber otra vez de qué bando está Baby Roe. Su hermana mayor Melissa ya se ha manifestado: "Derogar la sentencia nos hará retroceder 50 años", ha dicho esta semana. Pero Shelley se repliega, calla y se esconde. Nadie ha conseguido saber exactamente cómo piensa.
La sentencia Roe vs Waiden
La sentencia, dictada en 1973, fue una gran victoria de la segunda ola feminista de Estados Unidos. Creó precedente judicial e implantó de facto el derecho al aborto en toda la nación. Su probable derogación, revelada a través de una filtración de Politico de un borrador del tribunal Supremo, dejaría en manos de los Estados la regulación de un derecho de la mujer conquistado hace más de 50 años. La decisión de anular Roe v. Waiden la firma el juez Samuel Alito y cuenta con la aprobación de cinco de los nueve magistrados que integran la corte de mayoría conservadora.
Más de 20 Estados están esperando esa decisión. Oklahoma ha sido el último en aprobar una estricta norma que prohíbe las interrupciones de embarazo después de la sexta semana de gestación. Un calco de la iniciativa tejana conocida como La ley del Latido en referencia al momento en que se registran las primeras constantes vitales del feto. Las únicas excepciones se contemplan para los casos en los que la vida de la madre corra peligro. Además, alienta a los ciudadanos particulares a denunciar por 10.000 dólares (9.500 euros) a los proveedores de servicios de aborto o a cualquier persona que ayude a una mujer a abortar.
"La Constitución no hace ninguna referencia al aborto, y ningún derecho de este tipo está protegido implícitamente por ninguna disposición constitucional", se puede leer en la argumentación de Alito, que secundan Clarence Thomas, Brett Kavanaugh, Amy Coney Barrett y Neil Gorsuch. "Es hora de hacer caso a la norma fundamental y de devolver el tema a los representantes elegidos por el pueblo", sentencia el borrador revelado por Politico.