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Las paredes de la fachada están pintadas de color ocre y apenas se pueden ver desde el exterior, por la cantidad de árboles que la rodean. Está en Barcelona, pero encontrar la dirección no es fácil ni tampoco tiene interés, excepto para quien quiera acudir allí a recibir ayuda. Son los únicos que podrán pasar: ni visitadores médicos, ni periodistas -por citar algunos visitantes habituales de este tipo de lugares- tienen permitido el acceso. Sí sus familiares, pero tampoco será fácil. La preservación del anonimato y la privacidad es una de las características más importantes de la Clínica Galatea.
Según se explica en su propia página web, es un centro de desintoxicación y de tratamiento de adicciones y trastornos mentales, pero aquí los médicos y terapeutas no son sólo los que tratan, sino también los pacientes. Es más, éste es un requisito para ser atendido-incluso de forma ambulatoria- en Galatea. Ya puede uno extender el cheque con más ceros del mundo, que si no llevaba bata blanca cuando estaba sano, aquí no le van a ayudar.
Es la única clínica de salud mental de este tipo en toda España, aunque algunos otros centros tienen camas o áreas reservadas sólo para profesionales sanitarios. Aquí todo es para ellos, pero no se trata de un capricho: por bien que cuiden al resto, los profesionales sanitarios fallan en eso de cuidarse a ellos mismos, algo que han demostrado diversos estudios a lo largo de los últimos años.
Hay otra idiosincrasia del paciente sanitario. Si los problemas de salud mental están en general asociados a un estigma, en los médicos y demás esto se multiplica por 1.000. Así se entiende que Mireia (nombre ficticio), paciente externa de la Clínica Galatea y médica de una especialidad muy impactada por la pandemia -que prefiere también que no se sepa-, sintiera que el mundo se le caía encima cuando la psiquiatra que la atendió por primera vez le dijo lo que en el fondo ya sospechaba: que tenía una fuerte depresión y que sería necesario un tratamiento combinado de fármacos y psicoterapia para curarla.
Tardanza en pedir ayuda
Está médica reconoce a EL ESPAÑOL | Porfolio que tardó mucho en pedir ayuda, otra de las características propias de los médicos pacientes en el campo de la salud mental. En su último año de residencia, en plena pandemia, a Mireia le daban lo que ella define como "bloqueos", desde no sentir las piernas a no "entender nada" de lo que leía. Se metía en la consulta, respiraba hondo y palante: al fin y al cabo, se decía a sí misma, era normal que estuviera cansada y estresada.
"Que un médico vaya al psiquiatra es horroroso"
No sólo había vivido jornadas extenuantes en la primera oleada de la pandemia, sino que se había tenido que enfrentar a un montón de diagnósticos tardíos fruto de esos meses en los que la gente no acudía al médico -ni a ningún sitio- por miedo. "Que un médico vaya al psiquiatra es horroroso", sigue diciendo hoy en día, tras siete meses de baja por depresión, un tratamiento intenso en Galatea y un trabajo actual en el que reconoce que "se queja mucho", precisamente para que no le vuelva a pasar lo que le sucedió.
Mireia aclara que "no quiere que parezca publicidad", pero confiesa: "Me han salvado la vida". Y se alegra de haber recordado a ese antiguo compañero residente con el que perdió el contacto, pero del que había sabido que había ido a Galatea, aun sin conocer el resultado de lo que allí le pasó. Eso y ese tríptico que le dieron cuando se colegió. "Ya que pagamos [la colegiación], está bien que haya servido para esto", asegura.
Gratuita para los profesionales
La clínica es gratuita para los profesionales sanitarios. Para todos -médicos, enfermeros, odontólogos, etc...- los residentes en Cataluña y sólo para médicos fuera de España. Lo explica a esta revista Antoni Calvo, director de la Fundación Galatea de la que depende el hospital. "Cada comunidad autónoma tiene estipulado el pago de forma distinta; en Cataluña, se paga a medias entre los colegios profesionales y el Servicio Catalán de Salud (Catsalud); en Extremadura, por ejemplo, lo paga todo la comunidad autónoma", explica.
Y ese todo no es poco. La asistencia en este hospital para sanitarios es integral. Por tener, tienen hasta fisioterapeutas. A Mireia le recetaron consulta con el psicólogo una vez por semana; lo nunca visto en el Sistema Nacional de Salud. "Imagínate lo que me hubiera costado en uno privado", dice.
Si Mireia no hubiera entrado en contacto con Galatea, su pronóstico hubiera sido distinto. Quizás esos bloqueos le habrían obligado igualmente a buscar ayuda, pero nunca habría sido directamente con un psiquiatra. La asistencia, demorada ya de por sí -había tanta carga de trabajo que no quería dejar colgados a sus compañeros-, se hubiera alargado más si hubiera tenido que ir primero a su médico de cabecera.
Por la vía normal, Mireia habría tardado varios días -quizás más, teniendo en cuenta el momento pandémico- en ser recibida por ese profesional; algunas semanas más en ser derivada a Psiquiatría y si, con suerte, le hubieran prescrito tratamiento con un Psicólogo, es difícil de creer que hubiera sido en sesiones semanales. Tampoco su primera cita con Psiquiatría hubiera sido como en Galatea. "Se tiró una hora escuchándome", recuerda.
Llegar a la clínica, "un poco lejos" según Mireia, pero al fin y al cabo en Barcelona ciudad, es garantía de confidencialidad, algo que valoran mucho los profesionales sanitarios. "Los médicos tienen temor al estigma de la salud mental y las adicciones, a que su reputación pueda verse perjudicada por tener algún trastorno mental y / o adictivo", apunta Calvo.
Cambio de identidad
Por esta razón, lo primero que hacen con el paciente que llega a Galatea es cambiarle el nombre, que sólo se desvelará si hay un riesgo para el paciente o para otros. "Se utiliza un protocolo; no te lo puedo contar, porque lo estaría desvelando", revela a este medio la jefa de Servicio de la clínica, Dolores Braquehais. Esta psiquiatra comenta que, incluso en algunos casos, se ha permitido al paciente escoger su propio pseudónimo, aunque no es lo habitual.
Más medidas: cuando acuden a la clínica familiares de pacientes ingresados, no se les permite subir a planta si son a su vez profesionales sanitarios. También hay salas de espera que se cierran "como si fuera un locutorio", por si algún paciente receloso quiere asegurarse de que nadie le vea.
"Todo se hace para vencer todas las resistencias a ser tratados y uno de los recelos que más vemos es el temor a que te identifiquen", añade la profesional, que insiste: "Los médicos en particular y los profesionales de la salud en general tenemos dificultades en pedir ayuda cuando hay un trastorno mental, entre ellos las adicciones".
La idea de crear un centro monográfico de salud mental para profesionales sanitarios no es original. Se adaptó de los países anglosajones, especialmente de Canadá y EEUU. Pero la clínica fue el paso posterior a un embrión previo, el llamado Programa de Atención Integral al Médico Enfermo (PAIMM), de sus siglas en catalán, que nació en 1998 y que año y medio después se extendió al resto de colegios de médicos nacionales, donde se le conoce como PAIME.
En el año 2000, cuenta Calvo, se estableció una red de atención ambulatoria sólo para profesionales sanitarios. A través de ella, cualquier colegiado tiene acceso a un psicólogo y un psiquiatra. En Cataluña, ese PAIME puede derivar para atención extrahospitalaria a la Clínica Galatea; en el resto de España, sólo enviará allí a los médicos que requieran de ingreso hospitalario.
No poder más
"En Cataluña, el PAIMM es bastante conocido; en el resto de España, creo que ha empezado a serlo más a raíz de la pandemia. No hay bien que por mal no venga", resume el psicólogo Calvo. Él director de la Fundación Galatea cree que esto ha ocurrido por el desgaste al que se han visto sometidos los profesionales. "En los momentos más críticos de la pandemia estaban en primera línea y tenían miedo a contagiarse, a contagiar a los suyos y al resto de su equipo, pero no se movían de la trinchera. Pero esperaron para pedir ayuda, porque ellos no tienen la lógica de cuidarse para cuidar. Hasta que no pudieron más", comenta.
Es exactamente lo que le ocurrió a Mireia, que se rompió cuando ya había empezado a tratarse en Galatea. "Hubo un día que en el trabajo me senté en el escritorio y sentí que me había roto por dentro, que lo había intentado y que no podía más. Mi psiquiatra tuvo que insistir para que me cogiera la baja, porque en el mundo de la Medicina es complicado, porque sentimos que si cogemos la baja puteamos a otra gente", relata.
Para un profesional de la salud cuidarse no es una elección, sino un imperativo ético y deontológico
Por esta razón, tanto en la Clínica Galatea como en la fundación del mismo nombre se trabaja también para acabar con ese estigma. "Nosotros hemos constituido un mantra, que es que para un profesional de la salud cuidarse no es una elección, sino un imperativo ético y deontológico. Uno no puede ser un buen profesional si no se cuida", relata Calvo.
"Una de las cosas que trabajamos a nivel clínico es normalizar que uno puede ser profesional de la salud y tener un problema mental, que eso no compromete la competencia profesional, aunque pueda mermarla en un momento puntual, en el que no se debe ejercer. Intentamos transmitir que tener un trastorno mental no es contradictorio con el hecho de ser médico o enfermera, que a todos nos puede pasar", dice por su parte Braquehais.
Porque ese estigma con el que pelean los profesionales sanitarios tiene dos importantes implicaciones: la primera, que se retrase la atención médica y, la segunda, que abunde la automedicación. "Evitamos esas dos maneras de lidiar con el malestar que son contraproducentes", explica la psiquiatra de Galatea.
Entre las peculiaridades de los médicos a la hora de tratar sus propios problemas, destaca precisamente la de no ir al médico. Es muy habitual que las consultas sean "de pasillo", "en tercera persona" y directamente con el especialista. Contra eso también educan en la clínica barcelonesa.
Lo que se ve en Galatea
En este centro monográfico de salud mental se tratan todo tipo de problemas, pero algunos predominan más que otros y la radiografía cambia si hablamos de las consultas externas -como a la que acudió Mireia- o de la hospitalización. Explica la jefa de Servicio que, en el primer caso, alrededor de un 80% acude por trastornos adaptativos y un 20% por adicciones. En el segundo, lo hacen por esta última causa entre un 40% y un 50% de los ocupantes de las 22 camas del centro.
"Hay una relación muy directa entre la proximidad de una sustancia psicoactiva y el consumo de esa sustancia. Hay especialidades como la Psiquiatría, la Anestesiología, la Odontología o Farmacia o Veterinaria que tienen un mayor acceso a estos compuestos. Cuando estos profesionales tienen algún tipo de malestar, las tienen muy accesibles y les es más fácil usarlas para que puntualmente mejore su situación. Si no ejercen un control, son sustancias que pueden crear adicción", comenta Calvo, que añade: "¿Es un problema masivo? No. Pero sí es verdad que por la trascendencia y por la función de este perfil profesional, hay que estar muy atentos".
También se tratan en la clínica problemas de adicción al alcohol. De hecho, según un estudio de la Fundación Galatea, desde la pandemia han aumentado los consumidores habituales de alcohol entre los médicos (han pasado de 4,6% al 7,1%), las enfermeras (del 3,8% al 6,3%) y los veterinarios (del 5,6% al 7,2%).
Por supuesto, no todos los profesionales que consultan por adicciones acabarán ingresados. Pero, si lo hacen, entre el 70% y el 80% seguirán sin consumir las sustancias mucho tiempo después de haberse tratado. "Las claves del éxito son realizar un tratamiento intensivo inicial; si es posible que la desintoxicación sea hospitalaria y, muy importante, que haya un seguimiento estrecho posterior y un seguimiento a largo plazo que incluya controles toxicológicos", apunta Braquehais.
Aunque la mayoría de los tratamientos por los problemas mentales provocados por la Covid han sido ambulatorios, la psiquiatra comenta que sí ha habido algunos ingresos motivados por la pandemia. "Ha habido personas que se han roto", describe. En cualquier caso, Braquehais considera que lo que se ve en esta clínica secreta es sólo la punta del iceberg de lo que hay, sobre todo si se habla de fuera de Cataluña. Por eso, tiene claro que hay que potenciar la atención de la salud mental del profesional sanitario, proponiendo incluso que se dedique una partida especial de los presupuestos a este campo.
Los pasos para un ingreso
La Clínica Galatea está disponible para acoger en ingreso hospitalario a médicos colegiados de cualquier punto de España. Para recibir terapia en este "entorno privilegiado", como lo define Braquehais hay, no obstante, que seguir una serie de pasos.
1. El médico consulta con su PAIME regional, normalmente, a través del Colegio de Médicos.
2. El PAIME se pone en contacto con la Clínica Galatea y se plantea la derivación.
3. Previamente se le dice al paciente que está indicado plantear un ingreso temporal en una unidad especializada con una gran experiencia en casos como el suyo.
4. El ingreso es voluntario o, como lo denomina Calvo, de demanda voluntaria inducida.
5. Desde Galatea pueden plantearse, aunque no es obligatorio, hablar con el propio paciente o con su familia. Se programa el día y la hora del ingreso.
6. El paciente queda ingresado. La duración media es de 34 días.
7. Se establece un programa de seguimiento posterior, ya coordinado con el PAIME de origen.