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El miedo está ganando terreno. Se extiende desde Kiev a cualquier punto del planeta. También en Madrid, Barcelona... Todos nos sentimos al alcance de las bombas, nucleares o no, a pesar de estar a 4.000 kilómetros de Ucrania. A su paso deja estremecedoras historias de valientes, como la del propio presidente ucraniano Volodímir Zelenski, el hombre de apenas 1,70 de estatura que ha plantado cara a Putin y a sus escuadrones de la muerte. O la del soldado Alex Hook que baila en TikTok para consolar a su hija y de paso desafiar a su propio pánico. "Mamá, hay una guerra de verdad, tengo miedo", sollozó un joven militar ruso al teléfono poco antes de morir, según hemos podido ver en los medios.
La barbarie resquebraja nuestro orden sostenido por leyes, derechos y valores. ¿Hasta dónde alcanzará? Cabe preguntarse si este pavor que nos atenaza en Occidente y desentierra viejos fantasmas es racional y si tiene algo en común con el del compañero que envía la crónica entre cascotes o el de la madre que avanza con su hijo autista hacia la frontera con Polonia. Sospecho que, con muchos matices, a todos nos late el corazón veloz y de forma descontrolada.
Acaba de publicarse estos días un libro cuyo título no puede ser más oportuno: El miedo es de valientes. Sin pensarlo, contacto con su autor, Julio de la Iglesia que, además de inspector de policía y Tedax (técnico especialista en desactivación de artefactos explosivos), trabaja como coach para ayudar a gestionar los miedos. Quién mejor para transmitirle mis sensaciones y, de paso, aclarar si el miedo es prudencia o heroicidad. "Saberlo vencer es ser valiente", avanza.
Policía, boina verde, activista de Greenpeace, pescador de tiburones, maestro ninja y desactivador de explosivos. Nadie diría que no hace mucho sentía verdadero pánico a los espacios cerrados, a algo tan inocuo como subir en ascensor. "Mi claustrofobia -reconoce- fue mi trampolín al éxito porque me permitió poner el foco en aquello que podía mejorar, aprender o cambiar. Es verdad que el miedo nos acompaña en la vida, es evolutivo y cumple la función de no hacernos correr riesgos innecesarios, pero no se puede apoderar de nuestra voluntad", explica.
En su opinión, la clave está en la motivación y esta es la que conecta nuestra preocupación con la del soldado que desde la trinchera escenifica para su hija uno de los fragmentos más entrañables de La vida es bella. "Identificas el miedo -dice- y te enfrentas a él, pero el paso siguiente es la acción. Tienes que actuar y lo haces movido por una causa. Esta va a ser tu mayor fortaleza para vencerlo. Hay un deseo que está por encima de cualquier obstáculo y que te impide quedarte inmóvil".
El anhelo de Zelenski, el que le hace sobreponerse a cualquier temor, es la libertad. Su valiente reclamo mereció hace unos días una sonada ovación por parte del Parlamento Europeo. "Tener miedo no es de cobardes. Lo es quien no se planta en la vida con la determinación de que, pase lo que pase, a esto le vamos a buscar una solución y a luchar hasta el final. Y entonces te arriesgas, porque si no te la juegas, no cambiarás nada", apela De la Iglesia.
"Solo hay una persona a la que podamos exigirle heroísmo: uno mismo", escribió el neurólogo vienés Viktor Frankl después de sobrevivir al holocausto. En noviembre de 1945 se encontró en medio de una ciudad destruida, solo, sin hogar y sin patria. Llamó al timbre de su hogar, "como tantas veces había soñado", pero no halló a la persona que debía abrirle. Su querida esposa había muerto de tifus. Y entonces encontró en el trabajo la anestesia para tanto dolor y descubrió que la vida tiene un sentido infinito.
El cerebro se apresura demasiado
El consuelo de este afamado médico fue la conciencia tranquila de haber utilizado las oportunidades que le brindaron. No siempre es sencillo. El miedo, muchas veces, está fuera de nuestro control voluntario, según demostró una investigación dirigida por el Laboratorio de Neurociencia Clínica de la UPM.
La amígdala cerebral, estructura clave en el procesamiento de las emociones, es capaz de extraer información de manera ultrarrápida sobre posibles amenazas y desencadenar cambios fisiológicos o respuestas del sistema nervioso autónomo antes de recibir información más fina procesada en el neocórtex.
La amígdala cerebral extrae información ultrarrápida de posibles amenazas y provoca cambios fisiológicos
Tampoco Putin lo pone fácil en su estratégico empeño de ser temido. "El terror se usa desde antiguo como arma para distorsionar la toma de decisiones del oponente o quebrantar la voluntad del oponente", advierten los politólogos Roger Petersen y Evangelos Liaras en un estudio sobre la gestión de las emociones en la guerra.
En su opinión, frente al terror como arma para distorsionar al oponente y quebrantar su voluntad, se impone apelar a la razón o contrarrestar el miedo.
Cuando se libra la batalla psicológica, las mentes acaban convirtiéndose en el principal botín de guerra. Basta con revisar trabajos como los del historiador Mauricio Sánchez Menchero o el de Elena Carrera, profesora de la Universidad Queen Mary, en Londres.
Ambos recogen las secuelas del miedo en la salud mental de los altos mandos militares, el cuerpo médico y los soldados durante la Primera y Segunda Guerra Mundial y la guerra del Vietnam. Al desastre se sumó la falta de acierto en temas de psicopatología y medicalización en las batallas.
Los términos que circularon más frecuentemente en los frentes de guerra fueron el estado de shock (Primera Guerra Mundial), neurosis de guerra (Segunda Guerra Mundial) y trastorno de estrés postraumático (guerra de Vietnam). La abundancia de libros y diarios médicos, recuerdos vertidos por los soldados, cartas y entrevistas filmadas o grabadas en audio han permitido disponer de una prueba verídica de los efectos que sufrieron los combatientes en ese contexto de destrucción, enfermedad y muerte.
Hay un párrafo sobrecogedor del escritor Robert Graves en Adiós a todo eso: "Desde 1916 me obsesionó el miedo al gas; cualquier olor desacostumbrado, hasta un repentino aroma de flores era suficiente para provocarme estremecimiento... El ruido del tubo de escape de un coche bastaba para que me lanzara cuerpo a tierra". La mente y el sistema nervioso siguen en las guerras una vez que se declara el alto al fuego.
"Después de la guerra, el ruido del tubo de escape de un coche bastaba para que me lanzara cuerpo a tierra"
Es fácil imaginar cómo recibimos hoy las noticias de una guerra que estamos viviendo en directo gracias a las redes sociales y a los medios de comunicación. Son realidades que percibimos muy cerca. ¿Qué cicatrices dejará todo esto?, le pregunto a Jorge Cantero, psicólogo y autor de libros como Nunca te rindas. "Difícil de anticipar -responde-. En el mejor de los casos, suspicacia. En el peor, nihilismo. Ya se extiende por el mundo la equivocada creencia de que la vida no tiene sentido y que el ser humano es irredimible. Convendría leer a autores como Steven Pinker para constatar que no es verdad".
Cantero entiende que la situación es complicada. "Ni siquiera hemos podido anunciar aún el fin de la pandemia que nos ha confrontado con nuestros peores miedos, como la soledad, el encierro, la enfermedad y la muerte". Lo peor es aceptar el sinsentido. "La esperanza, tan necesaria hoy, es plantarse frente a la desesperación con actitud férrea, honesta y valiente. Con la espalda en alto, la frente despejada y los ojos despiertos. Estoy aquí y no me dejaré vencer".
Esa es la actitud que aconseja frente al miedo y la que necesita nuestra juventud urgentemente. "Hay que recordarles -añade este psicólogo- que no están solos, que este viaje vale la pena y que su vida es trascendente, aun en medio del aparente caos y de la irracionalidad de unos pocos que ostentan el poder de la peor manera posible".
Guía para superarlo
El conflicto ha puesto sobre nosotros una sombra amenazante que genera escalofríos, duda y desconcierto. ¿Cómo pedir calma a nuestras cabezas? El psicólogo Jorge Cantero ofrece cuatro pasos:
1. Poner atención, primero, en nuestros propios sesgos cognitivos. Somos una especie que magnifica el peligro y se deja llevar por las peores fantasías, así que calma. A menudo, exageramos el valor de las amenazas en un afán inconsciente de disminuir o eliminar el posible daño. Con una guerra como esta, mucho más.
2. Juicio de realidad: observar el entorno y evaluar lo que genuinamente está ocurriendo. Juzgar lo que observamos aquí y ahora como real en lugar de prestar atención a nuestra imaginación, especulaciones o previsiones.
3. Iniciar una suerte de dieta informativa. Hay tanta información que resulta difícil evaluar qué es verdad. Juzgar con prudencia las fuentes, chequear y volver a chequear lo que se dice, sin dar tanto crédito a habladurías, redes sociales o WhatsApp.
4. Relajarse, meditar, conectar con la realidad y el presente desde una verdadera presencia, calmada y poco egocéntrica. Si nos concentramos en nosotros, el miedo es inevitable. Hay que cambiar de perspectiva, ver las cosas con mayor amplitud, y no solo desde la especulación de nuestro propio sufrimiento o malestar.
Últimas terapias
Las clínicas de psicología ya se preparan para tratar el estado mental de tristeza, melancolía y abatimiento que dejará este conflicto en una parte importante de la población. En su consulta, Cantero trata este tipo de miedos con un modelo muy personal de terapia basado en disciplinas como el psicoanálisis, la psicología positiva o la terapia racional que permite una nueva filosofía de vida.
Entre las terapias más usadas contra el miedo y sus secuelas están la hipnosis clínica o la terapia cognitivo conductual
En general, cada médico, psicólogo o psiquiatra, valora la terapia, sola o con otras técnicas, que más se ajusta a cada caso. Entre las más usadas para vencer el miedo y sus secuelas o traumas, destacan la hipnosis clínica o la terapia cognitivo conductual.
Esta última es una de las más comunes por el amplio repertorio de herramientas (técnicas de afrontamiento del estrés o de exposición, entrenamiento en relajación, reestructuración cognitiva) con las que puede trabajar el profesional para lograr un cambio en los patrones de pensamiento, de comportamiento y de estado mental.
A estas disciplinas se añaden otros nuevas como el neurofeedback, el EMDR, técnicas de integración cerebral (TIC) o el brainspotting. Todas ellas ayudan desbloquear aquellas imágenes, sensaciones y pensamientos relacionados con un evento traumático que se quedan anclados en el cerebro. Permiten observar el trauma desde fuera y a transformar las creencias limitantes que impiden avanzar.