El 21 de mayo de 1927, a las 22:20, un solitario avión aterrizaba en el aeropuerto de Le Bourget, en París. A bordo, el ingeniero, aviador y aventurero estadounidense Charles Lindbergh acababa de culminar una de las mayores gestas de la historia del ser humano: ser el primer piloto en cruzar en solitario el Océano Atlántico sin escalas. Su vuelo, de 5.800 kilómetros, enlazó las ciudades de Nueva York y la capital frncesa a bordo del legendario Spirit of St. Louis, en una hazaña que le convirtió en un héroe y cambió para siempre la historia de la aviación.
Asombrados por la gesta de la leyenda estadounidense, el verano de ese mismo año, dos curtidos capitanes militares españoles, Ignacio Jiménez Martín y Francisco Iglesias Brage, decidieron que intentarían batir el récord mundial de distancia sin escalas, cruzando el Atlántico entre Sevilla y La Habana. Para ello comenzaron a planear su fabuloso raid, con el que pretendían lograr batir la extraordinaria marca de 6.290 kilómetros sin escalas, el récord del mundo en aquel momento.
Para conseguirlo, decidieron emplear uno de los mejores aparatos de la aviación española, al que bautizaron como 'Jesús del Gran Poder', en homenaje a la legendaria imagen realizada por el cordobés Juan de Mesa en el año 1620. Y, por supuesto, su gesta comenzaría un 24 de marzo, en plena Semana Santa.
Con semejantes protectores nada podía salir mal en el vuelo del Jesús del Gran Poder”
Iglesias sería el copiloto y navegante de vuelo y Jiménez el piloto de un avión que tenía que ser especial, ya que necesitaban que pudiese cargar una cantidad de combustible fuera de lo normal, motivo por el cual seleccionaron el Breguet XIX, uno de los aeroplanos más modernos y capaces de la época. Los primeros 30 Breguet XIX habían sido adquiridos directamente a su fabricante francés y los siguientes a Construcciones Aeronáuticas SA (CASA), empresa que se había constituido expresamente en 1923 para fabricar con licencia ese tipo de avión.
Los capitanes españoles solicitaron una versión especial de los Breguet, la versión "Gran Raid", la cual disponía de varios depósitos de combustible adicionales, motivo por el que era conocido como 'Bidón'. Este formidable aparato disponía de motor Hispano Suiza HS con doce cilindros en V y 636 CV de potencia. En vacío pesaba 1.783 kilos, tenía capacidad para 4.100 litros de carburante, una velocidad máxima de 225 km/h, un alcance de 7.900 kilómetros y una autonomía total de vuelo de 35 horas.
Primer intento, el viaje a Asia
Seleccionado el avión, se dirigieron a solicitar el permiso correspondiente a las autoridades para su vuelo Sevilla-La Habana, que les denegaron. Las autoridades militares consideraban que realizar aquel vuelo sobre el océano con un avión terrestre no era excesivamente seguro, por lo que propusieron a los pilotos dirigirse hacia Pakistán, cuya distancia les permitiría batir el récord internacional de igual manera.
Los dos capitanes aceptaron públicamente la propuesta, pero en su cabeza tenían otros planes. Harían creer al Éjército que volarían hacia Asia, pero, tras haber despegado, cambiarían el rumbo para dirigirse a La Habana. Tras realizar multitud de pruebas, batir el récord nacional de distancia en el aire e investigar, con la ayuda secreta de sus contactos, la mejor manera de llegar a Cuba, determinaron que estaban preparados.
La bendición del avión tuvo lugar en el aeródromo de Tablada, en Sevilla, el 30 de abril de 1929. Los aviadores quisieron darle el nombre de 'Jesús del Gran Poder' por la devoción que tenían a la imagen que se venera en la iglesia de San Lorenzo, a cuya cofradía pertenecían. Los reyes llegaron por la mañana al aeródromo para asistir a la bendición, en la que la reina Victoria Eugenia actuó de madrina, rompiendo una botella de jerez en la hélice del avión para bautizar el aparato.
El 11 de mayo fue la fecha elegida para efectuar el despegue, pero el avión chocó con el ala inferior izquierda con una camioneta situada al borde de la pista, lo que les obligó a posponer el viaje, además de meterles en un buen lío. Ante de partir habían desvelado a la prensa su destino real, La Habana, lo que provocó que al día siguiente se descubriera su plan.
El mando militar habló con ellos para comunicarles que el vuelo a Cuba podría hacerse, pero que aquel no era el momento idóneo. Tenían dos opciones: o partían hacia Asia o les apartaban del proyecto. Los capitanes se resignaron y, tras la reparación del avión, despegaron desde Tablada el 29 de mayo de 1928 hacia Oriente Medio. Una vez en el aire se dirigieron al Mediterráneo y entran en Asia Menor cerca de Alepo, momento en que la meteorología cambió bruscamente, pues se encontraron con uno de los mayores retos que un piloto podía encontrar: una tormenta de arena.
Volaron entre la tormenta durante horas hasta que la arena provocó una avería en el motor que, tras 28 horas y 5.100 kilómetros de vuelo sin escalas, les obligó a aterrizar entre Bagdad y Basora, en Nassiryha, sin haber conseguido superar el récord de 6.290 kilómetros. Además, fueron hechos prisioneros por los beduinos hasta que fuerzas británicas los rescataron y llevaron a Basora, donde esperaron tres meses los repuestos necesarios para reparar el avión y volver a casa.
Y como las desgracias nunca vienen solas, mientras estaban en Basora, se les informó de que el récord mundial de distancia en vuelo había sido batido por los italianos Farrarin y Del Prete, tras recorrer 7.188 kilómetros.
Segundo y último intento: América
A pesar del fracaso de este primer intento, no se desanimaron, y pidieron de nuevo autorización para su vuelo intercontinental, aunque su destino ya no sería Cuba, sino Brasil. Querían intentar batir de nuevo el récord y aprovechar para hacer un raid por toda Hispanoamérica. Los mandos militares, tras el éxito del vuelo de los italianos, consideraron que era un plan factible, así que concedieron el permiso solicitado a los dos aventureros.
Nada podía ir mal, así que se pidieron cientos de parte meteorológicos, se desmontó y revisó a fondo el Jesús del Gran Poder y se estudiaron a conciencia todas las rutas, alturas y velocidades necesarias para romper el récord y que el viaje fuera lo más seguro posible.
Se fija la salida del aeródromo de Tablada para las 17 horas y 35 minutos del Domingo de Ramos, el 24 de marzo de 1929. Durante las primeras horas, todo fue de maravilla, pero en medio del Atlántico se encontraron con fuertes vientos y tormentas, que les obligaron a aumentar el consumo de combustible. Al ser su avión un biplano de tierra y no un hidroavión, caer sobre el agua significaba el fin del viaje, por lo que no podían permitirse no llegar a tierra.
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Afortunadamente avistaron tierra, pero, tras 43 horas y 44 minutos de vuelo ininterrumpido y con apenas 50 litros de gasolina en los depósitos, deciden aterrizar en el aeródromo de Cassamary, cerca de Bahía. No podían continuar.
Habían recorrido 6.550 kilómetros, no habían batido el récord mundial de distancia aunque se quedaban en segundo lugar, pero sí conseguían otro extraordinario y maravilloso récord, el de mayor permanencia en vuelo sobre el mar con una aeronave terrestre, suficiente para entrar en la historia por la puerta grande.
Recibieron telegramas de los reyes de España y de otros aviadores como Charles Lindbergh felicitándoles por la hazaña, pero aquel raid aún no había terminado. Todavía les quedaba realizar el recorrido por toda América como portadores del saludo y el recuerdo de España.
El día 28 viajaron a Río de Janeiro, donde fueron recibidos por una multitud y el presidente de la república brasileña. Tres días después llegan a Uruguay, son escoltados por la fuerza aérea hasta aterrizar en un aeródromo de Montevideo y son sacados a hombros. Su viaje les llevó por buena parte de Hispanoamérica, donde eran recibidos como auténticos héroes por miles de personas: Buenos Aires, Santiago de Chile, Perú, Panamá, Nicaragua… hasta que el 17 de mayo de 1929 aterrizaban en La Habana.
La vuelta a casa
Habían recorrido 22.000 kilómetros y volado 121 horas desde su salida de Sevilla. Los dos héroes pretendían continuar hasta Washington y Nueva York, para después volver a cruzar el charco en vuelo directo a España, pero su idea no fue autorizada. El Jesús del Gran Poder fue desmontado y embarcado en el crucero español Almirante Cervera junto a sus dos pilotos, de vuelta a España.
El 7 de junio llegaban a Cádiz, montan de nuevo el avión y parten volando al aeródromo de Tablada, en Sevilla, para poner punto final a su periplo. A su llegada son recibidos por una fabulosa formación de 125 aviones, algo jamás visto en España hasta entonces, y son aclamados como héroes por miles de personas.
Ese mismo día por la tarde vuelan a Getafe donde, ante más de 50.000 personas, reciben la bienvenida oficial del infante Alfonso de Borbón, Primo de Rivera y multitud de autoridades militares y civiles españolas.
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Finalmente, el 19 de junio de 1929, eran homenajeados en El Retiro por el rey Alfonso XIII, que les otorgó las llaves de gentilhombres y les impuso la Medalla Aérea, en reconocimiento por su gesta y por el éxito del vuelo del 'Jesús del Gran Poder', que puso a España a la vanguardia de la aeronáutica mundial.
El Jesús del Gran Poder siguió volando por todo el mundo y, en la actualidad, completamente restaurado, tiene un lugar privilegiado en el Museo del Aire de Madrid, en Cuatro Vientos.