El 1 de septiembre de 1939, Adolf Hitler anunciaba la invasión de Polonia en represalia por el ataque de soldados de este país en territorio alemán. En realidad, todo fue un montaje de los nazis para justificar la invasión de Polonia. Un día antes, media docena de miembros de las SS, fingiendo ser soldados polacos, habían irrumpido por la fuerza en una emisora de radio alemana disparando al aire. Los asaltantes redujeron a los empleados y lanzaron violentas proclamas contra el Führer y el Tercer Reich.
Por eso, la mañana del 1 de septiembre, y con la justificación de los hechos ocurridos el día anterior, soldados alemanes movilizados de antemano avanzaron hacia Polonia a través de distintos puntos fronterizos, pero Hitler no contaba con que Gran Bretaña y Francia se pondrían del lado polaco.
La Segunda Guerra Mundial había comenzado.
Cuando Inglaterra entró en guerra, millones de ingleses decidieron alistarse en el Ejército, entre ellos un ilusionista cuya solicitud fue rechazada debido a su edad. Así que decidió que, si no podía luchar con armas, emplearía la habilidad que llevaba toda su vida perfeccionando para vencer a los nazis: la magia.
El mago soldado
Jasper Maskelyne había nacido el 29 de septiembre de 1902 en Londres. Era hijo de un ilusionista e inventor y nieto de John Nevil, considerado uno de los padres de la magia moderna. Además, uno de sus antepasados, Nevil Maskelyne, había sido astrónomo real en la corte de Jorge III, lo que le valió para que un cráter en la Luna recibiese su nombre. Con estos antecedentes no es de extrañar que con sólo 9 años ya se subiese a un escenario para hacer sus primeros trucos.
Con 24 años, Jasper debutó en solitario y en poco tiempo se convirtió en uno de los magos más famosos de Inglaterra. Pero el estallido de la guerra en 1939, iba a cambiarlo todo.
Muchos británicos decidieron alistarse para luchar por su país, pero él fue rechazado por su edad, así que decidió cambiar de táctica, centrando toda su imaginación y conocimiento en la cuestión sobre cómo emplear, de la mejor manera posible, el mundo de la magia contra Adolf Hitler.
Para ello, a través de Hendley Lenton, amigo de Winston Churchill, consiguió que el primer ministro conociera sus proyectos sobre el empleo de la magia en la guerra, lo que permitió a Jasper reunirse con su asesor científico, Frederick Lindemann. En aquella reunión Jasper soltó toda su artillería: “Denme libertad y no habrá límites para los efectos que puedo crear en el campo de batalla. Puedo crear cañones donde no los hay, puedo colocar un ejército entero o crear aviones invisibles. Denme cartulina y pegamento suficiente y construiré un ejército para ustedes”.
Y le pidieron una prueba. Que les enseñara allí y en aquel momento, lo que podía hacer. Y así lo hizo. Utilizando espejos y una pequeña maqueta, Jasper hizo creerles que un buque de guerra alemán estaba cruzando el Támesis.
Finalmente, permitieron que se alistara. Recibió la instrucción militar en el castillo de Farnham, lugar donde se encontraba la sede de la Compañía Real de Ingenieros al mando del mayor Richard Buckley. Allí estudió disciplina militar junto a artesanos, escultores, electricistas, pintores, diseñadores y sastres, además de aprender el arte del camuflaje militar.
Poco después del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Winston Churchill decía: “En la guerra, la verdad debe ir acompañada por una escolta de mentiras”, una máxima que, el comandante en jefe del Ejército británico en el norte de África, Archibald Percival Wavell, decidió poner en práctica creando una unidad de contraespionaje con la que confundir al enemigo.
¿Y quién mejor que un mago para crear ilusiones?
Wavell reclutó a Jasper Maskelyne en Farnham y le puso al frente de un peculiar equipo de cinco hombres: un guía, un carpintero, un dibujante de caricaturas, un pintor al óleo y un erudito sargento experto en cultura castrense. Todos estos hombres formaban una singular unidad a la que comenzó a llamarse La Cuadrilla Mágica.
Maskelyne estuvo al frente de La Cuadrilla Mágica, compuesta por un guía, un carpintero, un dibujante, un pintor y un sargento.
Fueron embarcados en un trasatlántico que pasó tres meses navegando a lo largo de la costa norte africana para despistar a posibles espías alemanes, hasta que se instalaron definitivamente en El Cairo.
En 1941 había llegado a África un recién creado y temido cuerpo, conocido como Afrika Korps, bajo el mando del mariscal de campo Erwin Rommel, el zorro del desierto, que estaba ganando la batalla con ingeniosas tácticas militares. Tenían que engañar al zorro, así que el alto mando encomendó a la Cuadrilla de Jasper sus primeras misiones.
La Cuadrilla Mágica en acción
La primera consistió en “ocultar” de la fuerza aérea alemana más de 200 tanques que habían llegado al puerto de Alejandría para que atravesaran desapercibidos el desierto. Como no tenían pintura, emplearon una sustancia que habían encontrado en el vertedero: toneladas de salsa Worcester en mal estado. Y para lograr que su color se asemejase al de la arena del desierto, añadieron a la mezcla estiércol de camello desecado al sol. Cuando los tanques se pintasen con la mezcla, nadie desde el aire sería capaz de reconocer que bajo todo aquel maquillaje había una máquina de guerra.
Su siguiente misión consistió en “disfrazar” blindados como simples camiones vacíos para engañar, nuevamente, tanto a la aviación alemana como a los equipos de reconocimiento enemigos. Para ello creó un escudo, una sencilla estructura de madera con un lienzo pintado que, cuando se extendía sobre el blindado, lo convertía en un anodino camión de transporte vacío.
Esta estructura era ligera, podía ser colocada y retirada rápidamente por sólo dos personas y era tan real que incluso la sombra proyectada en el suelo se correspondía con la que tendría un camión real. El engaño era tan perfecto que, tras construir el primer modelo, Maskelyne pidió a sus superiores que tratasen de adivinar cuál era el vehículo falso, que habían camuflado en medio de un convoy, pero no llegaron a conseguir identificarlo.
Ocultando el puerto de Alejandría
Tras el éxito de todas las pruebas, el alto mando británico les pidió algo imposible, quizá el mayor truco de magia de su vida y, quizá, de la historia: ocultar el puerto de Alejandría.
Este enclave era vital para los aliados, ya que gracias a él mantenían una línea de abastecimiento y aprovisionamiento imprescindible para mantener a todo el Ejército en el norte de África. Por Alejandría llegaba petróleo, municiones, armamento, provisiones y hombres, sin los cuales la derrota estaba asegurada.
Consciente de ello, Hitler ordenó bombardear hasta la saciedad Alejandría noche tras noche hasta que el puerto quedara reducido a cenizas, lo que provocó aquel descabellado plan de ocultación que encomendaron a La Cuadrilla Mágica.
Jasper no podía esconder el puerto de Alejandría, pero sí podía cambiarlo de sitio. A poco más de un kilómetro de distancia había una bahía donde creyó que podrían construir una réplica de Alejandría hecha de papel y cartón.
Para ello solicitó fotografías aéreas con el objetivo de ver la ciudad tal y como la veían los pilotos alemanes para, jugando con luces, sombras y estructuras, recrear exactamente el dibujo nocturno del puerto. La réplica tenía un faro, al igual que la original, pero de cartón, barracones, edificios e incluso una falsa flota de buques fondeados en el lugar. Todo falso.
La idea era la siguiente: una vez detectados los bombarderos alemanes, se apagarían las luces del puerto de Alejandría y se encenderían las de la réplica, para que bombardeasen aquel puerto de cartón, mientras se activaban explosivos remotamente para dar la impresión de que las bombas enemigas estallaban sobre blancos reales.
Durante el día la representación continuaba, ya que existía una unidad dedicada a falsear los destrozos provocados por las bombas en el verdadero puerto de Alejandría, donde plantaban bombas de humo, extendían escombros humeantes y simulaban la destrucción. De esta manera, los aviones de reconocimiento alemanes enviados durante el día no tendrían dudas de que sus compañeros habían acertado en los blancos por la noche.
De la idea a la realidad
Cuando el plan estuvo preparado, tan sólo quedaba esperar. Cuando los primeros motores fueron detectados, la Alejandría real se apagó y se encendió su réplica. Los bombarderos alemanes avanzaban por el cielo, pero no lo hicieron hacia Alejandría, sino hacia su maqueta de cartón-piedra, a la que comenzaron a bombardear. El truco había funcionado y los ataques se sucedieron durante varios días sobre el falso puerto. La Cuadrilla tan sólo tenía que sustituir cada día el escenario destruido para continuar con el engaño la noche siguiente.
El gran truco: detectados los bombarderos alemanes, se apagarían las luces del puerto de Alejandría y se encenderían las de la réplica, para que bombardeasen aquel puerto de cartón.
La estratagema fue tan perfecta que Rommel y Hitler estuvieron convencidos durante gran parte de la guerra de que habían destruido Alejandría, pero no se explicaban como los aliados la reconstruían siempre con tanta rapidez, ni cómo sus líneas de suministro no eran afectadas por los bombardeos.
Poco a poco, Jasper y su Cuadrilla se fueron convirtiendo en auténticas leyendas entre los aliados y se dedicaban a construir Ejércitos enteros de tela y cartón colocados entre tropas reales para que, desde la distancia, pareciera un enorme contingente de soldados cargados hasta los topes de armamento y munición.
También recibían encargos para simular submarinos o acorazados e incluso llegaron a camuflar barcos de guerra británicos para que pareciesen inofensivos pesqueros egipcios en las aguas infestadas de submarinos del Mediterráneo.
Pero todavía quedaban misiones imposibles por realizar. Y una de ellas era una locura.
El blindaje de luz del Canal de Suez
El Canal de Suez, es una vía navegable de más de 160 kilómetros de longitud que conecta el Mar Rojo con el Mediterráneo y que ofrecía a los ingleses una ventajosa ruta comercial y de abastecimiento con Asia, que los nazis atacaban de manera recurrente con grandes contingentes de cazas y bombarderos con la intención de cortar el tráfico en su interior.
Así que los británicos, desesperados pero esperanzados tras ver los resultados de Alejandría, decidieron poner de nuevo su futuro en manos de Jasper y su Cuadrilla. Pero una cosa era ocultar un puerto en la oscuridad o tanques bajo lonas y otra era esconder algo tan monstruoso como el Canal de Suez.
Inicialmente el mago pensó en utilizar espejos, para realizar la ocultación, pero sería imposible hacerse con la cantidad necesaria, así que optó por colocar reflectores de luces estroboscópicas de grandes dimensiones a lo largo de todo el Canal, creando una cortina de luz tan grandiosa que los pilotos nazis serían incapaces de fijar sus blancos. Además, instaló cientos de maquetas de barcos en llamas en las orillas que confundían todavía más a la fuerza aérea alemana.
De esta manera, el canal se revestía con un fabuloso blindaje que no era de metal, sino de luz. Y el truco funcionó. El Canal de Suez se mantuvo abierto y relativamente seguro durante toda la campaña del norte de África. El mago había cumplido de nuevo con su misión.
El truco final
Pero todavía quedaba una última tarea para La Cuadrilla Mágica: crear un ejército fantasma para engañar al mariscal Rommel de que los británicos atacarían desde el sur de su posición, en El Alamein.
Para ello, Jasper y su equipo crearon un ejército virtual con globos en forma de tanques, camiones disfrazados de blindados, tropas de cartón y aviones de papel. También realizaban transmisiones de radio ficticias donde incluían ruidos de trabajos inexistentes para hacer creer en una actividad frenética. Además, construyeron depósitos de agua, cañones e incluso un falso oleoducto.
Los expertos de La Cuadrilla también propagaban rumores entre la población sobre aquella increíble acumulación de tropas, para que llegara a los oídos de los espías y colaboracionistas nazis y con ellos a los mandos alemanes para hacerles creer que una amenaza de proporciones bíblicas llegaba desde el sur.
La treta funcionó, provocando que los alemanes desatendieran su frente norte desviando sus tropas al sur para atacar a aquel Ejército de pacotilla. Para cuando se dieron cuenta del engaño, el VIII Ejército británico al mando de Montgomery ya se les había echado encima, cambiando el curso de la guerra.
El mago olvidado
Jasper y sus hombres siguieron utilizando la magia, el ilusionismo y el espectáculo hasta el final de la guerra. En 1946, con el rango de mayor, y tras haber servido en 16 países, el mago regresaba con su familia y La Cuadrilla M se disolvió. A pesar de su extraordinaria y decisiva labor no recibieron condecoraciones ni reconocimiento alguno.
Jasper Maskelyne regresó a los escenarios, pero sus actuaciones ya no tenían el éxito de antaño, la Inglaterra de posguerra no estaba interesada en sus trucos, así que se mudó a Kenia, donde trabajó para las autoridades coloniales británicas en la guerra contra los insurgentes locales, país en el que falleció en 1973.
Tras su muerte su leyenda no paró de crecer y poco a poco se fue conociendo su papel en la guerra secreta contra el terror nazi. Hay quien afirma que todavía queda mucho por saber sobre este extraordinario mago de la guerra que fue capaz de ocultar un puerto, blindar un Canal y engañar a Rommel, uno de los militares más brillantes de todos los tiempos.
La verdad se sabrá dentro de unos años. Los informes oficiales sobre su intervención en la guerra están clasificados como secretos y no verán la luz hasta 2046. Quizá todavía quede por conocerse su truco final.