Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial en Europa, las autoridades soviéticas planearon que el Mamáyev Kurgán, una colina que domina desde la altura la ciudad de Volgogrado, se transformara en un monumento conmemorativo de la victoria soviética en la Batalla de Stalingrado (actual Volgogrado), un triunfo decisivo para la victoria de la Unión Soviética contra las fuerzas del Eje, en el Frente Oriental.
El complejo se encuentra coronado por una estatua alegórica de la Madre Patria en su cima, mientras que en su base se encuentran los restos de muchos de los héroes de aquellos combates, en los que participaron casi 700 españoles que fueron condecorados “Por la defensa de Moscú”, “Por la defensa de Leningrado”, “Por la liberación de Varsovia”, “Por la liberación de Praga” o “Por la toma de Berlín”.
70 fueron premiados con las máximas distinciones del Ejército Rojo, las Órdenes de la Bandera Roja, la Estrella Roja y la Gran Guerra Patria.
Pero sólo uno, cuyos restos reposan allí, recibió el mayor reconocimiento otorgado por el país, el de Héroe de la Unión Soviética. Un español cuyo apellido fue empleado por una astrónoma soviética para bautizar un asteroide en su honor y que era hijo de La Pasionaria, uno de los símbolos más populares y poderosos de la historia y fundadora del Partido Comunista de España: Rubén Ruiz Ibárruri.
El hijo de 'La Pasionaria'
Rubén nacía en el valle de Somorrostro, en la provincia de Vizcaya, el 9 de enero de 1920, hijo de Dolores Ibárruri, La Pasionaria, y Julián Ruiz. Era su único hijo varón y, junto a su hermana Amaya, fueron los únicos en llegar a adultos.
Julián era un minero socialista que, junto a Dolores, abandonaron el socialismo para militar en el comunismo fundando, junto a otros integrantes, el Partido Comunista de España, el 15 de abril de 1920.
En 1931, tras la proclamación de la Segunda República, la familia se muda a Madrid, donde Dolores fue llevada a prisión en varias ocasiones, debido a sus discursos, su activa militancia política y por dirigir la publicación Mundo Obrero.
Pero en 1935, tras volver a ser encarcelada de nuevo junto a miles de personas tras la fallida Revolución de Asturias de 1934, decide enviar a sus hijos a la Unión Soviética. Rubén y Amaya cruzarían en tren la Alemania nazi para llegar a Moscú bajo identidades falsas, desde donde fueron enviados a la Casa Infantil Internacional de Ivánovo, a 300 kilómetros de la capital, un albergue en el que estaban acogidos centenares de niños de distintas nacionalidades hijos de comunistas muertos o encarcelados.
Rubén comenzó a trabajar en una fábrica de automóviles y fue acogido por una familia de Moscú, hasta que estalla la Guerra Civil Española, y solicita alistarse en el Ejército soviético para poder luchar en ella. Fue admitido para una escuela de aviación de Stalingrado, pero no pudo realizar su formación debido al daltonismo que padecía, así que decide regresar a España y alistarse en las Brigadas Internacionales como soldado raso.
Pero Franco ganó la Guerra Civil y todos los que habían apoyado al gobierno legítimo tuvieron que huir del país. Rubén cruza los Pirineos y llega a Francia, donde es internado en un campo de concentración del que logra escapar para alcanzar la Embajada soviética en París y regresar a la Unión Soviética para reunirse con su madre y su hermana.
Y la URSS entra en guerra...
En otoño de 1939, Rubén ingresa en la Academia Militar de Btzika, en Moscú, de la que sale con el grado de teniente y es destinado a una unidad militar estacionada en la capital.
Tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana de 1941, Rubén es movilizado a la 175.ª compañía de ametralladoras de la 1.ª División motorizada de Moscú, estacionada en Borisov, Bielorrusia. Al frente de su compañía, sus órdenes eran las de contener el avance de las fuerzas alemanas y cubrir la retirada soviética.
Durante seis horas, Rubén y su unidad retuvieron a los nazis y protegieron el puente sobre el río Beresina mientras cubrían a sus camaradas. Cuando se quedaron sin munición, decidieron salir de sus nidos de ametralladoras para contraatacar con granadas de mano y antitanque, en una acción que desorientó completamente a los alemanes y les permitió ganar tiempo.
Casi todos sus hombres murieron y él quedó gravemente herido, pero consiguieron que todos sus compañeros en retirada cruzasen sanos y salvos aquel puente. Por aquella acción de julio de 1941, fue condecorado con el reconocimiento militar más alto de la Unión Soviética: la Orden de la Bandera Roja, impuesta por el presidente soviético en persona, Mijaíl Kalinin, en septiembre de ese mismo año.
En 1941, Ruiz Ibárruri fue condecorado con el reconocimiento militar más alto de la URSS: la Orden de la Bandera Roja.
Rubén no tenía ya obligación de volver al frente pero, en 1942, pidió regresar justo cuando las tropas alemanas trataban de llegar al Volga, por lo que se le envió, como teniente primero, a Stalingrado, al mando de una compañía de ametralladoras de la 35.ª División de Fusileros de la Guardia. Sus órdenes eran defender la estación de tren de Kotlubán, al norte de la ciudad.
La noche del 23 de agosto fueron atacados por carros de combate y unidades blindadas, logrando rechazar el ataque, pero sufriendo muchas bajas, entre ellas, la del comandante de su batallón, por lo que tuvo que asumir el mando de la defensa.
Al día siguiente, los nazis volvieron a intentarlo y volvieron a rechazarlos, pero durante el ataque Rubén cayó gravemente herido, antes de dar sus últimas órdenes y una consigna muy conocida: “No pasarán”. Su compañía sería aniquilada el 3 de septiembre, justo el día en que el español fallecía a causa de sus heridas.
Rubén, Héroe de la URSS
A título póstumo, el 22 de septiembre recibía una segunda condecoración de la Orden de la Bandera Roja por la defensa de Stalingrado, además del ascenso a capitán. Cinco años después sus restos fueron trasladados al memorial de Mamáyev Kurgán, junto a los de muchas otras figuras destacadas en los combates, donde hay un monumento dedicado en su honor en la sección de los “héroes caídos”.
El 23 de agosto de 1956, le fue concedida la Orden de Lenin y la más alta condecoración otorgada por el país: Héroe de la Unión Soviética. La bandera de su unidad, la 35.ª División de Fusileros de la Guardia, que participó en la toma de Berlín, se conserva en el Museo Central de las Fuerzas Armadas de Moscú, acompañada de documentos, fotografías y objetos personales de Rubén Ruiz Ibárruri.
Pero no sólo Rubén, participó en la Gran Guerra Patria o Gran Guerra patriótica, término que dio la Unión Soviética a la guerra contra la Alemania nazi, sino que casi 700 españoles fueron encuadrados en el Tercer regimiento de voluntarios de Stalingrado, en el Primer batallón de cazadores de tanques, en la Cuarta compañía especial o en el Cuarto regimiento de la Guardia.
A pesar de que la URSS no permitía el ingreso de extranjeros en sus filas, aceptaron estos alistamientos porque muchos eran jóvenes que estaban acogidos ya en la Unión Soviética y porque muchos de estos combatientes tenían experiencia de combate real adquirida durante la Guerra Civil española.
Y no sólo combatieron en tierra, sino que también lo hicieron en los cielos soviéticos. Nueve de aquellos pilotos republicanos exiliados en la Unión Soviética grabaron sus nombres en la lista de ases de la Segunda Guerra Mundial, por derribar a cinco aparatos enemigos o más, destacando sobre todos ellos, dos nombres: Juan Lario y José María Bravo.
Pilotos republicanos en la URSS
Juan realizó 886 salidas de combate y participó en 97 batallas, en las que derribó 27 aviones alemanes. Además, llegó a comandar una escuadrilla durante la Batalla de Berlín. Fue el piloto de caza más exitoso de entre todos los españoles que lucharon en el Ejército Rojo, motivo por el que obtuvo el rango de coronel de la Fuerza Aérea Soviética y por el que fue condecorado con la Orden de la Bandera Roja, la Orden de la guerra patriótica de primera y segunda clase y hasta en dos ocasiones con la Orden de la Estrella Roja.
José María era un aviador tan reconocido que fue elegido para dirigir la escuadrilla de cinco cazas que escoltó a Iosef Stalin a la conferencia cumbre de los aliados en Teherán entre el 28 de noviembre y el 1 de diciembre de 1943. Tres de aquellos aviones de escolta eran pilotados por españoles. Por sus acciones, sería condecorado con la Orden de la Bandera Roja, la Orden de la guerra patriótica de primera clase, la Orden de la Estrella Roja y una Medalla al Valor en combate.
El aporte de España a la Gran Guerra Patria fue tan excepcional que incluso se generaron mitos y leyendas, como el que afirma que un comando español trajo de la retaguardia alemana un cuaderno lleno de cálculos matemáticos y fórmulas físicas, que sirvió para convencer a Stalin de la urgencia en iniciar el desarrollo de la bomba atómica soviética, o el que sostiene la existencia de un plan para eliminar a Adolf Hitler por un comando de españoles disfrazados de oficiales de la División Azul.
Finalizada la guerra, muchos de aquellos valientes se quedaron en la Unión Soviética, algunos en el sector civil, algunos en el aparato militar, como África de las Heras, que se convertiría en una de las espías más valiosas del KGB, mientras otros regresaron a España para continuar la lucha clandestina contra el régimen de Franco.
La importancia de estos valientes héroes queda patente en el hecho de que España es el único país del mundo que tiene el honor de contar con un monumento propio (una capilla) en el Parque de la Victoria de Moscú, como prueba de respeto y gratitud a aquel puñado de hombres y mujeres que combatieron por la URSS: Rubén, Juan, José María, África…