Rusia ha convertido las viejas ciudades militares cerradas de la época estalinista como Sarov —llamadas ZATO en el argot— en polvorines de residuos nucleares que amenazan la seguridad de todo el planeta. Este diario ha reunido datos y testimonios que corroboran que, en contra de lo convenido, los desechos nucleares enviados a Rusia desde distintos países europeos no están siendo procesados y reciclados a cambio de las colosales remesas de dinero que paga Occidente para sacarse de encima su basura, sino masivamente almacenados sin control en condiciones lamentables y no mucho más seguras que las de la era presoviética, en la que los desechos se inyectaban directamente bajo tierra.
EL ESPAÑOL | Porfolio ha buscado y encontrado a un famoso físico oriundo de Uzbekistán que desempeñó responsabilidades en la ciudad secreta creada por Stalin, donde todavía hoy se sigue trabajando en el desarrollo de ojivas nucleares. Alexander Leonidovich Gusev, de 61 años, vive actualmente oculto en los Balcanes, aterrorizado por la posibilidad inminente de que el Kremlin consiga llevárselo de vuelta a Rusia. Es decir, ¡el mismo especialista en hidrógeno que envió el transbordador ruso Buran al espacio está acusado de terrorismo por los suyos y aparece en una lista de buscados por Interpol!
Su historia es novelesca. “Me licencié en San Petersburgo en una institución educativa militar de élite del sistema de departamentos de física extremadamente cerrada”, aclara a este medio. “Después, realicé estudios de postgrado durante cinco años en el Instituto de Investigación Criogénica de Balashija. Yo nací en Tahskent, Uzbekistán, el 8 de septiembre de 1961. Me encanta Rusia, pero no llegué a ella en 1995 por mi propia voluntad, sino por orden del ministro de Defensa de Rusia. Querían que supervisara las instalaciones militares científicas de toda Rusia a instancias del Estado Mayor. Mi lugar de trabajo se hallaba en la ciudad secreta de Sarov, que era y es el nodo principal de la investigación atómica rusa, la sede donde el propio Beria y los servicios secretos especiales de la KGB instalaron el centro nuclear militar más secreto de Rusia. De la misma manera que llegué al país tuve que salir huyendo: en contra de mi voluntad. Podría ser extraditado mañana porque tres de mis apelaciones han sido rechazadas”.
Pero este semanal ha conseguido dar con él y, desde su escondrijo, Gusev ha advertido de que no hay que desestimar la amenaza nuclear que representa Putin o, de forma transversal, las consecuencias de las inclinaciones chapuceras y corruptas que su régimen ha heredado de la URSS en la gestión de las instalaciones nucleares. Según este científico, los administradores rusos de las infraestructuras críticas están más preocupados por comprar caros coches italianos y construirse villas en el Mar Negro que en cuestiones de seguridad.
Hallado en Montenegro
Al hombre que sabía demasiado sobre los secretos nucleares de esta especie de Área 51 de los rusos —la citada Sarov— lo ha encontrado EL ESPAÑOL | Porfolio con la muerte en los talones en Montenegro, un país diminuto bañado por el Adriático. El uzbeko Gusev padece hipertensión, dificultades de visión y un tumor avanzado, pero con todo, teme más a las autoridades rusas que le han perseguido hasta el infierno que al cáncer de vejiga. El físico brillante y reputado cuyas patentes e investigaciones han valorado comités científicos de todo el mundo se ha convertido ahora en un hombre debilitado por la enfermedad y acosado por los federales. El contacto ruso que ha llevado a este medio hasta él anticipa: “Tened en cuenta que es alguien consumido por el miedo. A la gente honrada como a él las transforman en parias y mendigos mientras los corruptos coleccionan dachas”.
¿Qué crimen cometió Alexander? El FSB —heredero del KGB— ha fabricado contra él un expediente a la medida. Supuestamente, hizo una llamada por teléfono y amenazó con hacer saltar por los aires el edificio del concejo de Sarov. Nunca lograron reunir pruebas, pero tampoco las necesitaban. Lo único cierto y demostrado es que Gusev se negó a participar en un programa que, a su juicio, compromete el futuro de Rusia y de la humanidad entera. Los opositores y los disidentes en la diáspora lo tienen por un hombre honesto que renunció a hacerse millonario por no traicionar a sus principios.
Tuvo que salir huyendo en 2019 y, tras agotar todos sus recursos, está a punto de ser extraditado a Rusia por los montenegrinos. Lo que, en su opinión, le aguarda al otro lado del nuevo telón de acero es, en el mejor de los casos, uno de esos manicomios de atmósfera soviética como el de la prisión MOTB-19 GUFSIN de Rostov donde el FSB convierte en vegetales a los disidentes mediante depurados protocolos de psiquiatría punitiva. Gusev ni siquiera descarta que le apliquen la pena capital por terrorismo o le condenen a una larga estancia en la prisión, lo que de facto equivaldría a cadena perpetua, dado su frágil estado de su salud.
“¿Que por qué tuve que huir de Rusia? Por trivialidades”, dice el disidente. “Dispararon contra mi coche; quemaron mi laboratorio; me subieron el alquiler de mi vivienda 23 veces; fabricaron un caso criminal contra mí por supuestas amenazas a las autoridades locales; robaron mi tarjeta sanitaria; sobornaron a los peritos médicos del Ministerio de Justicia para que verificaran la veracidad de mis palabras durante los interrogatorios, y no precisamente mediante un detector de mentiras, sino sirviéndose de unos niños matones del concejo de Sarov para que me administraran por la fuerza fármacos psiquiátricos”.
“En realidad, la situación estaba ya madura desde hacía mucho tiempo”, continúa el disidente. “Todo esto ya empezó en 1999, cuando la dirección del Centro Nuclear de Rusia me presionó para que declarara contra un antiguo diputado de la Duma de San Petersburgo llamado Yan Maksimovich Barsky Dan. Un tipo llamado Valery Tijonovich Punin quería utilizarme para desembarazarse de sus enemigos y reforzar su candidatura a las puertas de unas nuevas elecciones para la dirección del instituto. Aquello es Rusia, amigo. Punin recurrió a un tipo llamado Oleg Yemanov para organizarlo todo. Yemanov tenía un puesto importante en Moscú dentro del sistema de exportaciones militares, pero perdió una gran partida de cartas y tuvo que salir huyendo para no ser asesinado. Los chantajistas de Moscú querían acabar con su vida pero no podían llegar hasta él en la ciudad cerrada de Sarov porque está muy controlada por los servicios militares. O eso creía él. Encontraron su cuerpo congelado bajo una pila de troncos, en un cobertizo cercano a la ciudad”.
Lo que pasó después es que Gusev se negó a declarar contra su amigo y los secuaces del centro le despidieron. “Pasé casi medio año sin trabajo y sin salario. Tenía hijos menores. Mi pequeña Anna, de 7 años, y Valentin Aleksandrovich Gusev, de 14 a la sazón. Y tuve que sacarlos a todos adelante con una mísera pensión militar de unos 100 dólares”.
La aterradora revelación
Con todo, lo peor aún estaba por venir. Como en las mejores películas de espías, la funcionaria Sarova Tijonov y el jefe adjunto Zhizhin volvieron a contactarle en 2017 mientras estaba en Alemania recibiendo tratamiento oncológico. Lo que los apparatchik deseaban ahora era que colaborase en un programa llamado TOR para el desarrollo de tecnologías relacionadas con el almacenamiento y el procesamiento de residuos radiactivos. Antes de que lo destruyeran casi por completo, Gusev era uno de los físicos más reputados de Rusia. Su currículo es simplemente apabullante. Trajes para astronautas, lanzamientos de aeronaves... Alexander ha llegado a patentar hasta 40 inventos y, entre ellos, un famoso sumidero químico que fue utilizado en programas espaciales como Alice. Pero sobre todo, Gusev ha dedicado su vida a investigar los peligros de la energía nuclear.
Que haya sido marcado para la eliminación o que su carrera fuera obstaculizada por el KGB y por su heredero, el FSB, tiene que ver, en primer lugar, con que se convirtiera en un científico exitoso en la cerrada ciudad "atómica" de Sarov, pero también y sobre todo, con su lucha para impedir que Rusia se convierta en el vertedero nuclear incontrolado del planeta.
“Cuando me propusieron unirme al programa TOR, no especificaron los detalles”, revela ahora a EL ESPAÑOL | Porfolio. “Empecé a comprender de qué iba todo aquello cuando un cargo menor llamado Belyaev me dijo abiertamente: 'La ciudad cerrada de Sarov se está preparando para recibir más LRO (residuos radiactivos líquidos), pero la capacidad de procesamiento es completamente insuficiente, así que se ha producido un desbordamiento de los desechos desde los embalses de relaves a las plantas de tratamiento. Están fallando también en la limpieza, de manera que la basura radiactiva se ha filtrado a los acuíferos. ¡Y se trata del mismo agua de la que beben los ciudadanos! ¡De ese mismo manantial se extrae el agua que luego se embotella y comercializa bajo la marca de Sarov! Naturalmente, me negué a formar parte de todo aquello. Y créanme si les digo que me ofrecieron grandes cantidades de dinero”.
Era un secreto a voces demostrado que países occidentales como Francia o Alemania llevaban mucho tiempo desembarazándose de su basura nuclear mandándola a los rusos, pero la revelación de la que Gusev acababa de ser objeto era escalofriante. Moscú no poseía la tecnología necesaria ni la voluntad de procesar esos desechos y se limitaba esencialmente a almacenar el grueso de ellos en ciudades como Sarov. “Escuché todo aquello y me asusté”, dice. “Sabía que aquello era imposible porque los volúmenes de suministro de residuos son demasiado grandes y en Sarov ya había enormes problemas en ese momento. Logré incluso que se destituyera a algunos funcionarios como Razumov, pero no poseía la fuerza ni los medios necesarios para detener ese desastre. Naturalmente, comenzaron a vengarse. Se negaron a arrendarme más locales para investigaciones y fabricaron un caso por terrorismo que me obligó a huir a Montenegro. Mi solicitud de asilo ha sido rechazada y ahora cuento las horas para que se me extradite”.
¿Cómo es el Área 51 de los rusos en cuyos secretos penetramos gracias a su testimonio? La ciudad moderna toma su nombre del monasterio de Sarov, situado junto al río homónimo. Durante la Segunda Guerra Mundial, las construcciones del cenobio fueron usadas para fabricar Katiushas, los míticos proyectiles. Bajo la égida de Stalin, se construyó en ese lugar un complejo de fabricación de armas nucleares conocido en Occidente con el acrónimo de VNIIEF.
Tras el final de la contienda mundial, Sarov se convirtió en una instalación cerrada y altamente secreta. Desapareció incluso de los mapas no confidenciales. En 1954 consiguió el estatus de ciudad y pasó a llamarse Arzamás-16, nombre que conservó hasta 1991. Se estima que a día de hoy viven en el lugar unas 100.000 personas. Andrei Sajarov y otros físicos famosos desarrollaron su trabajo aquí. Todo lo que rodea a esta entidad administrativa situada en la región del Volga sigue envuelto en el secreto y circundado por tres vallas coronadas por alambre de espino.
Penetrando en la ciudad secreta
“Para entrar en Sarov es preciso obtener permisos de varios servicios especiales”, explica a este medio el físico uzbeco. “Todos los que lo intentan son investigados previamente. Puede tomar semanas conseguir las bendiciones del Ministerio del Interior, el FSB, el GRU y la Guardia Rusa. La ciudad está protegida como una frontera estatal y sólo puede penetrarse en ella a través de ciertos puntos de control. Se inspeccionan meticulosamente los vehículos y se cachea a la gente. Agentes de todos los servicios de seguridad patrullan por sus calles y a lo largo del perímetro. Hay cámaras de vigilancia en cada esquina y sistema de reconocimiento de facciones. En cada uno de los edificios del Centro Nuclear Federal de Rusia se verifican nuevamente los permisos de admisión y, por supuesto, está completamente prohibido introducir móviles, lo que explica que no haya fotos del interior de las instalaciones. Todos los empleados del complejo deben suscribir contratos de confidencialidad. Los científicos son permanentemente monitorizados por los servicios de inteligencia y cualquier revelación de secretos es considerada alta traición”.
Incluso a día de hoy, se siguen ejecutando algunos de los programas de desarrollos de armas nucleares más importantes del país. “Por supuesto que se siguen tratando de desarrollar nuevos modelos de misiles y armas”, confirma. “Hay una instalación para la fusión láser, el llamado “Láser Zar”, que viene a ser una enorme bola que generará una presión y una temperatura semejante a la de una explosión nuclear. Se están realizando igualmente experimentos de fusión controlada con retención inercial de plasma. El uso de armas nucleares es poco probable, pero desestimar la amenaza nuclear del Kremlin es completamente estúpido porque no han modificado la doctrina de 2010 que le permite hacerlo incluso para repeler ataques con armas convencionales cuando la existencia del estado se vea amenazada. Lo peor de todo es que se han desarrollado nuevos métodos de lanzamiento de misiles nucleares por medios submarinos e hipersónicos que proporcionan a Putin una capacidad militar absolutamente monstruosa y bárbara”.
Gusev se refiera al Poseidón, un vehículo submarino multipropósito del que existen dos versiones con ojivas de 57 y 100 megatones. “Cada ataque podría destruir una ciudad de hasta 8 millones de habitantes”, asegura el científico. “Es obvio que, de forma preferente, esos ataques se dirigen contra países que, como Estados Unidos o el Reino Unido, suponen una amenaza militar directa para Rusia, pero también podrían utilizarse contra otras potencias marítimas de la OTAN como España. Las consecuencias de algo así son catastróficas para toda la humanidad, lo que explica que el proyecto de creación del Poseidón se abandonara durante la época de Sajarov. Ahora, sin embargo, ha sido ya puesto en servicio. Como opera a grandes profundidades es completamente invisible y no existe ningún arma que pueda hacerle frente”.
La ciudad cerrada y secreta de Sarov fue justamente el escenario donde Stalin consiguió crear la primera bomba atómica de los bolcheviques. Mientras se sigue trabajando en otros desarrollos militares, lo que sucede ahí dentro actualmente es, al decir de Gusev, aterrador. La tasa de mortalidad de los habitantes del asentamiento son notablemente superiores a las del resto de los rusos, al igual que el ratio de personas afectadas por tumores o los bebés que nacen con anomalías congénitas. La presencia de plutonio, tritio y radionucleidos en los organismos de sus habitantes ha sido verificada por estudios científicos.
Como en Chernobyl
¿Por qué sucede todo esto? En primer lugar, se sabe que la ciudad ha sido el escenario de muchos incidentes de contaminación química y radiactiva. En 1997, se produjo un accidente en la producción de isótopos de cadmio que obligó a hospitalizar en estado grave a más de 40 personas. Sólo dos de ellas fueron reconocidas como víctimas.
Claro que la amenaza sobre la que ahora advierte el científico Alexander Leonidovich Gusev es aún más inminente e implica a los países de Occidente. “En 2017, se habían acumulado ya en Rusia más de 500 millones de metros cúbicos de residuos radiactivos líquidos (LRO) y más de 70 millones de residuos radiactivos sólidos (RAO) procedentes de países como Alemania o Francia”, sostiene el disidente. “De un lado, los europeos se sacaban de encima los residuos y del otro, Rusia obtenía beneficios netos anuales de casi 6.000 millones de euros. ¿Cómo funciona este negocio? Compañías rusas como Rosatom han estado promocionando en el mundo una supuesta tecnología de reciclaje superior a la del resto y, so pretexto de procesar las escorias, han obtenido ingresos financieros de magnitudes épicas. Sólo gracias a los LRO de Alemania, han conseguido billones de rublos. Y la importación de basura radiactiva no se ha detenido tras la invasión de Ucrania. Al menos 4.000 toneladas de residuos han seguido entrando a Rusia cada año”.
El problema es que el grueso de la mugre nuclear no se ha procesado jamás. Se limitan a acumularla en ciudades secretas como Sarov u otros emplazamientos. Existen igualmente evidencias de que contenedores con hexafluoruro de uranio (UF6), procedentes de Francia, han sido almacenadas dentro del territorio de complejo químico de Séversk, una factoría de reprocesamiento nuclear conocida con el nombre de Tomsk-7.
“Putin firmó en 2001 una serie de actos legislativos que permiten suscribir contratos para la importación de desechos radiactivos de Alemania y otros países. Solo la empresa URENCO planeaba traer a Rusia 12.000 toneladas de residuos desde 2019 a 2023”, revela el científico. “El problema es que esas cantidades no guardan ninguna relación con nuestra capacidad de reciclaje y de almacenamiento seguro. Los desechos secundarios procedentes del extranjero siguen almacenándose en Rusia incluso después de ser sometidos a procesos de enriquecimiento. Hasta el 98% del volumen de esa basura importada se asienta para siempre en la Federación”.
"La basura radiactiva se ha filtrado a los acuíferos. ¡Y se trata del mismo agua de la que beben los ciudadanos!"
“No sólo no reciclan sino que acumulan los desechos en unas condiciones espantosas. Normalmente los hacinan dentro de bidones que sitúan al aire libre. Esos contenedores están hechos de acero ordinario de la marca 18HN10T y con el tiempo, la soldadura se degrada, no tanto porque se hallen a la intemperie como porque sufren un proceso de radiólisis, que es cuando la humedad condensada del aire introduce hidrógeno en las soldaduras del barril y destruye la estructura”.
El descubrimiento que Gusev realizó cuando rechazó enormes cantidades de dinero para involucrarse en el programa Tor es que hace ya mucho tiempo que se vienen produciendo fugas de residuos de baja y media intensidad (RBMA) de las plantas de tratamiento de Sarov hacia el medio ambiente y las aguas subterráneas. “Baste decir que el rastro radiactivo del tritio llega hasta Moscú, aunque esté a 500 kilómetros de distancia. Debajo de Sarov hay un mar subterráneo muy grande de hermosa y sabrosa agua dulce. Esta masa es muy grande. Pero si se siguen importando y almacenando a largo plazo enormes cantidades de residuos procedentes de Alemania van a producirse situaciones peligrosas. El Gobierno de Putin ha engañado a la comunidad internacional pretendiendo que trabajaba en la eliminación de los residuos”.