Heridas entre la comunidad rusa y ucraniana en Galicia: "En Fin de Año brindamos juntos"
Cuatro testimonios ponen voz al dolor y a la preocupación con la que las personas eslavas residentes en Galicia están viviendo el estallido de una guerra que ha comenzado a hacer mella, en algunos casos, en sus relaciones personales
26 febrero, 2022 06:00El odio, la desconfianza y el silencio se han instalado entre la comunidad eslava que vive en Galicia. Más de un millar de rusos y cerca de ocho centenares de ucranianos tienen su residencia fijada en nuestra comunidad autónoma, según los últimos datos del INE, y, hasta la fecha y por norma general, mantenían entre ellos una relación fluida en la que todo lo que les unía era más fuerte que lo que les distanciaba.
Aunque les separan miles de quilómetros del foco del conflicto, estos días han sido especialmente complejos para cada uno de ellos. Pocas horas de sueño, incertidumbre, comunicación constante con sus familiares y amigos que se han visto envueltos en una pesadilla con ciertos tintes a los peores momentos del siglo XX.
Y es que la guerra tiene múltiples caras y las heridas empiezan a supurar, también en Galicia, porque, como apuntan algunos de los ucranianos y rusos residentes en nuestra tierra, el abismo que se ha abierto entre ellos con este ataque será difícil de cerrar.
A través de las voces de algunas de estas personas, intentamos comprender cómo se está viviendo esta guerra más allá de los intereses geopolíticos o económicos. En el seno de las familias, de las relaciones y de los hogares porque, tal y como reflexionaba la escritora bielorrusa Svetlana Alexievich en uno de sus libros, las "personas son más que la guerra" y en las pequeñas cosas reside lo verdaderamente importante.
A través de lo más cotidiano se percataría, precisamente, la siberiana Marina Bakhtina de que las cosas habían cambiado mucho desde el pasado mes de diciembre cuando ucranianos y rusos brindaban en la zona de Vigo, como en tantas otras ocasiones, celebrando juntos el Fin de Año de 2021.
WhatsApp, el termómetro de la tensión
Marina Bakhtina preside la asociación Eslavos Galicia que aglutina en su seno tanto a rusos como a ucranianos. Esta siberiana explica a Quincemil como la guerra se ha dejado sentir en el seno de la comunidad ruso hablante en Galicia en un abrir y cerrar de ojos.
"Teníamos grupos de WhatsApp, celebrábamos cumpleaños y nadie preguntaba quién era ucraniano o quién ruso", detalla la presidenta de esta entidad que ha visto como en los últimos días la tensión terminaba haciendo mella.
"Se empezó a discutir. Los rusos con los ucranianos o los rusos con los rusos" expone Marina que deja claro que una de las normas de los grupos era "no hablar de política". La declaración de independencia de Donetsk y Lugansk prendió la mecha de la desconfianza y algunas de estas personas han roto lazos, según explica la propia Bakhtina.
"Nadie quiere guerra, todos quieren paz", determina esta siberiana que da cuenta de la complejidad humana que entraña esta guerra y que está teniendo su reflejo aquí en Galicia.
"Hay matrimonios con una parte de la pareja rusa y la otra ucraniana" relata Bakhtina que teme, además, que esta situación acabe generando rusofobia.
"El objetivo de la asociación era unirnos como no habíamos podido hacer en nuestros países y ahora la realidad nos separa" lamenta Marina que no duda en confirmar que la situación "es muy triste" y que "cada uno ve lo que quiere ver", en clara alusión a la espiral del silencio que se genera al verse en la obligación de tomar partido por un bando.
"Ya no somos más amigas, ya no somos hermanas", han sido algunos de los mensajes que se han cruzado rusos y ucranianos en los últimos días, según relata Marina visiblemente emocionada.
"Vamos a tardar en recuperar todas estas relaciones que hemos estado trabajando y lo que más me preocupa es la rusofobia que ahora puede acabar con nosotros aquí".
El papel clave del pueblo ruso
Conocedor de estas diferencias insalvables, Serhiy Mulyk, ucraniano que lleva desde los 12 años residiendo en A Coruña, deja claro desde el inicio de la conversación su ausencia de odio hacia el pueblo ruso y agradece, además, el paso que han dado esos ciudadanos residentes en el país que han alzado la voz contra la guerra a pesar de las posibles consecuencias.
Mulyk procede de una localidad que ejerce de frontera terrestre con Crimea y detalla a Quincemil que su educación se desarrolló en ruso y que, de hecho, su contacto más estrecho con el ucraniano se produjo al llegar a Galicia donde se propuso aprender la lengua de su país.
Este ucraniano explica, además, que sus visitas anuales a su país se vieron interrumpidas al cumplir la mayoría de edad por miedo a verse obligado a cumplir con el servicio militar obligatorio.
Con pena, rememora algunos momentos pasados en los que nadie presagiaba una tensión que se ha ido avivando con los años. "Todos los veranos íbamos a Crimea y allí convivíamos, cantábamos canciones juntos y éramos hermanos", reivindica Mulyk.
En contacto constante con sus familiares y amigos, el ucraniano tiene claro que "todo este odio va a durar cientos de años, se transmitirá de padres a hijos" y reflexiona sobre la necesidad que "el pueblo ruso entienda que puede ser libre".
Ante la pregunta de si se ha planteado la posibilidad de acudir a Ucrania al conocer lo que estaba ocurriendo, Mulyk confiesa que la idea ha estado rondando por su mente pero ha acabado comprendiendo que es más útil aquí porque, señala, "la información también es un arma y en España hay libertad de expresión".
En este sentido, considera fundamental que se escuchen voces que hagan entender a las madres de los soldados rusos que sus hijos "van a morir para nada" y alerta sobre la realidad de ese otro Tercer Mundo que constituyen la infinidad de pueblos del territorio que carecen de gas o electricidad, pero en los que "no falta un retrato enmarcado de Putin".
"Se cree el rey del mundo y a esa gente hay que pararla porque vamos a acabar todos mal", sentencia tajante el ucraniano en relación al presidente ruso y, aunque entiende que la entrada de las tropas de la OTAN no sería prudente porque sería leída como una "provocación", solicita ayuda para su pueblo.
En relación a las sanciones económicas impuestas, Serhiy considera que acabarán recayendo sobre el pueblo e insiste en que "Putin es el peligro" y es una persona con muchos recursos económicos.
La realidad en la frontera con Polonia
La identidad y realidad de Wanda, ucraniana residente en Ferrol, es diferente a la de su compatriota, ya que pertenece a una región fronteriza con Polonia.
Lleva en Galicia cerca de año y medio, aunque vive en España desde hace más de dos décadas y confiesa que lleva "varias noches sin dormir" ante el cariz que han tomado los acontecimientos.
"Hablé con mi hermana a las tres de la madrugada y ya estaba asustada con la explosiones", detalla Wanda que explica a este diario que su hermana intentará cruzar la frontera con su hijo pequeño de 6 años hasta llegar a Polonia.
Su cuñado, por la aplicación de la ley marcial, deberá quedarse para combatir y harán lo propio sus padres que han optado por refugiarse en un lugar seguro.
"Mi madre va a estar en un pueblo, en un sótano como cuando mi bisabuela hizo lo mismo con los alemanes en la Segunda Guerra Mundial", explica esta ucraniana afincada en Galicia que tiene claro que los mayores "tienen una mejor preparación militar".
"Yo nací en la URSS y hasta los 13 años tuvimos preparación de este tipo", expone Wanda que confiesa que se ha llegado a plantear la posibilidad de volver a su país.
"Me gustaría estar allí, aquí tengo a mi novio pero si no lo tuviera me iría porque hay que hacer algo", determina Wanda que está en contacto permanente con sus compatriotas en Galicia con los que espera poder desarrollar más movilizaciones como la que el jueves tuvo lugar en María Pita (A Coruña).
En su caso, considera a los rusos como "vecinos" y no como amigos y se muestra crítica con la inacción europea ante la anexión de Crimea en el año 2014 porque el convencimiento de Wanda es el de que Vladímir Putin irá más allá y que sus intenciones pasan por "reconstruir la antigua URSS, ahí no hay diálogo hay hechos".
"El odio nunca es bueno"
Dentro de la comarca de Ferrolterra, a escasos quilómetros de la residencia de Wanda, vive Syuzanna Gonyacheva, siberania con domicilio en Narón (A Coruña) desde el año 2015, que llegó a Galicia acompañada de su hija que, según relata a Quincemil, se ha adaptado perfectamente y ya domina el gallego y el castellano.
Syuzanna cuenta que mantiene el contacto de manera constante con su madre, su hermana y su sobrino y está viviendo con preocupación la dimensión que ha adquirido el conflicto.
"Esto es un dolor porque no pensábamos que esto iba a pasar, si nos llegan a decir que íbamos a pelear con Ucrania no lo creeríamos", detalla Syuzanna que tiene claro que el "odio nunca es bueno".
Aunque muestra su oposición a la guerra, Gonyacheva reflexiona sobre la gran complejidad que entrañan las tensiones que se han ido generando en el Donbass porque, pone el foco en que "muchos de sus habitantes eran de origen ruso y su lengua materna era la rusa".
Estos testimonios atestiguan los diferentes prismas y vivencias de un conflicto en el que la razón se encuentra atenazada por el odio y que se hace notar ya a miles de quilómetros de la zona de guerra por lo que Serhiy Mulyk insiste en la necesidad de "abrir los ojos" y entender la importancia de vivir en un lugar como Galicia y de "cuidar nuestra libertad".