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Once grados en el exterior y la terraza del bar está llena. La mayoría de los que allí se sientan tienen un cigarrillo en la mano. La lluvia y el frío poco importan a muchos si eso conlleva poder fumar un pitillo. "Sea invierno o verano, fumar un pitillo mientras tomas algo con amigos siempre presta. Yo dentro no me pongo nunca", cuenta tajante Juan. En el mismo espacio tenemos el lado contrario de la balanza. Una persona incómoda que intenta evitar a toda costa el humo del tabaco. “Al final no fumo, pero tengo que aguantar el humo de los demás. Estoy todo el rato intentando no comerme el olor, pero al final es inevitable”, contrarresta Marta.

En alguna ocasión esas posiciones contrarias han traído más de una discusión a la terraza de los bares. Pero, ¿es legal fumar en una terraza en Galicia?, y si es así, ¿podría prohibirse a corto plazo? La pandemia cambió las costumbres y normativas de multitud de países. Las comunidades autónomas, por ejemplo, impusieron una norma que prohibía fumar en las terrazas de los locales de hostelería para evitar posibles contagios de covid-19.

Hombre fuma en la terraza de un bar durante la pandemia

Durante siete meses Galicia vivió sin humo en las terrazas de bares y restaurantes. Muchos recuerdan molestos la prohibición, pero otros tantos luchan por que sea definitiva. El Gobierno Central estudió actualizar la Ley antitabaco para prohibir fumar en las terrazas. Sin embargo, su posible actualización ha quedado en el limbo hasta después de las elecciones, cuando el próximo Ejecutivo aborde la modificación.

En Galicia cada año mueren 3.000 personas a causa del tabaco, según datos de la Sociedad Gallega de Patologías Respiratorias. Incluso los que no fuman padecen los inconvenientes del tabaquismo: se calcula que por cada 10 muertes de fumadores activos se produce una de un fumador pasivo. Con una simple regla de tres obtenemos un dato esclarecedor: en Galicia cada año mueren 300 fumadores pasivos. No han elegido hacerlo, pero el humo del tabaco pasa factura a su salud.

“Tu libertad termina en las narices de la otra persona”

El Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo lleva años luchando por endurecer la normativa. Explican que, pese a lo que muchos creen, “la distancia en una terraza no es suficiente, es un espacio libre muy limitado”. Su portavoz, el Doctor Francisco Pascual, explica que “aunque la concentración de humo sea menor, puede causar problemas respiratorios, asma, alergias o incluso problemas cancerígenos”.

Pascual exige más contundencia de las Administraciones y pone de ejemplo la normativa de 2011: “Fuimos pioneros, pero ya está caducada”. Prohibir el humo en terrazas, estadios y playas lo ve “una cuestión de salud, concienciación y valores”.

"Quien fuma enferma y quien está a su lado también"

Gema García-Abril, gerente de la Asociación española Contra el Cáncer en la provincia de A Coruña, es tajante: fumar en una terraza no sólo perjudica a quien lo hace, sino a todos. Pone encima de la mesa que "en la pandemia se demostró que el humo tiene un impacto de hasta 8 metros". Añade también que, según estudios de la asociación, el 95% de las terrazas tienen niveles de nicotina perjudiciales para la salud. Esta situación podría deberse a que una colilla sigue desprendiendo sustancias químicas como la nicotina hasta 24 horas después de ser apagada.

Para Gema fumar en un bar afecta a todos. "Quien fuma enferma y quien está a su lado también. El tabaco no es como el alcohol o el azúcar, que solo afectan a quien lo consume", recapitula. En su opinión, una de las peores cosas que acarrea fumar en una terraza es el ejemplo que le damos a los niños: "Si desde pequeños ven que situaciones de ocio agradables como tomar algo están acompañadas de un pitillo, al final lo normalizan y lo ven como algo positivo", explica.

Aunque de positivo, aclara, no tiene nada: cada pitillo contiene más de 70 sustancias cancerígenas. "El tabaco mata a gente de cáncer, tenemos que ser serios", dice tajante. Lo dice con conocimiento de causa. Ella también fumó durante años, aunque por suerte pudo dejarlo. "El 18% de la población fuma, pero el 82% no", recuerda.

“A los fumadores hay que dejarles vivir”

Un colectivo de los más contrarios a una posible Ley Antitabaco es el sector hostelero. El tabaco es un producto tan a la orden del día que cuesta ver una terraza de Galicia sin un paquete de cigarrillos encima de la mesa. Héctor Cañete, presidente de la Asociación de Hostelería de Galicia, entiende que “a los fumadores hay que dejarles vivir” y que hay que respetar la libertad que tienen para fumar en exteriores.

Cañete defiende que si se fuma al aire libre “no se está molestando a nadie”, y no ve equiparable una medida así con la tomada en 2011 que “era cuestión de salud pública”. A todo ello suma la perspectiva económica, pues reconoce que la prohibición de fumar en los interiores afectaría de forma notoria a los ingresos del sector hostelero porque “siempre que hay este tipo de restricciones afecta al consumo”.

Restrictivos en el consumo, pero no en el precio

Estanco de tabaco

España es uno de los países más restrictivos con el consumo de tabaco. En la Unión Europea los países más duros son, según datos de la propia Unión: Irlanda, Grecia, Bulgaria, Malta, España y Hungría. En ninguno se permite fumar en espacios públicos cerrados, si bien en nuestro pais fumar sigue saliendo a cuenta en términos monetarios.

El precio del tabaco en España es muy inferior al de otros vecinos como Irlanda, Francia, Finlandia, Países Bajos o Dinamarca. Para el doctor Francisco Pascual, “se pone frenos por un lado, pero se dan alas por el otro”. Estos son los 5 países europeos con el tabaco más caro en 2022 según la Tax Foundation.

• Irlanda: 13,43 €/paquete
• Francia: 10,19 €/paquete
• Finlandia: 8,60 €/paquete
• Holanda: 7,16 €/paquete
• Dinamarca: 6,93 €/paquete

España está en el puesto 14 con un precio medio de 4,53 euros el paquete. Aunque hay que tener en cuenta que las tasas al tabaco se aumentaron el pasado mes de junio, por lo que la media podría subir ligeramente. Con todo, sigue lejos de estar en el top 5.