A Coruña como capital de la felicidad y la oportunidad de repetir los felices años 20
Raúl Varela, uno de los impulsores de la candidatura de A Coruña, nos cuenta cómo los años 20 del siglo pasado fueron un proceso de cambios tras una dura pandemia y la Primera Guerra Mundial
17 enero, 2021 06:00A Coruña ha sido seleccionada esta semana como capital mundial de la felicidad en el año 2021 y la ciudad herculina pasará a ser, desde el mes de marzo de este año, eje central del World Happiness Fest, un festival mundial que cuenta con la colaboración de centenares de expertos para explorar la mejora de la calidad de vida de toda la humanidad. A Coruña tiene la oportunidad de proyectarse a nivel global y de, una vez pasada esta pandemia, ser la protagonista del inicio de unos nuevos felices años 20.
El pasado año 2020 leí varios artículos acerca de la década de 1920, considerando erróneamente que esa década “dorada” dio comienzo en 1920, cuando en realidad la misma empezó el 1 de enero de 1921. Todas las décadas dan comienzo en los años que empiezan por 1, puesto que nunca existió el año 0. El primer año de nuestra era es el año 1 (nacimiento de Cristo) y el año anterior fue el año -1, no el año 0. Nunca hubo año 0.
Sentado esto, la década de los veinte acaba de empezar.
El comienzo de una nueva década justo tras el final de uno de los peores años de la historia de la humanidad y la famosa frase que dice que “la historia se repite”, me hacen albergar ilusiones y deseos esperando el regreso de los dorados o felices años 20.
Veamos porqué.
Es fácil repasar los libros de historia o economía para darse cuenta que algunos de los sucesos más importantes vividos durante el siglo XX y lo que llevamos de XXI son prácticamente repeticiones de algunos que sucedieron tiempo atrás.
La historia se repite
Al leer esto, muchas personas seguramente pensarán en la crisis económica que comenzó en Wall Street con el conocido “crack” en 1929 y que sumió al país en la pobreza y la escasez durante los siguientes años de la década de los 30 y su correlación con la crisis mundial de 2008-2013.
Sin embargo, si echamos la vista atrás, nos encontramos con que ya había sucedido algo muy similar con anterioridad. En 1873 una gran crisis económica azotó con fuerza a todo el planeta, especialmente a Estados Unidos y a Europa. Éstos habían protagonizado crecimientos económicos espectaculares derivados de la segunda revolución industrial y del final de la Guerra Civil de Estados Unidos. Aunque los historiadores discrepan en cuanto a su duración, se calcula que duró unos 23 años, nada más y nada menos que hasta 1896.
Ahora los expertos de todo el mundo tratan de estudiar el desarrollo de estas crisis para procurar evitar nuevas depresiones tan profundas en el futuro. Parece ser que esto tendrá que pasar por un gran cambio de sistema en la mayoría de los países capitalistas de todo el mundo, pero a este cambio me referiré al final del artículo.
Los felices años 20 tras la Gripe "Española"
Antes me gustaría recordar que la última gran pandemia, la injustamente mal llamada Gripe Española (1918-1920), que causó millones de muertes, más aún que la recién acabada Primera Guerra Mundial, trajo consigo un período denominado “los felices años veinte” o incluso “los locos años 20”, en donde además de la recuperación económica, se produjo una relajación en las costumbres, incluso una revolución cultural, que se percibió sobre todo en los USA, además de en Europa.
La inevitabilidad de la actual crisis se reflejó cuando muchos analistas cuando hablaron del black swan (cisne negro) o evento impredecible, que estaba por llegar. También por el hecho del largo período de crecimiento económico que se estaba viviendo. Según la información recogida en el National Bureau of Economic Research USA (Oficina Nacional de Investigación Económica de los Estados Unidos de América) desde 1854, ha sido el mayor de la historia, hasta que apareció el virus de la COVID-19.
Pues bien, echando nuevamente la vista atrás, el deseo del ser humano por la innovación nunca se hizo tan patente en el siglo XX como en los años veinte. En aquella década se desarrollaron planteamientos más progresistas en muchos aspectos que los del presente: se concibieron ambiciosos planes urbanísticos; las ciudades se expandieron a gran velocidad; se cuestionaron los modelos sociales tradicionales e instituciones como el matrimonio; las minorías o sectores de la población que hasta entonces habían sido discriminados y reprimidos, como las mujeres o los homosexuales, comenzaron a ocupar un papel en la cultura y la política; la jornada laboral se adecuó mejor a las necesidades de los trabajadores mientras paralelamente prosperaba una creciente industria del ocio; y una movilidad cada vez más democrática impregnaba todas las esferas de la vida cotidiana.
En toda Europa, pero especialmente en Francia y Alemania, países que habían sido severamente golpeados por la Primera Guerra Mundial, los ciudadanos deseaban dejar atrás los años traumáticos e invocar tiempos mejores, mostrando un profundo deseo de experimentar una vida más plena en unas circunstancias sociales nuevas, fruto del cambio. En efecto, “los años transcurridos entre la I Guerra Mundial y la Gran Depresión fueron un período de excitación, movimiento y una nueva forma de vivir”, escribió Marcia Amidon Lusted en el libro The Roaring Twenties. Discover The Era Of Prohibition, Flappers And Jazz (Nomad Press). “Fue el principio de la vida moderna, de las invenciones modernas y del nacimiento de la cultura popular, de una forma que los estadounidenses nunca habían experimentado antes”.
Jean Renoir resumía así la creciente confianza en la tecnología: “Íbamos a pasar de la civilización de la mano a la civilización del cerebro”.
Aprender de los errores del pasado
También en los años 20 fue cuando se formalizaron las ideologías más poderosas y a la vez nocivas que ha generado en ser humano, el propio capitalismo se cohesiona en los 20, de la mano de los EEUU. El comunismo surge con fuerza en el Este de Europa y el nazismo/fascismo intenta aprovechar la pobreza y miseria de la República de Weimar o de Italia para crecer. Los mensajes políticos son dogmáticos, monolíticos, sin dejar espacio al debate o la duda. El populismo se hace norma.
Sin embargo, fueron precisamente aquellos felices años veinte durante los que el fascismo y el nazismo supieron cautivar a la sociedad. Por muchas memorias que se lean de testigos de aquella época, sigue siendo espeluznante, por ejemplo, que la mayoría de los judíos europeos no viesen la que se les venía encima. Como en aquella escena de la película Cabaret en la que después de que los nazis organizasen un acto impresionante en un parque, uno de los personajes dice: “Los utilizaremos para librarnos de los comunistas, pero luego nos libraremos de ellos”.
Los años veinte del siglo XX representan sobre todo un recordatorio de la fragilidad de la democracia y de cómo la libertad puede retroceder cuando las fuerzas políticas se olvidan de defenderla día a día. También sirven para medir las consecuencias del odio, cuando se manipula y fomenta, como ocurrió con el antisemitismo no solo en Alemania, sino en toda Europa. Y parece que la historia insiste en repetirse en este sentido ya desde el comienzo de la década. El 6 de enero de 2021 el congreso de los Estados Unidos es asaltado por fuerzas populistas arengadas por el presidente Trump, exaltadas y excitadas empleando consignas populistas que ya se usaron cien años atrás.
Vamos a intentar que esta década sea dorada porque precisamente hemos aprendido de los errores del pasado y hemos sabido valorar las bondades del presente.
Debería ser ésta una década feliz y dorada por ser el comienzo de la recuperación de la pandemia, de la crisis económica que está asolando el mundo, pero también y sobre todo por introducir en la sociedad y en la economía de manera definitiva términos como sostenibilidad, medioambiente, psicología positiva, igualdad de género, conciliación familiar, educación positiva o tecnologías de la transformación.
La economía de la felicidad
Estudiando el pasado, evitemos tropezar en la misma piedra y hagamos desde la sociedad civil reflexionar a nuestros políticos para que que apliquen de manera efectiva políticas públicas que defiendan la llamada ECONOMÍA DE LA FELICIDAD.
Desde la perspectiva de la Economía, la felicidad ha empezado a ser considerada como un parámetro económico, como un factor indicativo de una riqueza intangible, que muestra el nivel de desarrollo de un país. En este sentido, el profesor de Economía y Filosofía de la Universidad de Harvard, Amartya Sen ya propuso que la calidad de vida y el bienestar fueran analizados como un factor de crecimiento de un país, adhiriéndose así al posicionamiento del también Premio Nobel en Economía Joseph Stiglitz. Efectivamente, son varios los economistas que han destacado la importancia de la felicidad como variable a tener en cuenta en las mediciones de los cálculos macroeconómicos.
Entre los académicos interesados en esta cuestión destaca especialmente el catedrático de Economía de la Universidad de Zúrich, Bruno S. Frey, quien está considerado como uno de los principales expertos de la denominada “Economía de la Felicidad” (Happiness Economics), y quien ha intentado extender la economía más allá de su campo de estudio tradicional, demostrando que no sólo factores como el salario o el desempleo afectan a la felicidad de los ciudadanos, sino también factores institucionales como la democracia y el grado de descentralización política tienen una especial incidencia en el buen vivir de los ciudadanos.
Con ello, trata de poner de manifiesto la vinculación existente entre felicidad y economía, y entre felicidad y democracia. En su trabajo titulado Happiness: A Revolution in Economics, estudia particularmente la relación entre economía y felicidad. Frey considera que, en efecto, una administración descentralizada, un buen sistema sanitario y una alta participación ciudadana son aspectos esenciales. Precisamente, en el mes junio del año 2012, el profesor B. Frey participó en unas Jornadas en la sede de la Fundación Barrié en A Coruña, donde disertó acerca de si deberían los gobiernos hacer felices a los ciudadanos, dentro del marco del XV Congreso de Economía Aplicada. Para B. Frey, los gobiernos deben dedicarse a dar la oportunidad a los ciudadanos de alcanzar la felicidad sentando al menos las bases propicias para ello.
También la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE) ha ideado una herramienta que permite medir de manera personal la calidad de vida. Se trata del índice “Vivir mejor” (Better Life Index), que busca medir la Felicidad Interior Bruta, es decir el bienestar, la felicidad y el progreso de los treinta y cuatro países miembros de esta organización. Esta herramienta que puede ser útil para desarrollar mejores políticas sociales, contiene diferentes categorías como vivienda, ingresos, empleo, educación, medio ambiente, salud, seguridad, gobierno, balance trabajo-vida personal, o satisfacción con la vida, es decir, todos ellos factores que, según la OCDE, miden mejor el desarrollo de un país que el crecimiento del PIB.
La felicidad como factor y obligación
Los políticos y los gobiernos deben procurar la felicidad de los ciudadanos de los países, comunidades, provincias o ayuntamientos que tienen el honor y la responsabilidad de liderar.
La felicidad comienza, por tanto, a preocupar como factor determinante en el grado de progreso de los pueblos. El concepto de Gross National Hapiness se empieza a tener en cuenta en la puesta en práctica de políticas públicas. Se trata de medir la calidad de vida de los ciudadanos, el bienestar del pueblo. Se trata de averiguar qué es lo que en realidad hace al ciudadano sentirse feliz.
Los nuevos años 20 podrán ser felices y brillar por la puesta en práctica de manera real y efectiva de estas políticas públicas.
Desde foros como el WORLD HAPPINESS FEST o instituciones como la Fundación Mundial de la Felicidad (WORLD HAPPINESS FOUNDATION) nos dedicamos a promover encuentros, conferencias, reflexiones, festivales, encuentros y estudios, contando para ello con un panel de decenas de expertos que nos permite hablar con autoridad, de forma tal que ya cuentan con nosotros para asesorarles países, administraciones púbicas e instituciones de todo el planeta.
La flamante web de la fundación es muy ilustrativa para valorar todo lo que estamos haciendo. De cómo el estado puede orientarse de manera clara y decidida a la aplicación real de políticas públicas que hagan que sus ciudadanos sean lo más felices posibles hablaremos en nuestro próximo artículo.
Mientras tanto, feliz año 2021 y brindo por que se repitan las partes positivas de la historia y disfrutemos de unos dorados años 20.
Raúl Varela Barros es abogado y presidente de Varela & Asociados y uno de los organizadores del World Happiness Fest desde A Coruña.