De referente en Europa a la ruina: historia de la última conservera ballenera en Cangas
En 1941 se inauguró la fábrica de Cangas de Morrazo, propiedad de los Massó, que contaba con una serie de negocios vinculados al sector industrial y marinero, entre ellos una importante industria ballenera
27 agosto, 2022 06:00En el sur de Galicia, la localidad pontevedresa de Cangas do Morrazo se ha convertido en uno de los destinos turísticos por excelencia gracias, en gran medida, al patrimonio histórico, cultural y paisajístico que alberga. Con un litoral bañado por las aguas de las rías de Vigo y Pontevedra, y con la franja oeste observando el océano Atlántico, no es de extrañar que desde hace décadas la historia de la villa esté íntimamente ligada a la tradición marinera y conservera.
De hecho, una de las más importantes de estos sectores gallegos fue constituida en el año 1941, según un proyecto del arquitecto Tomás Bolívar, aunque sus orígenes se remontan hasta finales del siglo XIX. Hablamos de la fábrica de Massó en Cangas, una de las instalaciones conserveras de referencia en Galicia y una de las más importantes de Europa, reducida en la actualidad a la ruina más absoluta. A lo largo y ancho de unas 20 hectáreas de terreno, este complejo industrial llegó a albergar una retahíla de negocios vinculados al sector industrial y marinero, desde dársenas, varaderos y talleres, a una fábrica de hielo, otra de conservas, de harinas de pescado y una central eléctrica de emergencia, además de una importante factoría ballenera.
Los orígenes de la fábrica Massó
Al igual que sucedió con otros muchos empresarios y familias de origen catalán, Salvador Massó Palau llegó a Galicia atraído por la riqueza productiva de las rías gallegas. Este catalán de nacimiento se instaló en Bueu allá por el año 1816 ―parte de una diáspora que se inició en el siglo XVIII―, fundando al tiempo una pequeña compañía de salgadura. Tiempo después, ya en 1883, Massó junto a sus hijos Gaspar y Salvador decide cambiar las técnicas de salazón por las de conservas, traídas desde las industrias francesas (y al principio también dependientes de ellas).
En el caso de los Massó, su trayectoria conservera había comenzado también de la mano de una industria francesa, así que toda la materia prima (salvo la sardina) y el equipo profesional provenían de Francia. Desde sus inicios, el empresario catalán quiso introducir el factor de la innovación en su fábrica, convirtiéndose en un pionero en la introducción de conservas a base de otras especies como el mejillón o el berberecho.
En aquella época, el auge de la industria y el boom de las conservas de sardina en aceite fabricadas en Galicia en los mercados europeos era tan bueno que la mayoría de fabricantes deciden poner fin a la subordinación francesa y abrir nuevos mercados bajo una firma propia. Tras la muerte del patriarca de los Massó, ya en 1898, los hermanos Massó deciden disolver la sociedad con los franceses (llamada La Perfección) para crear una nueva empresa, Massó Hermanos S.A., dedicada a la fabricación de conservas y salazones de pescado, así como la compra-venta de harinas y cualquier otro material para el arte de la pesca.
Evolución, auge e industria ballenera
Pese a lo que pueda parecer, el periodo que duró la Primera Guerra Mundial favoreció a muchas empresas españolas (debido a la posición neutral del país), entre ellas la de los hermanos Massó. Algo similar sucedió durante la Guerra Civil española, ya que la sociedad Massó, como otras tantas empresas gallegas, suministró buena parte de su producción al bando nacional. La bonanza económica generada en la industria permitió, entre otras cosas, la inversión para la construcción de buques pesqueros de vapor y otros negocios. De hecho, los buques adheridos a los Massó fueron los primeros en introducir la caldera de vapor y el motor de explosión.
En esta misma época la sociedad de los hermanos de raíces catalanas ya exportaban a numerosos países europeos y otras zonas de América como Argentina o Estados Unidos. En la década de los 30, el complejo industrial morracense contaba en su plantilla con cerca de 600 mujeres y más de 100 hombres. La producción continuaba su crecimiento exponencial y la fábrica empezaba a quedarse pequeña. Es en este momento cuando se plantea la ampliación o construcción de un nuevo espacio. También se construyeron en esta época las fábricas de Barbate y Avilés.
Así, en 1941 se inauguró la fábrica de Cangas de Morrazo, la cual llegó a ser una de las conserveras más grandes de Europa, también en cuanto a innovación y a tecnología se refiere (incluso con patentes propias). Más allá de la serie de negocios mencionados unas líneas más arriba, el complejo también contaba con guardería, hospedería y viviendas para los trabajadores, así como otras infraestructuras pensadas para conciliar la vida familiar y laboral. Entre las factorías de los Massó destacaba la gran ballenera adherida al complejo en Punta Balea. De hecho, hasta el año 1955 no existía ningún puerto ballenero en todo el litoral pontevedrés, fueron los propietarios de la fábrica quienes crearon la primera en este rincón de las Rías Baixas.
El declive de la fábrica de los Massó
La ballenera de Cangas do Morrazo procesó ballenas y cachalotes desde mediados de los años 50 hasta 1985, año en el que se firma en España un acuerdo internacional que prohíbe la caza y explotación comercial de grandes cetáceos. Esta moratoria supuso el comienzo del fin de las industrias Massó. Todo ello sumado a la múltiple división de actividades y condicionantes externos ―como políticas restrictivas, factores sociales o la crisis del petróleo, entre otros― provocaron que tanto la pesca como la producción de latas se redujera de forma drástica.
El declive de la empresa se acentúa en la década de los 90 con la muerte de Gaspar Massó y el cierre de la factoría de Bueu. El grueso de los trabajadores fueron recolocados en la fábrica de Cangas, que terminaría cerrando poco tiempo después, terminando así con una de las empresas conserveras más importantes del siglo XIX y XX en Galicia. A día de hoy, de esta emblemática fábrica apenas se mantiene en pie el esqueleto. Dos siglos enteros de historia reducidos a más de dos décadas de abandono y ruinas.