La gallega Nerea Barros protagoniza la adaptación de ‘La Novia Gitana’ de Carmen Mola
La actriz presenta en Curtocircuito ‘Memoria’, con el que busca "agitar conciencias desde la belleza" sobre el cambio climático y el legado de los mayores
2 octubre, 2022 13:53SANTIAGO DE COMPOSTELA, 2 Oct. (EUROPA PRESS) –
Nerea Barros (Santiago de Compostela, 1981) ha vuelto a la pequeña pantalla por la puerta grande, protagonizando una de las series más esperadas de la temporada: la adaptación del best seller ‘La Novia Gitana’, obra de Carmen Mola, pseudónimo tras el que, como se hizo público en la entrega del premio Planeta, se escondían tres hombres: Agustín Fernández, Jorge Díaz y Antonio Mercero.
La crítica y la audiencia respaldan el proyecto liderado por Paco Cabezas y con Ignacio Montes, Mónica Estarreado y Darío Grandinetti en el reparto, que acompañan a Barros en el que dice que ha sido el papel "más complicado" de su carrera: la inspectora de la BAC (unidad de élite de la policía) Elena Blanco. Una mujer obsesiva y marcada por una tragedia personal que revivirá durante la investigación del asesinato de una joven gitana a punto de casarse.
"Elena tenía mucha profundidad. El dolor no le impide trabajar. Es al contrario, la distrae de su pérdida, pero ese uso lo acaba convirtiendo en una obsesión. ¿Por qué cuando no trabaja va al karaoke o bebe? Para ahogar el dolor, evacuarlo con agresividad. Lo mismo hace con el sexo, lo utiliza para no sentir, con un ápice de dolor para soltar lastre", explica.
A la parte emocional hay que sumarle la física que, a la hora de interpretar a una policía de élite, no se improvisa. Barros pasó tres meses trabajando junto a un especialista para calcar de forma natural los movimientos de un agente especial.
Pese a la sensibilidad y empatía que demuestra la protagonista, la racionalidad que se impone aleja a Elena Blanco de Nerea Barros, como ella misma apunta. La gallega se reconoce profundamente emocional mientras que la inspectora literaria es "todo cabeza".
"No le queda otra –defiende–. Y casi mejor, porque cuando Elena entra en la emoción todo se desmorona, pero hasta el límite. Agárrate, que puede salir de ahí cualquier cosa. Yo tenía que contenerme muchísimo, no podía mover ni un músculo. Terminaba de grabar y tenía que moverme, bailar y abrazar a todo el mundo porque tenía una necesidad brutal de exteriorizar emociones", comenta.
"No puedes trabajar para cumplir expectativas"
Un via crucis personal que aumenta en el segundo libro, cuya adaptación ya ha sido confirmada con la segunda temporada de La Novia Gitana. Barros se considera una "privilegiada" por formar parte de un proyecto "excepcional", que "narra acontecimientos oscuros y dramáticos desde la belleza y la honestidad".
Cómo atrapar a un espectador que ya conoce la historia, "sin perder el foco", ha sido de lo más desafiante. "Lo primero que te viene a la cabeza son los miles de lectores que con su criterio se imaginan a sus propios personajes. Ahí tienes un poco de miedo, pero no puedes trabajar pensando en cumplir con las expectativas de todos. No eres un bote de Nutella", defiende aunque, eso sí, reconoce que conseguir que los fans de la serie digan "sí, esa es Elena Blanco" es "lo mejor que te puede pasar como actriz".
Asegura que los fans no se sentirán defraudados con la adaptación, aunque habrá sorpresas. "Los lectores van a tener del libro lo que necesitan. Te has leído el libro y va a haber cosas que sepas, pero va a haber otros muchos giros de guion que nunca te esperas. Y eso es lo guay", apostilla.
‘Memoria’: reivindicar la naturaleza y a los mayores
La actriz compostelana compagina su participación en obras como ‘La novia gitana’ con proyectos propios como ‘Memoria’, un cortometraje a medio camino entre la ficción y el documental que presenta en la 19ª edición del festival Curtocircuito, que se celebra hasta el 9 de octubre en Santiago de Compostela.
En la obra que dirige, denuncia la destrucción del cambio climático, con intereses económicos de por medio. Lo hace a través de la desaparición del Mar de Aral (Uzbekistán), el primer gran desastre medioambiental de la historia, y mediante la unión entre un abuelo y su nieta.
"Narro el legado de un abuelo a su nieta en base a un mar que ha desaparecido. Un abuelo, antiguo pescador, que sigue añorando que vuelva ese mar y que su nieta lo vea y tiene que estar preparada, y una nieta que ha nacido en un desierto y no sabe lo que es una ola", explica.
"A mí me lleva a mis abuelos. Es un homenaje. Mis abuelos gallegos son los que me han inculcado ese amor a la tierra, el entendimiento de la tierra como un equilibrio entre ella y nosotros, que dependemos de ella. No vivimos en el ladrillo, no nos da la vida. Lo que nos da la vida es lo que está por debajo, la naturaleza", argumenta.
Barros quiere agitar conciencias, pero nunca desde el miedo, "sino desde lugares comunes" que a los espectadores les permita "entender" y "empatizar". "Mucha gente me llama y me dice que es recuerda a sus abuelos, cuando está rodada en un país y una cultura totalmente diferente. Eso es, que cada espectador saque las conclusiones o los pensamientos según su filtro y su criterio. Eso me encanta, que cada uno vea lo que quiera ver".
‘Memoria’ formaría parte de una trilogía que se completaría con una pieza ambientada en Mauritania y otra en el Río de la Plata. Aparcados de momento, Barros avanza que trabaja ya en otras obras como ‘La Barrera’ –que cuenta la historia de tres mujeres activistas españolas–o ‘La Costa’, "sobre la memoria de los abuelos en la costa mediterránea".
Agitar conciencias desde la belleza
Todos ellos aúnan las "obsesiones" –como ella misma las denomina– de la actriz compostelana: el cambio climático, las mujeres, y la gente mayor y su legado. A esto suma la "manía" con la belleza.
"Tengo TOC con contar las cosas desde la belleza. Incluso un lugar como el mar de Aral es bello. Donde la gente ve un lugar decrépito lleno de muerte, yo puedo ver la belleza de una naturaleza y una memoria. Me gusta contar las cosas desde la belleza para que lleguen al espectador desde ahí, y no desde el miedo, el dolor o la oscuridad", apunta.
Aunque reconoce que fue complicado, también encontró algo bello durante la pandemia de Covid-19, cuando trabajó voluntariamente en una residencia de mayores en Madrid.
"En esa locura apocalíptica empecé a entrever como la naturaleza, con nada que le dábamos, buscaba su lugar. Y otra cosa bellísima que encontré fueron las personas mayores. Cuando entro a trabajar, enrabietada por lo que estaba pasando, me encuentro con un problema muy complejo con héroes y heroínas que se dejaban la piel", relata.
De esa experiencia agradece que los mayores le hayan transmitido una concepción de la vida como "un aquí y ahora; vivir cada segundo, que se acaba", desde "una locura muy cuerda, divertidísima".
"Por eso creo que debemos reflexionar sobre lo que ha pasado y cambiar esa idea de que viejo es algo que ya no vale por que una persona mayor es un sabio al que debemos venerar y recurrir para no perdernos. Asumir el legado de los que han luchado para que estemos aquí cómodos. Eso es algo que nos haría mejorar como sociedad".
A este respecto y sobre sí realmente va a cambiar algo en la sociedad tras lo ocurrido, lamenta que "tendamos rápidamente a agarrarnos a querer volver a una normalidad sin más".
"Cuando nos damos con una piedra tenemos que aprender o esa piedra nos volverá multiplicada por 10. Es difícil. Vemos cosas que nos dan miedo y no entendemos y además tenemos la vida que tenemos, pendientes de llegar a fin de mes y con una crisis tras otra. Pero dentro de tus posibilidades, cada aportación siempre es maravillosa. Que tengas tu propio criterio y entiendas y asumas las cosas que están pasando, tiene un efecto porque te vuelve crítico, te cambia y tiene un impacto en los que están a tu alrededor".