El edificio del Banco del Noroeste de A Coruña y la arquitectura del mar
El edificio del Banco Gallego, antes conocido como Banco del Noroeste es un proyecto de Ramón Vázquez Molezún y José de la Mata Gorostizaga construido en 1965. Situado en la avenida de Linares Rivas, es una obra que cuenta la relación del mar con la ciudad y con Galicia a lo largo del tiempo
20 octubre, 2021 06:00Sólo en los relatos se puede contar el final de una historia al principio. La vida real necesita de apoyos reales, que se tejen en la línea del tiempo y no en extraños pliegues cronológicos imposibles. Pero la imaginación romántica del ser humano ha creado un truco para formular esa ilusión de final al principio: la interpretación. El romanticismo que subyace en la base de una historia tejida a través de la interpretación, es similar a la búsqueda de una génesis alegórica en el proyecto de arquitectura. A veces, simplemente no hay interpretación posible más allá del andamiaje de la lógica moderna, un estado de las cosas Wittgensteniano en el que puede establecerse una relación entre ambos. La inquietud emocional desencadenada por la visión romántica del lugar definido como el escenario de la memoria y la vida, atribuye a las interpretaciones de la realidad una componente conspirativa que busca lecturas alternativas en el trabajo del arquitecto.
“Quizá se le atribuye demasiado valor a la memoria y no el suficiente a la reflexión” Susan Sontag
Espejismos y realidades
El edificio del Banco del Noroeste (actual Banco Gallego), es una obra de Ramón Vázquez Molezún (1922-1993), desarrollada junto con el arquitecto José de la Mata Gorostizaga (1935-2013) en 1965. Un edificio más del frente marítimo de la ciudad situado en la Avenida de Linares Rivas 28-32, y que sin embargo permite leer de forma clara su historia. Sin interpretaciones. Pero dotada de una poética sincrética entre las diversas corrientes con las que la arquitectura vernácula se enfrente al mar y el movimiento moderno emergente en A Coruña.
Aunque la arquitectura, al igual que el arte contemporáneo, es en ocasiones objeto de crítica argumentando un cierto elitismo que se justifica en un cierto ‘lenguaje privado’ que enunciaba el propio Ludwig Wittgenstein como ese “lenguaje cuyas palabras se refieren a lo que sólo su habitante puede conocer, a sus sensaciones privadas inmediatas. Por tanto, otra persona no puede comprender el lenguaje”, no es una cuestión lingüística, tampoco interpretativa, si no criptica. Las claves que determinan la ocultación de ese lenguaje yacen en el pulso del tiempo, es decir, en una galerada mutable de capas sociales, políticas, históricas, económicas y en definitiva, ligadas a la naturaleza humana, que articulan una realidad intelectual cuya comprensión en términos culturales desembrolla una visión falsa de presencia inescrutable.
Hay dos aspectos en el Banco del Noroeste que permiten comprender en clave cultural argumentos esenciales que cambian por completo la mirada sobre el edificio. Por una parte, el análisis compositivo de la galería coruñesa, y por otro la presencia (hoy desaparecida) de una pequeña pieza que se encuentra una provincia más allá. Aspectos que se corresponden con la realidad del proyecto arquitectónico y no con un espejismo interpretativo.
Una galería contemporánea
La galería es un elemento identitario de la arquitectura coruñesa, que se emparenta con muchas otras construcciones tipológicamente similares como la “bow window” o el “yali” turco, que no funcionan igual, pero se fundamentan en algún aspecto común. Aunque la familiaridad entre estos elementos sea lejana, la mayoría tienen un contexto común: la proximidad al mar.
La galería, por tanto, además de su origen náutico (fundamentado en la construcción naval) se interpreta como arquitectura marítima. La abstracción de este elemento desde los aspectos funcionales, técnicos y estéticos, permite rastrear la galería a lo largo de la historia de la ciudad: la galería vernácula (especialmente notable en la Marina coruñesa), la galería modernista (muy presente en el ensanche) y la galería moderna (más dispersa en la ciudad).
La galería contemporánea se oculta bajo la reconstrucción de los aspectos esenciales de la misma como el funcionamiento bioclimático, la luz natural y la estética ligera de la fachada al exterior. Y es posible gracias al desarrollo de la técnica, y de la construcción con junta seca.
El muro cortina y la galería se emparentan a través de la arquitectura contemporánea que, a través de los conceptos formulados por el movimiento moderno, permite separar la fachada de la estructura y optimizar la luz natural, la ventilación y la higiene de la vivienda. En A Coruña, hay edificios como el Banco de Granada o el desaparecido edificio Fenosa que utilizan el recurso de la galería contemporánea como elemento integrador en el contexto identitario.
En el Banco del Noroeste se utiliza la galería en una composición fragmentada, lo cual supone una reflexión sobre la propia tipología. La ruptura y fragmentación de la tecnología del muro cortina puesta en relación con la morfología tradicional de la evolución histórica de la galería, es decir, de la galería vernácula y la modernista, crean una composición de fachada que muestra el esplendor de este elemento constructivo. A través de la fachada del Banco del Noroeste puede comprenderse la historia de la galería coruñesa.
Edificios que cambian de lugar
Italo Calvino, relata en sus “Ciudades Invisibles” la realidad e irrealidad de la arquitectura, así como la interacción humana con esta circunstancia: “Las imágenes en la memoria, una vez fijadas en palabras, se borran, dijo Polo. -Quizás tengo miedo de perder Venecia al mismo tiempo, si hablo de ella o quizás de otras ciudades, ya la he perdido, poco a poco”.
Un edificio puede aparecer, desaparecer y cambiar, aparentemente de lugar utilizando de nuevo los juegos lingüísticos de la interpretación humana. Pero la lingüística de los hechos demuestra que, en realidad, todo ello es efectivamente la narración compuesta sobre una realidad quizás menos espectacular. O no.
En el Banco del Noroeste existía una pequeña pieza flotando sobre el acceso a la izquierda de la fachada. Actualmente ha desparecido de A Coruña, pero se encuentra en otro lugar, quizás porque ¿es un barco?
La fachada del banco estaba compuesta por la galería y en la parte inferior un paralelepípedo de hormigón armado con ventanas rasgadas horizontalmente. Un volumen de pequeña escala que dialoga con el edificio al que parece “parasitar” en tanto en cuanto se entiende como parte indivisible del organismo de este, pero al mismo tiempo se percibe como una superposición destacada. Esta pieza es muy similar al refugio que Ramón Vázquez Molezún proyecta para sí mismo en Bueu: A Roiba.
El refugio de A Roiba, es una pequeña construcción que aprovecha las ruinas de una antigua fábrica de salazón de la que toma el nombre, asentándose sobre ellas. El programa es muy sencillo y resumido en apenas 100m el arquitecto proyecta un refugio con una sala de estar, cocina, dormitorios y aseo, junto con un aljibe y fosa séptica. En su memoria, muy técnica y descriptiva, destaca una frase valorativa: “Los dormitorios, dado el destino de la construcción, tienen una superficie mínima para darle un carácter marinero, que se ha de cuidar en todo momento”. Molezún no olvida la posición de la casa ‘sobre’ el mar, pero tampoco su condición de refugio mínimo.
Parecería un ejercicio hiperbólico relacionar ambas obras únicamente a través de su parecido, incluso profundizando en su génesis estética. Hay algo más. A Roiba se construye en dos fases, finalizando la primera en 1967 (la segunda será en 1980 y corresponderá con la ampliación de una altura), el Banco del Noroeste de construye en 1965. El diseño arquitectónico no es algo instantáneo, no nace como la solución puntual a un problema particular, si no como el enfrentamiento a un programa sobre el que se reflexiona de forma repetida a lo largo de un largo proceso que culmina con el proyecto de ejecución (y que en ocasiones se puede extender hasta la finalización de la obra o incluso después).
El paralelismo entre a Roiba y esa pequeña pieza (desaparecida) del Banco del noroeste definen una investigación personal del arquitecto, una forma de analizar y comprender la arquitectura contemporánea de manera poliédrica: fachada, espacio mínimo, luz natural, atmósfera, habitabilidad, contexto, relación con su entorno, integración y un largo etcétera de términos que orbitaron en la concepción final de la pieza.
Un programa de necesidades complejo
El edificio en conjunto, al margen de la fachada es un proyecto complejo, entre medianeras, que suma el uso residencial con el comercial. El bajo y las cuatro primeras plantas se corresponden con la sucursal bancaria y sus oficinas que ocupan toda la superficie. La organización de este espacio se consigue a través de una cierta fluidez no exenta de complicación dada la presencia de la estructura. Las plantas superiores se destinan a vivienda organizadas en dos crujías estructuralmente diferenciadas pero conectadas a través de un “puente”. El bloque que da hacia la Avenida Linares Rivas se destina a vivienda en su totalidad, mientras que la posterior alberga oficinas de alquiler. Esta superposición de usos genera una gran dificultad en el trazado de las circulaciones verticales y horizontales. El edificio ha sufrido algunas modificaciones externas en los últimos años. En 1994 los arquitectos Carlos Quintáns, Antonio Raya y Cristóbal Crespo adaptaron una de las plantas como sede del Colegio de Arquitectos, aunque años después esta institución se trasladó a otra sede en otro edificio próximo.
Cuando la niebla se desvanece
Mirar un edificio como ejercicio de reflexión es una pausa de apariencia insustancial. El tiempo se detiene al mirar un volumen enorme inserto en el tejido urbano. Y muy pronto, poco a poco, el edificio se muestra como el busto de una persona cuyo gesto, aunque neutro, narra la historia que le ha llevado hasta ese instante, y ese lugar.
Esa especie de “caigó” metafórico que envuelve a los edificios en el día a día, se desvanece a medida que su fachada revela su historia. El caigó o la niebla veneciana que congela la ciudad, parece borrar su memoria, lo cual alienta interpretaciones románticas. Pero tras ella se esconde la realidad de un edificio que cuenta su historia de forma lineal, con referencias que tienen que ver con la mano que lo dibuja.
“El mar es todo. […] Es un inmenso desierto, donde el hombre nunca esta solo, porque siente vida por todos los lados” Jules Verne
En la historia del Banco del Noroeste está presente el mar. El edificio cuenta de forma subliminal el final de la historia, pero desde el principio.