El edificio González Salgueiro de A Coruña: un silencioso y dinámico icono urbano
El edificio González Salgueiro, es uno de los iconos urbanos con más presencia en la ciudad, y sin embargo, su lenguaje entre el expresionismo y el racionalismo, ocultan una composición ecléctica. Los arquitectos Eduardo Rodríguez Losada y Antonio Vicéns Moltó forman parte de la biografía arquitectónica de este, aparentemente, silencioso edificio
23 marzo, 2022 06:00A veces, expresarse no es fácil. Quizás sea por el desconocimiento de los matices del lenguaje o con mayor probabilidad, por la incomprensión interna de una sensación o de un concepto desbordante. Y es que la forma en la que se expresa una realidad depende en gran medida de su percepción, y por lo tanto esta puede ser deformante. La subjetivación de los hechos, las formas, la luz o el sonido, confieren a la realidad de unos parámetros que, al ser digeridos y expresados, se constituyen como la construcción de una realidad individual. Llena de matices, sutilezas, tonos…y tantas otras figuras del lenguaje que enriquecen y apropian un concepto, este ya sólo puede pertenecer de esa forma a la voz o la mano de una sola persona.
La complejidad de la Europa de entreguerras, es precisamente intensa en emociones. Tanto que parece difícil narrar todo lo que ocurre sin sucumbir a los matices emocionales, a los arrebatos patrióticos o a las convulsiones tecnológicas. El mundo del arte muestra a través de sus herramientas una narrativa, que se convierte en testigo de la hiperactividad emocional de un conjunto de décadas fascinante.
El expresionismo, nace como una constelación de propuestas multidisciplinares en la que cada lenguaje artístico busca transmitir emociones de una manera más apelativa que descriptiva. No se constituyen como imágenes sencillas o un conjunto de percepciones, si no como una invitación exhortante a la reflexión. Esta idea es fácil de comprender en las artes gráficas, en la literatura o en la escultura, y no tanto en arquitectura, música o cine.
Kandinsky, Marc, Feininger, Klee y tantos otros integrantes de Der Blaue Reiter junto con Die Brücke, el grupo de Viena y la Neue Sachlichkeit integran a los principales autores pictóricos del arte expresionista europeo, artistas internacionalmente conocidos que plasman con sinceridad aquello que sienten. Las esculturas de Barlach, Lehmbruck, Schlemmer o Kollwitz dotan de dimensión física y espacial a esas expresiones pictóricas. La progresión parece sencilla, pero ¿qué puede expresar la arquitectura en estos términos?
La arquitectura tiene hechuras de cine. Ambas disciplinas construyen escenarios en los que transcurren historias, unas ciertas otras ficcionadas, unas con vocación de permanencia otras efímeramente evocadoras. Quizás la música construya también historias imaginadas y abstractas, como las obras de Schönberg o Goldschmidt, intangibles volátiles pero ausentes de una imagen presencial permanente, lo que hace su disfrute algo más intenso. La arquitectura, como escenario omnipresente no tiene una imagen tan intensa. Puede constituirse como icono urbano, pero también puede obviarse su valor incluso al estar frente a ella debido al atavismo de las costumbres y dinámicas urbanas. El cine, sin embargo, seguirá sorprendiendo con cada visionado porque Murnau, Lang o Lubitsch tenían una mirada atemporal.
La arquitectura expresionista se asocia en parte a la vanguardia, al futurismo o la idea de urbanismo metropolitano, pero también a la experimentación y la utopía frente a la incertidumbre de los tiempos. Un edificio expresionista parece transmitir e inducir movimiento hacia adelante, sus formas, inspiradas en la aerodinámica de los transportes, hace que esa asociación sea directa. Y es que aunque el Art-Dèco ya anticipase de alguna forma elementos propios de los coches o trenes, en realidad lo hacía desde un punto de vista contemplativo, en el que el objeto aerodinámico era elevado a la categoría de arte y pasaba a ocupar un lugar especial en el argumentario estético de la composición del edificio.
Un edificio dinámico en A Coruña
En A Coruña, el expresionismo tiene mucho arraigo a principios de siglo XX, y se enmarca en una etapa mayor en la que el racionalismo era la estética predominante. El efecto integrador de estas piezas expresionistas como una vertiente racionalista, tiene que ver con el uso de un lenguaje arquitectónico que se articula a partir de los mismos mimbres en ambos casos.
Uno de los edificios más notables que utilizan un lenguaje elocuente es la Casa González Salgueiro. Su nombre, quizás desconocido popularmente esconde a uno de los edificios más característicos de la ciudad. Pero es que el edificio a su vez esconde otro secreto, su fachada no se corresponde con el proyecto original, configurando una pieza híbrida de composición ecléctica y lenguaje expresionista. Todas estas circunstancias tienen su origen en su integración urbanística.
La Casa González Salgueiro ocupa una de las parcelas más complejas del ensanche coruñés. Ubicado entre la calle Juan Flórez y la Calle Francisco Mariño, la morfología de su parcela es irregular, acabando en un ángulo agudo. La forma geométrica de su planta, condiciona la distribución interior, pero también tiene un fuerte impacto sobre la percepción urbana de la pieza. Desde el lenguaje ecléctico este problema se enfrenta mediante una composición fragmentada que va aproximando las fachadas hasta crear una forma resolutiva similar a un frontón o a una presencia rígida y monumental. Sin embargo, en cierto momento, esta esquina comienza a romperse creando los famosos edificios proa, de corte racionalista. En estos casos la estrategia es la de dotar de anonimato al vértice siguiendo la lógica compositiva del resto del edificio, pero proporcionando un punto de fuga, en el que esa condición geométrica aguda no es un límite sino una proyección hasta el exterior. Frente a la proa, propia de un barco, se opone la curva que en aquella etapa es vanguardistamente aerodinámica: el avión, el coche, el tren. El término ‘streamline’ comienza a acompañar a numerosos diseños, desde coches o trenes a electrodomésticos, pero también a la arquitectura.
Un edificio y dos arquitectos
El arquitecto Eduardo Rodríguez-Losada Rebellón (1886-1973) proyectó el edificio en base a la normativa fijada por el, entonces contemporáneo, plan de ensanche. Proyectado y construido en la década de los treinta, el edificio se fue modificando poco a poco entre 1945-1947 hasta la última intervención en 1965. La reforma más interesante de este edificio es la acometida por Antonio Vicéns Moltó (1903 – circa 1963). Vicéns Moltó fue arquitecto municipal de A Coruña entre 1940 y 1963, tras haber ejercicio el mismo cargo en Ponferrada. El arquitecto reforma la Casa González Salgueiro mediante la incorporación de una fachada expresionista a un edificio ecléctico. La solución por la que opta es la de resolver la conexión de ambas fachadas mediante una curva de radio amplio. Esta decisión no sólo resuelve la geometría del edificio, si no que además enriquece urbanísticamente el espacio público al que sirve. La fachada vista desde la Plaza de Pontevedra se percibe como parte de un pórtico virtual que da entrada a la calle Juan Flórez, pero también enfatiza la idea metropolitana de velocidad, es decir, la fluidez.
El volumen del edificio se organiza en seis plantas, que posteriormente se amplia con dos alturas más hasta ocho creando un torreón. La curvatura y su ubicación aparentemente exenta permiten percibirlo como un elemento excepcionalmente esbelto. Será quizás por ello que frente a la homogeneidad del plano curvo, esencial para subrayar la condición aerodinámica, aparecen dos cornisas: una en la primera planta y otra que separa la planta seis de las superiores.
La cornisa más alta, es discreta y se interpreta como un adorno, que traza con mayor intensidad el arco de curvatura, pero la cornisa inferior es la realmente elocuente en términos expresionistas. La cornisa inferior está ejecutada mediante una losa de muy poco espesor, que tan sólo se engrosa al encontrarse con el paño vertical. Esta estructura formal es un truco, ya que su reducido canto y su gran vuelo, disimula el engrosamiento cercano a la fachada, por lo que el voladizo parece de mayor tamaño. La cornisa enfatiza el carácter dinámico del edificio, y sólo se permite un ligero manierismo casi cercano al Art Dèco en los arranques del arco, con una discreta voluta. Cabe comparar esta cornisa con la diseñada por Rey Pedreira para la Camisería Carbajo, también con un cierto alarde estructural, pero lenguaje ecléctico y no expresionista.
La cornisa superior y su función certificadora de la curva, se obtiene mediante réplicas que van ascendiendo en el torreón del edificio. Al mismo tiempo el torreón disminuye de tamaño.
La regularidad de los huecos, junto con la ausencia de motivos de relieve importante sobre la fachada permiten concebir el volumen como la envolvente de un solo plano que se curva sobre sí mismo hasta encajarse en la manzana. La normativa, además influía de forma determinante para que este tipo de solución fuese posible.
La elocuencia del silencio
La expresividad de una pieza arquitectónica como la Casa González Salgueiro es, aparentemente silenciosa. Frente a otros edificios de esquina curva, en los que se aprovecha esta eventualidad para disponer ornamentación como el edificio Metrópolis de Madrid, en el expresionismo es la propia forma la que se convierte en el elemento abstracto y destacado. La percepción de un edificio expresionista requiere un cierto ejercicio de mirada atenta, pero no tan profunda como sucede con una obra abstracta. No hay lenguajes codificados, sino emociones transmitidas a través de la forma, el movimiento o el color.
El Goetheaneum de Rudolf Steiner o la Torre Einstein de Erich Mendelsohn, muestran una distorsión de formas expresiva, con soluciones híbridas y un cierto carácter fenomenológico. Si esa expresividad se sintetiza a través del racionalismo, los edificios dinámicos como la Casa González Salgueiro, son capaces de transmitir de una forma sincrética ciertas emociones. De hecho, el edificio define un flujo virtual que articula el sistema nervioso de la ciudad.
A veces hay edificios que catalizan la ciudad, pero hay otros que lo hacen con la relación de los ciudadanos con la arquitectura. De la misma forma que un cuadro de Kandinsky, una película de Murnau o una composición de Schonberg, producen sensaciones intensas y reflexiones de interés legítimo, la arquitectura lo hace, de forma más lenta, pero con la solvencia de que seguirá siendo el escenario de la vida para una ciudad.