El origen e historia del roscón, un dulce navideño digno de reyes
Desde la Antigua Roma hasta nuestro desayuno del próximo 6 de enero, el roscón es ya un emblema navideño que ha pasado toda una vida llena de curiosidades y evoluciones
29 diciembre, 2020 06:00Con o sin nata, despreciando o aprovechando la fruta escarchada… Hay mil formas de elaborar y comer el Roscón de Reyes, una esponjosa forma de disfrutar la Navidad que cuenta con varios siglos de historia a sus espaldas. Lejos de la relación religiosa que se le atribuye actualmente al roscón de reyes, su origen tiene poco que ver con los magos de Oriente que visitaron a un bebé recién nacido en Belén.
El origen de este dulce tiene relación con las fiestas de corte pagano durante el siglo II a.C., en las conocidas como Las Saturnales, unas festividades realizadas en la Antigua Roma (en honor a Saturno, dios de las cosechas y la agricultura) que tenían como costumbre despedir la época más oscura del año y dar la bienvenida a la llegada “de la luz”. Se trataba de una semana de jolgorio, fiestas, banquetes, orgías y regalos que, además, permitía que los esclavos pudieran disfrutar unas jornadas más ociosas de lo habitual, sin diferencias entre los diversos estratos de la sociedad romana.
Entre semejante bacanal, se popularizó la participación en copiosos banquetes (algo así como una comida de Navidad elaborada por los abuelos de la familia), donde abundaban los platos, entre los que destacaba una curiosa torta dulce a base de miel que contenía higos, dátiles y otros frutos secos. Esta especie de “proto-roscón” caló tan hondo en la sociedad romana que incluso llegó a imponerse a los cambios sociales y religiosos. Tras la instauración del cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano muchas festividades como Las Saturnales fueron desapareciendo, pero no así la torta de miel que tanto gustaba a los fiesteros romanos.
Con el tiempo, la torta de miel fue adquiriendo nuevos añadidos, como una forma de rosca o el hecho de introducir la conocida haba. Esta legumbre se relacionaba antiguamente con la prosperidad, por lo que, al contario que en el presente, si te tocaba el haba en tu trozo del dulce eras un afortunado al que le esperaba un gran año por delante.
La tradición de comer el roscón durante el solsticio de invierno arraigó con fuerza en la nobleza francesa, que eran asiduos a eso de ponerse morados de dulces a la menor posibilidad. De hecho, se convirtió en una pequeña festividad aquello de reunirse toda la familia para ver a quién le tocaba la legumbre de la buena suerte. Aunque eso sí, existen diferencias entre el roscón del sur de Francia, muy similar al nuestro; y el del norte, (conocido como Galette des Rois), que es más similar a una empanada de hojaldre o a una tarta de manzana, rellena de crema y que también contenía la legumbre.
Sin embargo, ¿por qué el haba pasó de ser un símbolo de prosperidad a ser un golpe de mala suerte? Pues esta parte de la historia del roscón sí que tiene que ver con reyes, pero no los magos de Oriente, si no con la corte de Luis XV. Según nos cuenta Alfred García en su libro Ya está el listo que todo lo sabe de la Navidad (2019), un cocinero muy simpático quiso sorprender al joven monarca en el siglo XVIII, por lo que decidió introducir una moneda de oro dentro del roscón a modo de premio. La legumbre, ante semejante contendiente, pasó a ser un símbolo de mala suerte. Con el paso del tiempo (y un alivio para nuestros bolsillos) la moneda de oro cambió para ser una figurita de cerámica.
Esta tradición de introducir muñequitos en el pastel es algo que se expandió a toda España, y el haba llegó a convertirse en una forma de decidir quién tenía que pagar el dulce. Los primeros testimonios sobre la existencia del dulce en la península se remontan al siglo XII y ha ido evolucionando con la influencia del sur de Francia, dando lugar a diversas versiones en Navarra, Cataluña, Andalucía o Valencia. De hecho, en otras culturas como la portuguesa o la mexicana existen versiones del roscón, como el Bolo Rei o la Rosca de Reyes.
Con el paso del tiempo, los ingredientes del roscón se fueron modificando para ir adaptándose a los gustos más modernos de los comensales, cambiando los dátiles y los frutos secos por nata o chocolate. Sin embargo, la receta más extendida es la que se realiza a partir de la masa sin más añadidos que algunos trozos de fruta escarchada, que simulan ser las joyas de la corona que es el roscón (ya que el afortunado al que le tocaba la figurita del dulce era llamado “el rey”).
Su relación con los reyes magos de Oriente es relativamente reciente, ya que se ha establecido como su fecha de consumo especialmente el 6 de enero. Es una tradición que ha sobrevivido a bacanales romanas, fiestas de la burguesía francesa, más de veinte siglos de historia y una pandemia moderna. Por eso, comamos como comamos el roscón, es una buena ocasión para celebrar con nuestros seres queridos. Aunque nos toque el haba, claro.