La historia oculta que esconden las fisuras del Dique de Abrigo de A Coruña
El Dique de Abrigo es frecuentado diariamente por paseantes, ciclistas y también por escaladores. La historia de cómo este espigón se convirtió en el centro de entrenamiento de escalada de la ciudad se remonta a hace 40 años y el viaje tiene parada en Yosemite (EEUU)
16 septiembre, 2023 05:00Corría el año 1980 cuando unos chavales de A Coruña aficionados a la escalada descubrieron el potencial que escondían las fisuras del Dique de Abrigo. No lo sabían, pero con ese hallazgo fortuito estaban escribiendo una parte de la historia de la ciudad que llega hasta hoy. Para el próximo 8 de octubre, la Agrupación de Montañeros Independientes (AMI) ha organizado una maratón de escalada en este lugar emblemático.
El Dique de Abrigo "Pedro Barrié de la Maza" data de 1967 y su nombre recuerda al empresario gallego que fue promotor de la construcción del mismo bajo la dictadura franquista. Levantarlo fue una cara obra de ingeniería que costó más de 10 años completar, y su misión era clara: proteger el puerto de las inclemencias del caprichoso Atlántico. A día de hoy, en cambio, el espacio es versátil, y sus más de 1.000 metros son compartidos por paseantes, ciclistas, pescadores y, también, por escaladores y escaladoras.
Entre aquellos jóvenes que comenzaron a escalar la pared del Dique se encontraban Fausto Blanco y Finuco Martínez, los amigos que con 16 y 17 años lograrían la hazaña de convertirse en la cordada más joven en escalar la vía The Nose en El Capitán, la mítica pared de granito que se encuentra en el Parque Nacional de Yosemite (EEUU) y que mide casi lo mismo que el espigón, pero en vertical.
Sin embargo, antes de emprender esa aventura -y también para lograrlo- Fausto y Finuco pasaron largas jornadas curtiendo la piel en el áspero hormigón del Dique.
"Ir al Dique se convirtió en mi religión"
El descubrimiento del Dique como lugar de entrenamiento para la escalada fue una casualidad. Finuco, Fausto y sus amigos tenían alrededor de 13 años y su sueño como escaladores incipientes era lograr subir algún día el asturiano Picu Urriellu (Naranjo de Bulnes), pero no era un reto menor y para hacerlo había que entrenar mucho, y no solo en escalada. "Para llegar al Naranjo hacía falta hacer un trekking muy largo así que nos pusimos a hacer footing, lo que ahora llaman running", bromea Finuco.
En esas tardes de footing se acercaban a la zona del Dique y fue un buen día que otros amigos del grupo, Jesús Puentes y Miguel Ángel Serrano, probaron a encaramarse a la piedra del espigón. "Vinieron flipados, como si hubieran visto a a Dios, nos dijeron que había fisuras que se podían escalar". Al día siguiente Finuco fue a verlo con sus propios ojos y eso lo cambiaría todo.
Aquel día iniciaría una relación íntima con el Dique, en el que pasaría hasta siete horas diarias entrenando, y donde acabaría abriendo más de 600 líneas. "Yo fui el más loco de la pandilla. Para mí ir al Dique se convirtió en una religión", asegura.
Fausto, por su parte, recuerda en este punto un detalle importante y es que "por aquel entonces aún no existían los rocódromos", y los escaladores escalaban casi en exclusiva allá fuera, en la roca pura y dura.
Tampoco habían llegado los pies de gato a Coruña, ni se habían inventado los crashpads -las colchonetas que se usan en la modalidad de bloque para amortiguar los impactos-, por los que la escalada en el Dique se hacía en zapatillas, y si caías, "volvías a levantarte y tus amigos lo único que hacían era reírse", rememora Finuco.
"Si Barrié de la Maza levantara la cabeza…"
"Si Barrié de la Maza levantara la cabeza…", cuenta Finuco que bromeaban los amigos que se reunían en la pared cada día para entrenar y fortalecer los dedos gracias al tipo de escalada que permite su estructura. "Los diques de abrigo tienen unas fisuras de dilatación cada diez metros por el movimiento de las aguas, y resultó que esas fisuras eran para nosotros una escuela natural dentro de la ciudad donde poder empotrar los dedos", detalla.
"Lo que tiene el Dique es que es una escalada muy técnica, de placa, la pisada es difícil", explica Fausto, y esas características "resultan muy interesantes al principio para aprender, porque te da mucha técnica de colocación en la parte frontal del pie". Por lo que el muro se convirtió en un panel de última generación por sorpresa.
Además, el Dique "tiene una cosa curiosa y es que es como una escuela de escalada dentro de la ciudad, pero a la vez tiene un ambiente propio. Es decir, cuando vas al Dique no tienes la sensación de escalada urbana. Estás como en un sitio a medio camino", explica.
Finuco y Fausto aumentaron su técnica y su fuerza notablemente gracias a estos entrenamientos. De hecho, a Finuco lo llamaban así "porque era muy enclenque" y "al principio me daba miedo empotrar los dedos", pero gracias a esta escalada se puso muy fuerte. En 1982 Finuco y Fausto lograron escalar todas las caras del Urriellu. A los escaladores locales impactó ver a unos chavales de A Coruña allí y así el Dique fue apareciendo en el mapa.
Del Dique a Yosemite
Fue entonces cuando comenzaron a soñar con Yosemite. Estuvieron todo el año siguiente entrenando mientras Finuco, que tenía 15 años y "no era buen estudiante", hacía todo lo posible para financiar la aventura: se embarcó con su padre marinero "y otros lobos de mar" para ganar dinero y llamó a todas las puertas de la ciudad para conseguir patrocinadores para ese viaje, incluyendo CocaCola y el Ayuntamiento, donde recibió la airada respuesta de un concejal que se negó "a pagarle las vacaciones".
Finalmente lograrían que una empresa privada financiara todo el viaje y en agosto de 1983 cogerían un tren nocturno a Madrid y de allí un avión a EEUU, donde 15 días más tarde lograrían el sueño de llegar a la cúspide de El Capitán en tres días, afianzando de un modo inesperado el nombre de A Coruña y el Dique como cuna de escaladores. Desde entonces, Finuco ha hecho 22 veces más esa escalada.
Aquel descubrimiento inocente del Dique fue mucho más que una anécdota, supuso la posibilidad de entrenar como hasta ese momento no se había podido hacer, lo que abrió un nuevo mundo de posibilidades para los escaladores del momento, y los que estaban por venir.
"El Dique ha escuchado muchos secretos, por él han pasado amores y desamores, pérdidas de amigos, muchas historias difíciles y también bonitas", relata Finuco. Innumerables historias que han quedado "reflejadas en sus fisuras".
Para conmemorar aquel ascenso y los más de 40 años de escalada en el lugar, AMI ha organizado una maratón como la que ya se hizo en 2021 que se celebrará el próximo domingo 8 de octubre de 10:00 a 13:00 horas. Todo el que lo desee puede apuntarse a través del correo o teléfono de la agrupación.