Antonio Amor y Beatriz Estrabiz, responsables de la joyería Amor de A Coruña.

Antonio Amor y Beatriz Estrabiz, responsables de la joyería Amor de A Coruña. Quincemil

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Amor, joyería de A Coruña del siglo XIX: "Hoy se viene más a reparar o limpiar que a comprar"

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Esta semana entró un matrimonio mayor en la joyería Amor, en la calle San Nicolás. Él compró una cadena con medalla, ella una sortija. Fue un autorregalo: celebraban sus bodas de oro. Hace tiempo compraban aquí, en esta misma joyería, la más antigua de A Coruña que permanece abierta, donde la venta de joyas ha caído como lo hace desde hace años en otras joyerías de la ciudad, muchas de las cuales ya no existen.

"Ahora se viene más a reparar cadenas, relojes, pendientes... y a limpiar joyas o cuberterías o candelabros para dejarlos en herencia", explica Antonio Amor. Es quinta generación de la familia fundadora de Amor en 1885, ahora autónomo y penúltimo propietario de una joyería de la que su actual dueña es Beatriz Estrabiz, empleada desde el año 2000. Aunque menos, venden pulseras, gargantillas, pendientes, sortijas y relojes... viendo cómo cambia A Coruña.

Fotografía de la década de 1930, fachada de la casa de cambio de moneda de Manuel Amor.

Fotografía de la década de 1930, fachada de la casa de cambio de moneda de Manuel Amor. Cedida

Desde el mostrador de una céntrica joyería se advierte cómo evoluciona una ciudad, cómo unas costumbres dan paso a otras. En tiempos de Manuel Amor, a finales del siglo XIX, el bajo de San Nicolás era en su origen una casa de cambio de moneda. "La gente que emigraba venía a cambar su dinero por el de los países a los que se marchaban, o se desprendían de sus joyas", cuenta su tataranieto.

Joyas en un expositor de la joyería Amor.

Joyas en un expositor de la joyería Amor. Quincemil

A Coruña era entonces una ciudad con mucha actividad portuaria y mercantil en plazas de abastos. "Las placeras compraban joyas, y la gente que trabajaba en el entorno de los mercados. Y compraban también las prostitutas y sus chulos, porque aquí cerca había prostíbulos en la calle Florida y en el Papagayo, que "botaban fume", recuerda Antonio Amor.

Su abuelo, también Antonio, potenció el negocio ya como joyería en la primera mitad del siglo XX. Y creció: cogió los números 7 y 9 de San Nicolás para unirlos al 5, el primero. Amor llegó a tener hasta seis establecimientos (en Cuatro Caminos Centro Comercial, en Rúa Nova, en la plaza de Vigo, el último en cerrar poco antes de la pandemia de 2020).

Rótulo de la joyería Amor en la fachada del 5-7-9 de San Nicolás, con su fecha de fundación.

Rótulo de la joyería Amor en la fachada del 5-7-9 de San Nicolás, con su fecha de fundación. Quincemil

Malde, Romeu, Candame, Salamanca, Helvetia (que era del grupo Amor), Calvo. Eran joyerías del centro de A Coruña con tradición, prestigio y preciosos escaparates: unas cerraron, otras se mantienen, como Salamanca y Calvo, que resisten junto a Amor en las céntricas calles peatonales. Comprar una joya dejó de ser algo valioso, cambiaron los gustos, las preferencias, las necesidades. "La gente entra y mira, a veces pregunta, pero no compra".

"La plata tenía valor y lo fue perdiendo. Vienen personas con joyas de la familia que ya no quieren y preguntan cuánto valen, las vienen a tasar. Valen muy poco en subastas: se pudo haber pagado en su día 1.000 euros por cubiertos y candelabros, ahora no cuestan ni 20. Y los jóvenes no compran: no aceptan joyas como regalo sino dinero, prefieren viajar", explica Amor.

Reparaciones y colecciones

Aún queda algún cliente fiel, añade, "alguna abuela que limpia sus joyas o compra una cadenita para su nieta" o "personas cuyos abuelos venían antes". Sobre todo porque se fían de la calidad de los productos y de la capacidad de sus profesionales para arreglarlos si sufren algún daño o la pérdida de un elemento. Y porque en las vitrinas de Amor hay colecciones "muy bonitas que gustan", joyas de acero y plata "más minimalistas, hasta los 500 euros".

Joyas que se venden en la joyería Amor de A Coruña.

Joyas que se venden en la joyería Amor de A Coruña. Quincemil

Trabajar en una joyería aún entusiasma a Antonio Amor y Beatriz Estrabiz. A él le encanta mirar muestrarios in situ con nuevas joyas, a ella "la parte que no se ve", como abrir y montar piezas, manipular relojes detenidamente, ordenar un escaparate. Aunque haya menos clientes, aunque ya no se compren relojes de 12.000 euros y se ofrezcan anillos y pendientes para bolsillos menos pesados, ser joyero o trabajar con joyas sigue siendo una dedicación de lujo que aún reluce en el comercio de siempre de A Coruña.