Ten cuidado con quién te sientas en el bus
Un consejo: ten cuidado con quién te sientas en el autobús (o a quién dejas sentarse) no vaya a ser que te enamores para siempre
26 febrero, 2022 10:55En Julio de 1991, subí al autobús que me devolvía a casa tras el colegio sin saber lo que ese momento significaría en mi vida. Era el primer día en el que había chicas en clase (sé que es complicado de entender – y no me extraña – pero hubo un tiempo, afortunadamente lejano, en el que chicas y chicos éramos separados “educativamente” al nacer e incomprensiblemente no volvían a arrejuntarnos hasta la adolescencia).
Aquella mañana, mis padres me habían acercado en coche al colegio y ahora, tras un intenso día adquiriendo conocimientos académicos (muchos de los cuales aún no sé para qué sirven) pero sobre todo sociales y mareado todavía por el olor a Tintoretto y Don Algodón de las nuevas habitantes del aula, regresaba por fin al hogar.
Danielle Steel diría que fue el destino el que cruzó nuestro espacio-tiempo, pero lo cierto es que fue la escasez de asientos vacíos en un autobús repleto de quinceañeros lo que hizo que me decidiera por una butaca concreta en el que quedaba aún una vacante.
“Hola, me llamo Pedro, ¿puedo sentarme?” – dije
Ella, ni tan siquiera contestó, agachó la mirada, sonrió y se limitó a arrimarse al asiento más próximo a la ventanilla para dejarme espacio suficiente para mi trasero y mi mochila. Pobre, no sabía lo que se le venía encima… 45 minutos de recorrido tuvo que aguantarme de intenso monólogo sobre los principales highlights del primer día de Bachillerato Unificado Polivalente (aka BUP).
Desde ese momento hasta hoy han pasado 30 años, 25 de los cuales hemos seguido compartiendo, ya como pareja, el mismo asiento en el autobús de este viaje tan movidito al que llamamos vida.
Durante este tiempo hemos circulado por carreteras con preciosas vistas pero también por senderos llenos de curvas y baches. Nunca hemos “pinchado”, aunque ambos hemos tenido miedo muchas veces de estrellarnos, vértigo por ir demasiado rápido o impaciencia por ir demasiado lento.
En estos años, se han subido con nosotros al bus muchos compañeros, amigos, familia e incluso un par de hijos que nos acompañan a lo largo del recorrido haciéndolo también en parte suyo y compartiendo risas, aventuras y, para que negarlo, algún que otro llanto ocasional. Algunos, también se han ido bajando porque no les gustaba nuestra película y otros, desgraciadamente, nos han abandonado al llegar a su destino. Con todo, y pese a que el recorrido ha tenido etapas que os prometo han superado los loopings del Dragon Khan, ella siempre me ha dejado estar en su “asiento de al lado” y, afortunadamente, nunca nos ha faltado ni combustible ni chispa para seguir adelante.
Tenerla a y de mi lado, me salvó la vida varias veces (muchas más de las que ella imagina) víctima de morir atropellado en la gran mayoría de ocasiones por mi mismo.
Yo, que sólo pensaba en crecer lo más rápido posible, he aprendido con ella a saborear los pequeños momentos, los pequeños logros y, sobre todo, a nuestros pequeños, con la satisfacción de ver cómo crecen día a día a nuestro lado, sin prisas, disfrutando del camino.
Ella, como siempre repite bromeando, “perdió por mí las riendas de su vida profesional”. Nunca quiso ser empresaria y lo fue desde el principio incluso sin darse cuenta, ya que uno nunca emprende solo sino que siempre lo hace soportado (en todas sus acepciones) por los que lo rodean. Hoy, gestiona varias iniciativas que ofrecen valor y desarrollo profesional a una gran familia de talentos y tengo claro que nunca he conocido a nadie con tanta capacidad de empatía como ella ni tanta preocupación en que los y las que la rodeamos podamos evolucionar en un entorno basado en la confianza y el respeto. Yo, la miro con orgullo viéndola desarrollarse cada día con el solo deseo de parecerme un poco más a ella.
Tras 45 vueltas alrededor del sol, sigue sonriendo con la misma transparencia que el día que me cedió el asiento y yo, con los años que me quedan, intentaré conservársela cada vez que me despierto a su lado. Así, hasta que llegue al final de mi trayecto.
No, definitivamente, no creo en el amor a primera vista, sin embargo, te daré un consejo: Ten cuidado con quién te sientas en el autobús (o a quién dejas sentarse) no vaya a ser que te enamores para siempre.