Mercedes Villar, la publicista gallega que dejó todo para surcar los mares y recorrer mundo
35.000 millas y numerosas singladuras avalan a esta fenesa licenciada en Bellas Artes que decidió abandonar tierra firme y entregar su vida a la navegación. Su sueño, fondear en la ría de Ares y poder compartir barco con su padre
2 abril, 2022 06:00"Sentía como si el agua hubiera penetrado hasta los huesos", es este un extracto del célebre Relato de un Náufrago de García Márquez, pero bien podría ser una cita de las memorias de la gallega Mercedes Villar, que confiesa sentir que su "piel está hecha de agua".
Nacida en Fene (A Coruña), esta suerte de Crusoe a la gallega ha realizado numerosas singladuras y estima que ha recorrido aproximadamente unas "35.000 millas" náuticas.
Su vida, confiesa a este diario, siempre ha estado muy ligada al mar. A los 10 años comenzó a navegar y su adolescencia la pasó trabajando duro para mantener un velero de cuarta mano que le habían regalado a su hermana, pero que acabaría siendo su posesión más preciada.
Lejos del océano
Licenciada en Bellas Artes y con 2 masters en Multimedia y Publicidad en su haber, la gallega comenzó a trabajar en el mundo de la publicidad hasta que la llamada del gran azul irrumpía, de nuevo, en su vida para darle un vuelco radical.
Su infancia en Galicia es sinónimo de clases de vela en A Graña y en el club de Astano, aunque Mercedes siempre fue un verso suelto y se sincera afirmando que el mundo de la competición "era una excusa para poder navegar", según explica a este diario.
Estudios en Salamanca, trabajo en Madrid y "adiós a la vela, adiós al mar", relata esta aventurera que acabaría regresando a Galicia, a la ciudad de A Coruña, para seguir contando más de cerca los edificios, las calles y las aceras que la separaban del océano.
Toda su energía la canalizó durante años en el mundo creativo y publicitario, aunque acabaría percatándose de que el ritmo de vida que estaba llevando no le aportaba lo que necesitaba y comenzó a dejarse caer por el muelle de la Marina Coruñesa con el objetivo de enrolarse en alguna travesía porque, apunta, "yo no tenía ni velero ni experiencia".
Dejarlo todo atrás
Colgando credenciales en la lavandería de las instalaciones portuarias de A Coruña, Mercedes logró realizar sus primeras travesías marítimas que compaginaba con su actividad profesional. Finalmente, la navegación ganaría terreno sobre todo lo demás porque esta tripulante tiene claro que la vida marítima permite calibrar la auténtica importancia de los problemas del día a día, palpando una "libertad impresionante" en la que no "necesitas nada".
"Cuando empecé a navegar mi inglés era horrible y llevaba un libro de términos náuticos en 8 idiomas que estudiaba en el camarote", rememora la gallega. Canarias-Santa Lucía, A Coruña-Génova, el Mediterráneo, el Báltico, el Mar del Norte, Palm Beach-Halifax, son solo algunas de las travesías que comenzaron a engrosar el cuaderno de bitácora de Villar.
"El mar no pertenece a los déspotas", referenciaba Julio Verne y esa sensación fue apoderándose de Mercedes que decidió desligarse de cualquier atadura terrestre y cruzar el Pacífico. "Le dije a mi padre y a mi jefe que estaría fuera 4 meses", reflexiona la gallega.
Meses que terminaron por convertirse en 5 años lejos de su familia y que cambiaron su modo de ver la realidad porque, confiesa, los zapatos o la ropa "todavía con etiquetas" que llenaba sus armarios pierden todo el sentido frente a un día a día basado en la supervivencia y el trueque y que, paradójicamente, ha permitido que esta fenesa dejase todo atrás para alcanzar ese otro todo que tanto anhelaba.
La dureza del mar
La gastronomía, la cultura y la navegación nocturna se conjugan con experiencias complejas que Mercedes no olvidará y que ponen de manifiesto la dureza de la vida en el mar.
Así, Villar rememora, por ejemplo, su labor humanitaria en Tonga, cuando las islas fueron arrasadas por el ciclón Ian. Unicef regaló mochilas con material escolar a los niños de la isla y Mercedes preguntó a una de las niñas si precisaba algún tipo de material más para su mochila y ella le respondió sin titubear: "una vida nueva".
En el año 2015, sus amigos canadienses John Ridsel y Robert Hall fueron secuestrados por el grupo terrorista Abu Sayyaf en la marina de Davao y un año después Mercedes tuvo que asimilar que ambos habían sido decapitados, según relata a este diario.
"Habíamos navegado por Papúa Nueva Guinea donde hay piratas", relata Mercedes que rememora como tenían que dormir con un machete debajo de la almohada y, justo después de esa experiencia, cuando llegaron a una marina en la que, señala, "nos sentimos seguros" fue cuando "llegaron 11 hombres armados y se llevaron a nuestros amigos".
Dos años antes, el velero La Nina en el que viajaban 7 amigos de Mercedes, en una travesía entre Nueva Zelanda y Newcastle, era engullido por las fauces del océano. Este hundimiento afectó profundamente a la gallega que expone a este diario que "nunca apareció ni una tabla, es como si el mar se los hubiera tragado".
Un sueño por cumplir
Tras muchas millas recorridas, Mercedes se encuentra en este momento en Suecia a bordo de un moto-velero en el que en compañía de Claes, su pareja y compañero infatigable de aventuras, se propone ver cumplida una de sus metas más personales.
En el mes de mayo, la fenesa tiene previsto atracar en el pantalán de Ares (A Coruña) para poder reencontrarse con su familia y brindarle a su padre ese pequeño placer.
"Un auténtico sueño" que Mercedes culminará intentando que su padre, uno de los socios fundadores del náutico de Ares, se suba al barco y llevarle a comer a Sada. "Mi padre tuvo una motora y buceaba. Siempre disfruté del mar cuando era pequeña gracias a él", determina la navegante que tiene especial ilusión por este momento.
La subida de los combustibles está afectando, no obstante, a la hoja de ruta de Mercedes y Claes, según explica la gallega. La carestía de las reparaciones, la meteorología y el precio de los vuelos frustraron sus planes de navegación por Islandia, Groenlandia y Canadá.
También la invasión rusa de Ucrania ha impedido materializar la idea de Mercedes de navegar a San Petersburgo, a través del Báltico, según relata a este diario.
No hay problema en cambiar de planes porque la economía de trueque y supervivencia forman parte de la rutina de Mercedes que rememora una travesía con una pareja a la que no le gustaba el pescado y, apostilla, "duraron un mes" porque en este tipo de experiencias subsistes a base de los productos autóctonos de cada una de las zonas por las que vas pasando.
Murciélago, tortuga con coco o arroz son ejemplo de las comidas en las que se ha basado su dieta en algunas de sus navegaciones, rememora la fenesa.
Sus mascotas, miembros de la tripulación
Una dura experiencia con uno de sus perros, que fallecía cuando Mercedes se encontraba en plena navegación, marcaría profundamente a la gallega que decidió, entonces, incorporar a sus mascotas como un miembro más de la tripulación durante sus travesías.
Con Alba, que falleció con 16 años, Mercedes recorrió "una vuelta y media al mundo" y actualmente viaja acompañada de Bianca, su nueva perra.
Aunque confiesa que hay personas que no entienden su postura, rememora esta fenesa como Alba pasó sus últimos años de vida "en el mar, conmigo" y eso para ella es algo impagable.
Porque esta aventurera tiene claro que es compatible viajar con mascota y así lo ha puesto de manifiesto en numerosas ocasiones, compartiendo sus peripecias con Alba en sus perfiles de redes sociales.
"Me quedo un millón de veces con este estilo de vida", determina Mercedes que resume sus incontables aventuras en el mar de un modo muy gráfico: "En cuanto no veo tierra todo el dolor, el estrés y la amargura se quedan ahí, en el pantalán. No te llevas nada en la mochila".