Ruinas e historia en las entrañas del antiguo monasterio románico de Vilasantar (A Coruña)
La iglesia de Santa María de Mezonzo conforma una de las joyas patrimoniales más importantes de la comarca de Betanzos y la huella visible de lo que en el pasado fue un antiguo monasterio benedictino de origen romano
13 enero, 2024 05:00Galicia conforma una tierra plagada de historia en la que se pueden encontrar un sinfín de edificaciones cuyo semblante es capaz de trasladar al viajero a otros tiempos y épocas gloriosas. De hecho, uno de los mayores tesoros patrimoniales que podemos encontrar en el territorio gallego son los monasterios, tanto por su importancia arquitectónica, cultural y religiosa como por sus ubicaciones solitarias y privilegiadas en enclaves mágicos en mitad de la naturaleza. En cualquier caso, cabe destacar que estos antiguos cenobios epezaron a proliferar en la Península Ibérica sobre todo durante la Edad Media, funcionando por aquel entonces como auténticos refugios de paz para la trasmisión de la cultura y la preservación de la historia.
Si bien muchos de estos monasterios se han conservado prácticamente intactos a pesar del transcurrir de los siglos, la realidad es que una gran parte de ellos se encuentran totalmente abandonados o convertidos en ruinas que todavía permiten vislumbrar una parte de su poderío y belleza. Sin ir más lejos, en Vilasantar (A Coruña), en el corazón de la comarca de Betanzos, se encuentran los restos de un importante lugar de retiro espiritual de origen románico: la iglesia de Santa María de Mezonzo, la cual perteneció en el pasado a una vieja abadía benedictina más conocida como el Monasterio de Mosontio.
La belleza y origen de unas ruinas
En las entrañas de Vilasantar, en un enclave idílico enmarcado en el lugar de O Priorato se encuentra un tesoro románico en forma de templo religioso. Es importante señalar en este punto que la iglesia de Santa María de Mezonzo fue parte de un antiguo conjunto formado por una capilla más primitiva (del siglo IX) y un monasterio benedictino del que hoy tan sólo quedan en pie los restos de un ala del claustro románico. El origen de este ancestral cenobio se remonta al siglo VIII, pues el monasterio en cuestión se construyó sobre una abadía todavía más antigua y fue puesto bajo la advocación de Santa María. Algunas voces incluso fechan su fundación antes del siglo VIII en vista de la existencia de varios capiteles prerrománicos que aún se conservan en la iglesia y que están datados en el siglo VI o VII.
Con todo, y aunque probablemente su construcción original se remonta a la época del Reino Suevo, hoy sabemos por las crónicas de la época que el monasterio de Mosontio fue fundado como convento dúplice por el abad Reterico alrededor del año 930. Con el tiempo, concretamente en el 955, el cenobio fue cedido a la mitra de Iria Flavia y ya en el 958 pasó a depender del Monasterio de Santa María de Sobrado, situado en las actuales Terras de Melide. Una curiosidad sobre este antiguo monasterio coruñés es que Pedro de Mezonzo llegó a ser abad del mismo, una figura sumamente relevante dentro de la historia más remota de Galicia ya que fue obispo de Iria Flavia y a él se le atribuye la oración de la Salve Regina.
El retrato del templo y de la historia
Sobre el origen del templo religioso actual podemos asegurar que una buena parte de su estructura se remonta al siglo XII o XIII. De hecho, es ya a partir del siglo XVI cuando el monasterio entra en declive y se sumerge en el más absoluto abandono durante el transcurso de las décadas siguientes. Por fortuna, la iglesia sobrevive a los años de draconiano desamparo e incluso en el siglo XVIII se le añade a su estructura la espadaña del campanario y otras pequeñas modificaciones. Sea como fuere, y debido a su enorme valor histórico-artístico, cabe señalar también que la iglesia de Santa María de Mezonzo fue declarada Bien de Interés Cultural en el año 1931.
Lo cierto es que el templo coruñés continúa siendo a día de hoy un gran ejemplo de arte románico. Su estructura consta de una planta basilical formada por tres naves que suman otros tres tramos con cubierta de madera a dos aguas, así como también sendos accesos que se localizan en la fachada de poniente y los muros norte y sur. Las naves en cuestión dan forma a tres ábsides semicirculares y bien ornamentados que se encuentran envueltos por bóvedas de cuarto de esfera. La sección presbiteral repite el mismo proceso con bóvedas de medio cañón. En su interior también destaca la presencia de una arquería ciega que sostiene el alero del ábside central y el pequeño rosetón que se muestra en el hastial oriental.