No debe de resultar fácil sorprender al general estadounidense Joseph Votel. Votel es el jefe del SOCOM, el mando de las fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos. A sus ordenes operan 69.000 soldados, entre ellos los Navy Seal y los Delta Force, pero también otras unidades de elite menos conocidas, como el Psychological Operations Group. Su presupuesto, acorde con la tecnología de vanguardia con la que operan sus hombres, supera los 14.000 millones de euros anuales. 

Es probable que esas cifras aisladas no digan mucho. Pero hay que ponerlas en contexto. Las unidades de operaciones especiales de las Fuerzas Armadas españolas apenas cuentan con mil soldados. Y aún más: el presupuesto total del Ejército español para 2015 es de sólo 5.767 millones de euros. Menos de la mitad de los 14.000 millones de Joseph Votel y menos del 3% del presupuesto global del Pentágono.

Maniobra de coordinación con un helicóptero Tigre para fijar objetivos en tierra. Moeh Atitar

El desequilibrio entre las cifras estadounidenses y las españolas es tan exagerado que le pido a un comandante del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra español que las confirme:

–Entonces son 69.000 hombres contra mil, ¿cierto?

–No, no. "Contra" no. Nos conviene tenerlos como aliados.

Ochocientos de esos mil soldados tienen su base en el cuartel alicantino de Rabasa, la sede del MOE. Y a ese cuartel llegó el pasado mes de julio el general Votel para una breve visita de cortesía.

¿Cómo sorprender al hombre que está al mando de las unidades de elite del Ejército más poderoso de la historia? Se le pide amablemente que actúe como rehén figurante en una demostración de rescate a cargo de un equipo de operaciones especiales español… y se le lanza por sorpresa una stun, una granada aturdidora capaz de emitir un destello de ocho millones de candelas y un estallido atronador de 180 decibelios. Suficiente para dejar ciego y sordo durante varios segundos al enemigo.

El comandante Alfonso Blas cuenta la anécdota en presencia del jefe del MOE, el general de brigada Demetrio Muñoz, y añade:

–La próxima vez no le daremos tapones al americano, mi general.

Mitología del macho

–¿Es duro el curso?

–Bueno… Siempre es mejor que Dios no te mande lo que puedes soportar.

Al MOE es inevitable que uno llegue con algunas preguntas sobre la mitología de lo macho rondándole la cabeza. ¿Quiénes han superado las pruebas de selección más duras, los Navy Seal americanos, los SAS británicos o los boinas verdes españoles? ¿Son los soldados de operaciones especiales los mejores guerreros de la historia o ese honor corresponde a las legiones romanas de César Augusto, a las hordas mongolas de Genghis Khan o a la Grande Armée de Napoleón? ¿A quiénes no querrías enfrentarte jamás si fueras un militante del Estado Islámico?

La respuesta a todas esas preguntas es que "da igual". Todos los soldados que han superado el CABOES, el curso de adiestramiento básico de los grupos de operaciones especiales del Ejército de Tierra, responden con un granítico "sí" cuando les pregunto si se creen capaces de superar el BUDS, el curso de los Navy Seal estadounidenses, en teoría el más exigente del mundo. Algunos hasta me miran perplejos, como si les acabara de preguntar si el agua moja.

El capitán transmite la posición del objetivo al helicóptero Tigre. Moeh Atitar

Lo confirma el jefe de la Unidad de Instrucción de Operaciones Especiales después de citar a Pedro Calderón de la Barca: "Y así, de modestia llenos / a los más viejos verás / tratando de ser lo más / y de aparentar lo menos".

Superadas las primeras semanas de adiestramiento y descartados los que no son aptos, los nerviosos, los negligentes y aquellos incapaces de controlar la ansiedad, el pánico al ahogamiento o el estrés de la batalla, no existe prueba capaz de quebrar la voluntad de los que han resistido hasta ese momento. Cualquier Navy Seal americano superaría el CABOES y cualquier boina verde español superaría el BUDS. No hay más.

No todos los soldados acuartelados en Alicante forman parte de los equipos operativos. "Equipos operativos" es el término que define a los soldados que entran en combate directo con el enemigo. Los restantes son mandos y personal de apoyo: comunicaciones, suministros… Esos pocos cientos de guerrilleros (así se llaman a sí mismos) se dividen en tres grupos: el GOE III, el GOE IV y el GOE XIX. A ellos se añadirá en breve un cuarto grupo de boinas verdes de nueva creación: el GOE II.

Cada año causan baja unos 20 guerrilleros, que son sustituidos a partir del otoño. Las solicitudes llegan a cientos, pero la mitad son descartadas por razones administrativas. Quienes sobreviven al filtro burocrático inicial pasan un primer grupo de pruebas físicas y psicotécnicas. En ellas caen 100 candidatos más. A estas alturas del proceso ya sólo suelen quedar 50 soldados, todos con un mínimo de dos años de experiencia en el Ejército. La mayoría proceden de los paracaidistas, la Legión y las Unidades de Montaña.

Estos son los que realizan el CABOES, que consiste en un curso básico de cuatro meses más otro avanzado de cinco. Al cabo de esos nueve meses, sólo 20 soldados siguen en pie. Son los que pasan a formar parte de alguno de los tres grupos de operaciones especiales del Ejército de Tierra.

Todos han pasado pruebas como la de "natación con limitación de tren superior e inferior", que les obliga a cruzar una piscina atados de pies y manos. O la llamada "superación de laberinto subterráneo sin equipo", cuyo objetivo es descartar a los claustrofóbicos y en la que los candidatos deben encontrar la salida, a ciegas y a rastras, de un estrecho túnel abarrotado de obstáculos y vías muertas.

Cuando se les pregunta por la peor de las pruebas, la respuesta es unánime: "Ninguna. Lo peor es el frío y el hambre. A veces tienes tanto frío y estás tan hambriento y agotado que aún teniendo el arma a un metro de distancia ni siquiera puedes arrastrarte para cogerla".

–Todos los que superan el curso valen. Quizá nos hayamos equivocado puntualmente con algún candidato expulsado que hubiera podido quedarse, pero que no te quepa ninguna duda de que el que acaba aquí es porque se lo merece.

Miembros del MOE suben a un helicóptero Chinook durante los ejercicios. Moeh Atitar

Mujeres con boina verde

–El nivel físico mínimo para entrar en el MOE es superior al máximo de otras unidades españolas, incluida la Legión. Así que imagínate a las mujeres que superaron las pruebas de acceso. Eran portentos.  

Hoy todos los equipos de operaciones especiales están formados por hombres. A lo largo de la historia del MOE, sólo seis mujeres han logrado superar el curso que permite lucir el parche distintivo de esta unidad, un machete enmarcado en dos hojas de roble. Fueron una oficial, una suboficial y cuatro soldados de tropa.

España es uno de los pocos países del mundo en el que las mujeres no tienen vetado el acceso a ninguna posición dentro del Ejército siempre y cuando superen las mismas pruebas que los hombres. En otros países, la excepción a esta regla suelen ser las unidades de operaciones especiales y los submarinos, cañerías de metal de atmósfera irrespirable y maloliente en las que la intimidad puntúa muy bajo en la lista de prioridades.

Pero los requisitos físicos y la imposibilidad de garantizar su intimidad no son los dos únicos argumentos de los detractores del acceso total de las mujeres a las posiciones de combate. A fin de cuentas, el primer argumento ya ha sido derrotado en la práctica por seis mujeres y el segundo no es más que un paternalismo. Existe un tercer argumento, que tiene su origen en la guerra árabe-israelí de 1948.

Las fuerzas israelíes mantenían entonces una política heredada de sus kibutz y que ahora llamaríamos "igualitaria" pero que provocó dos problemas inesperados en el campo de batalla.

El primero era que los soldados árabes se rendían a los hombres, pero no a las mujeres. El segundo era que los oficiales israelíes comprobaron que cuando un hombre era herido en combate, el resto de los soldados actuaba de forma racional y se ceñía a sus órdenes. Pero cuando era herida una mujer, los hombres reaccionaban con un impulso instintivo de protección hacia ella que les llevaba a tomar decisiones desastrosas para ambos y para el resto de sus compañeros.

Lo interesante de este argumento es que no se basa en el paternalismo de una convención social sino en la supuesta programación del cerebro del hombre. A fin de cuentas, si ese paternalismo fuera una simple cortesía masculina resultaría fácil corregirlo durante un curso de nueve meses. Pero si es genético y producto de decenas de miles de años de selección sexual, el problema es más difícil de solucionar.

Que el argumento sea científicamente correcto ya es harina de otro costal. La demostración de su validez o de su falsedad queda para la neurociencia y la psicología evolutiva.

Maneras de morir

–¿Son seguros estos ejercicios?

–Lo intentamos. Morirse en tiempo de paz es inútil.

Son las 10 de la noche y estoy a punto de subir a un helicóptero Cougar para asistir al ejercicio de infiltración nocturna de un equipo de operaciones especiales. Antes de despegar, el piloto repasa las instrucciones de seguridad con siete soldados y cuatro tripulantes.

A diferencia de las directrices de los vuelos civiles, destinadas a tranquilizar a los pasajeros, las de los vuelos militares describen con detallismo de relojero suizo todas las posibles maneras de morir (el término técnico sería «contingencias») que todos intentarán esquivar en las próximas horas.

–Hemos reconocido la zona esta tarde. Es muy escarpada y de difícil acceso, aunque hemos localizado un lugar de aterrizaje relativamente factible, un risco rodeado de rocas. Pero, aún y con las gafas de visión nocturna, será difícil maniobrar. Cuando salgáis del helicóptero, caminad agachados hacia el morro o el lateral del aparato. Si lo hacéis hacia la cola, el rotor os decapitará. He visto a más de uno al que han tenido que placar después de salir mareado y tropezar en dirección a la hélice.

El comentario provoca algunas sonrisas. En el MOE, las experiencias cercanas a la muerte se reciben con un temple sorprendente.

Un tirador de élite, durante los disparos en vuelo a bordo e un Cougar. Moeh Atitar

Un Tigre mortífero

Nos escolta un Tigre, un helicóptero de ataque cuya misión es acabar con cualquier amenaza que se encuentre cerca de la zona de aterrizaje. Lo he visto en acción hace unas horas, durante unas maniobras de señalización de objetivos desde tierra.

Lo de "ver" es un eufemismo porque la potencia de fuego del Tigre le permite finiquitar sus objetivos a kilómetros de distancia. Dos, si les dispara un cohete. Cuatro, si les dispara con el cañón. Ocho, si les dispara un misil.

Horas después leo en un foro militar sobre helicópteros de combate: "Si soy el tripulante de un tanque y me encuentro de frente con un Tigre, me bajo en marcha". En realidad, ni siquiera existe la opción de bajarse en marcha: el Tigre dispararía oculto desde una posición segura y los tripulantes quedarían reducidos a cenizas mucho antes de percatarse de su presencia.

El piloto del Tigre repasa el aparato antes de iniciar el vuelo. Moeh Atitar

El Tigre es la respuesta europea al Apache estadounidense. Los debates sobre cuál de los dos helicópteros es mejor levantan tantas ampollas como un Barça-Madrid.

El Tigre es más veloz y maniobrable, pero el Apache tiene más blindaje y potencia de fuego. El Tigre es más adecuado para el tipo de guerra actual, asimétrica y en zonas urbanas. El Apache es un helicóptero pensado para batallas a campo abierto contra tanques y armamento pesado.

El Tigre es Sugar Ray Robinson y el Apache es Mike Tyson.

Que el Tigre es un helicóptero ágil queda demostrado cuando se lanza detrás de un jeep a la fuga y lo sobrevuela rasante a una distancia de apenas dos o tres metros, como si su objetivo no fuera freírlo con la ametralladora sino ensartarlo como un pincho yakitori. La cara del conductor del jeep cuando vuelve a nuestra posición es un poema cubista. "Ha pasado cerquita", dice. Nadie dijo que la vida de un conejillo de indias de los grupos de operaciones especiales fuera fácil.

El Cougar y el Tigre son dos de los tres helicópteros utilizados por los grupos de operaciones especiales españoles.

El tercero es el Chinook, un helicóptero pesado de transporte de tropas y despliegue de artillería. Ninguno de los tres aparatos es propiedad del MOE. Cuando los boinas verdes necesitan utilizarlos, son las Fuerzas Aeromóviles del Ejército de Tierra (FAMET) quienes se los proporcionan.

En España, a diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos con sus Night Stalkers, no existe una unidad de pilotos de elite que trabaje sólo para los grupos de operaciones especiales. Pero las FAMET suele enviar siempre a los mismos tripulantes para que se habitúen a los métodos de estas unidades.

Durante la charla con uno de esos pilotos, queda claro que lo que menos les preocupa son efectivamente los tanques. Un adolescente con un AK-47 es bastante más peligroso para un helicóptero que un carro de combate.

Un miembro del MOE desciende en vuelo desde un Chinook. Moeh Atitar

–Una vez nos acertaron con una ráfaga de nueve tiros y nos jodieron el sistema hidráulico. El tirador apostado en la puerta lateral del helicóptero volvió a nacer: cuatro tiros impactaron a su derecha y los cinco restantes a su izquierda.

Cuando le pregunto por los drones, que son a las aeronaves tripuladas lo que Uber a la industria del taxi, ni siquiera se inmuta.

–Los drones son más un avión que un helicóptero. Un dron no transporta francotiradores ni infiltra equipos. Los que deb

Interior del Cougar durante las prácticas de tiro en vuelo. Moeh Atitar

Una unidad enigmática

en preocuparse por los drones son los pilotos de los cazas.

–¿Esta unidad ha participado ya en operaciones de combate?

–Esa es información clasificada.

–¿Trabajan en colaboración con el Centro Nacional de Inteligencia?

–Información clasificada.

–¿Han recibido adiestramiento por parte de unidades estadounidenses o israelíes, o han entrenado junto a ellas?

–No puedo contestar a eso, lo siento.

–Bueno, pues no tengo más preguntas.

–¡Perfecto! Y ya sabéis: aquí me tenéis para contestaros a todo lo que queráis.

En el cuartel de Rabasa existe un edificio que alberga una enigmática unidad de operaciones especiales llamada Unidad de Operaciones Especiales. Lo que diferencia a esta unidad de las restantes es que sus operaciones son aún más especiales de lo habitual. Lo que el lector entienda por "más especiales de lo habitual" es cosa suya. En el interior del edificio no se permite usar la grabadora del móvil ni hacer fotos, aunque sí tomar notas.

La Unidad de Operaciones Especiales es lo que de forma un poco sensacionalista podríamos denominar una unidad encubierta. Existir, existe, como las meigas. La entrevista con el jefe de la unidad apenas dura cinco minutos. Harían falta unos cuantos litros de pentotal sódico para arrancarle algún dato más que los que deja caer con cuentagotas durante la charla.

La reunión de la mañana donde se marcan los objetivos de la misión. Moeh Atitar

La Unidad de Operaciones Especiales depende directamente del general del MOE, la forman sólo mandos (de capitán a sargento) y su entrenamiento y equipamiento es «más avanzado» que el del resto de los grupos del cuartel.

Nació hace 11 años y es una unidad "pequeña". Su misión es ocuparse de las misiones "más comprometidas". Cuando alego que «comprometidas» es una palabra demasiado genérica, el jefe de la unidad acota el concepto: "Comprometidas desde el punto de la vista de los intereses de la nación". Pido más datos y añade que se trata de "operaciones que no pueden fracasar bajo ningún concepto".

Los miembros de esta unidad son seleccionados de entre el resto de grupos de operaciones especiales del cuartel. Generalmente a propuesta de los mandos, aunque de vez en cuando se recibe alguna solicitud directa de ingreso. No queda claro si esas solicitudes son atendidas, aunque parece que el proceso de admisión está menos burocratizado que en el caso del resto de unidades y que se opera con un amplio margen de discrecionalidad basado más en el mérito y la confianza que en cualquier otro criterio.

Lo que se busca es "sensatez, madurez y capacidad de decisión". La lealtad se da por supuesta. A fin de cuentas, no estamos hablando de objetivos militares convencionales sino de aquéllos que atentan directamente "contra la nación".

La Unidad de Operaciones Especiales es el equivalente español del DEVGRU, el Grupo de Desarrollo de Guerra Naval Especial de Estados Unidos, la elite entre la elite de las fuerzas de operaciones especiales del ejército estadounidense.

–Si España tuviera su propio Bin Laden, ¿se ocuparía esta unidad de él?

–Sí.

Un Ejército moderno

–Ya lo decía Wellington, que a pesar de ser inglés era un buen militar: «Con la excepción de una batalla perdida, nada es más triste que una batalla ganada».

Bastan unas pocas horas en el cuartel de Rabasa y un mínimo de atención por el detalle para romper con todos esos estereotipos de lo castrense que muchos ciudadanos españoles hemos heredado del franquismo y de los años del servicio militar obligatorio. Un franquismo y un servicio militar obligatorio que, por edad, muchos ni siquiera hemos vivido en primera persona. Son esos estereotipos que buena parte de los medios, unos por rancio carpetovetonismo y otros por ignorancia voluntaria, se empeñan en perpetuar a pesar de que el Ejército de hoy está mucho más cerca de La noche más oscura que de La escopeta nacional.

La paradoja es que siendo el ejército una de las instituciones más valoradas por los ciudadanos españoles según la última encuesta del CIS (la tercera después de la Guardia Civil y la Policía Nacional) sigue siendo también una de las menos conocidas. Justo lo contrario de lo que ocurre con partidos políticos, sindicatos, Gobierno y Parlamento, las cuatro instituciones menos apreciadas por los españoles pero también las que monopolizan la actualidad.

Quizá la clave del misterio radique en las palabras de un capitán de las fuerzas especiales con el que charlo entre ejercicio y ejercicio:

–Yo estoy orgulloso de dos cosas. En primer lugar, de que mi equipo nunca pida trabajar menos sino más. En segundo lugar, de que mis mandos no roben sino que pongan.

¿Un lugar en el que no se roba, en el que se pide trabajar más en vez de menos y en el que la meritocracia se aplica a rajatabla porque les va la vida en ello?

Va a resultar que la más española de las instituciones españolas es también la menos española de todas ellas.

–Yo me monto las estanterías del IKEA solo, ¿eh?– dice el comandante.

–Es usted un mando del cuerpo de operaciones especiales –respondo–. Lo doy por supuesto, comandante.

El MOE imparte prácticas de tiro a efectivos del Ejército de tierra. Moeh Atitar

"La edad ideal de un operativo del MOE está entre los 30 y los 40 años", me indica un mando. Las razones son obvias: un soldado de operaciones especiales no necesita testosterona e ímpetu adolescente sino autocontrol, resistencia y capacidad de mando.

Un solo disparo innecesario durante el desalojo de Perejil, que llevaron a cabo unidades de operaciones especiales del Ejército de Tierra, habría provocado un conflicto de consecuencias imprevisibles. De ahí que la habilidad para mantener bajo control los estallidos de adrenalina sea una virtud casi tan valorada en estas unidades como la puntería o la capacidad de trabajo en equipo.

Tampoco el músculo hipertrofiado se valora demasiado. Los deportes que los soldados practican en su tiempo libre son un buen indicativo de cuál es el tipo de perfil físico que predomina en estas unidades, mucho más cercano al de Luis Enrique que al de Vin Diesel: escalada, carreras de larga distancia, ciclismo y algo de crossfit. Deportes practicados con fervor incluso por los mandos de más edad (alguno hay con más carreras ganadas que tiros pegados) y que provocan conatos de competitividad con los soldados más jóvenes:

–¿Recuerdas la carrera del año pasado?

–Sí, mi comandante, la recuerdo.

–Los veteranos os dejamos atrás.

–Afirmativo, mi comandante.

–Creo recordar que también os dejó atrás el sacerdote.

–También lo recuerdo, mi comandante.

–No os lucisteis, precisamente. ¡El sacerdote!

–Ya nos pegaron un toque, mi comandante.

Fusil de asalto HK G36 tuneado por un MOE. Moeh Atitar

'Por España, me atrevo'

Llevo cuatro días en el cuartel del MOE y aún no he visto a nadie acelerar el paso, precipitarse, gritar o demostrar el más mínimo signo de estrés. Ni siquiera cuando los planes han cambiado de un minuto al siguiente. La estabilidad emocional de un soldado medio del MOE sería la ruina de cualquier psicólogo. Si tuviera que buscar un término que describiera la atmósfera del cuartel, ése sería el de «calma febril».

La planificación de cualquier acción es exhaustiva y en ella participan decenas de personas. Muchas más de las que luego la ejecutan sobre el terreno.

La planificación ideal requiere unas 72 horas de trabajo, pero las operaciones contra los llamados "objetivos de oportunidad" (por ejemplo, un terrorista avistado por sorpresa en un lugar inesperado) sólo pueden permitirse planificaciones de unos pocos minutos en el mejor de los casos.

El campamento de mando de un equipo de operaciones especiales es un laberinto de tiendas conectadas entre sí. En él se pueden llegar a contar hasta 30 ordenadores portátiles además de varios monitores de televisión. Hay equipos de encriptación de comunicaciones que no nos dejan fotografiar y docenas de mapas topográficos a cargo de la sección de Inteligencia.

Si se prefiere en forma de eslogan: las operaciones de una unidad de elite son 99% planificación y 1% videojuego. Lo cual, por otro lado, tampoco garantiza nada: "No hay plan que sobreviva al primer disparo", me dicen.

Explica el soldado Mark Owen en su libro Un día difícil que las tácticas de los Navy Seal han cambiado con el tiempo a medida que sus enemigos se adaptaban a ellas. Hace años, los Navy Seal saltaban sobre su objetivo y lo arrasaban a sangre y fuego. Ahora aterrizan a unos kilómetros y sorprenden al enemigo mientras duerme. Es la evolución del loud and fast (ruidoso y rápido) al soft and slow (suave y lento). Soft and slow podría ser el lema del MOE si el lema no estuviera ya adjudicado: "Por España, me atrevo".

El nombre de "operador" con el que los grupos de operaciones especiales se refieren en ocasiones a sí mismos no es casual. Su trabajo es más parecido al de un neurocirujano que al de un exterminador de plagas. Esa evolución de la fuerza bruta a la sutileza quirúrgica ha sido forzada en buena parte por la transición de un tipo de conflicto a campo abierto entre ejércitos equivalentes a la guerra asimétrica en centros urbanos.

El cambio de perspectiva ha condicionado incluso la manera de caminar y de sujetar el arma de estos soldados hasta el punto de que parte de su adiestramiento consiste en aprender a arrodillarse e incorporarse de una manera muy concreta para reducir el número de movimientos innecesarios y reaccionar más deprisa.

El mejor ejemplo es el capitán L.C.L., condecorado tras haber sido herido por una granada en Bangui, capital de la República Centroafricana.

–¿Has visto alguna película de guerra de los años 80 o 90? Rambo, por ejemplo. Si coges el arma como lo hace Sylvester Stallone y haces un barrido con el fusil en posición de automático [y lo sujeta a la altura de la cintura, con una sola mano y los pies muy separados] no vas a acertarle ni a tres de los 20 enemigos que tengas delante. Y eso si están cerca. Si están a 100 metros, olvídate. Pero si lo sujetas así [y se coloca el arma muy cerca de la cara, con la mejilla apoyada en la culata, el cuerpo ligeramente encorvado, las piernas flexionadas y los pies casi perfectamente alineados para estrechar la silueta y reducir el perfil de impacto], vas a ser capaz de acabar con la mayoría de ellos. Un tirador de precisión de operaciones especiales es capaz de disparar a intervalos de poco menos de un segundo y acertar a casi todos sus objetivos. No queremos velocidad sino precisión.

Monumento al legionario Maderal Oleaga, caído en combate en el Aiún en el 58. M. Atitar

El porqué de las maniobras

–¿Y si en el momento del rescate el rehén no quiere irse con vosotros?

–Se viene igual. Aquí no se vota.

Una vez al mes, los soldados del MOE llevan a cabo diez días de maniobras, a veces en colaboración con grupos de operaciones especiales de países aliados. En el momento de mi visita al cuartel, una unidad francesa ha sido infiltrada en un punto indeterminado de la geografía española. Sus órdenes son llegar hasta Zaragoza por sus propios medios, probablemente marchando de noche a través de terrenos no habitados y ocultándose durante el día.

Las maniobras tienen contexto. En este caso, los ejercicios se llevan a cabo contra el ficticio Movimiento Nacional de Liberación de Zaragoza, un grupo terrorista que pretende independizarse del también ficticio reino de Aragonia. El mapa de España proyectado en la pantalla de la tienda de mando muestra las fronteras de Aragonia y de su país vecino, bautizado como Valeria. En el MOE no se suele hablar de política y menos delante de periodistas, así que me abstengo de pedir una entrevista con el guionista del ejercicio. Como dice uno de los mandos de la sección de Inteligencia:

–Si te respondo a eso, voy a tener que pasarte a cuchillo luego.

El idioma común entre unidades de operaciones especiales de distintos países es el inglés. Casi todos los oficiales del MOE lo hablan con un nivel muy superior al de nuestros presidentes y al de los consejeros delegados de algunas de las grandes empresas españolas.

En la cafetería de la base se ofrecen cursos de inglés militar por 59 euros al mes, dos horas a la semana, aunque no parecen demasiado necesarios. En el MOE los líderes terroristas que eliminar no son "objetivos de alto valor" sino high value targets. Todo el mundo sabe lo que es un SPIE rig y las señalizaciones de objetivos para los helicópteros de ataque se comunican en un inglés de acento casi neoyorquino.

Nadie desea una confusión en las coordenadas cuando un Tigre está a punto de lanzar un misil Hellfire capaz de convertir un tanque de 70 toneladas en una lata de Coca-Cola.

El uso del inglés, o de las traducciones literales de los términos militares ingleses al español, tiene una segunda ventaja colateral: evita tener que lidiar con las siempre fastidiosas exigencias de lo políticamente correcto. Si el término francotirador cae en desgracia tras el debate provocado por la película de Clint Eastwood del mismo nombre, se pasa al término "tiradores de precisión".

–Pero no es solo una cuestión de corrección política. Cualquier combatiente irregular con un rifle de largo alcance puede ser considerado un francotirador, pero jamás tendrá la categoría de tirador de precisión.

En el campo de tiro pueden verse dos tipos de dianas. El primer timpo no muestra siluetas sino unas formas geométricas que sólo con mucha imaginación podrían identificarse como una figura humana. El segundo muestra la silueta de un ser humano y su esqueleto, y permite comprobar si los disparos del tirador han impactado en algún órgano vital de la víctima.

Es muy llamativo el caso de los paramédicos. El sistema sanitario español no reconoce este tipo de formación, al contrario de lo que ocurre en los países anglosajones. Así que los paramédicos de los grupos de operaciones especiales han tenido que optar por otro término más acorde a la legalidad: "sanitarios de patrulla".

En la práctica, todos los soldados del MOE son paramédicos. Reciben cursillos de primeros auxilios y son capaces de poner vías y llevar a cabo pequeñas curas de urgencia destinadas a estabilizar al herido hasta su traslado a un hospital de campaña. Si lo hacen, eso sí, se arriesgan a ir a la cárcel. Aunque la amenaza de prisión no parece impresionarles demasiado.

–Si llega el día en el que un compañero se está muriendo delante de mí y tengo que escoger entre ir a la cárcel o salvarle la vida poniéndole una vía, tengo claro lo que voy a hacer.

Pregunto por la morfina. Ha caído en desuso. Los paramédicos del Ejército no utilizan ya inyectables de este opiáceo sino caramelos de fentanilo, un analgésico decenas de veces más potente. Los soldados se lo colocan en el dedo cuando son heridos, como si fuera un anillo, y lo chupan hasta tragar la dosis mínima necesaria que les deja inconscientes.

Hoy los grupos de operaciones especiales españoles están desplegados en tres países: en Irak y Mali (como instructores de las tropas locales) y en el Líbano. A pesar de mi insistencia, el MOE no da detalles acerca de las misiones que se llevan a cabo en estos dos últimos países.

Antes de abandonar el cuartel, y después de ver a uno de los soldados leer durante un descanso el libro Las tres Españas del 36 de Paul Preston, me intereso por los motivos que llevan a alguien a solicitar el ingreso en una unidad conocida por su dureza extrema y en la que las posibilidades de morir en combate son mucho más altas que en el resto de cuerpos del ejército. Me lo resume un mando con una sola frase:

–Los soldados llegan aquí por honor y se van por culpa del dinero.

Un soldado de operaciones especiales tiene un salario base de 599,25 euros al mes. Su sueldo neto es de 960 euros. Su probabilidad de morir en combate es del 30%.

Campo de tiro de Alicante, donde el muro está lleno de impactos de bala. Moeh Atitar

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