La última batalla que ‘ganó’ Ricardo III en la Premier
- Una ciudad anodina ha pasado a protagonizar las portadas de los periódicos por dos sucesos: el encuentro de los huesos del rey Ricardo III en un parking de la ciudad y el triunfo del equipo local en la Premier League. Recorremos Leicester en pleno apogeo cultural y deportivo.
ACTO I. Los huesos de un rey
¡Un caballo! ¡Un caballo! ¡Mi reino por un caballo! (La tragedia de Ricardo III, de William Shakespeare. Acto V)
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Si la muerte ha de venir, que sea a lomos de un caballo. La imagen del rey Ricardo III sobre el animal, con la espalda abultada como una colina —padecía escoliosis—, fue retratada por William Shakespeare en su obra La tragedia de Ricardo III. La única concesión que el escritor hizo sobre su figura fue esta, la de un monarca en plena gesta, un acto heroico aunque fallido. Fue derrotado en la batalla de Bosworth, en 1485, por su rival Enrique VII, quien fundó la dinastía Tudor —poniendo fin a la dinastía reinante hasta el momento, la Plantagenet—. Los restos de Ricardo III fueron enterrados bajo la abadía de Greyfriars, en Leicester. Más de 500 años después, en 2012, un equipo de investigación de la universidad de la ciudad halló sus huesos bajo el suelo de un parking. El último rey Plantagenet, engullido por la modernidad.
Josh Welsh, de 32 años, pasa a menudo frente a la estatua de Ricardo III, situada junto a la Catedral de Leicester. Nunca le prestó demasiada atención hasta que hace unos días su equipo se proclamó campeón de la Premier League. Alza la vista, sonríe al busto del monarca y le da las gracias. “Es como quien pasa al lado de una virgen y se santigua. Estoy convencido de que Ricardo III ha tenido algo que ver con que los Foxes hayamos ganado la liga”, dice.
No es el único que ha conectado ambos acontecimientos. Según publicó The Sun, antes del hallazgo el ratio de victoria del Leicester City era del 32%. Cuando lo volvieron a enterrar —en marzo de 2015, tras concluir la investigación—, el ratio alcanzó el 63%. Desde ese momento y hasta el año siguiente —marzo de 2016—, el Leicester City ganó 26 partidos de 40. El alcalde de la ciudad, Peter Soulsby, llegó a reconocer que una pequeña parte de él creía que no era una coincidencia, según recoge The Wall Street Journal. La localidad, dijo Soulsby, comenzó a mostrar una confianza en sí misma inédita hasta el momento. Parecía que Ricardo III daba su reino no por un caballo, sino por una victoria de los Foxes.
Si hasta entonces el monarca había sido demonizado por historiadores y escritores —se le acusó de asesinar a sus dos sobrinos, los príncipes Eduardo y Ricardo—, desde que renació para ser enterrado como manda la tradición inglesa ha sido reverenciado y admirado. Tras su aparición, Leicester parece haber abandonado ese carácter anodino que muchos le reprochaban. “No sé nada de este tío, sé que es un rey o algo así, pero desde que lo encontraron hemos empezado a ganar partidos. Voy a beber a su salud y a la de mi equipo”, reconoce Adam Jones, de 24 años.
Desde el ‘King Richard III Visitor Centre’ afirman que “la mezcla histórica y futbolera ha incrementado las visitas al museo”. “Cuando sus restos fueron traslados a la catedral [situada enfrente de esta institución] mucha gente se interesó por la vida de Ricardo III, pero eran en su mayoría turistas. Ahora vienen muchos fans del Leicester con sus bufandas y camisetas del equipo. Gracias a la Premier League la gente empieza a saber quién fue este monarca en realidad”. El museo ha querido aprovechar el tirón del personaje. En el recorrido se exhiben artículos tan disparatados como las botas Hunter que usó Philippa Langley durante la excavación en la que hallaron los huesos del monarca y los micrófonos del acto de prensa con los que el equipo científico anunció el descubrimiento.
ACTO II. Leicester City
Ahora ciñen nuestra frente las guirnaldas de victoria; nuestras armas melladas se erigen en trofeos (La tragedia de Ricardo III, de William Shakespeare. Acto I)
Taylor tiene 96 años y arruga su cuerpo en la silla mientras toma café. En el Costa Coffee de Haymarket, en el centro de Leicester, ya la conocen. Acude casi a diario para tomarse un latte descafeinado. No se acomoda demasiado en el asiento porque, dice, luego no es capaz de levantarse sola. “Y eso que me ayudo con el andador”. Apenas ve, pero no le hizo falta para saber que el Leicester se había proclamado campeón: “Escuché los gritos de mis nietos”. A su edad ya puede morirse tranquila. “He visto enterrar a un rey y ganar la liga a mi equipo”.
Dos días después de que el Leicester se alzara con el título, la ciudad amanecía dispuesta a continuar la celebración. A las 10 de la mañana, Ryan, de 23 años, vendía bufandas, banderas y camisetas de los Foxes. “No me gusta madrugar, y además ayer estuve bebiendo. Pero sé que ahora es cuando la gente me va a comprar estas cosas. ¿Quieres una?”. A su lado, tres chicos de veintipocos con cervezas en la mano se acercan a Ryan. “Ayer perdí mi bufanda y quiero una nueva. Llevo bebiendo desde el lunes para celebrar la victoria, y creo que lo seguiré haciendo hasta el partido del sábado contra el Everton. ¡Esto es historia!”, grita uno de ellos.
En el stand del periódico local Leicester Mercury situado en Belgrave Gate, el quiosquero, Thomas, dibuja una raya cada vez que alguien compra el periódico. A las 12 ha vendido más del doble de lo habitual. Me enseña las hojas de hace ocho días, de quince, de veinte. “Me gusta llevar la cuenta. Estos días no suelto el boli, tengo que apuntar muchas ventas. Todo el mundo quiere tener un ejemplar. Tienes que entender que este es un equipo muy nuestro. Los jugadores comen donde comemos nosotros, compran donde compramos nosotros… Son como familia”, explica. Dice que lleva una década madrugando para vender periódicos, pero que solo ha habido dos ocasiones en las que la demanda le ha llamado la atención: cuando los científicos anunciaron que los huesos encontrados en el parking eran de Ricardo III y cuando los Foxes ganaron la Premier. “Incluso los turistas quieren uno de recuerdo”.
ACTO III. Pueblos y banderas
Los humanos viven de esperanza (La tragedia de Ricardo III, de William Shakespeare. Acto I)
En Narborough Road, las banderas de diferentes países se suceden en los balcones como en una larga enumeración sin comas. Dicen que es la calle más multicultural de todo el Reino Unido. Según un estudio que realiza el London School of Economics (2015-2017), esta calle de Leicester sería la que mayor número de diferentes nacionalidades concentra: hasta 23 países distintos en total y cuatro continentes. Le seguirían las localidades de Birmingham, Bristol y Manchester. La responsable del proyecto, Suzanne Hall, afirma que “la diversidad étnica se asienta en lugares urbanos desfavorecidos”.
Tras el último censo realizado, el de 2011, la Oficina Nacional de Estadísticas concluyó que en aquel año la población blanca ya era inferior (45%) a la no blanca (49%). El 5% restante estaba formado por residentes blancos pero no británicos. El por entonces ya alcalde Peter Soulsby declaró que “Leicester siempre ha sido conocida por su gran multiculturalidad”. “Es uno de nuestros puntos fuertes”, añadió. Aquí, la minoría, por contradictorio que suene, es lo común.
Bahar al-Silimi vende fruta en uno de los puestos de Narborough Road. Coloca las manzanas con precisión casi quirúrgica. Como mucho tres en cada bol de plástico. “Cada detalle cuenta para el cliente”, contesta. A la entrada tiene colgadas dos banderas: una de Etiopía, su país, y otra del Leicester City, su equipo. “No conozco a muchos ingleses aquí, pero me gusta el fútbol. Por este barrio hay una comunidad etíope, nos juntamos para ver los partidos y también para jugar al baloncesto”. Bahar, de 29 años, llegó a la ciudad hace diez. Vive cerca de una mezquita, donde acude a rezar, y donde ha conocido a más fans de los Foxes. “Hay muchas formas de integrarte en un sitio: una de ellas es el fútbol. Al final, hay tanta gente volcada con el equipo que te contagian. No creo que yo sea un gran fan, pero me gusta porque sus jugadores parecen humildes”.
En la acera de frente, Salma, una hindú de Bangladesh, sirve cafés en la barra del bar en el que trabaja. Tiene 28 años y estudia Psicología. Dice que con lo que gana se paga la carrera. En el cristal del local, un cartel promociona el reciente himno de los Foxes, Fearless. “Lo ha colgado mi novio, que también trabaja aquí. Nuestros vecinos son de Polonia y adoran al Leicester. Siempre quedan para ver los partidos juntos. No me entusiasma el fútbol, pero reconozco que da alegría ver esta ciudad tan viva. ¿Sabes qué une más que una identidad en común? El Leicester”.
ACTO IV. Viva el rey Claudio
El rey ha hecho más prodigios que un hombre, osando enfrentarse con todos los peligros. Su caballo ha caído y sigue el combate a pie (La tragedia de Ricardo III, de William Shakespeare. Acto V)
Vichai Srivaddhanaprabha compró el Leicester en 2010. El millonario tailandés ha invertido ingentes cantidades de dinero en el club, primero en la deuda y después en plantilla. Su riqueza procede del éxito internacional de su empresa de duty free, King Power, que precisamente da nombre al templo de los Foxes. Forbes valora su fortuna en dos mil millones de libras. Este empresario tampoco ha escatimado gastos en agradar a su afición. El día de su cumpleaños, por ejemplo, invitó a cerveza y donuts a todos los asistentes al estadio. Mientras los aficionados engullían, una avioneta sobrevoló el King Power Stadium con un mensaje: “Mr. Chairman, happy birthday”. En 2014 dijo que invertiría 180 millones de libras para crear un equipo que se situara entre los cinco mejores de la Premier en tan solo tres años. Le ha sobrado uno.
Sin embargo, el público ha coronado a Claudio Ranieri como protagonista indiscutible de la victoria. James y Sarah Robinson, una pareja de Leicester, decidió llamar Claudia a su bebé. “Los médicos nos dijeron que nacería el 30 de abril, pero se adelantó y lo hizo el 29. Gracias a eso pudo ver su primer encuentro: el Leicester contra el Manchester United. Por eso hemos decidido llamarla como Ranieri”, explicaron los padres al Leicester Mercury.
“Míster cero títulos”, como lo bautizó Mourinho cuando coincidieron en Italia, es una de las claves del éxito de los Foxes. El técnico italiano, que venía del ostracismo después de dirigir sin demasiado éxito a grandes equipos como Chelsea, Atleti, Inter, Juventus o Valencia, tomó las riendas de un club con muchos años de historia pero poca presencia en la Premier League. Se hizo cargo de un vestuario que venía de la Championship, segunda categoría inglesa, y lo armó con jugadores de poco nombre pero dispuestos a trabajar mucho. En el primer partido ya les advirtió: “Somos un equipo pequeño, así que tenemos que jugar con corazón, con espíritu. No importa el nombre del oponente, si ellos son mejores, tienen que demostrar que lo son”.
La pizza ha sido una de las anécdotas de la temporada. En un partido contra el Crystal Palace Ranieri prometió a sus jugadores que les invitaría a pizza si dejaban la portería a cero. Lo consiguieron, así que los llevó a un céntrico restaurante de la ciudad —donde hoy luce un cartel con un “Forza Foxes” escrito—. Esto se convirtió en la tónica general de la temporada: cada vez que el Leicester no encajaba gol, comían pizza.
El lunes, cuando se disputaba el Chelsea-Tottenham y el Leicester podía proclamarse campeón, Ranieri se dirigía a Roma en avión para desayunar con su madre, de 96 años. “Mi hijo es el rey de Inglaterra”, dijo ella. “¡Tenemos a Ricardo III y a Ranieri!”, exclama Sarah, una estudiante de 17 años. Uno sepultado bajo un parking, y otro en el banquillo. Las proezas de palacio también se hacen sin caballo y con balones de fútbol.