En los columbarios y criptas del Valle de los Caídos hay un total de 33.833 restos censados, inhumados de caídos durante la Guerra Civil de ambos bandos, pero sin que se sepa con certeza si el número es mayor.
De ellos, 21.423 están identificados y 12.410 son anónimos. El listado digitalizado, que circula por la red, está en el ministerio del Interior, Patrimonio Nacional y Abadía del Valle. Con la inauguración del mausoleo, el 1 de abril de 1959, se depositaron los restos de 8.746 víctimas, que ya estaban previamente en las criptas de la basílica.
El día anterior fueron inhumados los restos del fundador de Falange, José Antonio Primo de Rivera, que fueron trasladados a pie solemnemente desde el Monasterio de El Escorial hasta el Valle, y enterrados frente al altar mayor.
El traslado de los restos de las víctimas identificadas debía hacerse con permiso y previa solicitud de sus familiares, no así de quienes yacían en fosas comunes sin identificar, fuesen del bando que fuesen. Franco fue enterrado en la parte posterior del altar mayor de la basílica el 23 de noviembre de 1975 por orden expresa del rey Juan Carlos, sin que nunca se haya encontrado un documento o un testimonio de su viuda e hija que expresara que la voluntad del dictador fuese la de ser enterrado en el Valle de los Caídos.
La Comisión de Expertos para el futuro del Valle de los Caídos, creada en 2011 en aplicación de la Ley de Memoria Histórica, llegó a la conclusión de que resultaba imposible identificar y trasladar los restos de muchas de las víctimas, tanto de las identificadas como de las no identificadas, dada la destrucción de las cajas que, por filtración de agua y hundimientos, han mezclado los osarios.
En la misma línea se llegó a pronunciar por entonces Alfredo Pérez Rubalcaba, vicepresidente del Gobierno de Zapatero. Sin embargo, un reciente auto de un juez suplente del Juzgado de San Lorenzo de El Escorial autoriza la exhumación y entrega de los restos de Manuel y Ramiro Lapeña Altabás a sus familiares, que fueron ejecutados en 1936 en Calatayud, sin que existan datos ni certeza alguna de que los restos de ambos hermanos fueran trasladados y enterrados en el Valle de los Caídos en abril de 1959.
Tras la inauguración del monumento se solicitó a los familiares de Calvo Sotelo el traslado de sus restos, pero estos se negaron. En diferentes columbarios están enterrados numerosos sacerdotes y religiosas, declarados beatos y beatas por el papa Wojtyla en 1989 y elevados a la categoría de mártires de la Iglesia Católica. Y con independencia de los casos de José Antonio y Franco, la inmensa mayoría de las víctimas que yacen en el Valle de los Caídos son personas corrientes y prácticamente anónimas. Algunos ejemplos de las víctimas enterradas en el Valle de los Caídos son las siguientes:
Dimas Madariaga Almendros
Dimas Madariaga Almendros era natural de Corral de Almaguer (Toledo). Fue primer vicepresidente de la CEDA, diputado por Toledo en las elecciones de 1931, siendo reelegido en 1933 y en las de febrero de 1936.
Nombrado secretario de las Cortes, cargo que ostentaba a su muerte. Reconocido por su oratoria y por sus profundas convicciones religiosas, en julio del 36 pasaba unos días de vacaciones junto a su familia en casa de unos amigos en Piedralaves (Ávila). El 27 de julio le reconoció Crescencio Sánchez Carrasco, miembro del Partido Comunista, quien lo delató a la partida de milicianos que acababa de llegar de Toledo a la localidad abulense. Dimas intentó huir por los bosques de pinares, pero fue localizado y fusilado al instante al grito de “¡Diputado fascista y católico!” Fue enterrado en una fosa común en el cementerio de Piedralaves, hasta que en mayo de 1959 sus familiares decidieron trasladar sus restos al Valle de los Caídos, donde reposan en el columbario 2102 del piso 3º, de la cripta derecha.
Francisco Cela Cela
La muerte de este joven falangista de Lugo coincidió casi con la de Dimas Madariaga. Natural de Franquean, Francisco Cela se encontraba en Piedralaves a los pocos días del inicio de la Guerra Civil. El 29 de julio cayó en manos del mismo piquete de milicianos que dos días antes había ejecutado al diputado de la CEDA Dimas Madariaga.
Ser falangista y conocer a José Antonio fueron las razones de su ejecución. Fue enterrado en el mismo cementerio de Piedralaves junto a Madariaga, y sus restos trasladados a Cuelgamuros también junto en mayo de 1959, ocupando el columbario 2103.
Valerico Canales (y otros siete más)
El mapa de las tumbas es muy confuso o simplemente inexistente en la casi totalidad de los enterramientos de víctimas del Frente Popular. Uno de los pocos casos de los que sí parece que hay indicios es el de Valerico Canales, un jornalero de Pajares de Adaja (Ávila).
El 20 de agosto del 36 un grupo de falangistas lo sacaron de su casa y lo fusilaron junto a sus vecinos Celestino, Flora, Pedro Ángel, Román y Víctor en una cuneta cerca de Aldeaseca. Fueron arrojados a un pozo seco. Valerico pertenecía a la Casa del Pueblo. Durante años sus familiares creyeron, en una historia nunca olvidada, que sus restos seguían en aquella fosa común, hasta que Fausto, hijo de Valerico, supo por sus hermanos que los restos de su padre, de su tío Fidel y de las demás víctimas de Aldeaseca las habían trasladado al Valle de los Caídos una semana antes de su inauguración oficial.
Un monje benedictino le confirmó a Fausto que el grupo de Aldeaseca estaba en la caja colectiva 198, en la cripta derecha de la Capilla del Sepulcro, aunque el registro era de siete cadáveres, pues uno de los cráneos y otros restos óseos se quedaron en la fosa común. Desde entonces Fausto ha estado luchando para conseguir la exhumación de los restos de su padre, de su tío Fidel y de las demás víctimas. Incluso el entonces magistrado de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, dictó un auto autorizando la recuperación de los restos de estas víctimas y que fueran entregadas a sus familiares. Pero un recurso del fiscal Javier Zaragoza y un auto posterior de la Sala de lo Penal dejó sin efecto el auto de Garzón al negarle competencias al respecto.
Rafael de la Macorra G. Barzanallana
El padre de Rafael, José, presentó y consiguió que se aprobase durante el directorio de Primo de Rivera que los quintos que estuvieran en América no tuvieran que presentarse al servicio de levas, salvo en caso de guerra. Rafael, que había nacido en México, se presentó voluntario a luchar en el bando nacional. Cayó en la Batalla de Brunete (julio del 37), siendo enterrado en el cementerio de Boadilla del Monte. En julio de 1958 sus hermanos José, Fernando y Francisco solicitaron por escrito desde México que los restos de su hermano Rafael fueran trasladados a Cuelgamuros.
Joan Colom
La historia de Joan Colom es otra tragedia humana de la Guerra Civil. Reclutado forzoso por el Ejército Popular de la República en octubre de 1938 en su localidad de Lloréns del Penedés (Tarragona), dejó atrás tres hijos de corta edad cuando la guerra ya estaba más que decidida.
Tras pasar unos días en Sabadell, fue destinado a un campo de aviación de La Garriga, luego a Gerona, Tona, San Juliá de Vilatorta, hasta Vic, donde fue hecho prisionero y conducido a un campo de prisioneros en Lérida. Su esposa Teresa le pudo visitar y entregar un fardo de ropa, pero ya no le volvería a ver más. Aquejado de fiebres tifoideas, fue trasladado al Hospital Militar de Lérida, donde falleció el 5 de marzo de 1939.
Joan Pinyol, su nieto, ha reconstruido la historia de su abuelo, y apoyado por las investigaciones de la historiadora Queralt Solé, asegura que su abuelo fue desenterrado de una fosa común del cementerio municipal de Lérida a finales de los años cincuenta y trasladado junto a otros numerosos restos a las criptas del Valle de los Caídos, sin conocimiento ni permiso de sus familiares, que durante bastantes años siguieron honrando su memoria en el cementerio de Lérida. Pinyol ha asegurado que no cejará hasta que no consiga recuperar sus restos: “Abuelo, te sacaré de aquí”.
Alfonso Prendes Estrada
En julio de 1958, Pilar Herrero Menéndez, viuda del capitán de la marina mercante, Alfonso Prendes, dirigió una instancia al gobernador civil de Melilla solicitando el traslado de los restos de su marido a Cuelgamuros. Alfonso Prendes murió el 12 de enero de 1937 a consecuencia del bombardeo que la aviación republicana efectuó sobre el puerto de Melilla.
Manuel Palmero López
Capitán de ingenieros del bando nacional, falleció el 31 de enero de 1939 en la entonces localidad de Villa Sanjurjo (Alhucemas-Marruecos) a consecuencia de heridas recibidas en campaña. Fue enterrado en el cementerio católico de dicha localidad. En julio de 1958, su viuda Catalina Luque Benítez solicitó su traslado oficial al Valle de los Caídos, ante la imposibilidad de viajar asiduamente y por el deterioro que estaba sufriendo el cementerio, tras la salida del cuerpo de ingenieros militares de Marruecos.
Enric Bosch Tomás
Fue otra de las víctimas republicanas postreras de la guerra, y su historia después de muerto bastante surrealista. Reclutado forzoso tras la Batalla del Ebro, su padre intentó evitar que fuera a un frente que se batía en retirada y estaba desecho, y logró que se quedara en un taller mecánico de Manresa que había sido militarizado.
A los pocos días recibió la orden de cargar todo el material del taller y trasladarse en camiones a Ripoll. Al llegar, parece que fue herido durante un bombardeo de la aviación franquista. Sea como fuere, Ripoll fue detenido y confinado en el campo de prisioneros de Lérida, donde enfermó o ya venía padeciendo una pulmonía. El 14 de febrero de 1939 Enric falleció en el Hospital de Lérida a consecuencia de una miocarditis, siendo enterrado en el cementerio de Manresa, donde así consta en el libro de registro. Sin embargo, en el registro oficial de enterramientos identificados del Valle de los Caídos consta que Enric Bosch Tomás fue enterrado el 21 de julio de 1965 en el columbario 9203. Pero Enric Bosch no está enterrado en el Valle de los Caídos, así lo aseguran sus familiares. Lo que sorprende es que esté registrado con un número tan alto, cuando el número de inscritos identificados no supera los 21.500.
Juan Pedro Bengoa (beato)
Natural de Santa Águeda de Guesatíbar (Mondragón, Guipúzcoa), ingresó en los pasionistas de Angosto (Álava) en 1907. Estando en México sufrió persecución religiosa y se trasladó a los Estados Unidos, donde en 1916 se ordenó en Chicago. Tras regresar a España en 1923, fue destinado como vicario a Damiel. Tenía la salud mermada y frecuentemente necesitaba usar bastón e incluso muletas.
El 21 de julio de 1936 abandonó el convento de Daimiel junto a otros sacerdotes pasionistas y marianistas distribuidos en diferentes grupos. El de Juan Pedro se hospedó en una fonda de Ciudad Real, de la que un grupo de milicianos los sacó el 24 de septiembre y condujo a un seminario convertido en checa. Por la noche fueron conducidos a Carrión de Calatrava, donde fueron ejecutados de madrugada, y sus cuerpos arrojados a un pozo, en el que yacían otros muchos fusilados. Sus restos no pudieron ser identificados. Trasladados al Valle de los Caídos, todos fueron beatificados por el papa Juan Pablo II el 1 de octubre de 1989.
Hermana María Cecilia Cendoya (beata)
La hermana Cecilia Cendoya fue ejecutada dos veces. En la primera ejecución escapó echando a correr, tras ver cómo el resto de sus hermanas eran ejecutadas. Detenida nuevamente, narró al resto de compañeras de prisión su experiencia: “Estábamos siete religiosas en un piso aquí en Madrid, vinieron a por nosotras, nos metieron en un coche. Mataron a todas… Yo me bajé del coche de la mano de otra Hermana… y al notar que se caía muerta, no sé lo que me pasó, eché a correr y no sabía lo que hacía”. La madrugada del 22 al 23 de noviembre de 1936, fue fusilada junto a las tapias del cementerio de Vallecas.
Juan Álvarez de Sisternes
Natural de Villafranca del Penedés y miembro de una destacada familia, fue alcalde del municipio entre 1925 y 1930, durante la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Perteneció a Unión Patriótica. Al estallar la Guerra Civil se escondió en casa de una hermana en Barcelona, donde fue detenido el 3 de agosto de 1936 por los comandos de milicianos de los llamados coches fantasmas, integrados por miembros de la CNT y de la Esquerra.
Trasladado a su localidad natal y tras sufrir torturas, el 20 de agosto fue ejecutado de un tiro en la cabeza en la zona del puente del Lledoner (Bajo Llobregat). Su cuerpo fue enterrado en una fosa en Villarina, de donde fue exhumado y conducido al panteón que se levantó en el cementerio de Villafranca del Penedés a la memoria de las víctimas de la represión republicana. Durante el franquismo, la plaza principal de Villafranca llevó su nombre, hasta que en 1980 se le cambió por el de Plaza de la Constitución. En 1983, sus familiares y descendientes solicitaron que sus restos fuesen trasladados al Valle de los Caídos, antes de abandonar España y fijar su residencia en Francia. Es muy posible que los restos de Juan Álvarez hayan sido los últimos trasladados allí.