Cuando el sepulturero del cementerio Santa Catalina de Ceuta selló el nicho 162 con cemento y escribió con la punta de su paleta 'varón negro sin identificar', nadie pensó que al cadáver que iba dentro del ataúd aún le quedaban miles de kilómetros por recorrer.

El muerto fue enterrado el 22 de octubre del año pasado. En el sepelio sólo estuvo acompañado por tres inmigrantes subsaharianos residentes en la ciudad autónoma. El cuerpo había aparecido dos días antes sin vida en las aguas del Estrecho, frente a la playa de Ceuta. La patera en la que viajaba había naufragado. Dos de las 14 personas que iban a bordo fallecieron. Sólo apareció uno de los dos cadáveres. El otro lo engulló el mar. Dicen que era de un chico de Togo.

A las 48 horas del sepelio, un senegalés llamado Modou y afincado en Palma de Mallorca reclamó el cuerpo encontrado. Dijo que se trataba de Ndiaga Sow, un primo hermano suyo de 36 años. Siete meses después de aquello, un juez ha autorizado que se exhume el cadáver de Ndiaga, se le embalsame y se le repatrie al país que lo vio nacer, junto a su madre, Sonamati. Pero el gobierno de Ceuta tiene paralizado el procedimiento.

El nicho 162 del cementerio de Ceuta, donde se encuentra el cadáver. Mauro Mancebo

Como la madre del fallecido no dispone del dinero para costear el proceso, un grupo de senegaleses afincados en España ha iniciado una campaña de crowdfunding. Es la primera vez que una acción de mecenazgo con esta finalidad se realiza en España, un país que desde hace dos décadas ha visto morir frente a sus costas a centenares de inmigrantes que trataban de alcanzar Europa en patera. Muchos de ellos se encuentran enterrados en lápidas sin nombre en los cementerios de Melilla, Ceuta o las localidades gaditanas de Tarifa y Los Barrios. Se quiere que Ndiaga no sea uno de ellos.

MÁS DE 6.000 EUROS RECAUDADOS

Hasta el momento los compatriotas del fallecido ya han recaudado más de 6.000 euros, un dinero llegado desde Cádiz, Oviedo, Murcia, Valencia o Bilbao, pero también de Argentina, EEUU, Brasil o Italia.

En enero de este año su primo Modou creó un grupo de Whatsapp entre senegaleses que conocía. Poco a poco se fueron sumando inmigrantes del país africano que viven en distintos puntos de España y otros que residen en diversos países del planeta. A cada uno de ellos se le explicó la iniciativa. Después se abrió una cuenta bancaria en la que poder hacer aportaciones. Se realizaron en torno a 120 ingresos.

“Ahora mismo ya tenemos el dinero suficiente para que la familia de Ndiaga pueda enterrarlo como se merece en Senegal”, explica Mustafa, uno de los inmigrantes que desde el primer momento se sumó a esta campaña de mecenazgo entre compatriotas repartidos por medio mundo. “Tenemos exactamente 6.100 euros, de sobra para costear su traslado”, dice.

Mustafa vive en San Sebastián. Él fue quien abrió la cuenta para que, quien quisiera, realizara un ingreso. Hace dos semanas se desplazó hasta Ceuta en avión para tratar de agilizar el proceso de exhumación y de repatriación de Ndiaga.

El chico, que no llegó a conocer al fallecido, se vio conmovido por la historia del ahogado. “Trabajo en la limpieza de hogares. Yo ingresé 95 euros, todo lo que pude”, explica. “Cualquiera merece descansar en el sitio que lo vio nacer”, añade.

UN AGRICULTOR QUE DEJÓ SU PAÍS A LOS 34 AÑOS

Ndiaga Sow nació en 1980 en Touba, una ciudad del interior de Senegal, a unos 160 km. al este de Dakar, la capital del país. Hasta los 34 años trabajó como agricultor, pero hace dos decidió probar suerte en España.

Ndiaga, con mono de trabajo en una plantación de Senegal.

El hombre, casado pero sin hijos, inició un viaje que primero le llevó a Mauritania y después a Marruecos. En Tánger trabajó durante 12 meses en lo que le salía: limpiando coches, como temporero del campo…

Cuando reunió los mil euros que una mafia le pidió para subirse a bordo de una patera, se lanzó al Estrecho para alcanzar la Península. Como apenas sabía nadar, una vez hizo aguas la embarcación él quedó a merced de las olas.

Las corrientes del Estrecho acabaron con su vida. La patrullera Salvamar Atria encontró su cuerpo el 20 de octubre del año pasado. Los supervivientes contaron que mientras la barcaza zozobraba él nunca dejó de rezar versos del Corán.

La funerario Luza recogió el cuerpo, que llegó al centro de Salvamento Marítimo en el puerto de Ceuta. Un médico forense le practicó la autopsia al cadáver y tomó muestras de sus huellas dactilares.

Cuando Domou Sow se desplazó hasta Ceuta dijo que el fallecido era su primo hermano. Inmediatamente, un equipo de la Guardia Civil cotejó las huellas del cadáver con las aportadas por el Consulado de Senegal en España. A las pocas semanas, el caso llegó al Juzgado de Instrucción número cuatro de Ceuta.

Documento enviado por Senegal para el cotejo de las huellas del inmigrante ahogado

Tras analizar las pruebas aportadas, el juez solicitó el 12 de febrero que se exhumara el cadáver de Ndiaga para su posterior embalsamamiento y repatriación a su país de origen. Pero hasta la fecha, la Consejería de Sanidad de Ceuta no ha autorizado la apertura del nicho.

Desde el gobierno de la ciudad autónoma explican que, tras la petición judicial de la apertura del nicho, se ha remitido hasta en dos ocasiones al magistrado un escrito en el que se detallan las condiciones expuestas por los técnicos de Sanidad para la exhumación del cadáver.

Entre los requisitos está que durante la extracción del cuerpo se encuentre presente un forense adscrito al juzgado, así como una serie de exigencias sanitarias a cumplir por todas las personas que intervengan en la exhumación de los restos. "Por el momento, el juez no nos ha respondido. Estamos a la espera", aseguran desde el gabinete de prensa del ejecutivo ceutí.      

A LA ESPERA DE LA AUTORIZACIÓN

Martín Zamora, el dueño de la funeraria que recogió el cadáver de Ndiaga, está a la espera de que la Consejería de Sanidad de la ciudad auntónoma autorice definitivamente la apertura de la tumba. Su empresa, que fue la que enterró el cuerpo, ha de ser la que lo exhume y embalsame. Como Modou y Mustafa, el hombre no entiende que las autoridades locales retrasen esta decisión después de la petición del juzgado.

Martín Zamora, el dueño de la funeraria que recogió el cuerpo de Ndiaga Mauro Mancebo

En su oficina, este empresario -quien hace unos meses puso en el nicho un letrero escrito en árabe con la identidad del inmigrante y la fecha de su muerte- muestra la notificación judicial que a él le llegó el 22 de marzo. Desde entonces, “no se ha dado ni un paso en adelante”.

Zamora, que gestiona funerarias desde 1982, es conocido como el enterrador del Estrecho. “Como antes estaba en Los Barrios (Cádiz), he tenido que recoger e inhumar a muchos de los inmigrantes muertos en la mar”, afirma.

Durante su dilatada experiencia en el sector, Zamora explica que ha tenido ocho casos de exhumación de cadáveres de inmigrantes fallecidos. “Pero todo fue siempre más rápido. Cuando el juez lo pedía, a los pocos días se sacaba el cadáver del cementerio. No entiendo qué sucede ahora mismo”.

Cuestionado acerca de si conoce algún otro caso similar a la campaña de mecenazgo impulsada para repatriar a Ndiaga, el empresario, nacido en Murcia y desde hace un año instalado en Ceuta, asegura: “Nunca había visto nada igual. Normalmente fueron las familias las que sufragaron las repatriaciones”.

Si definitivamente la Consejería de Sanidad de Ceuta da el visto bueno a la apertura del nicho en que descansa Ndiaga, la funeraria de Zamora deberá contratar a un médico forense para que exhume el cadáver y lo embalsame. Una tarea que tiene un coste que ronda los 1.000 euros.

“Es más complicado y caro de lo normal por el grado de descomposición que presentará el cuerpo”, dice Zamora, que añade que el proceso de embalsamamiento puede llevar “entre dos y tres horas como mínimo”.

Ndiaga

UN VIAJE CON CUATRO ESCALAS

Una vez se recupere el cuerpo, Modou Sow podrá enviar el féretro de su primo hermano hasta Senegal. No será un viaje sencillo, “aunque la campaña de aportaciones le habrá merecido la pena”, reconoce.

Primero, el cuerpo de Ndiaga cruzará en ferry desde Ceuta hasta el puerto de Algeciras. Una vez llegue a esta población gaditana se le trasladará en coche hasta el aeropuerto de Málaga.

Desde la ciudad de la Costa del Sol se subirá a bordo de un avión hasta Madrid. Desde Barajas volará de nuevo hasta la capital senegalesa y, una vez ya en Dakar, será trasladado en coche hasta la ciudad en que nació, Touba. Una odisea con cuatro escalas y 4.000 kilómetros.

“El dueño de la funeraria -dice Modou Sow- nos ha dado un presupuesto de 5.960 euros”.  Incluye exhumación, embalsamamiento y traslados. “Ya tenemos el dinero. ¿Qué más hace falta para que mi tía Sonamati pueda velar por fin el cuerpo de su hijo? ¿Qué hace falta? ¿Qué?”, se pregunta notablemente irritado el primo de Ndiaga.

“Sólo queremos que descanse en paz y que ella lo pueda enterrar. Nada más”. Si finalmente lo consigue, la primera campaña de crowdfunding para repatriar a un ahogado en el Estrecho habrá sido todo un éxito.

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