La historia del argentino Martín Mantovani tiene final feliz, aunque durante muchos años el futbolista deambuló por el precipicio de los ‘peloteros’ que no llegan a triunfar. En sólo dos meses, tras el ascenso del pasado sábado del Leganés a Primera División, este central diestro de 31 años que hace una década ganaba 200 euros en su país natal tratará de frenar a su compatriota Lionel Messi o a Cristiano Ronaldo.
“Pensé en retirarme a los 21 porque allá con esa edad sos viejo. Ahora, fijate, voy a debutar en la mejor liga del mundo”, dice el ‘pepinero’. Atrás queda aquel tiempo en que llegó a dormir en Bolonia entre cartones y rodeado de vagabundos.
Mantovani abre este miércoles las puertas de su casa a EL ESPAÑOL. Lo hace tras el mayor éxito de su carrera futbolística, el ascenso a la Liga BBVA. El chico, capitán del equipo, se reconoce cansado después de casi cuatro días de celebración.
El futbolista, que dice necesitar “ya” volver a la tranquilidad, vive en un adosado en Villaviciosa de Odón, el pueblo de su pareja, Olga, con la que ha tenido dos hijas. “Estoy en una burbuja”, dice nada más recibir al periodista. “Esto es lo que había soñado desde niño”.
Precisamente, aquel niño del que habla el ahora futbolista es el pequeño Martín, un pibito de cinco años al que su tía le consiguió una prueba en Banfield de Mar del Plata gracias a la ayuda de un carnicero. Hasta esa ciudad del noreste de Argentina se mudaron los Mantovani Piedrabuena en 1989 junto a sus tres hijos, Martín, Mariano e Ileana.
La familia procedía de San Miguel, un pueblo de la periferia de Buenos Aires. Un día, el padre de los chicos, Antonio Vicente Mantovani, decidió dejar su empleo en una fábrica de la Ford y trasladarse junto a su esposa, la profesora de Matemáticas María Rosa Piedrabuena, hasta Mar del Plata, donde vivía su hermano. Y hasta allí que se fueron.
La madre de Martín lo pasó mal al principio. En Buenos Aires el matrimonio tenía una estabilidad que en Mar del Plata tardaría en llegar. “Nunca tuve grandes lujos, pero vivíamos tranquilos. Un día mi papá quiso que nos mudásemos. Fuimos de vacaciones quince días pero al final nos quedamos a vivir allí. Mi mamá se quería morir”.
En la terraza de su casa actual, Martín rememora sus primeros años de vida mientras la mayor de sus dos hijas, Miranda, de casi tres años, juguetea con muñecos y un caballo de plástico. La pequeña, recién nacida, duerme. “Nos instalamos donde mis tíos. Vivíamos nueve personas en una casa chiquita. Nosotros cinco, mis tíos y mis dos primos. Allá estuvimos como un año y medio”, rememora.
Al poco de llegar a Mar del Plata, una carnicero del mercado en el que su tía compraba casi a diario le dijo:
- ¿El chiquito este, que siempre anda jugando con el balón, no querrá entrar al equipo de mi hermano?
A los pocos días, Martín hizo una prueba en Banfield de Mar del Plata y empezó a jugar en el club que ya no abandonaría hasta los 14 años.
“Fue un tiempo muy jodido”
La estancia en esta ciudad no fue sencilla para la familia de Martín. Su madre tuvo que montar “una especie de puesto de Quinielas” y su padre pasó cuatro años en paro después de que en 1996 le echaran de la empresa de electrodomésticos en que trabajó durante años. “Fue un tiempo muy jodido. Vivíamos de lo que mi mamá se sacaba”, explica el futbolista. “Suerte que luego mi padre volvió a encontrar otro empleo”.
Mientras tanto, el pequeño Martín, el menor de los tres hermanos Mantovani, creció al lado de un balón de fútbol. Cuando su entrenador de siempre en Banfield, Óscar Diñeiro, dejó los campos de fútbol, Martín decidió irse al Atlético Kimberley. Allí abandonó el mediocampo ya que su nuevo entrenador lo retrasó hasta el centro de la zaga. Tenía catorce años.
“Había crecido muy de golpe, era un poco lento y descoordinado, y me cambiaron de puesto. Gracias a dios me sentí cómodo, me gustó y ya nunca he vuelto a cambiar de posición”, explica el zaguero del Leganés, el club ‘pepinero’ que en la próxima temporada será el equipo más pobre de la Liga tras su primer ascenso.
Ni siquiera los 40 millones de euros que le va a reportar el reparto de los derechos televisivos le permitirá no serlo. Competirá contra colosos como Real Madrid (529 millones de euros de presupuesto en la pasada campaña) y el FC Barcelona (509).
Pese a todo, el futuro inmediato del Lega se plantea mejor que su pasado más reciente: se prevé que el presupuesto de esta temporada recién acabada, unos 4,5 millones de euros, se multiplicará por diez en la 2016/17. Su presidenta, María Victoria Pavón, será la tercera máxima dirigente de un club español de Primera, tras María Teresa Rivero (Rayo Vallecano) y Lay Hoon Chan (Valencia CF).
Esnáider, su padrino
De su segundo equipo, Martín no saldría hasta los 20 años. Lo hizo de la mano del exfutbolista de Real Madrid, Zaragoza, Atlético o Juventus de Turín, Juan Eduardo Esnáider. Por aquel tiempo, el que fuera uno de los delanteros de moda de la década de los noventa había invertido dinero en Cadetes de San Martín, el club que lo crió en su cantera antes de debutar en la primera división argentina con Ferrocarril Oeste.
“Juan me llevó hasta allí. Compró unos terrenos y construyó varios campos de fútbol. Al parecer, quería que Cadetes nutriera de jugadores jóvenes la cantera del Atlético de Madrid. Primero se llevó a Federico Azcárate (ex del Murcia y del Cartagena, entre otros) y a los dos años me llevó a mí”, explica Martín Mantovani mientras se lleva a la boca algunas aceitunas.
El futbolista recuerda que, cuando llevaba año y medio en su nuevo equipo, alguien del club le dijo: “Tienes que sacarte el pasaporte. Cabe la posibilidad de que pruebes en un equipo de Europa”. Él se volvió “loco” en aquel instante: “Es normal. A esa edad, si no has explotado ya, en Argentina sos viejo. Ahí tenés a Saviola, Agüero… Salieron de Argentina siendo niños. Yo cobraba, en pesos, unos 200 euros al cambio. Sólo me daba para pagarme los gastos de desplazamiento a los entrenamientos”.
Corría 1995 y Mantovani, un defensa diestro aseado, contundente y que sacaba bien el balón, se planteaba dejar el deporte que le enamoró siendo un niño. Estaba estudiando para convertirse en Técnico de Control de Alimentos y su padre quería que se pusiera a trabajar. “Era el fútbol o terminar los estudios y buscarme un empleo”. Al final, fue el fútbol.
A la semana de pedirle que se sacara el pasaporte, desde el club le dijeron que la prueba, finalmente, iba a ser con el filial del Atlético de Madrid. “Yo me pensaba que me iban a mandar a Rumanía o a Bulgaria, un país de estos, pero no a España. Me quedé alucinado”.
Cuando terminó la liga en la que participaba, en abril de 2006, Mantovani viajó a Madrid junto a Juan Eduardo Esnáider. Entrenó con el filial atlético y, tras un primer ‘no’, decidió probar también en la cantera del Villareal. El club castellonense tampoco lo quiso.
Al final, en septiembre de ese año y tras una segunda prueba durante la pretemporada, el Atleti le dio la opción de fichar por su tercer equipo una vez consiguiera la doble nacionalidad (el bisabuelo de Martín es italiano). “Mientras tanto, no cobraba. Sólo me ponían la casa y la comida a cambio de entrenar con ellos”.
La “odisea” de la doble nacionalidad
“Tenía que quedarme como fuera en el Atleti”, dice rotundo Mantovani. En septiembre de 2006, el futbolista viajó hasta Bolonia con la partida de nacimiento de su bisabuelo que su padre había buscado en Argentina. Allí, tras una serie de papeleos, obtendría la doble ciudadanía. En la ciudad italiana vivió una “odisea”, cuenta Martín.
“El abogado que me tenía que ayudar no se presentó. Me dijo que me fuera a una casa donde había otros chicos como yo. Al llegar, eran tres brasileños que parecían vividores y de los que pensé que me iban choricear el poco dinero que llevaba. Esa misma tarde volé a Milán. A la mañana siguiente logré presentar toda la documentación necesaria gracias a una chica que me mandó el abogado. Pero lo más ‘gracioso’ me pasó al volver a Bolonia, donde estuve cinco días más”.
“¿Qué pasó?”, le pregunta el periodista. “Como mi vuelo de vuelta a Madrid salía a las 6.30 de la mañana, pensé que lo mejor era dormir en el aeropuerto. Me subí a un bus pero como era festivo, no llegaba hasta allí”, explica el futbolista.
Cuando Martín se vio en la calle, decidió dormir en la estación de tren. Se acomodó en el suelo de una sala vacía y, al poco de quedarse dormido, se despertó entre medio centenar de vagabundos que pasaban las noches bajo aquel techo. “Me cagué vivo. Para disimular y que no me robaran el dinero, cogí varios cartones y me los eché por encima. Me agarré a mi mochila y recé para que pasara la noche”.
El Atleti lo fichó por 600 euros mensuales
Martín Mantovani recibió la documentación que le acreditaba como argentino de ascendencia italiana el mismo día que se cerraba el período de fichajes en España, el 31 de enero de 2008. Fue cuando firmó por 600 euros mensuales con el Atlético de Madrid ‘C’, donde pasó tres años y medio, más otro medio en el ‘B’.
“Al principio de llegar a Madrid no quería gastar un euro saliendo a dar una vuelta. Lo usaba para llamar a casa o para conectarme a internet y hablar con mi familia”, explica el argentino.
A la finalización del contrato con el filial rojiblanco, a Martín le llegó una oferta para irse al fútbol rumano. En concreto, al Tirgu Mures, recién ascendido a la primera división de aquel país. “Salimos mal los tres compañeros españoles y yo que nos fuimos allí. En la primera jornada de liga, tras perder, nos echaron la culpa de todo. Al poco tiempo nos rescindieron el contrato y no nos dieron ni la casa ni el dinero que nos prometieron”.
Tras su breve paso por Rumanía, Mantovani enlazó varios equipos de Segunda B en España. La Cultural Leonesa, el Atlético Baleares y el Oviedo. De la escuadra asturiana salió el 26 de enero de 2013, después de que el verano anterior el equipo y el jugador fuesen engañados por un intermediario argentino que se plantó en las dependencias del club ovetense con una oferta de compra por Martín del Nancy francés. Al jugador le ofrecían 600.000 euros por dos años de contrato.
Pero el día de la firma de la venta del jugador, no se presentó nadie. Ni el supuesto intermediario ni tampoco ningún directivo del Nancy. “Fue un palo duro. Olga y yo acabábamos de tener a Miranda, nuestra primera hija, y ya habíamos mirado casa en Francia. El Oviedo creyó que yo los engañé y en invierno me cedieron al Leganés. Aunque ahora pienso que no hay mal que por bien no venga”.
De Segunda B a Primera en tres temporadas
Mantovani llegó al Club Deportivo Leganés en el mercado de invierno de 2013. Desde entonces, su carrera deportiva ha ido en ascenso. En su primera temporada logró ascender a la Segunda División del fútbol español. Tenía 28 años.
Su primer partido como profesional [la Segunda B no se considera como tal) fue en la temporada siguiente. Mantovani tenía 29 años. “Fijate, era un abuelo debutando entre niños”.
Tras un año de transición y adaptación a la Segunda División, el Leganés ha conseguido esta temporada una gesta impensable para muchos, incluso dentro del propio club: ascender a la Liga BBVA por primera vez en su historia. Lejano queda ya ese tiempo en que equipos de ciudades vecinas, como el Getafe, se jactaban de que su filial iba al estadio de Butarque a medirse con la primera plantilla del Lega.
Esta temporada, pese a que ha quedado segundo tras el Alavés, el equipo de Mantovani ha sido el que más jornadas de liga ha ocupado la primera posición. “Nos lo merecíamos como el que más. Fue muy bonito conseguir el ascenso ante el Mirandés. Nunca había ganado allí ni con la Cultural, ni con el Atlético Baleares ni con el Oviedo”.
En la terraza de su casa, antes de despedirse, el futbolista argentino asegura que quiere disfrutar de jugar ante Messi y el resto de estrellas de la Liga en su actual club. No piensa marcharse ni escuchar ofertas de otros equipos. “Me abrieron las puertas en un momento durísimo de mi vida. Es hora de agradecérselo”.
Sus palabras parecen sinceras, como también lo fueron las que pronunció minutos antes del decisivo partido del sábado pasado, cuando leyó una carta a sus compañeros antes de salir al campo del Mirandés y de conseguir la victoria definitiva que los llevaba a la mejor liga del mundo.
"Salgan a disfrutar, a darlo todo y no dejen nunca de creer. Pase lo que pase hoy siempre estaré orgulloso de vosotros porque en la batalla más importante siempre disteis todo lo que teníais. Si perdemos, seguiremos siendo los mejores, pero si ganamos vamos a hacer historia". Vaya si la hicieron.