Cuentan que fue una noche calurosa y húmeda de mediados de 2015. Tres guardias civiles destinados en Alhaurín El Grande (Málaga) entraron a una pequeña nave ubicada a las afueras del pueblo. Actuaron con sigilo y abrieron el local con las propias llaves, sin forzar ninguna cerradura. Iban acompañados por un par de delincuentes de la zona. Los agentes, vestidos de paisano, habrían sido Domingo, Francisco Ramón El Polilla y Antonio El Morito.
Por teléfono, como si se tratara de un operativo más de los cientos que había organizado durante su dilatada carrera en la Benemérita, presuntamente los supervisaba el capitán Francisco Gutiérrez, de 48 años. En cuestión de cinco minutos, sus chicos se habrían llevado varios fardos de hachís que cargaron en un coche. A los dueños de la droga los habían arrestado hacía unas horas en otro punto del pueblo. Habrían aprovechado para robarles parte de la mercancía antes de que el juez emitiera una orden de registro de la nave.
Como siempre, los chicos de ‘Guti’ dejaron parte del cargamento en el almacén para que el magistrado constatase que en aquella guardería se escondía hachís llegado desde Marruecos en veloces lanchas de la droga. Al terminar, se marcharon por donde habían venido. Les acompañó una sensación de impunidad, de que nadie iba a sospechar que los guardias civiles que patrullaban a diario por las calles de Alhaurín se estaban lucrando con la droga del narco.
En apariencia, el negocio era perfecto para ellos: no hacía falta pedir cargamentos de hachís; resultaba más sencillo detener a quienes lo traían a España y quedarse con parte de la droga. Los agentes sólo tenían que robar la mercancía que otros transportaban hasta la Costa del Sol, lugar de culto para la jet set de medio mundo pero a su vez refugio para todo tipo de delincuentes.
Del resto se encargaba el capitán Gutiérrez, el agente que bajo su mando tenía los cuarteles de siete pueblos, entre ellos Alhaurín El Grande, y el hombre que se encargaba de vigilar una comarca de 100.00 habitantes. Tras el robo, como el de aquella noche de mediados de 2015, ‘Guti’, apodado El Tamagochi o El Albondiguilla por su baja estatura y su cuerpo orondo, habría entregado el hachís a un narco con el que había entablado amistad, Antonio El Cambiao. Éste, acostumbrado al menudeo de cocaína, era su otro peón, el encargado de vender el hachís a cambio de llenar de euros sus bolsillos.
Pero a principios de esta semana se desmoronó el castillo de naipes del capitán de la Guardia Civil Francisco Gutiérrez, quien hasta 2012 estuvo destinado en Alhaurín y actualmente era jefe de compañía en Coín, otro pueblo de la Costa del Sol. Agentes de la Benemérita en Málaga lo detuvieron. Ahora EL ESPAÑOL reconstruye en exclusiva la vida de este presunto traficante con tricornio.
En el cuerpo se sabía que era cuestión de tiempo. Sus tres chicos de confianza, los agentes ‘Domi’, El Polilla y El Morito, a quienes conoció durante su paso por el cuartel de Alhaurín, cayeron a finales de abril. Desde entonces ‘Guti’ se temía que, tarde o temprano, sería él el próximo en sentir en sus muñecas la presión de los grilletes.
Ahora, entre rejas y con el caso bajo secreto de sumario, a los cuatro agentes se les acusa de pertenencia a un banda criminal organizada y de los presuntos delitos de tráfico de drogas, robos con violencia, falsedad documental, revelación de secretos o cohecho, entre otros.
Además de ‘Guti’ y sus chicos, la Operación Fariseo se ha saldado con la detención de una quincena de personas más. El caso lo lleva el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 3 de Coín, que actúa en coordinación con la Fiscalía Antidroga de Málaga.
El caso de ‘Guti’ y sus lugartenientes recuerda a otro también ocurrido en Málaga en 2010 y cuyo juicio finalizó en marzo. Los 35 acusados, cinco de ellos ex guardias civiles del Equipo de Delincuencia Organizada y Antidroga (EDOA), se encuentran a la espera de la sentencia de la Audiencia Provincial malagueña. Su delito: vincularse al narco. Uno de los agentes está huido y se encuentra en busca y captura.
'EL CAMBIAO', PIEZA CLAVE
'Guti' llegó a Alhaurín El Grande como teniente a finales de la década pasada. Hasta 2012, cuando lo trasladaron a Ávila, bajo su mando tuvo a Domingo, a Francisco Ramón El Polilla y a Antonio El Morito. En esta población malagueña conoció también a Antonio El Cambiao, un narcotrafiante que se dedicaba a vender cocaína y hachís por este pueblo y por otras localidades cercanas de la comarca del Guadalhorce.
Al poco de la llegada del ‘Guti’, él y El Cambiao se hicieron amigos de tanto verse en el club nocturno Oxígeno, un burdel ubicado en la carretera que une Alhaurín y Coín. Allí, junto a Paco, el dueño del negocio, tejieron una relación de confianza en torno a fiestas en las que corrían el alcohol, la coca y las prostitutas.
Ninguno de los tres olvidará nunca aquellas noches de lupanar en las que ‘Guti’ gozaba de la vida en suites de lujo y piscinas al aire libre. Para evitar chismorreos, solía dejar su coche en el aparcamiento de un restaurante colindante al club.
Por aquel tiempo el ahora detenido habría hecho la vista gorda con el negocio del traficante y del proxeneta, sus nuevos amigos. A cambio, se lo agradecían con euros y dádivas. Así lo cuentan en los bajos fondos de esta localidad malagueña de 24.000 habitantes. “Nunca se escondieron, todo el mundo lo sabía”, explican en el pueblo. No era extraño ver al guardia civil, incluso vestido de uniforme, yendo por las calles de Alhaurín en el coche de El Cambiao.
Pero ‘Guti’ se marchó a Ávila y se produjo un enfriamiento en la relación. Sin embargo, en febrero de 2014 retornó a la zona, siendo ya capitán. Su nuevo destino era la compañía de Coín. Bajo su mando comenzó a tener a los guardias civiles de siete pueblos, entre ellos los que trabajaban en el cuartel de Alhaurín El Grande, su antiguo feudo.
Desde entonces, el capitán Gutiérrez quiso llevarse una parte del negocio ilegal que él debía combatir. De la mano de El Cambiao y de sus tres guardias de confianza habría detenido a narcotraficantes de la comarca para robarles después.
En las 24 o 48 horas posteriores a las detenciones, y antes de que los jueces a los que mantenía al tanto de sus investigaciones aprobaran órdenes de registro de los inmuebles de los arrestados, ‘Guti’ aprovechaba para mandar a los suyos a que se hicieran con la droga de los narcos. En ocasiones los robos se hacían por la fuerza. En otras, usaban las propias llaves de los detenidos ya que antes de entrar a los calabozos se les desposeía de ellas.
El modus operandi del capitán Gutiérrez era complejo y entrañaba riesgos, aunque él siempre quería minimizarlos. El Albondiguilla actuaba cuando a El Cambiao le salía competencia o a él le llegaba información de entrada de droga en los pueblos de la zona.
Entonces, ponía en marcha operativos para descabezar esas organizaciones de traficantes y hacerse él con parte de su botín. Explican en Alhaurín que si el kilo de hachís corriente y de una calidad media está a unos 850 euros, él siempre se habría embolsado la mitad.
LICENCIADO EN DERECHO POR LA UNED
Francisco Gutiérrez nació en 1968 en Alicante. A los 20 años accedió a la Guardia Civil tras realizar el servicio militar. Antes de recalar en la Málaga, ‘Guti’ estuvo destinado en el País Vasco y Navarra.
Durante varios años también trabajó en Ceuta, donde estudió Derecho a través de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Fue a mediados de la década pasada. Allí logró licenciarse gracias a que compaginó la formación académica con su labor diaria en la Benemérita. En la ciudad autónoma española se registró como miembro de su colegio de abogados.
Durante su estancia en Ceuta tuvo varios juicios con el por entonces teniente coronel de la Comandancia de la Guardia Civil, Julio Quílez Guillén, con quien siempre tuvo roces y desavenencias. En varias ocasiones fue suspendido de sus funciones. Fue entonces cuando sus compañeros de cuerpo en la ciudad norteafricana comenzaron a mofarse de él y le pusieron los motes de El Tamagochi y El Albondiguilla.
Allí también conoció a la que durante una década fue su mujer. Era una hermana del hoy diputado del PP en la Asamblea local, Abdelhakim Abdeselam. En la actualidad se encuentran separados pero mantienen una relación respetuosa por los hijos que tuvieron juntos.
Tras su detención se encuentra preso en la cárcel malagueña de Alhaurín de la Torre, la penitenciaría de la que hace unas semanas salió Julián Muñoz, ex de Isabel Pantoja. De ahí, en pocos días pasará a Sevilla, donde entrará al módelo de internos de especial seguimiento (FIES). Aunque es probable que se le traslade de nuevo, a petición propia, a la cárcel militar de Alcalá Meco. Por esta prisión madrileña han pasado desde conspiradores golpistas hasta traficantes de droga.
TEMEROSO EN LOS ÚLTIMOS MESES
Hubo un tiempo en que el capitán ‘Guti’ pensaba que su oscuro negocio nunca se le iba a ir de las manos. Pero eso cambió en los últimos meses. Quienes lo conocen aseguran que se mostró muy nervioso los días previos a la detención de sus tres chicos. Probablemente, sabía que el cuerpo al que pertenece les seguía el rastro.
Pese a su aparente nerviosismo, uno de los últimos actos de extorsión de ‘Guti’ habría sido hace unas semanas. Una noche acudió al antiguo club nocturno La Playa, en Coín. Allí se habría reunido con el nuevo arrendador del negocio, al que le planteó la mordida que se iba a llevar a cambio de mirar hacia otro lado. Antes, lo habría registrado de arriba abajo para cerciorarse de que no llevaba algún micrófono oculto. Además, le requisó los teléfonos móviles durante aquel encuentro. No quería dejar rastro de sus fechorías.
Probablemente, el capitán al que apodaban El Tamagochi conocerá estando en prisión el devenir judicial de sus antiguos excompañeros del EDOA. Del sentido del veredicto de los magistrados de la Audiencia Provincial de Málaga puede intuir él su futuro judicial.
Si al final sale condenado de este turbio asunto, ‘Guti’ no podrá cumplir aquel sueño de retirarse en la compañía de Coín como capitán de la Guardia Civil, tal y como reveló en una entrevista concedida al canal local de televisión de este pueblo malagueño al poco de su llegada. “Ya veremos si sigo ascendiendo o no. Como estoy tan contento, igual me planto y sigo aquí siempre”. Había encontrado su sitio entre narcos, prostitutas y compañeros corruptos.