- Llegó un momento en que mi mujer y yo decidimos que la niña no podía seguir entrenando. No teníamos dinero. Nos dolió, pero era así.
Sentado en un sofá de su humilde vivienda -un quinto sin ascensor en Almería- Miguel López rememora los complicados momentos por los que pasó María Dolores, la menor de sus tres hijos, en sus inicios como tenista. Hace cuatro semanas la niña se convirtió en la primera española en ganar Roland Garros en la categoría sub 13 pese a que estuvo muy cerca de dejar este deporte por la precaria situación económica de sus padres, que llevan cinco años en paro.
Ni Arantxa Sánchez Vicario, la ‘reina’ española en la tierra batida parisina, consiguió el cetro que María Dolores -metro sesenta, tez morena y pelo castaño- ha puesto en un estante del comedor de su vivienda. Lo ganó el pasado 28 de mayo, pocos días antes de cumplir los 13 años. Ni siquiera el lustro que llevan desempleados sus progenitores han podido frenar la trayectoria de esta joven que, si su carrera no se trunca, está llamada a marcar época en el tenis español. Hasta el momento, su historia se construye propinándole raquetazos a la adversidad.
“Un día hablé con el presidente de la federación de Almería de tenis [Mariano Garfias] y le dije: ‘Lo siento, mi hija no va a seguir. Con mi mujer y yo en paro, no podemos pagar las clases de la niña”. Para Miguel, de 50 años, y su esposa, de 45 y que se llama también María Dolores, era prioritario destinar a “verdaderas necesidades” los 30 euros mensuales que pagaban para que su hija entrenara dos veces a la semana en unas pistas cercanas a su vivienda.
“Era 2011. La niña apenas llevaba medio año entrenando y a los dos nos echaron de la empresa en la que trabajábamos durante seis meses al año envasando tomate”, relata el padre cuando EL ESPAÑOL visita a la tenista y a su familia.
Pero Garfias, “enamorado” del juego de la niña, pensó que no podía dejar escapar aquel precoz talento que por entonces tenía nueve años y que había empezado a entrenar a los ocho. “No te preocupes, Miguel’, me dijo. ‘La niña no va a tener que pagar un euro si vosotros queréis”, recuerda el padre.
LA ABUELA TUVO LA ‘CULPA’
La fachada del edificio en el que vive María Dolores está comida por la humedad. La primera tenista española que ha ganado el Roland Garros para menores de 13 años vive en un pequeño piso sin lujos: el comedor, atiborrado de trofeos de la chica, tiene las ventanas abiertas porque si encienden el aire acondicionado sube la factura de la luz; la cocina es pequeña y los muebles de toda la casa, antiguos. Pero la familia de la niña es tan humilde como encantadora en el trato cercano.
Aunque en un principio María Dolores se muestra tímida, la chica pronto se abre y explica su corta pero brillante carrera. La niña recuerda que fue el 4 de junio de 2011, el día en que cumplió ocho años, cuando su abuela materna, con la que también comparte nombre, le preguntó: “¿Niña, qué quieres que te regale?”. La pequeña, movida por un impulso que “no sabe de dónde vino”, le respondió: “Quiero una raqueta de tenis y unas pelotas”. Y así empezó todo.
Al medio año de empezar a entrenar con la raqueta de 30 euros que le compró su abuela, María Dolores ganó el campeonato provincial de Almería en categoría benjamín. Luego, con el paso de los años, vendrían triunfos y finales en torneos nacionales e internacionales, algunos de ellos organizados por marcas relacionadas con el tenis, como Babolat, que en la actualidad patrocina a la tenista con ropa y material deportivo.
“Aunque nos costeaban las clases de la niña”, explica su madre, “siempre le teníamos que dar dinero a su entrenador para los torneos que disputaba. Le dábamos lo que podíamos: 200, 300 euros…”.
“Hubo una vez -dice ahora su padre- que dejé de pagar el seguro del coche para darle los últimos 426 euros que cobré como parado de larga duración. Incluso, organicé rifas de jamones por el barrio para que mi hija pudiera viajar a los torneos. Nunca nos ha faltado de comer, pero llevamos cinco años muy duros”.
En este tiempo, Miguel sólo ha trabajado durante tres meses como camarero. Fue el verano pasado en un chiringuito de playa. “Cobraba mil euros, pero con el gasto de gasoil se me quedaban en unos 850. Cuando se fueron los turistas volví a quedarme en la calle”. En la actualidad, ni él ni su mujer tienen ingresos.
EL TORNEO QUE LA LLEVÓ A PARÍS
El torneo que llevó a María Dolores a París se disputó en abril de este año. Lo organizó en Majadahonda (Madrid) la marca suiza de relojes Longines. Ismael, el entrenador de la niña, le dijo a sus padres que de las cuatro participantes, la ganadora iría a Roland Garros para representar a España. A María Dolores no le dijeron nada para evitar meterle presión y que se pusiera nerviosa.
La chica venció en la final y escuchó que su entrenador llamó por teléfono a Miguel para decirle “nos vamos a París”. “Cuando pensé que allí se disputaba Roland Garros en sólo un mes, me volví loca de contenta”, afirma María Dolores.
En el torneo galo, la tenista almeriense venció los cuatro partidos que disputó. En octavos de final ganó a una australiana. En cuartos, a una india. En semifinales dejó en la cuneta a una niña estadounidense y en la final ganó ante una rusa. “Todos los días estuve muy nerviosa. No pude controlarme, aunque al final todo salió bien y gané el torneo”, dice con una naturalidad aplastante.
La Federación Andaluza de Tenis sabe que en María Dolores hay un diamante por pulir pero que tiene una magnífica base para conseguir ser profesional. Por ello, van a tratar de que la niña ingrese cuanto antes en un centro de alto rendimiento, probablemente en Barcelona. “Si se va -dice su padre- será lo mejor para ella. Podrá seguir estudiando y entrenar. Ojalá nos encuentren un empleo allí donde vaya a mi mujer o a mí. Sería más sencilla la adaptación de la niña a ese cambio”.
“SOY UNA LUCHADORA NATA”
Acompañamos a María Dolores a las pistas del club de tenis Índalo, donde entrena cinco días a la semana. “Y hasta siete, si no tengo torneo”, apostilla la tenista que, a la pregunta de en qué jugadora se ve reflejada, siempre dice: “Arantxa Sánchez Vicario es mi referencia. Yo soy buena de derechas y una luchadora nata, como ella. No doy una pelota por perdida, aunque sepa que no voy a llegar”. ¿También como Nadal, no?, le pregunta el reportero. “Sí, sí, pero eso ya son palabras mayores”.
María Dolores cuenta que si en unos años logra ser tenista profesional, siempre agradecerá a sus padres el esfuerzo económico que han hecho por ella. La niña asegura que “nunca” olvidará cuando su hermana mayor, ya casada e independizada, tenía que llevarla a las clases porque sus padres trabajaban desde las dos y media de la tarde hasta la una y las dos de la madrugada.
Ahora, tras el triunfo en París y con la posibilidad de ingresar en un centro de alto rendimiento, Roland Garros abonará a María Dolores una beca que le permitirá continuar con su formación tenística hasta los 16 años. “Todavía no sabemos cuánto le van a dar”, explica su padre. “Lo que venga, bueno será. Es la única forma de que nuestra hija consiga llegar lejos”, apostilla la madre.
Desde esta martes, Miguel y su hija están en Sevilla. La niña pasará dos semanas en la capital hispalense entrenando con la federación andaluza para preparar el campeonato de España cadete, que se disputa a finales de mes.
“Yo sólo estaré unos días -explica el padre-, luego se quedará ella sola con sus compañeras y sus entrenadores”. “Sí, sí -interrumpe la tenista- pero si me voy al centro de alto rendimiento vosotros os venís conmigo”. En el fondo, por muy fuerte que le pegue a la pelota, María Dolores es eso: sólo una niña.