Han pasado más de 40 años desde que la noche del sábado 6 de septiembre en 1975 un jovencísimo mentalista con supuestos poderes telepáticos llamado Uri Geller irrumpiera en TVE, en el programa de entrevistas ‘Directísimo’, obrando el milagro de doblar una cucharilla con la mente, para asombro de la entonces millonaria audiencia de la cadena pública. Este israelí de 28 años aseguraba poseer la facultad de arquear objetos metálicos, reparar relojes y localizar minerales sólo con el pensamiento. Ahora salen a la luz documentos desclasificados del gobierno estadounidense que corroboran que parte de estas inexplicables capacidades fueron demostradas en laboratorio con un objetivo: ganar a Rusia en la carrera armamentística 'paranormal'.
Para conseguir este grado de atención, nuestro protagonista tuvo antes que cosechar su fama a base de repetir su espectáculo de cubiertos y relojes por todo el mundo, granjeándose un reconocimiento mundial y un beneficio económico millonario. Tal fue su éxito que incluso aparecieron algunos detractores que trataron de desenmascararle enérgicamente.
Aquí entra en escena su gran enemigo histórico, el ilusionista y escritor canadiense James Randi, conocido en EEUU por descubrir y denunciar fraudes relacionados con la parapsicología, la homeopatía y todo lo que él considera pseudociencias.
DENUNCIAS POR FRAUDE
En los años 70, en pleno apogeo del doblador de cucharas israelí, Randi le acusó de ser un farsantE. Ante la buena acogida de sus críticas, incluso escribió un libro titulado ‘La verdad sobre Uri Geller’ (1982), con el que ambos iniciaron una batalla legal de intercambio de demandas que se prolongaría durante décadas.
En esta obra, el autor canadiense explicaba cómo supuestamente el “truco” de la cuchara lo puede realizar cualquiera usando un juego de manos. Luego incluso lanzó varios vídeos demostrándolo, que le valieron una lluvia de demandas por parte de Geller, que nunca tuvo suerte en los tribunales.
El caso más sonado se produjo en 2007. El televisivo mentalista perdió una demanda en la que exigía que se retirase de YouTube un vídeo en el que se aseguraba que su famosa exhibición con las cucharas era un engaño. En dicha grabación, Randi decía probar que los poderes de Geller no existían. No obstante, conviene subrayar que en su denuncia, lo que Geller alegaba era que el vídeo mostraba unas imágenes de su propiedad sin permiso. Los tribunales americanos lo desestimaron, ya que de los 14 minutos del documento, sólo tres segundos pertenecían realmente al autor del fenómeno.
La obsesión de Randi contra Geller no decayó. En mayo de 2012, pasó por España dentro de una gira europea con motivo del Congreso Mundial de Escépticos que ese año se celebraba en Berlín. En una entrevista con el diario El Mundo, se refirió a su enfrentamiento con el israelí a cuenta de las cucharas.
“Uri Geller es un mago, y yo diría que no es precisamente uno de los mejores. De hecho, sus trucos no sólo podría hacerlos un chaval de 12 años, sino que yo he ensañado a chicos de 12 años a hacerlos. El problema es que Uri Geller es también un negocio millonario, que tiene detrás a una importante agencia de comunicación, asesores... todo lo necesario para que el negocio siga funcionando. Le da igual cuántas veces le desenmascaren, es su trabajo. Y a la prensa le encanta lo que hace, da audiencia, que parece ser lo único que les importa a algunos periodistas”, contestaba al rotativo.
VIDA DE PELÍCULA
El paralelismo es claro. No en vano, Geller siempre ha trufado su biografía -a través de las decenas de entrevistas- con episodios propios de novelas de espías. Nació en 1946 en Tel Aviv, cuando esta ciudad era parte de la Palestina bajo mandato británico. Sus padres eran judíos, ella austriaca y él húngaro. Curiosamente, Jonathan Margolis sostiene en su libro ‘Uri Geller Magician or Mystic’ que su progenitora, Manzy Freud, es pariente lejana de Sigmund Freud.
Después del divorcio de sus progenitores, su madre se volvió a casar y se trasladaron a Chipre. Y aquí empieza la historia del Geller mentalista. A la edad de 12 años, conoció a un grupo de agentes secretos del Mossad y, dirigiéndose a uno de ellos, le acusó de ser un espía. Y supuestamente acertó. Aquel agente, llamado Yoav, le recomendó que cuando creciera ingresara en el ejército israelí para aprovechar sus poderes, según cuenta el documental de la BBC ‘La vida secreta de Uri Geller’.
Cuando nuestro joven protagonista alcanzó los 18 años, ingresó en la brigada de paracaidistas de las Fuerzas Armadas de Israel, sirviendo en la Guerra de los Seis Días de 1967, donde resultó herido. Fue en ese momento cuando decidió que quería usar sus capacidades en favor de su país.
A partir de ahí arranca una supuesta colaboración con los servicios de inteligencia de varios países. El documental sugiere que los gobiernos de Israel y de EEUU trataron de aprovechar sus dotes telepáticas encomendándole todo tipo en misiones, desde manipular radares del enemigo a influir en los rusos para que firmaran el Tratado Nuclear de 1987. Incluso insinuó que en alguna de las pruebas llegaron a pedirle que detuviera el corazón de un cerdo, a lo que se negó.
A lo largo de su vida, Geller ha narrado a la prensa, cada vez que le han preguntado, que ha colaborado con la CIA, con la NASA y con otros organismos, realizando pruebas sobre su poderes paranormales y poniéndolos al servicio de la seguridad internacional.
ENTRENANDO ASTRONAUTAS
Declaraciones como esta siempre han sembrado la duda sobre la veracidad de los testimonios de Geller, especialmente después de las acusaciones de fraude mencionadas anteriormente. Sin embargo, la confirmación de la CIA de esta semana pone en evidencia que, efectivamente, su relato tenía una base.
Según recogen los citados papeles, la Agencia Central de Inteligencia de EEUU recibió a recomendación de un científico israelí para que estudiara el caso de Geller. Los americanos accedieron, ya que trataban de contrarrestar los rumores de principios de los setenta que llegaban sobre que Rusia contaba con personas con poderes mentales, incluso una mujer que podía mover objetos con la mente.
Los experimentos, dentro del programa conocido como Stargate, tuvieron lugar en agosto de 1973, en el Instituto de Investigaciones de Stanford, y consistieron en encerrar al israelí a cal y canto para que tratara de adivinar y replicar unas ilustraciones que otra persona realizaba fuera de su habitación. Para ello, debía leer con la mente el dibujo en cuestión, sin entrar en contacto en ningún momento con él. El método tiraba por tierra la acusaciones de algunos expertos que en aquella década sostenían que lo que el israelí hacía cuando practicaba esta técnica adivinatoria en las televisiones, era seguir los ojos del dibujante para averiguar el objeto que estaba retratando.
ADIVINACIÓN DE DIBUJOS
Geller fue aislado de diferentes maneras. Según los registros, en una habitación aislada acústicamente y blindada. Fuera se realizaron dos dibujos al azar y, para evitar cualquier sospecha, se eligieron los objetos a retratar escogiendo al azar dos palabras en un diccionario.
La primera palabra obtenida fue ‘mecha’ y el objeto dibujado fue un petardo. Geller fue notificado por intercomunicador cuando la imagen estaba dibujada. Su respuesta fue que venía un cilindro con un ruido que salía de él, por lo que dibujó un tambor que se aproximaba a la forma en cuestión.
El siguiente reto no dejó duda alguna. La palabra fue "racimo" y el dibujo fue un puñado de uvas. El mentalista dijo que veía unas "gotas de agua saliendo de la imagen", "círculos púrpura" y, por último, “dijo que estaba seguro de que tenía la foto", según los documentos. Entonces pintó un manojo de uvas, acertando incluso en su número: 24.
Durante las pruebas, los expedientes recogen que el sujeto estudiado también falló en algunas imágenes, aunque no del todo. En un experimento llamado "tarea pura de clarividencia", el dibujo lo realizó una persona ajena al equipo. Geller no pudo reproducirlo, aunque sí acertó que el autor era ajeno al grupo de colaboradores habitual. En otras ocasiones, directamente se equivocó.
Cabe mencionar aquí que nuestro protagonista no siempre ha sido capaz de mostrar sus poderes a antojo. En 1975 se publicó que en medio de una demostración privada al físico Richard Feyman en California, con el objetivo de analizar si sus méritos paranormales eran ciertos, fue incapaz de llevar a cabo la prueba.
MISIONES SECRETAS Y MODELO
La agencia norteamericana concluyó que el doblador de cucharas mostraba una “capacidad perceptiva paranormal de una manera convincente y sin ambigüedades”, dando el pistoletazo de salida a una serie de misiones en las que Geller insinúa haber participado -incluso recientemente, tras los atentados del 11S-, sin llegar a dar detalles. Así, el misterio siempre envuelve a este personaje.
Al tiempo que ponía su mente al servicio de EEUU y la Guerra Fría, empezaba a triunfar en su faceta de hombre de espectáculo, un mundillo en el que hizo sus pinitos en los sesenta, trabajando como modelo fotográfico. Luego probó el éxito después de destrozar varias cuberterías en platós de televisión. Dos años después de recibir la 'bendición' de la CIA, aterrizaba en los estudios de Televisión Española revolucionando a medio país y despertando la incredulidad del otro medio que, de haber sabido lo ocurrido en el centro de Stanford, quizá se habría sumado a romper alguna que otra cuchara.