Miguel Palomar, el párroco de San Carlos del Valle (Ciudad Real) ha entonado el mea culpa. Lo hizo este domingo, durante la misa de 12, justo una semana después de negarle por tercera vez la eucaristía a la mujer más rica del pueblo, que se negaba a entregar 6.000 euros al rastrillo de la iglesia. Durante su sermón, el cura, de 57 años y nacido en Tomelloso, dijo: "Lo siento. No volverá a pasar".
Había expectación por saber si el párroco, que lleva una década en este pueblo manchego de 1.200 habitantes, iba a hacer alguna reflexión después de que los vecinos de San Carlos se hayan posicionado en su contra por el gesto que tuvo con Ramona María del Pilar Álvarez Manrique. La mujer, una beata octogenaria, es muy respetada y querida en la localidad por la labor caritativa que desde hace décadas ha llevado a cabo su familia.
Durante la misa de este domingo, el sacerdote asumió su error y rectificó. "El perdón está en la esencia del cristiano", señaló poco después de pedir disculpas, según cuentan a EL ESPAÑOL varios feligreses que fueron testigos de sus palabras.
En San Carlos del Valle no quieren al cura don Miguel Palomar. Este periodista lo constató la semana pasada, cuando visitó el pueblo. Desde que llegó, el párroco vive enemistado con la mayoría de la comunidad cristiana por sus múltiples irresponsabilidades: olvida las fechas de las bodas, se queda dormido cuando ha de oficiar un funeral o se muestra reticente a celebrar la comunión de los niños si sus padres no son de su cuerda.
Pero el hecho que acabó con la paciencia del pueblo ocurrió hace dos domingos, también durante la misa de 12. Ramona María del Pilar llegó a la eucaristía cuando el cura ya había iniciado su sermón. Varios vecinos aseguran que don Miguel, como se le conoce en el pueblo, la miró con desprecio y suficiencia cuando la mujer se sentó.
En el momento de la comunión, el párroco le negó el cuerpo de Cristo a la señora, de 81 años, que no se salta una sola misa. Del medio centenar de fieles que habían acudido a la parroquia del Santísimo Cristo del Valle, en torno a 40 de ellos salieron del lugar de culto como protesta por la ofensa a Ramona.
Al alcalde del pueblo y a la asistenta que la cuida, Antonina, Ramona les contó que la actitud del cura se debía a que desde la muerte de su hermano Agapito, hace ahora dos años, se niega a entregar los 6.000 euros que éste donaba anualmente al párroco para los gastos de la iglesia.
El anterior domingo, después de que Miguel Palomar le negase la comunión y los feligreses se salieran de la misa como gesto de apoyo a Ramona, el cura le reprochó que ya no mantuviera la “generosa” colaboración de su hermano.
Sin marido ni hijos, Ramona reside en la casa que ha heredado de sus padres, unos terratenientes que hicieron fortuna con el cultivo de la tierra. Ramona es la menor de tres hermanos. El mayor era Francisco, que “murió de cáncer hace mucho”, según una vecina. El segundo era Agapito, fallecido hace dos años. Ella es la tercera y la única que se mantiene con vida. No tiene sobrinos ya que sus hermanos tampoco tuvieron pareja ni dejaron descendencia.
Su familia tiene tierras en el pueblo y varias fincas en localidades cercanas. Su carácter caritativo los llevó a ceder al ayuntamiento una parcela de terreno bajo la condición de que se destinara a un servicio social. Allí hoy se levanta una residencia de ancianos.
El cura 'don Pimpón'
Miguel Palomar nació hace 57 años en Tomelloso, aunque sus padres, de origen humilde, nacieron en Campo de Criptana (Ciudad Real). A la familia de su madre la apodaban Los Payasos.
Siendo un adolescente entró en el seminario, pero acabó abandonándolo antes de tomar el hábito. Después trabajó como albañil y como repartidor de paquetes durante varios años, aunque retornó al seminario y logró ordenarse cura.
Uno de los últimos destinos de Miguel Palomar antes de llegar a San Carlos fue Alcázar de San Juan, donde era el capellán del hospital. Allí se granjeó la fama de conflictivo y peculiar, y lo apodaron don Pimpón por su parecido físico con el personaje de Barrio Sésamo. Es un hombre que mide dos metros, de poblada barba y ancha nariz. Tiene dos hermanos (un varón y una mujer). El varón vive con él en la casa parroquial.
A San Carlos del Valle llegó en 2007. Desde entonces, gestiona la parroquia de la localidad y también la de Pozo de la Serna, un municipio vecino donde sólo da misa los domingos. El cura apenas hace vida en la población, cuyos vecinos ya han recabado firmas en dos ocasiones solicitando su relevo al Obispado de Ciudad Real. No se sabe si con sus palabras de este domingo le habrán perdonado.
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