Fosseni Touré es un costamarfileño de 20 años viviendo en un cuerpo que bien podría ser el de un niño de 13 o de 14. Si no fuera así, si no tuviera esa osamenta, no hubiese podido hacer lo que ha hecho. El chico pesa 63 kilos y mide un metro y sesenta y nueve centímetros. Es estrecho de hombros y de cadera, tiene las piernas finas como fideos y su cuello no es más grueso que el puño de cualquiera.
El chaval que tengo delante, quien no quiere que se le haga fotos porque es supersticioso -cree que el diablo le arrebataría el alma si se prestara o que la mala suerte se cebaría con él a partir de ahora- es el chico que el 30 de diciembre de 2016 entró a Ceuta dentro de una maleta transportada por una marroquí con la ayuda de un carro. Su imagen, facilitada por la Guardia Civil, ha dado la vuelta a medio mundo durante la última semana. De su osadía se han hecho eco medios de México, Venezuela o EEUU.
Tras dos días tratando de dar con él en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) de Ceuta y sus alrededores, a mitad de tarde de este jueves, coincidiendo con la cabalgata de Reyes Magos de la ciudad autónoma, el chico sale del recinto en el que vive desde hace justo una semana. "Yo soy musulmán. No sé quiénes son esos reyes. Pero mi regalo fue entrar a Ceuta. Soy muy feliz desde entonces".
No ha sido nada fácil dar con él. Más bien, al contrario. El miércoles, este periodista le preguntó a la mitad del millar de inmigrantes que alberga el abarrotado CETI (no crea que exagero en cuanto a mi insistencia) pero nadie decía conocer al chico. Era lógico. A sólo un par de compatriotas les había contado cómo consiguió entrar en Ceuta. No porque no quisiera explicarlo o pretendiese ocultarlo, sino porque se comunica mediante el bambara, un dialecto enrevesado que principalmente se habla en Malí y en algunas zonas de Costa de Marfil. Pero dentro del centro de inmigrantes apenas nadie lo conoce.
Cuando yo preguntaba a alguno de los chicos que entraban y salían del CETI si conocían al chaval que había cruzado la frontera dentro de una maleta, todos respondían con preguntas y palabras de extrañeza: "¿De verdad ha entrado uno así? Ese no está aquí, ha de ser un niño y estar en el centro de menores", dice uno. "Ninguno de nosotros cabemos ahí", contesta otro cuando le enseño en el teléfono móvil la foto publicada en los medios de comunicación.
Pero el chico sí está en el CETI. Son las seis y cuarto de la tarde de este jueves de regalos y caramelos y Fosseni, vestido con un chándal azul y un chaquetón del mismo color, cruza el torno de salida del centro. Primero pasa su tarjeta identificativa por un lector y luego su huella dactilar. Después, estrecha la mano del reportero.
Lo acompaña un amigo de su país que comprende el bambara y hace de intérprete al francés. El chaval cuenta su historia en la puerta del CETI con un pie apoyado en un banco de madera y las manos dentro del plumífero porque comienza a caer la noche y un viento frío hiela el cuerpo.
3.500 km. por carretera
Fosseni Touré nació hace 20 años en Bouaké, la segunda ciudad más importante de Costa Marfil, con una población de 775.300 habitantes y ubicada justo en el centro del país subsahariano.
El chico, cuyos padres murieron hace años, es el segundo de cuatro hermanos. Fosseni, de voz aguda y rostro risueño, decidió probar suerte y tratar de llegar a Europa hace casi dos años y medio. Tras su partida, durante los tres primeros meses recorrió en camión el trayecto entre su ciudad natal y Castillejos, el pueblo marroquí situado al otro lado de la frontera con Ceuta.
Fue un viaje de 3.500 kilómetros que lo llevó por Malí, por Argelia y que le obligó a cruzar el Sáhara. A Marruecos llegó hace dos años. Se instaló en Castillejos y pronto contactó con una mafia que le propuso una forma de entrar a Ceuta sin tener que saltar la valla fronteriza.
Poco a poco, mendigando por las calles, limpiando coches o descargando cajas, consiguió el dinero que le pedían. Fosseni dice que pagó sólo 100 euros, pero cuando la Guardia Civil lo encontró dentro de la maleta explicó que había pagado 25.000 dírhams marroquís. Al cambio, unos 2.400 euros.
Todo sucedió así. 30 diciembre, 15.30 horas, Castillejos (Marruecos). Fosseni se reúne con tres hombres y les paga el dinero acordado. A duras penas logra meterse en la maleta, que mide 70 centímetros de alto, 60 de ancho y unos 50 de profundidad. “No podían cerrarla. Necesité que entre los tres me empujaran para poder meter bien la cabeza y las rodillas. No cabía del todo. Tuve que encogerme mucho”, relata el chico.
Luego, una vez dentro de la maleta, el chaval pasa en torno a una hora, aunque el tiempo es estimado. “Es la sensación que tuve. Creo que pasé más o menos 60 minutos”. A Fosseni lo montan en el maletero de un coche y lo trasladan hasta el paso fronterizo del Tarajal, situado a unos 3 kilómetros de Castillejos.
Cuando el vehículo se detiene, vuelven a sacar al chico. A continuación, lo montan en un carro de hierro con ruedas y una joven marroquí de 22 años comienza a empujarlo. “Sentía un poco de asfixia y tenía mucho miedo. Temí que me pudieran dejar en cualquier sitio dentro de Marruecos y quedarse con mi dinero”.
La chica que pretende introducirlo ilegalmente en España logra pasar el primero control de la policía marroquí, donde le sellan el pasaporte. También el de la española, donde se lo revisan. Hasta el momento nadie sospecha del contenido de esa abultada maleta que lleva en aquel carro. Nadie, salvo la Guardia Civil, el último filtro que todo coche, moto o viandante ha de pasar para adentrarse en Ceuta.
Los agentes le preguntan a la chica qué lleva en la maleta. Ella, visiblemente nerviosa, contesta con evasivas. Al instante, le piden que la abra. Como la marroquí se niega, lo hacen los propios uniformados, que se quedan boquiabiertos cuando ven a aquel chaval dentro.
“Al ver a los guardias pensé que me iban a echar. No sabía que ya estaba en territorio español”. Luego, sin apenas comprender lo que decía el inmigrante, el chico les cuenta que tiene 20 años y que es de Costa de Marfil. Pero los miembros de la Benemérita entienden que es de Gabón y que tiene 19 años, como así se comunicó a los medios de comunicación mediante una nota de prensa.
La marroquí, en prisión
Fosseni Touré ha cruzado la frontera y ahora dice que es feliz en el CETI. Aquí espera que pronto lo envíen a otro centro de inmigrantes de la Península, como este miércoles se hizo con 79 inmigrantes, a los que se les embarcó en un ferry con destino a Andalucía.
Si Fosseni cruza el Estrecho, dice que quiere trabajar donde sea –en España o en cualquier otro país de Europa- y regularizar su situación. Mientras, en Ceuta ha encontrado un techo, una cama en la que dormir cada día, duchas en las que lavarse y tres platos de comida por jornada.
Quien no ha tenido la misma suerte es la joven marroquí que hizo llegar a Ceuta a Fosseni Touré. A la chica, H.E.L., se le detuvo y pasó a disposición judicial. El juez decretó su ingreso en la prisión ceutí de la barriada Los Rosales, donde está a la espera de juicio acusada de un delito contra los derechos de los extranjeros agravado por la existencia de riesgo para la vida.
Cara y cruz de una misma moneda.