*Los nombres de los vecinos que han decidido compartir su testimonio con la periodista han sido cambiados para preservar su intimidad.
Trasmoz parece el pulmón de un fumador. Es miércoles por la tarde y la niebla envuelve al pueblo entero. Apenas hay gente por las musculadas calles de esta aldea de la comarca de Moncayo (Zaragoza) y los pocos que han salido de casa se concentran en Tía Casca, el único bar de la localidad. Cerca de las seis de la tarde, un Citröen Xsara gris llega a Plaza de España, también conocida como la plaza de Trasmoz. El conductor aparca y abre la puerta de su casa, la misma en la que estuvo secuestrado Julio Iglesias Puga 'Papuchi' durante 20 días —entre diciembre de 1981 y enero de 1982— por el brazo político militar de ETA (ETApm).
Me acerco al portón y toco el timbre. Me recibe un hombre de ojos azules, bajito y robusto. Lleva una camisa de cuadros y unas botas sucias por el barro. Le explico que soy periodista, que estoy haciendo un reportaje sobre el pueblo y que la suya es la única luz encendida que he visto desde que he llegado. "Es diciembre y mañana es festivo, has venido en mala época. Apenas hay nadie. Yo acabo de llegar del huerto", dice. Tengo constancia de que uno de los secuestradores de Papuchi es, precisamente, de Trasmoz, y que tras salir de la cárcel ha seguido pasando largas temporadas en el pueblo. Ni siquiera me hace falta preguntarle, él mismo me lo cuenta: "Yo soy de aquí de siempre. Y... bueno, no sé si lo sabes pero aquí es donde tuve al Iglesias". "¿A... Iglesias?", pregunto. "Sí, sí, a Julio Iglesias, al padre, a Papuchi. Que lo tuve retenido. Bueno, yo solo no", sentencia. Lo único que acierto a ver es la entrada de la casa. Hay un mueble al fondo y material de obra en el suelo.
La conversación con Baltasar Calvo Gabate sobre el secuestro de Papuchi dura apenas diez minutos; luego se arrepiente de haber mencionado el tema. Sus frases son escuetas: "Yo no era de ETA, era mi mujer. Luego nos casamos, nos queremos mucho. Vivimos juntos en Erandio, con nuestros dos hijos. Venimos aquí a menudo, en festivos, vacaciones... Esta vez ella no ha venido, estoy solo. A Papuchi lo teníamos ahí dentro, sí, sí. A ver, le tratamos de maravilla, pero me arrepiento de aquello. Ya es cosa del pasado. La gente del pueblo lo sabe, claro, si es el cotilleo de aquí. A los abuelicos les encanta preguntarme por eso".
Unos vecinos pasan y saludan a Baltasar. Él aprovecha para cortar la conversación, se disculpa con prisa y entra rápidamente en casa. Quedamos en vernos al día siguiente para hablar de su infancia en Trasmoz, de su paso por la cárcel y de cómo se ha integrado nuevamente en el pueblo. Nunca volvió a hablar conmigo. "Ya te ha dicho mucho porque el Baltasar nunca saca ese tema, es un tabú. Entre los de aquí sí lo comentamos, pero a él no le preguntamos. Su mujer, la Gloria, es la que le dice que se calle", me explica Javier, un zaragozano que se mudó hace unos años a Trasmoz. "Yo creo que ya lo tiene superado, es muy buena persona. Es verdad que ha habido algunas rencillas, gente del pueblo que no lo veía bien. Mis hijos son amigos de sus hijos, tienen más o menos la misma edad. Y mi hija se casó aquí y ellos vinieron a la boda. Lo que te quiero decir es que con nosotros no hay ningún problema. Y vamos, ya vas a ver que los del pueblo cuando saben que está le esperan siempre en el bar para echar la partida", añade.
Así se conocieron Gloria y Baltasar
Hijo de Venancio y María, Baltasar nació en Zaragoza en enero de 1957, pero se crió en Trasmoz. Vivía unas calles más arriba de donde fue retenido Papuchi. Hace unos años vendió la casa a Laura y Jorge, un matrimonio que reside en Tudela y que acude a Trasmoz en vacaciones y festivos. "Cuando le iba a comprar la casa le dije: 'Oye Baltasar, ¿no será aquí donde tuvisteis a Papuchi?'. Me dijo que no, menos mal. Aunque la habría comprado igualmente", cuenta Jorge. "Yo he estado en la casa de Baltasar, la que tiene ahora, y el cuarto donde tenían a Papuchi lo han convertido en una bodega. Tiene unos vinos buenísimos", añade.
Baltasar trabajaba de fontanero en Zaragoza, luego hizo el servicio militar y al quedarse en paro volvió a Trasmoz. Allí conoció a Gloria Gutiérrez Fombellida, procedente de Asúa-Bilbao. Era 1980, él tenía 23 años y ella 19. El libro Secuestrados, de José María Zavala, recoge los testimonios en primera persona tanto de los secuestradores como del propio Julio Iglesias Puga. Baltasar comienza así: "Algunas noches salía a divertirme a una discoteca de un pueblo próximo, Tarazona, donde meses después conocí a Gloria. Al poco tiempo éramos una pareja de novios de lo más normal. No sospeché que ella pudiese pertenecer a ETA hasta abril de 1981, cuando un día me dijo que no entrara en su casa".
Aquella casa que Gloria protegía frente a su propio novio pertenecía a José Luis Gutiérrez 'Guti', el padre de la joven. Guti, un albañil de Barakaldo, era un 'polimili' —nombre que recibían quienes pertenecían al aparato político militar de ETA—. Fue él quien compró la casa de Trasmoz situada en Plaza de España, donde estuvo secuestrado Papuchi y donde ahora Baltasar y Gloria van de vacaciones. "Hace una semana, Biserdo me había revelado que ETA pensaba ocultar en mi casa a un secuestrado muy importante [...]. Antes no tenía tanta responsabilidad. Era un simple albañil que resultaba muy útil para construir zulos", explicó Guti cuando fue detenido, testimonio que queda recogido en el libro Secuestrados. Su hija decía lo siguiente: "Me incorporé a la organización en 1979 [Gloria tenía 18 años]. Acompañaba a mi padre en el coche cuando me explicó su compromiso con ETA. Me preguntó si quería ayudarle. Solo una hora después estaba cargando armas en una furgoneta para dejarlas en un zulo que mi padre había construido en Erandio".
Baltasar supo que su novia y su suegro pertenecían a la banda terrorista cuando comenzó a atar cabos. Pocos días después de que Gloria le negase la entrada a su casa en Trasmoz alegando que había unos invitados, los periódicos publicaron la liberación de Luis Suñer: "Casualmente, al día siguiente de la liberación del empresario, ella me dijo que los visitantes se habían marchado. En ese instante me convencí de que ella y su padre colaboraban con ETA". A Suñer lo encerraron en la misma casa en la que después hicieron lo propio con Puga, donde estuvo hasta tres meses —de enero a abril de 1981— sin que los trasmoceros supiesen nada.
Poco más tarde, Guti le pidió a su yerno que le ayudase a construir un zulo. Fueron los primeros trabajos de Baltasar como albañil, trabajo que desempeña actualmente en Erandio, donde reside con su familia. "Casi sin quererlo me convertí en cómplice de aquella trama familiar".
"Se casaron en la cárcel"
Todo comenzó cuando a mediados de noviembre de 1981 unos supuestos periodistas que dicen trabajar para una televisión alemana contactan con el doctor Puga para entrevistarle. Una falsa reportera de Televisión Española le llama días más tarde asegurándole que suele colaborar con el canal germano, le entrega un cuestionario y le confirma que la entrevista se realizará ante las cámaras en diciembre.
El 29 de diciembre los secuestradores recogen al ginecólogo en su consulta, le suben a un Seat 131 rojo y a mitad de camino cambian su itinerario. Puga pregunta qué ocurre y los etarras le apuntan con una pistola en el pecho. Le obligan a ingerir somníferos, le atan de pies y manos y le meten en el maletero. El coche llega a media tarde a un pueblo de Zaragoza. Gloria va detrás y Baltasar en el asiento del copiloto. Cuando llegan a Trasmoz, Guti, con ayuda de otro etarra, saca al secuestrado, inconsciente, del maletero y lo sube a una de las habitaciones de la casa. "En el suelo, una jarra con agua. Y en un rincón, un cubo de plástico con una tapa de inodoro donde tendré que hacer mis necesidades. No tengo ducha y el suelo de baldosa es muy frío", describió Julio Iglesias Puga el zulo en el que estuvo hasta el 17 de enero.
Fue aquel día cuando los GEO, tras recibir varios chivatazos, cercaron la localidad. "Me han contado que el pueblo entero estaba mamado, era San Antón y el pueblo estaba de celebración. La gente se creía que había policías y guardias civiles por algo de la fiesta, para controlar. Pero estaban buscando la casa de los etarras, iban por los tejados", explica Javier, de Barakaldo, que llegó a Trasmoz hace unos años.
Una fuente policial muy cercana al caso y que prefiere mantener el anonimato explica que "el éxito de la operación fue sobredimensionado". "Fue un gran trabajo, pero lo que quería la Policía era dar la impresión de que tenían controlados a los de ETA. Nunca se ha probado, pero en aquella época se decía que Julio Iglesias hijo, el cantante, sí llegó a pagar a los secuestradores. Además, había una conexión con Carlos 'El Chacal'. Éste les ayudaba a conseguir armas a cambio de dinero".
El asunto podría ir más allá: ETApm nunca reivindicó públicamente el secuestro porque estaba en tregua desde febrero de 1981. Era una cuestión de supervivencia económica. Una crónica de 2012 de El País analiza lo ocurrido aportando este dato: "Para contribuir a la confusión, ETA recabó la ayuda de Carlos ['El Chacal'], a quien le pidió que cobrase el rescate del secuestro del padre de Julio Iglesias en Líbano. La colaboración la negociaron Carlos y Luc Groven en Budapest. ETA pidió 2.000 millones de pesetas a la familia Iglesias como precio por el rescate".
Javier Marrodán, periodista y experto en la historia del terrorismo de ETA en Navarra, señala que "ETApm mantuvo su actividad armada hasta 1983, aunque sin sus comandos especiales y ya con unos 'representantes civiles'. Hasta su definitiva desaparición, secuestró a varias personas, realizó distintos atentados y demostró una capacidad similar a la de ETA militar (ETAm)". ETApm explicaba la disolución de la organización así: "La lucha armada y ETA, que en un momento fueron necesarias para Euskadi, ya han cumplido su papel y hoy ya no hay razones históricas para que sigan existiendo".
Tras la liberación del doctor Puga, los autores del secuestro fueron arrestados. La Fiscalía reclamaba penas de entre 11 y 15 años de cárcel, pero finalmente se vieron reducidas a al mitad, sobre todo en el caso de Baltasar Calvo, a quien solo se le acusaba de "colaboración con banda armada". Gloria y Baltasar se casaron en la cárcel. Al salir, se instalaron en Erandio y formaron una familia: dos hijos que ahora tienen entre 25 y 30 años, Aritz y Aintzane.
También en la cárcel, Gloria y Baltasar firmaron el denominado 'Manifiesto de los 43', suscrito el 9 de abril de 1984. En aquel documento 43 etarras que cumplían condena renunciaron a ETA y a la lucha armada, y solicitaron el indulto individualmente. Un año antes, en junio de 1983, Julio Iglesias Puga había renunciado a la indemnización que le correspondía por su secuestro y elogió el trato recibido por Gloria Gutiérrez. Así consta en una crónica de El País de ese mismo año: "El testimonio de los procesados fue tan sorprendente como la declaración del doctor Julio Iglesias Puga. De pie en el centro de la sala, empezó asegurando que no reconocía a ninguno de los acusados, para a continuación contradecirse y asegurar que la procesada Gloria Gutiérrez 'era una chica adorable' y que le había 'servido amablemente' el tiempo de su cautiverio. El doctor Iglesias Puga continuó desmintiendo que sus guardianes le requirieran 20.000 pesetas para lavar su ropa, y añadió que esta cantidad la había dado motu proprio para comprar ropa interior de invierno". En el libro Secuestrados, Gloria describe el suceso así: "Son las tres, hora de almorzar. Iglesias me pide que le entregue algo de ropa. No sé qué decirle pero él insiste en que tiene frío. Abre su cartera y me ofrece dinero. Le indico que antes debo consultarlo. Mi padre y yo nos reímos ante aquella situación. Nos parece muy extraña pero no vemos ninguna objeción. Así que vuelvo a la habitación del secuestrado para pedirle 20.000 pesetas".
Lugar de peregrinaje
"Cuando vinieron los GEO no te imaginas la que se formó. Nadie del pueblo podía imaginar que Papuchi estuviese ahí, y menos que el Baltasar era uno de lo secuestradores. Para nosotros era un vecino más, le teníamos mucho cariño. Y se lo seguimos teniendo, ha demostrado que es una buena persona, hace ya muchos años de aquello y, oye, todos cometemos errores", cuenta María, una vecina de Trasmoz, y añade: "La culpa era de ella, que le metió en eso. Él era muy buen chico". Otro vecino la interrumpe: "Es lo de siempre: tiran más dos tetas que dos carretas".
Julián, de Litago, un pueblo a tres kilómetros de Trasmoz, explica que su padre siempre le contaba que la mañana del día en el que liberaron a Papuchi había desayunado con Baltasar: "Decía que estaba tan tranquilo". "Muchos hemos querido ver la casa después de lo que pasó. Yo sé que le metieron unos días en el corral, con los chorizos. Luego le cambiaron de habitación. Eso era muy común cuando secuestraban a alguien: te hacían subir y bajar escaleras para confundirte", añade Julián.
Días después de la liberación, Diario de Navarra publicaba un breve con la valoración del alcalde de Trasmoz, Luis Enrique Perjo, sobre lo acontecido: "Considera que por el momento no es posible saber si el hecho de que los secuestradores del doctor Julio Iglesias Puga designaran a Trasmoz para tenerlo escondido es o no positivo para el pueblo y que habrá que dejar pasar algún tiempo para poder saberlo con certeza".
Con las declaraciones de Perjo se intuía que el pueblo y la casa del secuestro podrían ser lugares de peregrinaje para los curiosos. "Aquí es una de las primeras cosas que contamos. A la gente le llama la atención y ya ha pasado mucho tiempo como para que eso siga siendo una herida. Ten en cuenta que aquí venimos gente de Navarra y País Vasco y estamos acostumbrados a convivir con etarras. Qué le vas a hacer", apunta Javier, de Barakaldo.
Son las cinco de la tarde del jueves y Baltasar no aparece a pesar de haber quedado conmigo a mediodía. No está en el bar, ni en el huerto. Tampoco en casa. Se ha esfumado. La noche empieza a cubrir el cielo como una sábana y lo único que se intuye a través de la niebla son las siluetas de los gatos que duermen en la calle.