La multitud aplaude cuando Celia abandona la huelga de hambre que comenzó hace quince días. Tiene neumonía y "los pulmones encharcados", según el médico del SAMUR que la atiende en la Puerta del Sol (Madrid). Se la llevan para ingresarla. Sus compañeras la abrazan y le advierten: "No te queremos ver aquí hasta que no estés bien de nuevo. Y cómete unas lentejas en cuanto puedas". La noche anterior había llovido y los plásticos que cubrían la carpa improvisada no aguantaron. "Ya estaba enferma de otro día que empezó a llover de madrugada y nos mojamos enteras. Al llover ayer y mojarse otra vez se puso aún peor, a pesar de los antibióticos", explica Susana Bejerano, de 46 años, una de las huelguistas.
"En realidad estamos muy malas todas: con neumonía, tomando antibióticos y sin comer nada", añade Susana. El oficial de Policía (Z-10, con número de placa 115656) corrobora esta información: "He venido a verlas todos los días que he estado de servicio. Porque es mi obligación proteger a estas mujeres y procurar que estén bien. Están con neumonía y una de ellas acaba de ser ingresada". "¿Es solo porque es tu trabajo o porque empatizas con su lucha?", le pregunto. "No puedo empatizar al 100% porque yo paso bastante tiempo estos días con ellas, y con más mujeres víctimas de la violencia. Y luego no desconectas, te llevas los problemas a casa. Yo tengo que ser objetivo, pero claro que considero que la causa es justa y necesaria", apunta el policía.
La acampada comenzó el 9 de febrero como un maratón informativo: así consiguieron el permiso para establecerse durante veinticuatro horas en la Puerta del Sol. Ese mismo día a las ocho de la tarde, estas mujeres —ocho al comienzo— anunciaron que iniciaban una huelga de hambre.
Todo comenzó cuando las integrantes de la asociación Ve-la-luz, con sede en Galicia, se dieron cuenta de que en materia de violencia machista no se estaba avanzando. "Lo decidimos a finales de 2016, pensábamos que estábamos igual que en 2003 o 2004 cuando muchas de nosotras denunciamos malos tratos", apunta Susana. "Estos días nos han llegado mujeres que sufren lo mismo que hemos sufrido nosotras, solo buscan desahogarse. Luchamos para que nuestras hijas, hermanas o madres no sean asesinadas".
Susana lo cuenta la misma semana en que cinco mujeres más han sido asesinadas. Desde que empezó 2017 ya hay dieciocho víctimas mortales de la violencia machista en España. La peor cifra en diez años.
"Carmena ni ha venido a vernos"
"Lo que más nos ha decepcionado es el Ayuntamiento de Madrid. Carmena ni ha venido a vernos. Nos trajeron una carpa que estaba llena de agujeros y nos mojamos enteras una noche que llovió. El Samur social se llevó nuestra ropa empapada y nos la trajeron mojada de nuevo. Un desastre todo. Además, cuando se inicia una huelga de hambre hay un protocolo: los servicios sanitarios tienen que venir cada día. Pero no venían. Fue ese chico el que nos ayudó [Susana señala al oficial de policía con número de placa 115656]. Dijo: 'Esto no puede ser'. Y se encargó de que nos atendiesen. Nos ha ayudado más la Policía que Carmena. Vino la vicealcaldesa, Marta Higueras, para decirnos que podíamos ir a un albergue. Eso es no haber entendido nada. Yo vivo a veinte minutos de aquí, soy de Madrid, para ir a un albergue, me voy a mi casa. Estoy aquí porque es simbólico y porque es la manera de visibilizarlo. Se supone que este era el Ayuntamiento del cambio, ¿no? Yo voté a Carmena pero me parece que su actitud ha sido de pasividad total".
"Marta Higueras fue varias veces. Si eso no les parece suficiente es legítimo, pero creemos que representa un esfuerzo por parte del Ayuntamiento", explican desde prensa de Ahora Madrid. "Si quieren que Carmena vaya a verlas que lo hagan a través de una solicitud formal". Este periódico ha pedido hablar con Marta Higueras para conocer su opinión sobre estas declaraciones, pero hasta el momento no se ha puesto en contacto.
Quince días sin comer
En los quince días que llevan acampadas en Sol, estas mujeres han hecho tribu. La batalla para algunos es un ejercicio estético: hay quienes se acercan al círculo de la paz que han hecho con zapatos rojos —símbolo del maltrato a las mujeres— y posan para recordar el momento. Una suerte de 'yo estuve ahí'. Pero para ellas la batalla es interna: todas son supervivientes. Ellas son brigada. Algunas como Susana, que trabaja en servicios sociales atendiendo a personas con discapacidad, han pedido vacaciones para poder unirse a la huelga de hambre contra la violencia machista. "El lunes ya empiezo a trabajar y tendré que abandonar esto, pero yo siento que al menos he hecho lo que he podido", explica.
Las huelguistas comenzaron siendo ocho: Sonia, Patricia, Marián, Celia, Gloria, Martina, Sara y Susana. Ahora quedan cuatro: tres de ellas han tenido que volver al trabajo o a la universidad y una de ellas, Celia, ha sido ingresada.
Martina Gómez Nieto, de 48 años, es una de las que permanece entre mantas y botellas de agua. Lleva quince días sin comer y duerme mal. Tienen que hacer pis en un bote común, cada día hay que recolocar los plásticos que las protegen del frío y la lluvia, y cargar y descargar los palés de madera para acomodar el espacio. A pesar de su cansancio, con los ojos hundidos como si llevara una vida entera en vigilia, explica a todo aquel que se acerca por qué está ahí.
Su hermana Ana fue asesinada el 11 de febrero de 2016 por su pareja, un hombre de 29 años que utilizó su escopeta de caza para asestarle varios disparos. Ocurrió en Becerreá (Lugo), y el autor del crimen fue José Manuel Carballo Neira, quien asesinó a Ana en presencia de uno de los hijos. Después huyó al monte y tuvo que ser el primer teniente de alcalde el que, vía telefónica, le convenciese para que se entregase.
"Yo he tenido que hacerme cargo de los críos, que en aquel momento tenían 16 y 17 años. Siento que estoy viviendo la vida de mi hermana, pero sin que nadie me ayude. No cuento como víctima de la violencia de género", explica Martina. Ahora, el agresor está en prisión preventiva a la espera del juicio.
Martina fuma rápido y llora despacio. "Lo que más me duele son los niños. Cuando mi hermana fue asesinada, tuvimos derecho a dos packs de cinco sesiones de tratamiento psicológico, que se alargaron hasta quince. El tratamiento era de una hora al mes. No es nada para mí, pero menos para ellos. Yo pido que la ayuda psicológica para los hijos huérfanos por violencia de género sea indefinida".
Se siente desamparada. Nunca se imaginó con niños a su cargo, pero por ellos "haría lo que hiciese falta". Su padre murió hace tres años y su madre es muy mayor, dice, justificando su soledad.
La hermana de Martina pidió asesoramiento el mismo día en que fue asesinada. "Fue a la Casa de la Mujer del Ayuntamiento de Lugo y les contó que tenía miedo, que él ya la había encañonado días antes. Le recomendaron que pidiese el divorcio y le dijeron que se fuera a casa. Los protocolos de actuación no pueden ser así. Si una mujer dice que tiene miedo y la han amenazado de muerte, no puedes dejarla sola". El mayor lamento de Martina es el de no haber podido ayudar a su hermana: "Hasta que no empezaron a salir estas cosas a la luz a raíz de su asesinato, yo no sabía nada. Descubrí que era una mujer maltratada cuando ya estaba muerta".