Raúl Álvarez Río, de nacionalidad española, tenía 30 años cuando planeó los asesinatos de su pareja, Adolfina Puello Sánchez (32) y de la hija de esta, Algeli (9). Fue el domingo 29 de junio de 2014 por la noche cuando asfixió con sus manos a la que era su pareja desde 2012. Ocurrió en la casa en la que ambos vivían junto a la menor, en Madrid. La pequeña, alertada por el ruido, se despertó y acudió a ver qué sucedía. Encontró a su madre muerta y a Raúl junto a la víctima. Cogió a Algeli y la asfixió también.
El lunes 30 por la tarde, el asesino guardó los cadáveres en su coche y condujo hasta San Vicente de la Cabeza, en Zamora, donde sus padres tenían una casa y tierras (la madre de él era procedente de allí). Sacó los cuerpos y les cortó las cabezas a ambas. Dejó a las dos víctimas solo con la ropa interior y ató sus cuerpos. Metió las cabezas en sacos e introdujo peso. ¿Su objetivo? Tirarlas junto a los cuerpos a un pozo en desuso y que no emergiesen. Después, empujó los cadáveres hacia abajo con unas barras de acero galvanizado para que se hundieran del todo.
Volvió a Madrid en su Volkswagen negro y recogió las pertenencias de ambas: dos ordenadores, dos teléfonos móviles, ropa... Se sabe que la pequeña iba a viajar en los próximos días a República Dominicana, de donde ambas eran procedentes, a ver a sus abuelos maternos. Raúl aprovechó para fingir que era una huida. De hecho, cuando la suegra de Adolfina (abuela paterna de la cría, que vivía en Madrid también) denunció la desaparición de ambas, la policía interrogó a Raúl y este aseguró que desconocía dónde estaban.
Meses después, el 24 de noviembre de 2014, el asesino fue detenido. Ahora, en marzo de 2017, la sentencia (Juzgado de violencia sobre la mujer número 2 de Madrid) a la que ha tenido acceso EL ESPAÑOL prueba todos estos hechos y condena a Raúl a 37 años de prisión, de los que solo cumplirá 25. ¿Por qué? Esto se debe al artículo 76 del Código Penal, que establece que la pena máxima será de 25 años para sujetos que hayan sido condenados por dos o más delitos (como en este caso, por el asesinato de Adolfina por un lado, y por el de Algeli por otro) y alguno de ellos esté castigado con pena de prisión de hasta 20 años (en este caso son penas de 18 y 19 años, respectivamente). Al no superar los 20 años ninguna de las dos penas, la condena no excede los 25. La estancia de Raúl en prisión podría ser inferior si se observa buena conducta, muestra adaptación al sistema penitenciario, realiza actividades formativas y muestra signos de rehabilitación.
Tras meses de pesquisas, la Policía detuvo a Raúl, y en el trayecto en el coche hasta las dependencias policiales, confesó haber matado a ambas y haber arrojado sus cadáveres a una alcantarilla en Madrid. Al día siguiente reveló dónde estaban realmente los cuerpos a cambio de no ser ingresado en un centro penitenciario de la capital. Para cuando encontraron los cuerpos estaban en un estado de descomposición muy avanzado. En ese periodo, Raúl había continuado su vida de manera normal: tenía una nueva pareja y vivía en casa de sus padres.
La historia de Adolfina
Originaria de República Dominicana, Adolfina llegó a España junto a su suegra, Leonarda, y su hija. Acababa de quedarse viuda después de que su marido falleciese en una pelea callejera. Decidió emigrar y asentarse en Madrid con el propósito de mejorar sus condiciones de vida y las de su familia, que se quedaba en República Dominicana. Trabajaba interna de lunes a viernes en una casa de citas, y parte del dinero lo enviaba a sus padres y allegados. Su hija estaba interna entre semana en un colegio, y los fines de semana ambas se trasladaban al piso de alquiler. También Raúl, quien de lunes a viernes vivía en casa de sus padres, en Madrid.
El jurado ha establecido que la relación que mantenían Raúl y Adolfina es análoga al matrimonio. Esto es importante porque supone una agravante, como también lo es el hecho de que ninguna de las dos víctimas pudiera defenderse y fueran atacadas de manera sorpresiva. No se consideran homicidios, sino asesinatos.
Lo que el jurado no ha considerado probado es el delito de maltrato habitual. La suegra de Adolfina y amigos de la víctima aseguraron en el juicio que Raúl sometía a maltratos físicos y psicológicos tanto a su pareja como a la menor. El Ministerio Fiscal concluía que Raúl controlaba "en todo momento las conversaciones de Adolfina a través de Facebook, cambiando las claves de acceso que ella establecía, y la obligaba a estar continuamente al lado del teléfono móvil". "Además, "le recriminaba que hablase con acento dominicano y la obligaba a escribir la palabra 'amor' muchas veces para que no dijera 'amol'". También la humillaba diciéndole que su sueldo "se lo ganaba follando". La suegra apuntaba que "Raúl no contruibuía en nada económicamente, ni con la comida ni con la casa".
El magistrado escribe en la sentencia que no significa que esto no ocurriese ni que los relatos no tengan veracidad, sino que no hay pruebas condenatorias más allá de los testigos. Por ello, se mantiene la presunción de inocencia y queda absuelto de este delito.
La sentencia también obliga al asesino a indemnizar a los padres de Adolfina con 60.000 euros a cada uno, y también a su suegra con 45.000. Además, se impone una orden de alejamiento de 500 metros sobre los padres de Adolfina durante los próximos 30 años.