Berlín

Martin Schulz fue en su día un caso de fracaso escolar. Abandonó los estudios siendo adolescente. No terminó el instituto porque apostó por hacer carrera en el mundo del fútbol, pero ésta quedó truncada por una lesión. Sin perspectivas, la afición a la bebida que desarrolló desde muy joven degeneró en alcoholismo, una adicción de la que se recuperó bien entrado en la veintena.

Su rehabilitación estuvo acompañada de un curso de formación para ser librero. Entre libros logró mejorar su situación social. Militante socialdemócrata desde los 19 años, aprovechó en los años ochenta que las puertas de la política se le abrieron en su ciudad, Würselen (oeste germano). Ha sido alcalde, eurodiputado y presidente del Parlamento Europeo. Ahora Schulz amenaza la permanencia en el poder de la canciller Angela Merkel, la figura política más influyente del 'Viejo Continente' y la mujer más poderosa del mundo, según la revista estadounidense Forbes.

Horst, un jubilado alemán miembro del Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) desde hace medio siglo, madrugó mucho el pasado domingo. Llegaba a las ocho de la mañana al Arena Berlín, casi cuatro horas antes de que comenzara en ese espacio multiusos el acto que celebraron los socialdemócratas germanos para hacer oficialmente de Martin Schulz su presidente y aspirante a canciller para las elecciones generales del próximo 24 de septiembre. No era el único que se había levantado temprano con gusto.

Schulz ha generado en el SPD unas expectativas entre socialdemócratas nunca vistas desde hace décadas. Al menos así lo siente Horst. “Schulz nos va a dar un empujón comparable al que nos dio Willy Brandt”, dice a EL ESPAÑOL este veterano militante del SPD. Alude al que fuera al líder del SPD entre 1964 y 1987, alcalde del Berlín occidental entre 1957 y 1966, canciller de la Alemania Occidental entre 1969 y 1974 además de Premio Nobel de la Paz en 1971. Está por ver si Schulz acaba marcando una época en el SPD. Lo que sí se observa desde hace semanas es que este político de 61 años ha resucitado las opciones de los socialdemócratas para alcanzar el poder.

El SPD de Schulz no han dejado de subir en los sondeos.

“Hace muy poco que estábamos en las encuestas de intención de voto en un 20% o, como mucho 24%”, recuerda Horst. Desde que Schulz dejó la presidencia del Parlamento Europeo para integrar a la política alemana a principios de año, el SPD no ha hecho más que subir en los sondeos. Ahora los socialdemócratas se reparten dos tercios del electorado a partes iguales con los conservadores de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) que lidera la canciller Angela Merkel, según las encuestas.

“Todo el mundo debería de tener una segunda oportunidad”, decía Schulz el pasado domingo. Él la tuvo en su día. Pero hoy es Schulz quien está brindando al SPD una nueva posibilidad de llegar al poder, ya sea en una gran coalición donde los socialdemócratas pueden erigirse como el socio más votado o forjando una alianza con Los Verdes y los izquierdistas de Die Linke.

El candidato Schulz promete dar guerra camino de las próximas elecciones generales. Se ha ganado fama de luchador. Quienes lo conocen de sus días de jugador de fútbol adolescente en el S.V. Rhenania Würselen, el club de su ciudad, saben que Schulz siempre fue alguien comprometido con la causa a la que decidía entregarse. “No es que técnicamente fuera muy bueno, pero era un luchador”, cuenta a EL ESPAÑOL Daniel Schewior, actual gerente del S.V. Rhenania Würselen. En sus días de futbolista parecía predestinado a la defensa de posiciones progresistas. “Jugaba en la banda izquierda, como lateral. Su perfil era más defensivo que ofensivo. Era un jugador centrado en la defensa de su portería”, precisa Schewior.

ORÍGENES MODESTOS

Schulz es el más joven de los cinco hijos de una familia modesta. Su padre era policía local y su madre no tenía trabajo. Era una ama de casa conservadora además de una destacada militante de la Unión Cristiano Demócrata (CDU) en Würselen. Esta pequeña ciudad, situada cerca de la frontera del oeste germano con Los Países Bajos, Bélgica y Francia, no alcanza los 40.000 habitantes.

Allí defendió Schulz los colores del S.V. Rhenania Würselen desde los diez años. No tardó en hacerse con un sitio destacado. Todavía hoy es socio del S. V. Rhenania Würselen. Schulz celebró medio siglo como miembro de club en las pasadas fechas navideñas. Lo hizo en una fiesta celebrada en las instalaciones de este modesto club de tercera regional cuyos días dorados en la élite datan de los años cincuenta.

En el S.V. Rhenania Würselen también empezó a jugar al fútbol Jupp Derwall, el que fuera entrenador de la selección de fútbol de la República Federal de Alemania que llegara a la final en el Mundial de España-1982, en la que se impuso por 3-1 la Italia de Dino Zoff y Paolo Rossi.

FUTBOLISTA FRACASADO

Martin Schulz fue alcalde de Würselen.

A Schulz hoy se le recuerda como jugador por su competitividad y dotes de liderazgo. “Yo no me doy por vencido hasta que llega el momento de ducharse”, cuentan que decía el Schulz futbolista. Por aquel entonces también se dejaba crecer barba. En la cabeza tenía más pelo y lo lucía más largo.

Schulz quería ser jugador profesional, pero una grave lesión – se rompió el ligamento cruzado de una rodilla – lo apartó de los terrenos de juego. Aquello ocurrió cuando era juvenil. No tenía 18 años. Quienes lo conocen en Würselen señalan que entonces cayó en el alcoholismo. “Tendría problemas con el alcohol por diferentes razones, pero lo que le pasó en el fútbol forma parte de aquellos años”, cuenta Schewior.

El fútbol había ocupado mucho de su tiempo y energía. “En mis primeros años fui relativamente bueno en la escuela, después lo fui muy malo. Sólo tenía el fútbol en la cabeza”, ha contado el propio Schulz, que no llegó a terminar el instituto. Aún así, las lenguas siempre se le dieron bien. “La escuela católica de Würselen a la que fue Schulz tenía un responsable religioso que era francés. Schulz le acompañaba siempre que venía a Würselen para traducir conversaciones cuando era necesario”, según Schewior.

En la actualidad, el líder socialdemócrata habla francés, inglés, neerlandés, italiano y español. En Alemania se le considera un político “francófilo”, algo que se explica en parte por los intercambios escolares que mantenía su escuela en los años 70 con otro centro educativo situado en Burdeos (suroeste galo). Las otras lenguas, Schulz las ha aprendido como autodidacta.

ALCOHOL: EL CAMINO EQUIVOCADO

Al Schulz no le duelen prendas al hablar la etapa más oscura de su pasado. “Con 18 ó 19 años empecé a beber demasiado”, ha reconocido el ahora líder socialdemócrata. El pasado domingo se le escuchaba decir en Berlín: “elegí el camino equivocado”. Un día junio de 1980, alcoholizado, amenazado de desahucio y sin trabajo, Martin Schulz pidió ayuda a uno de sus hermanos, un médico de familia en Würselen.

Muchos arrimaron el hombro para sacarle de la dinámica autodestructiva en la que había entrado. “Familia, amigos y gente de la política también le ayudaron a salir cuando se dio cuenta del problema que tenía, Würselen entonces era una ciudad pequeña con relaciones estrechas entre la gente”, cuentan a EL ESPAÑOL desde la oficina de Herbert Hansen, político del SPD y amigo de la infancia de Schulz. Hansen acompañó durante lustros a Schulz en su carrera política europea, primero como eurodiputado y después de presidente de la Eurocámara.

Flirtear con el alcohol no impidió a Schulz entrar en la familia de los socialdemócratas alemanes a los 19 años. Estaba especialmente interesado en el movimiento pacifista. Antes de hacerse un hueco entre los europarlamentarios, el joven Schulz recondujo su vida. A los 24 logró superaba sus problemas con el alcohol. Encontró un trabajo como librero en Würselen.

ENTRE LOS LIBROS Y LA POLÍTICA

Angela Merkel y Martin Schulz, en un acto en la Unión Europea. Reuters

La librería en la que dio con la estabilidad que le faltaba en su vida tras dejar los terrenos de juego sigue abierta en la Kaiserstrasse, en el casco antiguo de la ciudad. “Schulz leía mucho y de todo, especialmente libros de política, historia y literatura”, cuenta Martina. Ella fue la ayudante en la tienda de Schulz durante años.

Hoy Martina es la responsable de la librería. Schulz se la acabaría traspasando. “Era alguien muy correcto”, recuerda esta mujer de mediana edad, quien todavía guarda contacto con el ahora aspirante a canciller. “Siempre que viene y tiene tiempo pasa por aquí”, mantiene Martina.

Junto a su actividad como librero Schulz se mantuvo activo en política. Había militado primero en la organización local en Würselen de los jóvenes socialistas (Jusos, por su acrónimo alemán). Pero en 1984 ya era concejal. Tres años después era el alcalde de la ciudad. Con 31 años se convirtió en el regidor más joven del populoso Land de Renania del Norte-Westfalia. Mantuvo ese cargo durante once años. En paralelo, siguió trabajando y ganándose la vida con las ventas en la librería. Sin embargo, tuvo que traspasarla porque su carrera política le obligaba a realizar continuos viajes a Bruselas y Estrasburgo.

En las elecciones europeas de 1994 fue elegido eurodiputado. El salto a la política europea es algo que quienes lo conocen ven como algo “lógico” en su carrera. “En Würselen uno tiene la realidad europea muy cerca, es muy fácil ir a comprar a Holanda. Por ejemplo, Martin Schulz, cuando era niño, también iba mucho de visita a los Países Bajos porque tenía familia allí”, cuentan desde la oficina de Herbert Hansen, el colaborador del líder socialdemócrata alemán. Bruselas está a hora y media en coche desde Würselen.

CONOCIDO 'GRACIAS' A BERLUSCONI

Schulz fue joven promesa del fútbol, pero una grave lesión acabó con su carrera.

Los once años de alcalde de Würselen son el principal activo del currículum de Martin Schulz para presentarse como un responsable con experiencia política en su país. Sin embargo, lo cierto es que ha pasado casi un cuarto de siglo entre Bruselas y Estrasburgo, primero como eurodiputado y, desde 2012 hasta principios de este año, como presidente del Parlamento Europeo.

Schulz tiene asumido que lo empezó a conocer el gran público alemán en 2003, cuando el entonces controvertido primer ministro italiano Silvio Berlusconi le insultó. Cuando era momento para Il Cavaliere de ocupar la presidencia del Consejo Europeo, el ya jubilado político transalpino dijo a Schulz en la Eurocámara: “En Italia hay un productor de cine que está haciendo una película sobre campos de concentración, usted sería perfecto para interpretar el papel de kapo”. Con ese término se conoce a los prisioneros en los campos de extermino del nacionalsocialismo a los que las SS asignaban determinadas tareas a cambio de un estatus privilegiado.

En 2014, en el momento de despedir al portugués Jose Manuel Durão Barroso como presidente de la Comisión Europea, sonó el nombre de Martin Schulz como el de posible sustituto para el luso. Al final logró imponerse el socialcristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker. La prioridad de Schulz entonces era ser elegido presidente de la influyente instancia comunitaria.

La falta de experiencia en la gestión invita a dudar de la capacidad de Schulz para hacerse con el cargo que hoy ocupa Angela Merkel. “¿Usted se imagina a Martin Schulz en la Casa Blanca en un encuentro como el que mantuvo el pasado fin de semana la canciller con el presidente Donald Trump?”, se interroga con intención retórica al habar con EL ESPAÑOL Judy Dempsey, investigadora en Berlín del Carnegie Europe, un prestigioso centro de estudios dedicado a Europa. “A Angela Merkel la gente la sigue considerando un par de manos seguras en la que dejar la política”, estima esta investigadora.

No obstante, Schulz ha conseguido convencer, de momento, a todos en su partido de sus opciones frente a la canciller, empezando por Sigmar Gabriel, su predecesor al frente del SPD. Éste le ha cedido el puesto en vista de las pocas posibilidades que le atribuían a él los sondeos. Con Schulz hay esperanza, al menos para el SPD.

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