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El edificio de Banco Madrid se erige en pleno corazón financiero de la capital, en la plaza Margaret Thatcher, intersección entre la plaza de Colón y el paseo de la Castellana. En el exterior se agolpan grupos de turistas que buscan un café en el clásico bar Hard Rock; los ejecutivos corren con visible prisa de un lado a otro. Pocos reparan en que lo alto de las viejas oficinas de la entidad crediticia –propiedad al 100% de la Banca Privada de Andorra-, sin actividad tras estallar en marzo de 2015 un escándalo de blanqueo de capitales, ondea una bandera: es la del grupo ultra Hogar Social Madrid, que ha okupado estas dependencias. Lo hacen, dicen, por “justicia poética”; para denunciar una “oligarquía política y corrupta”. EL ESPAÑOL accede al edificio para constatar qué queda del antiguo Banco Madrid.
El edificio, con una superficie útil de 1.600 metros cuadrados, llama la atención por su buen estado de conservación. Desde el exterior se pueden contar tres plantas, cuatro contando con el sótano. Hogar Social Madrid accedió por una puerta lateral, de metal contrachapado; la principal, la que da a la plaza Margaret Thatcher, sigue cerrada. El interior es un espacio luminoso: los ventanales de cristal permiten la entrada de luz desde el exterior. El recibidor es una estancia diáfana, ya sin muebles de oficina –no queda ninguno en todo el edificio-. En el suelo, cubierto por una moqueta gris, hay algunos carteles con el símbolo de Hogar Social Madrid.
Melisa Domínguez, 27 años, es la portavoz del grupo. Califica como “montaje policial” que la bandera de Hogar Social apareciese en la desarticulación policial del grupo neonazi Skin Retiro; precisamente ese calificativo –el de “neonazi”- es uno de los más extendidos en redes sociales a la hora de definir al colectivo. Domínguez, titulada en Filosofía en la Universidad Autónoma de Madrid y ahora estudiando un grado de Antropología Social y Cultural en la UNED, dice que “es para hacernos daño”: “Sólo somos patriotas”. Tampoco asume las críticas de quienes dicen que tiene una esvástica tatuada en el tobillo: “No lo admito, también quieren dañarnos con eso”.
Hogar Social Madrid está detrás de campañas contra los refugiados: “Primero que den trabajo a los españoles”, sostienen. También cargaron contra la mezquita de la M-30 tras los atentados yihadistas de Bruselas (en marzo de 2016) y cubrieron de carteles la sede de Ciudadanos después de que Albert Rivera pactase con Mariano Rajoy: “Cerrado por estafa”, calificó el grupo ultra. De forma paralela, recogen comida que reparten entre los españoles -y a ningún extranjero- que acudan a ellos.
Durante los dos últimos años han okupado seis edificios abandonados, siempre vistiendo el gesto de reivindicación. Hace tres semanas la Policía les echó de un antiguo palacete de Defensa, en la madrileña calle de Velázquez y en el que murió Millán Astray; lo okupaban, decían, para apoyar “a los militares españoles a los que el Estado ha dado la espalda”. Antes estuvieron en los estudios del NO-DO, Fórum Filatélico… todas ellas con una reivindicación concreta.
Su sexta 'sede'
Banco Madrid es el sexto lugar que toman como sede. La entidad financiera, propiedad de la Banca Privada de Andorra, fue intervenida por el Banco de España el 10 de marzo de 2015 tras estallar un escándalo de blanqueo de capitales. Banco Madrid se encuentra hoy en proceso de liquidación; sus oficinas, okupadas por Hogar Social, son propiedad de la entidad andorrana. Está previsto que los ingresos que se puedan obtener por su venta se destinen a compensar a los clientes afectados por Banca Privada de Andorra.
Desde el grupo ultra justifican la okupación por la actividad de Banco Madrid: “Blanqueo de capital y delincuencia fiscal del crimen organizado”, señalaron este domingo al anunciar que habían entrado en estas dependencias.
Dentro del edificio no hay nada que evoque a la entidad financiera; acaso unos carteles que cubren alguna ventana en la planta baja con algunos viejos eslóganes: “Sólo confiaría mi inversión a quien pudiera gestionarla con inteligencia”, se lee en ellos. Por lo demás, un amplio espacio diáfano, siempre cubierto por la moqueta gris. También quedan las paredes de cristal de algún antiguo despacho.
Sótano, tres plantas y azotea
El edificio se vertebra en torno a una escalera de mármol que conduce de una planta a otra. En el sótano hay un fregadero: “Y es aquí donde pondremos la cocina”, define Melisa Domínguez. Porque como han hecho con otros edificios okupados, en su interior dormirán algunos miembros del grupo (estos días están pernoctando cinco de ellos) y algunas personas que no tienen donde pasar la noche: sólo se les exige que sean españoles.
En la segunda planta también hay un amplio espacio vacío y unos pocos espacios cerrados con paredes de cristal. Es ahí donde se ubican los primeros dormitorios habilitados por el grupo ultra; en dos de ellos ya se ven colchones y sacos de dormir junto a algunos fardos de ropa.
La tercera planta se sostiene en la precariedad de unas obras inacabadas: la intervención del Banco de España se produjo cuando Banco Madrid remodelaba sus oficinas y así han permanecido hasta hoy. Los falsos techos están abiertos y revelan el esqueleto del edificio; las bombillas caen desde unos cables desnudos; todavía se amontona el material con el que los obreros pretendían remodelar el espacio.
Las escaleras aún conducen a un espacio superior, la azotea del edificio. Desde ahí se pueden adivinar los techos del Ministerio del Interior, a dos calles de distancia. Tomando la calle Génova, y a unos 500 metros de distancia, se encuentra la sede del Partido Popular. La Biblioteca Nacional, las Torres de Colón [o del enchufe, dicen los madrileños], la estatua del descubridor de América… pocos lugares de la capital hierven con la misma efervescencia turística y financiera.
En lo alto del Banco Madrid ondean hoy la bandera de Hogar Social. Melisa Domínguez sabe que, antes o después, la Policía los volverá a desalojar, como han hecho en todos los edificios que han okupado.
Hasta entonces, en el corazón de la capital se escucharán los latidos del grupo ultra.