“Hombre español aficionado al deporte, masajista desnudo, con una polla espectacular, 23 centímetros,...”. Así comienza a describirse uno de los muchos españoles que ofertan servicios sexuales en un conocido portal de contactos gay. En plataformas de Internet como PlanetRomeo resulta muy fácil encontrar ofertas de este tipo para ciudades como Berlín. Basta con mirar en la sección de “acompañantes”. Muchos de ellos ofrecen teléfonos de contacto con el prefijo 0034, el de España.
Entre esos teléfonos están los de Ignacio y Alejandro. Ambos tienen un perfil en PlanetRomeo. Ignacio, nombre ficticio al que recurre este chico de veintitantos años con pasaportes español y venezolano, dice a EL ESPAÑOL que “ahora se nota que hay más españoles” en el mercado alemán de scorts. Él prefiere ese término inglés para referirse a los “acompañantes”, que son prostitutos de lujo. Pasar la noche con uno de ellos puede costar hasta 2.000 euros. Muchos de ellos negocian los precios de sus servicios una vez establecen contacto con el cliente.
Ignacio es licenciado en una carrera de Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid pero trabaja haciendo masajes eróticos en Berlín. No se acuesta con sus clientes. Alejandro, canario de 30 años y licenciado en Administración de Empresas, sí que lo hace. Alejandro promete incluso en su perfil de Internet hacer realidad “cualquier fantasía” erótica.
Los dos se ganan la vida en este sector desde hace bastante. Ambos llevaban años viajando hasta la capital alemana para trabajar en esto. Son testigos y a la vez partícipes del fenómeno que está haciendo crecer el número de chicos españoles y latinos que ofrecen servicios sexuales en plataformas como PlanetRomeo.
“Yo llevo seis meses en Berlín, antes había venido unas 20 veces. El incremento de españoles y de gente que viene de España es enorme”, cuenta Ignacio. “Gente que yo conocía de Madrid, de mi barrio, Lavapiés, y que allí hacían de acompañantes, me los encuentro a menudo aquí en Berlín en clubes y discotecas. Cuándo les pregunto qué hacen aquí me dicen: 'trabajando de scort'”, añade. Alejandro, por su parte, apunta a EL ESPAÑOL que entre esos chicos “también hay brasileños o latinoamericanos que vienen a Alemania desde España, donde residen, por eso tienen teléfonos españoles”.
Ignacio se instaló en Berlín a finales del pasado verano. Su paso por la universidad no le ha ayudado a encontrar trabajo. “Quise hacer algo relacionado con la política, pero en verdad sólo me interesaba el PSOE, y ese mundo, al final, me resultó raro”, explica. En Madrid, estudiaba y trabajaba de camarero en el local de unos amigos. Le pagaban 900 euros al mes por un trabajo que él llama “esclavo”.
“Trabajar para comer es algo que yo entiendo que es un trabajo esclavo, por eso me dije: 'Tengo que encontrar algo que no sea esclavo, que me dé tiempo libre para estudiar'. Entonces me pagué un curso de masajista, algo que me encanta”, explica Ignacio. “Me hice masajista y con este trabajo ganaba lo mismo que en el bar de mis colegas, pero tenía tiempo para estudiar y hacer mis cosas”, añade.
MOVIÉNDOSE ENTRE CIUDADES ALEMANAS
Atraído por Berlín, su comunidad gay y su reputado ambiente libertino, Ignacio pidió un crédito para poder mudarse a la capital alemana, donde ya está implantado como masajista erótico. Hace poco decidió pagar por aparecer en las primeras búsquedas de un portal de contactos. “He tenido un 'boom' de actividad, llevo dos semanas y me he hecho con 1.700 euros”, asegura.
Alejandro, el canario que trabaja como acompañante, pasa temporadas largas en Berlín, aunque reside oficialmente en Valencia. “Llevo viniendo a Berlín mucho tiempo y tengo una clientela fija, esto me ayuda bastante, siempre tengo para trabajar y no tengo que moverme”, expone. Lo habitual, según explica, es que los acompañantes vengan a Alemania para estar periodos de dos o tres semanas en diferentes ciudades.
“Todos los scorts tienen que moverse porque cuando te quedas quieto en un sitio específico, entonces llega un momento en el que no eres novedad. Entonces llega un chico nuevo, al que no conoce nadie, y éste atrae más clientes. Es muy habitual que los chicos se muevan mucho, dos semanas aquí en Berlín, luego se van dos semanas a Múnich, a Hamburgo y van rotando”, aclara Alejandro.
Él empezó a trabajar de acompañante en sus días de estudiante. Entonces estaba mantenido por sus padres. “Yo empecé haciéndolo para tener dinero, porque el único dinero que podía tener era el que me daban mis padres, era estudiante y no trabajaba” cuenta. “Empecé a trabajar de acompañante esporádicamente hasta que llegó un momento que era lo único que hacía. Así fue que empecé a vivir de esto”, explica este treinteañero de aspecto juvenil. En el perfil que utiliza para ofrecer sus servicios dice a sus clientes que tiene 24 años. “Cosa de márquetin, claro”, conviene.
FORMADOS Y OFRECIENDO SERVICIOS SEXUALES
Ralf Roetten, de la asociación berlinesa Ayuda para Jóvenes, especializada en apoyar a chicos que ofrecen servicios sexuales a cambio de dinero, señala a EL ESPAÑOL que desde hace unos años hay muchos españoles trabajando como acompañantes. “Hemos visto casos de españoles desde hace 20 años, pero desde hace seis o siete vemos muchos más”, asegura Roetten.
Él vincula este fenómeno a la crisis económica de los países del sur de Europa, que se ha cebado especialmente con los jóvenes. “Debido a las dificultades económicas en Grecia, Italia y España, muchos jóvenes formados han venido a Berlín, esperando encontrar un trabajo para ganar dinero pero viendo que no lo logran se han visto obligados a trabajar como scorts, ofreciendo sexo a cambio de dinero”, dice Roetten.
Según datos de Eurostat, la oficina de estadística de la Unión Europea, esos tres países son los más afectados por el problema del paro juvenil. En Grecia la tasa de desempleo de la población joven alcanza un 45,2%, mientras que en España el porcentaje está en un 41,5%. En Italia, el 35,2% de los jóvenes no tiene trabajo. Roetten habla de “escándalo” al relacionar la situación económica de esos países con la venida a Berlín para prestar servicios sexuales de españoles, italianos y griegos.
“Es un escándalo, hay una generación de jóvenes europeos que se ha perdido, cuya esperanza era venir a Alemania o Berlín, donde acaban viviendo decepciones”, apunta Roetten. “Hay muchos que tienen trabajos tipo limpiador, camarero o disyóquei pero que tienen recurrir también a ofrecer servicios sexuales. Si limpiando te llevas algo más de 8 euros la hora, con sexo a cambio de dinero tienes 80 euros la hora”, agrega. En realidad, acompañantes como Alejandro pueden recibir entre 120 y 150 euros por hora o incluso más.
La asociación de Roetten está especializada en la prostitución masculina. Él cifra en unos 6.000 el número total de acompañantes que trabajan en Alemania. La mayoría lo hace a través de plataformas de contactos en Internet. “La gran mayoría trabaja online, sobre todo si son gente que domina el inglés”, sostiene. Alejandro habla francés e inglés, y está aprendiendo alemán. Ignacio también recibe clases de alemán y habla inglés. Ellos son dos de los 2.000 acompañantes que trabajan en Berlín, según los datos que manejan en Ayuda para Jóvenes.
LA MODA DEL ACOMPAÑANTE ESPAÑOL
Alejandro e Ignacio declinan identificarse con la idea del joven español formado que acaba viniendo a Alemania a ofrecer servicios sexuales por falta de oportunidades. Sí los hay, sin embargo, que ven como una obviedad el venir a países en mejor situación económica que España para hacer de acompañantes.
“¿Qué es lo que te sorprende? ¿Venir a países ricos donde hay dinero porque en España la cosa está mal? Cuando no queda otra haces lo que tienes que hacer y ya está”, señalaba uno de estos chicos antes de declinar seguir hablando con este periódico.
“Hay gente que lo hace por necesidad y hay gente que lo hace porque quiere. En mi caso, yo lo hago porque quiero”, dice Alejandro. A Ignacio no le extraña que otros acompañantes españoles acaben viniendo a ciudades alemanas a prestar sus servicios. “Para un español que trabaja de camarero con jornadas de nueve horas, librando un sólo día, está claro que interesa venir a Berlín, donde hay pasta, para ganar 800 o 1.000 euros como scort en un fin de semana”, expone Ignacio.
Él ha detectado, además, que el acompañante español se cotiza en este mercado. “Aquí todos los scorts son rubios y lampiños, los españoles son morenos y algo peluditos, y eso les gusta a los clientes porque les resulta exótico”, afirma Ignacio. “Aquí el español viene, se pone un pantalón de un equipo de fútbol y el cliente queda encantado cuando te ve”, agrega este chico.
EL DORADO DE LA PROSTITUCIÓN
Ignacio se muestra entusiasmado por su venida a Berlín. “Aquí puedes pagar un impuesto y tienes derechos como trabajador del sexo, hacer facturas, entre otras cosas”, subraya Ignacio. La prostitución es legal en Alemania desde hace ya quince años. Es un negocio que genera miles de millones de euros anuales. En 2013, el sindicato Ver.di estimaba el volumen de negocio de la industria del sexo germana en unos 14.500 millones de euros.
Para Roetten, el responsable de la asociación Ayuda para Jóvenes, esas estimaciones resultan poco creíbles. “Mucha de la gente que recurre a la prostitución trabaja en negro, no lo declara, eso es lo más habitual”, dice este trabajador social. Esto también ocurre en otros sectores de la economía como el de los servicios de limpieza a domicilio. Ocho de cada diez personas en este sector trabajan de espaldas a las autoridades fiscales germanas.
Sea como fuere, en virtud de la legalidad de la prostitución, “Alemania hace las veces de El Dorado para los clientes del sexo”, según los términos de la periodista Barbara John, del diario generalista berlinés Der Taggespiegel. Berlín, en este contexto, ocupa “un lugar prominente desde la reunificación” alemana, según Roetten. Al menos en lo que a prostitución masculina respecta, Berlín ocupa ya un lugar tan destacado como Hamburgo, ciudad portuaria del norte germano que siempre ha sido un referente internacional en la oferta de servicios sexuales.
“En Berlín hay mucho libertinaje, más libertinaje que una vida gay sana, pero justo ésto es lo que buscan muchos de los gays, porque ese libertinaje que no pueden tener en otros sitios aquí puede vivirlo”, afirma Alejandro. “Berlín es una ciudad muy sexual, yo a muchos amigos que tengo en España, que están amargados sin trabajo o explotados, les digo: 'ven a Berlín a follar y que te paguen'”, cuenta Ignacio. “El dinero está ahí, sólo hay que ir a buscarlo”, añade.
Ignacio y Alejandro tienen cada uno sus planes de futuro. No se ven en el negocio del sexo de por vida. Pero no parece que vayan a dejar pronto sus actuales ocupaciones. “Pasados los 30 años, o te ves muy bien y puedes hacer un poco más, o tienes que reducirlo”, mantiene Alejandro, acostumbrado a un trabajo en el que el dinero “entra y sale muy fácil”. “Cuando llevas tiempo trabajando en esto te habitúas, y claro, tener que retomar un trabajo normal, con 40 horas semanales por 800 euros, es difícil”, platea. Su perfil en PlanetRomeo sigue activo. También lo está el de Ignacio.
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