Este es Ramón, el anciano volcado en el alzhéimer de su esposa al que mató el conductor novato
- Los vecinos y familiares del anciano le lloran dos días después de su muerte en un paso de cebra cerca de su casa. El agresor está en prisión sin fianza y se enfrenta a quince años de cárcel por provocarle la muerte de un puñetazo.
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“Con 81 años! Vale, que sí, que se tenía que morir de viejo. Pero, joder, así no”. Ramón se llama igual que su padre y asegura que era tan bueno como los vecinos decían. Han pasado dos días desde lo ocurrido en la Avenida de Los Fresnos de Torrejón de Ardoz, desde que la vida de su padre se extinguiese. Muchos todavían no asumen lo ocurrido, la pérdida de uno de los vecinos más queridos. Su hijo, todavía afectado, le recuerda. “Ha sido un auténtico palo”. Él y sus dos hermanas están todavía en shock. En la calle todavía no se lo creen. Uno de los empleados de la óptica a la que Ramón acudía con regularidad sigue sin dar crédito. “Con lo bueno y lo amable que era… Siempre atento, siempre majo, siempre charlando. Nadie que lo conozca lo está pasando bien”, explica a EL ESPAÑOL.
Ramón Lorenzo tenía 81 años y cuidaba como un devoto a su mujer, Amalia, quien padecía de alzhéimer desde hace un año. Vivían juntos en el número 8 de la calle Ceres. Una joven les ayudaba desde hacía tiempo en las tareas domésticas porque Ramón, él solo, ya no podía cuidarla. Este martes la tragedia se cruzó en su camino y ya nunca se volvió a levantar del suelo. Un Citröen C3 azul se le cruzó en el paso de peatones y por poco le atropella. Levantó el bastón, increpando al conductor. “¡Respeta a los mayores! El paso de cebra”, dijo, según algunos de los presentes en el momento del suceso comunican a EL ESPAÑOL.
Al punto, el conductor, José María Pardo Ruiz, 19 años, perilla, brazos fuertes y barriga prominente, baja del coche y sin mediar palabra le endosa un puñetazo en plena cara. El hombre cae al suelo, se golpea en la nuca y ya nadie pudo hacer nada por él. Los vecinos primero y los servicios de emergencia después trataron de reanimarlo, sin éxito alguno.
Algunos de los que estaban en la cafetería se levantaron increpando al agresor y socorriendo al instante a Ramón, que yacía inerte en el suelo. José María, sin prestar atención a lo que sucedía, se subió de nuevo al vehículo y se esfumó junto con su acompañante. No sin antes espetarles a los presentes una excusa que todavía recuerdan. “Me marcho, tengo prisa que se acaba de morir mi madre”. Al punto, él y su acompañante arrancaron y desaparecieron de allí.
Esta mañana, dos ramos de flores lucían a modo de recuerdo por el fallecido en la esquina de la glorieta, al lado del paso de peatones del número 18, en la calle en la que ocurrió todo. Allí todavía recuerdan a su vecino, con su bigote fino y recortado, su pelo blanco, sus gafas grandes, su chaqueta y el ejemplar del ABC que compraba todos los días en el quiosco.
Volcado en el alzhéimer de su mujer
Ramón agarra con fuerza la mano de Amalia, su mujer. En la fotografía, posan juntos, que es como luchaban contra el alzhéimer según cuentan sus vecinos: mano a mano. Ramón hacía tiempo que ya no podía caminar del todo bien. A sus 81, tras una vida intensa de trabajo, debía cuidarse y no hacer esfuerzos. Y más después de lo que le ocurrió en los años anteriores: un ictus le paralizó la parte izquierda del cuerpo. Varias caídas domésticas le tuvieron ingresado en el hospital durante largas etapas.
Ahora, que empezaba a estar mejor de nuevo, bajaba a hacer sus recados de toda la vida, pero con menos esfuerzo que el habitual. Una fruta en la frutería, el periódico en el quiosco, la revisión del azúcar en la farmacia. Eso sí, siempre acompañado de su bastón. Tampoco tardaba mucho. Eran apenas breves paseos antes de volver a casa para seguir cuidando de su Amalia, quien estaba yendo a peor. Seis meses atrás comenzó a empeorar. “. “Muchas veces nos comentaba que ella ya no le reconocía. Ahora debe estar ya muy mal”, explicaban algunos de los vecinos a EL ESPAÑOL.
Este martes no pudo volver a casa con los medicamentos para seguir cuidando de ella. A las 12.15 de la mañana su vida se apagó. Nadie pudo hacer nada por él.
A prisión sin fianza
La otra parte de la historia es la del conductor novel que iba más rápido de la cuenta. José María Pardo Ruiz tiene 19 años y está empadronado, como Ramón, en el municipio de Torrejón de Ardoz. Hacía poco que acababa de obtener el carné de conducir. Por eso llevaba la L de color verde en la parte trasera de su coche. Fue él quien descargó su puño sobre Ramón, provocándole la muerte. Aun no está claro si falleció a causa del golpe en la cara, del choque de su cabeza contra el suelo o a causa de la parada cardiorrespiratoria posterior. Lo cierto es que Ramón se cruzó en su camino cuando el joven conducía a toda velocidad. Todo transcurrió en escasos tres minutos. Nadie pudo detener la agresividad del chaval.
Sobre José María pesa ahora la imputación inicial de homicidio doloso. Horas después de darse a la fuga en su coche junto con la acompañante que viajaba en el asiento de copiloto se entregó a las autoridades cuando estas fueron a su casa a buscarle. Su foto y la de la matrícula de su coche recogidas por los testigos en el lugar de los hechos resultaron decisivas para que las autoridades pudieran detenerle.
Pardo declaró este miércoles ante el juez. Dijo que únicamente empujó a Ramón después de que el hombre le amenazara con darle con el bastón en el transcurso de la discusión. El joven de raza gitana, eso sí, admitió que conducía “un poco deprisa”. También negó haberle dado un puñetazo al anciano.
La versión, que no concuerda con la de los múltiples testigos que lo presenciaron todo, ha sido desechada por el juez. Ahora el joven está en prisión provisional sin fianza, decretada por el magistrado, en una decisión que coincide con la de la Fiscalía.
El joven pasó este miércoles a disposición judicial después de entregarse a la Policía en la tarde del martes, horas después de que supiera que estaba siendo buscado y de haber sido responsable de lo ocurrido. También se busca a su acompañante, a quien se le atribuyen los delitos de omisión de auxilio y otro de encubrimiento. Pardo se negó a dar al juez y a la policía el nombre de la chica que iba en el asiento de copiloto en el momento de los hechos. Alegó que era una prostituta.
Mientras prestaba declaración, múltiples miembros de la familia del joven esperaban novedades a las puertas de los juzgados de Torrejón de Ardoz . Ahora, el joven alto y desgarbado, que provocó la muerte al anciano y bueno de don Ramón, podría enfrentarse a 15 años de cárcel. Mientras, los hijos del buen señor Ramón, el hombre que cuidaba de su mujer como un devoto, no tienen más consuelo que el de ellos mismos y sus vecinos.