Lidia, la desahuciada que ha abortado mientras vive en la calle
Ella y Santi, su pareja, llevan 15 días en una tienda de campaña en un barrio de Madrid. Tienen cuatro hijos de entre 3 y 13 años. Vivían de alquiler en un piso de un 'fondo buitre'. Ninguno de los dos tiene trabajo.
4 julio, 2017 17:07Noticias relacionadas
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En la mañana del pasado jueves, Lidia Romero Humbría, 35 años, advirtió que tenía hemorragias vaginales. Hacía horas que notaba que algo no iba del todo bien. “Ya el miércoles por la tarde me estaba encontrando mal. Entramos en directo en la televisión varias veces. Me puse nerviosa, pensando en que siguen pasando los días, que seguimos en la calle, que no tenemos opciones…”, relata a EL ESPAÑOL. Percibió que tenía unas pocas décimas de fiebre. Estaba embarazada de 10 semanas, perdía sangre y fue rápidamente al ginecólogo a ver qué estaba pasando. “Queríamos ver si era una falsa alarma o si aquello estaba sucediendo en serio”.
Ella y su pareja se fueron corriendo al Hospital Doce de Octubre. Eran las dos de la mañana. Allí se sometió a todas las pruebas necesarias para saber qué le sucedía: auscultación, ecografía vaginal… El ginecólogo les dio la peor noticia. El bebé tenía el corazón parado, no se podía hacer nada. Estaba muerto en su interior. Lidia había perdido al que iba a ser su quinto hijo.
A todo esto, se suman las circunstancias de Lidia y de Santiago Ruiz Contreras, su pareja, también 35 años de edad: llevan 16 días viviendo en la calle con sus cuatro hijos. Sus pequeños tienen 13, 10, ocho y tres años. Ninguno de los dos tiene trabajo y tan solo perciben los 650 euros de la renta mínima que Santi cobra como subsidio por desempleo.
Lidia y Santi llevan juntos desde que tenían 16 años. Vivían en La Peseta, Carabanchel Alto. El día 13 del pasado mes de junio, a las nueve y media de la mañana, les echaron de su casa, que era propiedad de un fondo buitre. Pasaron cinco días en una vivienda de Emergencia del Samur. No tenían a dónde ir. Ni la Junta Municipal de Carabanchel ni la Comunidad de Madrid les ofrece una alternativa.
Entonces, tras el desahucio, cogieron una tienda de campaña, unos colchones, unas neveras y se instalaron en la céntrica plaza en la que está ubicada la sede de la junta del distrito. Enfrente de la tienda tienen un cartel que van cambiando a diario. En él se lee el número de jornadas que llevan en esa situación. En la noche de este lunes, el contador estaba en 15 días durmiendo y viviendo con sus hijos a la intemperie. Se suma una dificultad más a la ecuación: acaban de perder al que iba a ser su quinto hijo. EL ESPAÑOL les acompaña en la noche número 15 de su calvario.
El día a día en la calle
El hijo pequeño de Lidia y Santi tiene tres años. Mientras hablamos, juega con un globo lleno de agua y se come un flash helado, de fresa. Despreocupado, camina sonriendo por el parque mientras degusta su helado. Son las diez de la noche y en la calle solo quedan las luces de las farolas. Va a ser una noche bastante calurosa. Hay más niños; tres de ellos son sus hermanos, quienes pasan el rato pegando patadas a un balón delante de la junta municipal del distrito junto a otros chavales.
En el centro de la plaza, hay montadas tres tiendas de campaña, una verde, otra blanca y otra azul. Ahí pasan un día tras otro los seis miembros de la familia. Cuando llega la noche, los padres de Lidia o sus hermanos se los llevan a los cuatro a dormir a casa. “La mayor siempre me está diciendo: ‘Mamá, mamá, que yo me quiero quedar aquí con vosotros a dormir”, relata Lidia.
El interior de una de ellas está repleto de mantas con las que Lidia y Santi se arropan por las noches. En la del miércoles, varios amigos se acercan a echar una mano. Les llevan una tortilla y unas cuantas empanadillas de pisto para que puedan cenar. También les proporcionan galletas y algo de leche para que sus hijos desayunen al día siguiente. “La verdad no esperaba tanto apoyo de los vecinos. Se acercan, nos preguntan en qué nos pueden ayudar, nos traen una olla de judías para que podamos cenar los seis. Pasan por aquí y nos dicen: ‘¿Joder, pero que está pasando? ¿En qué podemos ayudar? Os subo la ropa a casa, os la lavo, lo que sea’. La verdad que la gente está volcándose”, dice Lidia.
Cuando se acaba el murmullo propio de una zona tan transitada, Lidia y Santi se disponen a descansar, si bien tampoco les resulta tan sencillo. Dormir al raso no es algo muy agradecido y hay que contar también con las condiciones climatológicas “Hemos tenido noches de lluvia, como la semana pasada, y también de mucho calor. Otras en las que algunos jóvenes se quedan ahí sentados en los bancos hasta las tantas y no nos podemos dormir”, explica la mujer. No están solos. Algunos familiares y compañeros de la Asamblea Popular de Carabanchel, un movimiento popular de los vecinos del barrio, se turnan para pasar las noches junto a ellos. Por eso las otras dos tiendas, para que quienes hacen esa suerte de vigilia con ellos puedan guarecerse.
Lidia y Santi han colocado también una carpa de color verde atada a los árboles del centro de la plaza. Está cubierta por los cuatro costados con camisetas verdes y rojas que rezan “Stop desahucios”. Bajo ella, hay diferentes sillas y hamacas plegables y una mesa en la que recogen firmas durante el día para poder presentarlas y poder cambiar su situación. Las botellas de agua y de algún que otro refresco se acumulan en un lateral.
Lidia viste una camiseta negra en la que se lee: “No queremos reuniones. Queremos soluciones”. Santi luce una parecida que reza “Stop desahucios”. Su hija mayor, con camiseta rosa, da patadas a un balón con otros niños que juegan en la plaza. No es fácil explicarles a los pequeños todo lo que está sucediendo, que mamá y papá tienen que estar en la calle, que han perdido un hijo, que no tienen casa y que necesitan la ayuda de quien buenamente pueda. Esa quizás sea la peor parte. “Estamos pasándolo mal. Pero yo les digo a mis hijos: estaos tranquilos, que esto es temporal. Esto no va a durar para siempre. No queremos dinero en efectivo, me da igual Comunidad de Madrid, me da igual Ayuntamiento, pero que alguien nos ayude”.
-¿Cómo se lo explicáis a ellos?
-Las tres mayores lo entienden. Pero todos los días me dicen: “Mamá, vámonos ya a una casa, mamá, ¿cuándo va a acabar esto?” Es impotencia por no haber podido hacer más.
El día a día es eterno en este nuevo ecosistema. “Se duerme muy mal y nos levantamos pronto porque ya a las siete de la mañana hay ruido en la calle, cuando entran a trabajar aquí en la junta del distrito”, relata.
Cuándo se torció todo
Todo se empezó a torcer el año pasado, cuando Santi perdió su último trabajo. Fue en una empresa de bebidas energéticas. Ella estuvo de cajera de supermercado durante muchos años. Las cosas han sido muy complicadas y han tenido que ir saltando de un trabajo al siguiente en los últimos tiempos. También trabajó en Coca-Cola. Fue despedido de allí en el ERE que la empresa anunció en enero del año 2014.
Fuentes de la Junta del Distrito de Carabanchel aseguran que se encuentran trabajando en el caso de Lidia y de Santi. “Ellos son demandantes de vivienda pública desde hace 15 años. Estamos trabajando con Servicios Sociales desde el principio del caso. No podemos ofrecerles un piso porque no tenemos ya vivienda pública disponible. Tenemos una lista de espera que hay que respetar y que está hecha con los criterios de los técnicos y trabajadores sociales. Tenemos 14.000 viviendas y hemos realojado a 1.800 familias en 2 años y tenemos a 8.000 personas en situación de emergencia”.
Estas mismas fuentes aseguran que no está resultando sencillo. “Estamos haciendo lo que podemos. Nos hemos encontrado un parque de vivienda pública inexistente. Fue todo vendido a fondos buitre por el gobierno de Ana Botella. No hay vivienda pública para la demanda que tiene la ciudad. Se ha enviado una carta al consejero de vivienda de la Comunidad de Madrid en la que se le habla de este caso concreto. Les hemos pedido que hagan algo y todavía no hemos tenido respuesta”, explican estas fuentes municipales a EL ESPAÑOL.
Aborto y desahucio
Los cuatro embarazos previos de Lidia transcurrieron en circunstancias normales. Nunca antes había tenido un aborto. Ha sido, según los informes obstétricos a los que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, un “aborto diferido”. Esto solo quiere decir una cosa: el bebé estaba muerto ya en su interior.
Si bien la relación causa efecto entre aborto y desahucio no está acreditada, lo cierto es que los ginecólogos consultados aseguran que estar viviendo en la calle no es algo ni mucho menos positivo para una mujer embarazada. La tensión de atender a los medios, dormir al raso, no tener una vivienda… Todas estas cosas se convierten en barreras importantes a la hora de que el bebé prospere.
Javier Zameán es ginecólogo de la fundación privada Mujeres Pro África. “Cuando una mujer como Lidia ha tenido cuatro hijos con total normalidad, el aborto tiene que venir provocado por otras causas. No se puede relacionar el aborto con la situación personal, pero es evidente que se trata de un factor de riesgo. La tensión emocional puede influir, el estar viviendo en la calle. No es la situación idónea para una mujer embarazada”, explica a EL ESPAÑOL.
La situación de una mujer embarazada no debería ser, según Zameán, la de estar viviendo un desahucio. “Debería ser protegida en una situación como esta. Una mujer embarazada no puede estar en la calle. Es un desajuste muy complejo”.
En los papeles del parte del aborto de Lidia no aparece una causa concreta determinada. Carmen Coll, ginecóloga privada, asegura que es imposible saber por qué le ha ocurrido, pero que la situación no es la mejor. “El desahucio no provoca el aborto, pero desde luego no ayuda”.
A eso de las once de la noche, llegan los suegros a recoger a los cuatro hijos de Lidia y de Santi. La hija mayor deja a un lado la pelota. Los pequeños, los globos de agua. Le dan un beso a sus padres y se despiden hasta el día siguiente. Lidia y Santi se sientan en las hamacas a la entrada de las tiendas de campaña y charlan con dos amigos que les acompañarán en la vigilia a lo largo de la noche. Pero antes, los familiares anuncian su llegada al día siguiente. Un día más en la calle.
-Escucha Santi, yo vengo por la tarde, explica el suegro.
-Yo por la mañana.
-Cuando queráis, yo aquí estoy. ¡De aquí no nos vamos a mover! – dice Santi.
Al irse a dormir Lidia tiene que abrir la cremallera de la tienda. Ella y Santi han colgado un papel en la entrada del habitáculo. En él hay algo escrito. Se trata del artículo 47 de la Constitución Española: “Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada”.