Al bajar del barco del amor: "Tras este turismo, lo demás es descafeinado"
La privacidad es fundamental: “La gente tiene esta afición y le gusta este ambiente. Pero no les apetece que se revelen sus identidades. Nosotros garantizamos este anonimato".
14 agosto, 2017 03:23Noticias relacionadas
- En este crucero hay gente tan depravada que algunos incluso tienen sexo… ¡con sus propias parejas!
Es un viejo chiste que se utiliza en el ambiente swinger; es decir, de intercambio de parejas. Lo cuentan Ana y Fer, una pareja de mexicanos de 40 años que viaja en el Azamara Quest, el barco que ha llevado por el Mediterráneo, durante 9 días y 8 noches, a 345 parejas de swingers.
Rumba Mediterránea se llama este crucero que acaba de amarrar en el puerto de Barcelona. Es uno de los pocos cruceros de temática sexual del mundo. Zarpó de Civitavecchia (Roma) el pasado 5 de agosto y ha acabado su periplo en el World Trade Center de Barcelona este fin de semana, previo paso por Livorno, Mónaco, Cap D'Agde e Ibiza.
El paquete vacacional permitía prolongar la experiencia un par de días más, esta vez en tierra firme. Sesenta de esas 345 parejas decidieron quedarse dos días disfrutando de la ciudad condal. “Muchos lo han hecho para poder ir al Camp Nou a ver el partido del Barça contra el Real Madrid que se juega esta noche” explica Pepe Aguirre, el organizador del crucero.
LOS ATENTADOS DEL 11-S FUERON EL PRINCIPIO
Pepe y su mujer, Claudia, son mexicanos pero viven en Florida. Tenían una empresa de celebración de eventos corporativos allí. El negocio se les fue al traste en 2001: “Tras el atentado del 11 de septiembre, el panorama cambió. Empezaron a decaer este tipo de eventos, por lo que decidimos cambiar de nicho”, cuenta Aguirre.
La transformación fue radical. Aprovechando su condición de swingers, Pepe y Claudia decidieron reorientar su negocio a ese público objetivo: a los que intercambian parejas. Comenzaron celebrando fiestas en clubes especializados. Después pasaron a alquilar hoteles enteros para organizar este tipo de eventos. Y hace cinco años optaron por una huída hacia adelante. “¿Por qué no llevar este concepto a unas vacaciones en alta mar?”
El éxito de aquella primera propuesta fue rotundo. Aquel primer crucero también se celebró, curiosamente, en el Mediterráneo. “Es uno de los destinos favoritos de nuestros clientes. Este año se ha vuelto a hacer aquí porque la gente lo pedía”, revela Claudia. Entretanto, se han realizado rutas por el Báltico, por el Adriático y por el Caribe. En todos los viajes han agotado los pasajes. “Hay gente que ya está reservando con nosotros las vacaciones de 2019, sin saber todavía dónde iremos. Es que no lo sabemos ni nosotros”, confiesa Pepe.
SWINGERS QUE HAN GANADO UN GRAMMY
Tampoco es barato. El precio de este crucero para swingers en el que sólo se permite la entrada de parejas, oscila entre los 2.600 y los 10.500 euros por persona. “Nuestra clientela, como la mayor parte del mundo swinger, está compuesta por gente con un nivel cultural alto. El precio hace de filtro para cribar a la clientela. Hay médicos, abogados, políticos, presentadores de televisión, músicos que han ganado un Grammy...”
Por ello, la privacidad es fundamental: “La gente tiene esta afición y le gusta este ambiente. Pero no les apetece que se revelen sus identidades. Nosotros garantizamos este anonimato. Antes de subir al barco hacemos que cada pasajero firme un papel con las normas de comportamiento”. Entre ellas se encuentran reglas como la de no realizar ninguna foto, ni siquiera un selfie, si hay alguien más en el objetivo.
EL DISNEYLANDIA DE LOS ADULTOS ES CARO
¿En qué consiste esta Rumba Mediterránea, tan cara y exitosa a la vez? Es un crucero de 9 días en el que sólo viajan swingers. En esta ocasión, 690 personas. Parejas procedentes de todo el planeta, pero en su mayoría americanas: Estados Unidos, Canadá y Mexico, por este orden, lideran el ranking, aunque hay también turistas de Escandinavia o Australia. Tanto da de dónde vengan; el único requisito es que pertenezcan al ambiente swinger. “Es el Disneylandia de los adultos”, resume Ana, que lleva ocho años asistiendo junto a su marido Fer a los eventos swinger que organizan Pepe y Claudia. “Cuando entras en este tipo de turismo es muy difícil salir. Lo demás ya te parece descafeinado”, afirman ambos.
En este pasaje que cuesta un mínimo de 5.200 euros por pareja, todo lo esencial está incluido. Todo salvo los caprichos, como las carísimas botellas de vino que ponen a disposición de sus clientes. Y es precisamente este tipo de gastos los que más abundan en el barco: “En una de las fiestas de esta semana, los miembros de la tripulación me dijeron que en ningún otro crucero habían visto vender tantas botellas de vino caro”, explica Pepe.
Durante el día es un crucero normal. Los pasajeros pueden bajar en los puertos donde amarra el buque y disfrutar de las ciudades. Si optan por quedarse en el barco, disponen de los servicios habituales de un crucero. Pero el epicentro de la fiesta diurna está “en la alberca”, como la llaman los mexicanos. Esto es, la piscina. “Allí el dress code (código de vestuario) es de ropa opcional. La gente se conoce allí, entablan amistades y quedan para después”, explica Claudia. Quedan para después o tienen sexo allí mismo, que aquí sí está permitido. Es un crucero sin ningún tipo de complejos.
SÉXOLOGOS IMPARTIENDO TALLERES
Una de las propuestas que más éxito tienen durante el día son los talleres sexuales. La organización contrata a sexólogos y terapeutas para impartir clases sobre sexo: “Todo lo que no te atreviste a preguntar o practicar sobre sexo, puedes hacerlo aquí, con la ayuda y el asesoramiento de profesionales”, indica Pepe. De la teoría, a menudo, pasan a la práctica en mitad del taller.
Durante el día, el gimnasio está lleno. “La gente viene a lucirse. Quieren que los vean guapos”, cuenta Pepe. “Se ponen bellos y bellas. Todo el mundo lleva una cantidad de ropa enorme. La proporción es de tres maletas por persona. Siempre hay una especie de competicion entre las mujeres para ver cuál trae más pares de zapatos”, explica Fer. Este año ha ganado Claudia, la organizadora, con un total de 28 pares de zapatos para 9 días.
No obstante, la ropa y el físico no garantizan nada: “En este tipo de cruceros siempre suelen colarse algunas parejas muy guapas pero con pocas habilidades sociales, que se relacionan poco con el resto del pasaje. Lo único que tienen es su belleza física. Esos normalmente se quedan solos. Aquí triunfa la interacción, la 'buena onda', la amistad”, especifica. Esta parte la certifican Fer y Ana, que aseguran que, durante los ocho años que llevan asistiendo a los eventos swinger que organizan Pepe y Claudia, han conocido a muchas parejas de las que se han hecho amigos y siguen manteniendo relación. A muchos de ellos los conocen en la piscina de este tipo de cruceros.
A LOS LEONES
Eso por el día. ¿Y por la noche? Ahí se celebran fiestas temáticas diferentes a cada jornada. “Agarramos la discoteca del barco y la transformamos en una 'playroom' (habitación de juego). Ponemos decoración distinta cada día, relacionada con la fiesta en cuestión. El otro día organizamos una fiesta llamada 'Imperio Romano' y el decorado exterior de la discoteca era El Coliseo. Era como entrar a la arena a pelear”, ríe Pepe.
Y una vez en la arena… pues eso: a pelear. La discoteca se ha convertido en un especio diáfano en el que sólo hay colchones, toallas y preservativos. Y mucha gente teniendo sexo los unos con los otros. “No suele haber un solo problema. No hay conflictos. Se trata de gente de un nivel cultural y adquisitivo elevado. No hay peleas. Además, suelen ser swingers experimentados. No conozco a nadie que haya venido a este crucero a iniciarse. Es caro para eso. Uno empieza en clubes de intercambio y tal. El crucero es ya para expertos. Saben a lo que vienen y conocen las normas”.
NORMATIVA ESTRICTA
Por normas no se refiere solamente a las que firman antes de entrar al barco, sino las 'no escritas' que todo buen swinger tiene que llevar aprendidas de memoria: “La más importante es la que dice que, por ejemplo, en una de esas fiestas que se organizan cada noche, si te dicen 'no' significa 'no'”, especifica. Ana.
¿Son estas fiestas simplemente una aglomeración de gente desnuda teniendo sexo en grupo? “En absoluto. Eso tal vez pasa el primer día. La primera fiesta es la que todo el mundo coge con más ganas (Aquí, el verbo coger tiene que interpretarse como lo interpretaría un mexicano). Es la novedad, el estreno, el momento de empezar a ubicarte y echarle el ojo a las parejas que te gusten”.
Pero más allá de esa primera fiesta de la revolución de las hormonas, las fiestas nocturnas tienen su preparación: hay música, baile, actuaciones, disfraces, roles… Y no es sólo sexo. En esta edición del crucero, por ejemplo, la fiesta que ha tenido más éxito ha sido la dedicada a los 80. “Es por la música: hay gente de todas las nacionalidades, por lo que es difícil acertar con la música que se pincha. Si se ponen 'goldies' de los 80, todo el mundo los conoce y los baila”.
RESERVAS A DOS AÑOS VISTA
Durante 9 días, el sexo y el desenfreno surcan los mares en una experiencia inolvidable. ¿Y ahora? “Ahora cada uno a su casa y a trabajar. Yo, por ejemplo, soy cirujano plástico y me incorporo en breve”, explica Fer. “A trabajar, a descansar de las vacaciones… y a preparar el próximo evento”, añade Ana. Será en fin de año, en un hotel de Miami, que es uno de los destinos, junto a Jamaica y Cap D'Agde, que más eventos swingers albergan en todo el mundo.
“La gente se está despidiendo y ya nos pregunta por el próximo crucero. Algunos incluso ya nos dan la paga y señal para el viaje de aquí a dos años, aunque no esté ni diseñado”, indica Pepe. “Tantas ganas tienen algunos, que hubo un año que un turista mexicano se presentó en el puerto para subirse al crucero… un año antes de su celebración”, recuerda Fer ante la risa general. Es el ansia por subirse al barco del amor. Para todos los interesados, tranquilos: aunque cada año se han agotado los pasajes, aún hay plazas para el del año que viene, que partirá de Vancouver, hará un recorrido por Alaska y volverá a Canadá. Plazas hay: 5.200 euros (mínimo) tienen la culpa.