Es poco más de la 1 de la madrugada cuando el pequeño Samuel escucha los gritos. Vive en la Calle del Clavel, en la Urbanización Pino Centinela, a pocos kilómetros del centro de la localidad de Boadilla del Monte (Madrid). Apenas llega a los diez años. Está jugando, como muchas otras noches, a su videoconsola. Esos gritos primero se escucharon de lejos y luego más de cerca. Samuel y su madre salen, al punto, a la calle, a ver qué estaba pasando. Se encuentran entonces a un joven de catorce años que grita y corre cuesta arriba. El chico pide auxilio: unos ladrones acaban de entrar en su casa. Son sus vecinos.
El chaval logró escapar de sus captores, salir al jardín y saltar uno de los muros de la casa hasta llegar a la calle. En la caída, se rompió el cúbito y el radio de un brazo. Acaba de saltar la valla de su propia casa tras escapar de los cuatro ladrones que están atacando a su familia. Su padre, Zhang Long, conocido empresario de Fuenlabrada en el polígono de Cobo Calleja, está convaleciente. Acaba de recibir un culatazo en la cabeza. Horas después, el adinerado patriarca de la familia llegada años atrás desde China, fallecería en el Hospital de la Paz a causa del ataque.
Un empresario millonario, una lujosa mansión valorada en dos millones de euros, un imperio de 2,4 millones de euros, una familia, un robo pasada la medianoche, ladrones, una huida y, tras de sí, una muerte. Todo ocurrió en una lujosa urbanización a las afueras de Boadilla del Monte, plagada de casas rústicas y modernas, de amplios jardines, piscinas y espacios tranquilos que los adinerados inquilinos disfrutan. Hay un coche de alta gama en cada esquina. Esos fueron los ingredientes de lo que ocurrió la noche del lunes al martes. Zhang Long era, hasta la fecha uno de los principales propietarios del polígono de Cobo Calleja, 26 kilómetros al sur de la urbanización en la que vivían desde hacía 4 años. Así ocurrió todo.
La noche de los hechos
Media hora después de que su familia socorriese al joven hijo de Zhang Long cuando pedía ayuda, el pequeño Samuel salió a dar un paseo en su bicicleta por las calles de la urbanización. Eran las dos de la mañana. Delante de su casa todo estaba plagado de policías que entraban y salían de la vivienda de sus vecinos. Dos días después de lo ocurrido, comenta los hechos delante de la mansión de sus vecinos, de nuevo sobre su bicicleta. Recuerda cómo, prácticamente, él lo vio todo. “Di un rodeo por el otro lado para ver qué sucedía. Vi cómo les sacaban en una camilla. La madre estaba desmayada, y el padre sangraba por la cabeza”, relata el joven a EL ESPAÑOL. Al punto, los agentes le dijeron que se retirase del lugar. El joven volvió a su casa. Todo había terminado.
Unos portales más allá, otra mujer recuerda escuchar los gritos cuando el hijo mayor de la familia atacada estaba ya en la calle. “Vino a pedir ayuda. Saltó por la valla, iba con una camiseta y unos calcetines. Nos contó lo que estaba pasando”, recuerda.
La casa de nuestro protagonista, del empresario Zhang Long, es, cuanto menos, magnífica. Un muro de ladrillo la precede y detrás, una enorme estructura con una doble balaustrada, dos porches, uno en cada piso. En el de arriba, dos sofás individuales presiden el escenario desde la altura. Las aldabas doradas de la puerta parecen de bronce. Cuatro o cinco farolillos blancos surgen desperdigados en el jardín de la entrada delantera de la casa. En el garaje caben dos coches, y dentro, en el patio, otros dos más. Unas cuantas cámaras de seguridad completan el panorama principal de la vivienda.
Zhang Long llevaba, según el guardia de seguridad de la urbanización, “tres o cuatro años” viviendo en el lugar con su familia. Era un hombre joven, de tan solo unos 40 años. Vivía allí con su mujer, con su hijo y con su bebé recién nacido. Eran reservados, discretos, gente de pocas palabras. Hacían su vida como el resto de las familias de la urbanización. La casa hace algo más de ruido: está valorada en dos millones de euros. Acaso como las otras casas de las cales aledañas. Pero la zona más exclusiva no está a ojos de los curiosos. Se trata de la parte trasera de la lujosa casa. Allí, los Long contaban con una pista de pádel y una piscina cuyas aguas cruza un puente de madera. Otro porche se abre justo detrás, junto a la casa. Por ahí entraron los ladrones que acabaron matando al magnate. Una vida de lujo pero también de trabajo.
Un hombre rico con múltiples negocios
Un comerciante colaborador de Long, cuyo nombre ha preferido omitir, llama por teléfono el miércoles por la tarde para transmitir sus condolencias. Telefonea a una de las empresas. Allí le dicen que está siendo un día extraño. Todos lo están pasando mal. “Están siendo momentos difíciles, gracias por acordarse”, le dicen. A la mañana siguiente de la muerte del empresario, en el Facebook de una de sus empresas cuelgan un mensaje: “Por motivos de mejoras en nuestras instalaciones COMERCIO MODALAND permanecerá cerrado durante 3 días. Disculpen las molestias”.
En el descomunal polígono de Cobo Calleja no es raro encontrar adinerados propietarios asiáticos. Se trata del polígono comercial más grande de Europa. Allí, el 98 por ciento de los propietarios de las naves y de las tiendas son de origen asiático. Ellos son, según ha podido saber EL ESPAÑOL, quienes proporcionan los productos chinos a más de 15.000 bazares de todo el país.
Inmensos complejos, una vez industriales, en las que ahora florecen por doquier tiendas de todas las marcas de ropa, comercios en los que adquirir cartas, bolsos, pelucas, ordenadores, juguetes, camisas… Una nave industrial en la que encontrar todo lo imaginable para organizar una boda. Cualquier cosa. Algunos lo llaman el paraíso chino del low cost. Los productos llegan de las fábricas más baratas del mundo. Y luego parten de allí a empresas de toda España.
Según hace unos meses publicó el diario La Información, este año, por primera vez, la Agencia Tributaria incluyó más de mil empresas de este faraónico polígono entre los objetivos de “especial seguimiento” dentro del Plan Anual de Control Tributario y Aduanero para 2017. Los bazares chinos, por tanto, se han convertido en uno de los objetivos principales de Hacienda. A principios del pasado mes de junio , centenares de funcionarios del fisco registraron distintas naves del polígono.
Allí, Zhang Long poseía la mayor parte de sus negocios. Es donde cimentó buena parte de su fortuna. Con ellos facturaba cerca de 2,4 millones de euros. El total de sus empresas, según los datos del Registro Mercantil, cuentan con unos 50.000 euros de beneficio una vez repartidos los salarios y paliados los costes que cada una de las firmas de Long va teniendo.
El más poderoso de sus negocios es Modaland, una firma dedicada a la venta al por mayor de artículos de ropa. “Mia Donna es una empresa especializada en el diseño, confección y distribución de moda femenina en España, Francia y Portugal. Somos fabricantes de moda joven femenina y proveedores de las tiendas con más rentabilidad en el sector. Nuestros clientes son los principales mayoristas de moda joven femenina”, explica en su página web. Solo esta empresa logra facturar 1.221.622 millones de euros.
El empresario asesinado cuenta con otras empresas en la zona como Moda Findu, también relacionada con el mundo del textil. Poseía, además, negocios de hostelería en Zaragoza. Todos ellos produciéndole considerables beneficios y una elevada facturación. Era, por tanto, un hombre adinerado. Tanto sus negocios como su vivienda daban fe de ello.
Qué sucedió en la vivienda
A las doce de la noche, el rico empresario estaba en su casa con toda su familia. Zhang Long y los suyos - su mujer, su hijo mayor, el bebé de un año y la chica de servicio- estaban acostados. Al poco tiempo los ladrones hicieron su aparición. Eran cuatro. Y estaban acechándoles.
Hacía muchos años que la Urbanización Pino Centinela no presenciaba un suceso de tan funestas características. Una señora camina la mañana del miércoles a pocos metros de la casa donde tuvo lugar el asalto, la casa de la familia china de Zhang Long. “Aquí nunca hay problemas. La gente aquí es bastante discreta”, señala.
La parte trasera de la enorme finca comunica directamente con la carretera M-516, estrecha y concurrida, por la que pasan una gran cantidad de coches que llegan por allí a Boadilla del Monte. Sin embargo, esa era la opción más segura para no ser detectados. De no haber trepado por el muro trasero de la casa habrían tenido que esquivar al guarda de seguridad y puede que a algún que otro vecino. Así, los ladrones optaron por utilizar esta especie de puerta de atrás para desvalijar la casa.
No debió ser fácil la escalada, pues el muro es de hormigón y tiene varios metros de altura. Sin embargo, lograron saltar y caer en el jardín de Zhang Long. Forzaron luego las ventanas de la cocina. Esa noche la alarma no saltó. Estaba desactivada. Los ladrones se movieron por toda la casa. Todavía no se sabe qué era lo que buscaban. Al poco tiempo, fuentes de la investigación, ataron a sus víctimas de pies y manos con bridas. Pero hubo algo que no pudieron preveer. El joven hijo, con tan solo 14 años, les hizo frente y trató de zafarse de ellos.
Fue cuando agredieron a su padre. El golpe en la cabeza resultó, a la postre, mortal. No se sabe todavía las armas que los asaltantes llevaban consigo, pero el golpe que Long se llevó con la culata de una de ellas terminó por causarle la muerte horas después. En ese momento, cayó en el suelo, inconsciente, con una brecha en la cabeza que no paraba de sangrar. Fue ahí cuando el mayor de los dos hermanos encaró a los cuatro ladrones, logró zafarse y salió de la casa saltando por la ventana. Con el hueso del brazo roto, echó a correr como buenamente podía pidiendo ayuda a los vecinos. Entretanto, los ladrones consiguieron huir y todavía no se sabe nada de ellos. Nadie les vio la cara más que el hijo del empresario.
Pronto llegaron los servicios de emergencia. Había que atender a Zhang Long. El hombre había caído en una parada cardiorrespiratoria. Le llevaron al hospital. Como él, al joven hubo que atenderle en Urgencias. Se curó de sus heridas en unas pocas horas. Sin embargo, nadie pudo hacer nada por la vida del patriarca. Cuando los sanitarios del Summa llegaron a la mansión del magnate, el hombre había entrado en parada cardiorrespiratoria. Pudieran revertirla con distintas maniobras de reanimación cardiopulmonar. Siguieron más tarde, ya en el Hospital de La Paz. Allí no se pudo hacer nada por salvarle la vida. Long murió poco después.