“De repente comenzó a arder todo a la vez. En sitios muy diferentes. Luego el fuego ya hizo lo demás”. De forma simultánea, fueron apareciendo distintos puntos anaranjados tras las colinas de Vigo. Lo cuenta un vecino de la ciudad que, como la mayoría de sus habitantes, no han podido pegar ojo en toda la noche con las llamas asomándose casi a las puertas de sus casas.
Hacía muchos, muchos años que el fuego no entraba en una gran ciudad de Galicia. Casi nadie recuerda una sensación así en las calles, el calor, el nauseabundo humo, el picor en los ojos. La imagen de una ciudad entera ardiendo. Algunos, entrada la noche, hablaban de una situación apocalíptica, con el incendio acercándose peligrosamente a los edificios del barrio de Navia, cerca de Balaídos, el estadio del Real Club Celta de Vigo. Reconstruimos una madrugada de incendios que han asolado Galicia y se han saldado con la vida de cuatro personas.
Diez de la noche. Una enorme columna de fuego se adivina, a lo lejos, desde los edificios de la avenida de la Florida, en pleno centro de Vigo. Para que el lector se pueda hacer una idea, sería como si en Madrid comenzase a levantarse el fuego en la zona de Ventas. El viento, que silba fuerte y trae consigo un aire irrespirable, hace lo demás y arrastra el incendio con una enorme rapidez. Mientras tanto, en la enorme fábrica de coches, la PSA Citröen, a pocos minutos andando también del estadio del club celeste, los trabajadores dejaron su trabajo y se marcharon a sus casas.
El fuego tocó primero a la parroquia de Valladares, hacia el interior del municipio de Vigo. Luego, el terror se apoderó de muchas otras zonas de la ciudad. En algunos puntos de la geografía viguesa, los bomberos y los voluntarios lograban sofocarlo todo. Duraba poco la alegría. A los minutos, llegaba una llamada informando de que se había reiniciado el incendio varios kilómetros más allá. Muchos acabaron exhaustos. Así, la noche fue amarga en muchas parroquias de la zona: Matamá, Samil, Navia, Coia Balaídos, Plaza de España. En Galicia, de momento la jornada de pesadilla se ha cobrado ya cuatro víctimas mortales. Y más de 4.000 hectáreas en toda la provincia. Pero la ciudad más grande de la comunidad se llevó la peor parte. Fue un auténtico asedio. Los vigueses se llevan una noche para olvidar. La noche en que estuvieron sitiados por las llamas.
El primer sitio al que llegaron las llamas
“Joder, esta carretera ya no nos dejan pasar. Joder”. Eran apenas las diez y media de la noche y todavía, pese a lo preocupante de la situación en muchas parroquias de la ciudad, el fuego no se había acercado abajo, a las zonas más cercanas a la playa. Cuarenta minutos después, la Avenida de Europa, que conecta el barrio obrero de Coia con el arenal de Samil, la playa más grande de la localidad, ardía por los dos costados. El viento desplazaba en el aire las virutas de ceniza, que iban a parar más allá y originaban nuevos focos. Una enorme nube de humo cubría a esas horas, y desde temprano por la tarde, tanto la bahía de Vigo como las rías y los municipios aledaños. El horror.
Vigo es la ciudad más grande de Galicia. Es cierto, como ha explicado esta mañana Abel Caballero, alcalde de la localidad, que no es normal que ocurra lo que ha ocurrido en las últimas 24 horas. Sin embargo, la llamada ciudad olívica cuenta en su núcleo urbano con algunos reductos de casas rurales, con pequeños jardines alrededor, y con grandes masas de árboles. Con parroquias enteras, como la de Alcabre, en las que lo más común son las viviendas particulares. Muchas de ellas rodeadas de espesas masas forestales. Nadie se esperaba algo así. Pero en Vigo hay, sin duda, mucha vegetación.
El monte del Castro, sin ir más lejos, es un pequeño promontorio situado justo enfrente del Ayuntamiento. Un lugar en el que pasear durante horas, ir a andar en bicicleta o incluso hacer skate. Fue aquí donde, en la Reconquista de la ciudad de Vigo a las tropas napoleónicas en 1808, se inició la resistencia gallega. También la pasada noche salieron sin miedo a por el enemigo. Este domingo ardían con furia algunas zonas del Castro. Los vecinos se lanzaron también allí contra las llamas para tratar de apagarlo.
No había un minuto que perder. Al ver que los servicios de bomberos no eran suficientes, ellos mismos se arremangaron, cogieron calderos y calderos de agua de sus casas y salieron con ellos a la calle, donde esperaba el fuego. Formaron cadenas humanas que cruzaban carreteras principales para tratar de sofocar las llamas.
Lo que ocurrió la pasada noche en Vigo despertó un mosaico de llamadas de auxilio, de mensajes de móvil, de llamar al timbre en la casa del vecino para comprobar que estaba bien. No es difícil que muchos que residen en zonas diferentes de la ciudad se conozcan entre sí. Y por eso los mensajes de preocupación continuaron a lo largo de toda la noche.
Casi nadie pudo dormir con el incendio acechando prácticamente las puertas de los edificios. No eran ni la una de la madrugada y en la plaza de España, centro neurálgico de la ciudad, los árboles próximos al concesionario de Opel eran comidos por las llamas. Una auténtica pesadilla, la noche más complicada de muchos gallegos en la comarca: “Que triste la verdad. Lo peor va a ser ahora. Ver los desperfectos. Ayer estábamos vendidos”, comenta un vecino de los alrededores de la ciudad del sur de Galicia.
Vigo, sitiado por el fuego. Los alrededores, pocos medios
Son las doce de la noche, el inicio de la madrugada del domingo al lunes. Vigo está sitiado desde hace horas por las llamas. En los municipios del área metropolitana la cosa no está menos complicada. Al contrario. Muchos cuentan con medios escasos y se las apañan con lo que sea. Más o menos a la misma hora, en Baiona, los empleados del parador nacional Conde de Gondomar se apostan contra las murallas. Las virutas de ceniza volaron desde la montaña hasta los árboles de la fortaleza medieval y algunas zonas de arbustos comenzaron a arder. A esa hora, ya de noche, los trabajadores del hotel hacen guardia con mangueras para que el fuego no vuelva a avivarse. Pero ahí no está la situación más complicada. Arriba, en la montaña, las llamas todavía siguen activas.
Las imágenes más dantescas de Baiona se produjeron a lo largo de todo el domingo. Por la mañana, ardió una urbanización elevada en la ladera de la montaña hacia la que crece el municipio. Ardió la foresta cerca del cuartel de la Guardia Civil. Ardió cerca, muy cerca, de la Virgen de la Roca, al otro extremo del pueblo, con las llamas encima de las casas y de los últimos hoteles del pueblo. Ardió el bosque en torno a varios institutos: el IES Primero de Marzo, y el colegio de Fontes. Las puertas de ambos permanecen hoy cerradas.
“Desde casa se ve todo rojo”. Lo comenta Pilar, una vecina de Baiona en torno a las diez de la noche. Se refiere al cielo, encarnado tras el humo. Ella y su familia están, como muchos, en el centro del pueblo encerrados en sus casas. El aire es irrespirable. El humo nubla la vista en la calle y es mejor quedarse cada uno en su vivienda. Más arriba, cerca del monte de la Grova, un elevado promontorio en el que habitualmente pacen a su antojo decenas de caballos salvajes, las llamas comen terreno. Los habitantes de la zona se defienden como pueden. Hay quien trae agua desde su piscina. Otros con mangueras o motobombas de agua.
Lo mismo en Nigrán, al otro lado de la ría de Baiona. La columna de humo se podía advertir desde varios kilómetros atrás. Allí fallecieron dos personas. Según cuenta Faro de Vigo, dos mujeres de edad en torno a los 88 años. Maximina Iglesia y Angelina Otero. Sus cuerpos aparecieron totalmente carbonizados en una furgoneta, entre las parroquias de Chandebrito y Camos. Fue en la tarde de ayer cuando sus familiares las perdieron. El estrés, el nerviosismo, el humo y el fuego hicieron que, en un momento dado, nadie supiera dónde estaban. Cuenta el diario que ambas mujeres se habían subido a una furgoneta para huir de la zona en la que estaban las llamas. Un árbol se les cayó encima y no pudieron hacer nada por salvarse.
Muchos vecinos de Nigrán ni se fueron a dormir. No podían. Tras horas de pie arrimando el hombro, no eran capaces de conciliar el sueño. Por ejemplo, Inés: “Ayer nos visitó el infierno. Tuvimos imágenes dantescas, amigos que fueron desalojados de sus casas, vecinos muertos. Hubo mucha solidaridad, pero con un grupo de hijos de Satanás valió para desatar la maldad”. La peor noche, una noche negra para olvidar.