Vigo

Miguel Ángel Martínez Novoa, funcionario de justicia en los juzgados de Vigo, tiene 55 años y el pasado fin de semana había planeado pasar unos días de retiro en Os Blancos (Ourense), el pueblo de su mujer. Allí ambos cuentan con una finca situada en el paraje Barrucadas. Se trata de una zona arbolada en el término municipal de Xinzo de Limia. Su idea: pasar un rato agradable y prender unos matojos con los que asar a la brasa unos cuantos chorizos para comer. Lo cierto es que no era el mejor día para ese plan.

Alrededor de la finca, hay casas situadas a menos de 300 metros de distancia. También una granja a menos de 200. Lo que Miguel Ángel no podía imaginar, cuando esa mañana de domingo 15 decidió que era buena idea ponerse a cocinar unos chorizos, es que iba a acabar encarcelado por una negligencia al provocar un incendio en sus dominios. El juez decretó hoy mismo su ingreso en prisión preventiva, comunicada y sin fianza por la gravedad, según el magistrado, de los actos y de su conducta.

Ahora, Miguel Ángel es, hasta el momento, el único detenido por la oleada de incendios que el pasado fin de semana devastó 35.500 hectáreas en toda la comunidad gallega.

Lo suyo fue una imprudencia. Nada tiene que ver su perfil con el de un pirómano. Sin embargo, según ha podido saber EL ESPAÑOL a través de fuentes cercanas a la investigación, este hombre contaba ya con antecedentes por el escape de una quema autorizada. Este hecho, según las mismas fuentes, resultó clave para que el juez decidiera aplicarle la prisión preventiva.

Miguel Ángel declaró esta mañana en los juzgados de Xinzo de Limia para responder por el incendio que provocó en su terreno y cuyas llamas avanzaron hasta calcinar una hectárea en los alrededores. Y no solo por eso.

El peor día para encender un fuego

Agentes de la Policía Nacional el pasado domingo ante el incendio que asoló Chandebrito (Nigrán) EFE

Miguel Ángel contaba con un permiso de quema de rastrojos. Podía prender ese pequeño fuego en su finca, y decidió llevarlo a cabo para elaborar una pequeña barbacoa. Sin embargo, ese mediodía todo se le fue de las manos.

Era el peor día para llevar a cabo algo así. En Galicia, el pasado domingo las condiciones eran las idóneas para que el monte ardiese, para que todo saltase por los aires. Hacía un calor infernal (casi treinta grados de temperatura en algunas zonas), una humedad relativa muy baja, inferior al 30 % y vientos muy superiores a los 30 kilómetros por hora. En resumen, la regla del 30-30-30 de la que alertan siempre los bomberos de toda la comunidad.

Es importante conocer la magnitud de lo que podía ocurrir el pasado domingo (y que, de hecho, ocurrió). Según las cifras oficiales de la Xunta de Galicia, las 35.500 hectáreas calcinadas en esta última oleada suman, con el resto de las devastadas por el fuego en 2017, un total de 48.100. Se trata ya del peor dato desde hace 11 años. Para encontrar una cifra tan nefasta es preciso remontarse al año 2006, cuando aquella ola de incendios arrasó un total de 95.880,4 hectáreas.

Estos últimos días, en conversación con EL ESPAÑOL, distintos ecologistas y bomberos forestales aseguraban que el pasado domingo, al ver los primeros indicios de incendios supieron que iba a ser un día muy complicado. De los más complicados de los últimos tiempos. Ya se habían producido avisos en forma de conatos de incendio días anteriores a la gran oleada del domingo. Era, por tanto, algo muy descabellado salir a hacer una hoguera, por pequeña que fuera. Asar aquella barbacoa fue el peor error que Miguel Ángel pudo cometer en su finca de Os Blancos.

A la fuga

Durante todo el domingo, en la provincia de Ourense hizo un calor pegajoso. Fue éste, en coalición con el viento, el principal causante de que los fuegos se propagasen con enorme facilidad de una loma a la siguiente. Sin embargo, Miguel Ángel, no se sabe si por desconocimiento, encendió igualmente la fogata en la finca de su mujer.

Al poco rato de hacerlo, el fuego se le desmadró. Cuando ya estaba asando los chorizos que tenía preparados para el almuerzo, las llamas comenzaron a extenderse con facilidad, descontroladas, hacia la arboleda cercana. Era la una de la tarde del pasado domingo.

La fogata se convirtió en incendio y rápidamente afectó a una hectárea del monte próximo. Pero Miguel Ángel no hizo nada. Fueron los vecinos, y no él, quienes avisaron a las autoridades para que acudiesen a sofocarlo. Fueron necesarias dos brigadas de extinción y dos camiones motobomba para detener el avance de las llamas.

¿Los vecinos? Efectivamente. Según aclaran fuentes de la investigación a EL ESPAÑOL, Miguel Ángel se dio a la fuga. Desapareció del lugar dejando tras de sí el incendio en sus dominios sin colaborar, presuntamente, en la extinción de las llamas. Cogió su coche y se marchó de allí. Como hemos contado más arriba, no era la primera vez que esto sucedía. En alguna ocasión anterior, este funcionario vigués ya había dejado atrás un fuego descontrolado.

Resistencia a la autoridad

El coche calcinado en el que fallecieron dos mujeres, víctimas del fuego, en la zona de Chandebrito en Nigrán (Pontevedra). Salvador Sas EFE

Lo sucedido el pasado domingo en la finca de su mujer en Os Blancos no es lo único que el juez le va a tener en cuenta a Miguel Ángel Martínez Novoa. Hubo algo más: “Se les rebotó a los agentes que le detuvieron”, detallan fuentes cercanas al caso.

Ocurrió el martes, a primera hora de la mañana en las dependencias de la Guardia Civil en Vigo, en la calle Sevilla. Miguel Ángel había sido identificado por los vecinos de la pequeña localidad ourensana, así que la citación para declarar no iba a tardar mucho. Le tocaba, por tanto, dos días después de los incidentes provocados.

Apareció allí con su perro. Cuando le informaron de por qué, y para qué estaba allí, Miguel Ángel Martínez Novoa reaccionó, según los agentes “de forma airada” al enterarse de que estaba siendo investigado por el incendio. Hubo un forcejeo. Tuvo que ser reducido por cuatro agentes, que sufrieron durante el rifirrafe lesiones de distinto grado.

Cuando consiguieron reducirle, los guardia civiles le llevaron a un centro sanitario para que aquello que acababa de suceder contase como prueba para el procedimiento judicial. Lo de la negligencia al provocar un incendio con un fuego en su propia finca ya no era el único de sus problemas. Además, Miguel Ángel, se resistió a los agentes del orden cuando le explicaron este martes su situación.

El acusado, a su llegada a los juzgados. Brais Lorenzo EFE

El arresto del funcionario de los juzgados vigueses se produjo este miércoles por la mañana. Fue arrestado a las ocho y media.

Penas del juez

Tras tomarle declaración en la mañana de este miércoles, el juez decretó su ingreso en prisión. Le ha aplicado los artículos 352 y 353 del Código Penal. Son los que se refieren a quienes incendian el monte. Ha tenido en cuenta dos hechos muy concretos. Por un lado que el fuego afectó a una superficie considerable de terreno. Por otro, que era el peor día posible para que se produjese un incendio controlado: fue “provocado en un momento en el que las condiciones climatológicas o del terreno incrementen de forma relevante el riesgo de propagación del mismo”. La oleada de incendios ya estaba en marcha. Y fue, a todas luces, devastadora.

La detención del funcionario vigués fue posible gracias a la colaboración ciudadana. Sin embargo, ahora el juez tendrá que determinar si le convence la versión de Miguel Ángel, el detenido, cuyo incendio llegó a estar a trescientos metros del núcleo urbano, o si, por el contrario, había otra intencionalidad detrás: la de prender fuego de forma consciente para que se propagase con rapidez. También el magistrado tendrá que dormir si le acusa por resistencia a la autoridad tras lo ocurrido este martes en la comisaría de Vigo. Todo por unos chorizos.





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